viernes, abril 22, 2011

Propósito para el Viernes Santo

DECIR LA VERDAD Y NO CALLAR (silencios culpables)

Todos los que gritaron ¡crucifícale, crucifícale! y los que participaron más directamente burlándose de él, escupiéndolo, insultándolo, flagelándolo o coronándolo de espinas, que se fijen en el acto de fe que hace el centurión cuando se produce el terremoto al morir Jesús: ¡Verdaderamente era el Hijo de Dios!

Antes, todo el pueblo, azuzado por el poder mediático de prestigiosas autoridades, había escogido a Barrabás, el peor de los ladrones, para que quede libre. ¡Que elección más nefasta! Hasta ahora se sigue eligiendo a Barrabás y se permite que el consenso de un sector social, que ha sido infectado por influjo de unos medios lejanos a la verdad, manipule al resto, buscando prebendas futuras para su propio beneficio.

Pero ¿qué ocurrió después? Todos los argumentos que se habían utilizado contra Jesús eran falsos. Pilatos sabía que se encontraba frente a un inocente, por eso saca a Barrabás, el peor de los ladrones, pensando que así la gente se iba a apiadar de Jesús y como no lo consigue lo manda flagelar porque creía, que si lo veían así, todos dirían que ese castigo bastaba, pero no fue así. La maldad continuaba en los corazones de los hombres. Nadie quería la impunidad sino el castigo máximo. Pilatos fue cobarde, se quedó callado frente a la verdad. No supo defender a Jesús.

Callar es permitir que la mentira y el mal ganen

Es una cobardía callar, quitarse de en medio, no intervenir. Es también una cobardía tomar una postura intermedia entre el bien y el mal. El a lo bueno y el no a lo malo deben ser contundentes.

Los que insultaron a Jesús, se burlaron de Él y lo maltrataron no podían quedarse callados, cuando tuvieron la evidencia de que se habían equivocado matando a Dios. Tenían que reconocer sus culpas y errores, pedir perdón y decir la verdad. Callar o quitarse de en medio era una cobardía y una inmoralidad.

Asistimos a una sociedad donde campea la mentira y se oculta la verdad. Se dice, a vista y paciencia de todo el mundo, lo que se quiere enseñar y nada más. Surgen muchas escenografías maquilladas y arregladas para que se vean las cosas de una manera. No importa si es verdad o no, lo importante es que la gente lo acepte. El que miente vuelve a pintar las cosas de otro color para que crean en la nueva mentira y le agrega una buena dosis de sentimiento para remover los corazones. Así se manipulan las conciencias y el resultado es lo que hoy, viernes santo, recordamos: Crucificar, con nuestras decisiones, al hombre más bueno del mundo, al que nos trae los mejores recursos para que seamos buenos como él y felices de verdad.

No solamente debemos proponernos decir la verdad y no mentir, sino también ¡no callar! Y reconocer la verdad empezando por aceptar nuestros errores y nuestra culpabilidad, antes que acusando a los demás.

Decir la verdad es un buen propósito para acompañar a Jesucristo en estos momentos de dolor.

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