viernes, agosto 12, 2011

Vanidad, preferencias, engreimientos y desapegos

LA AMISTAD CON LOS PROPIOS ALUMNOS

Un profesor puede tener dificultades en ser amigo de sus propios alumnos cuando no se dan los requisitos para que exista realmente una buena amistad. Por lo pronto es necesario tener en cuenta algunos criterios para saber bien en qué consiste ser un buen profesor y al mismo tiempo un buen amigo.

Lo primero que habría que advertir, para el análisis de esta relación, es que no es necesario ser profesor para ser amigo. No se debería instrumentalizar la educación para lograr una amistad, aunque cuando se educa podría surgir una sólida amistad. La amistad depende de cada persona, cómo es y qué lleva dentro. La amistad surge de un corazón ordenado. El que tiene amigos los puede tener en todas partes y el que no los tiene tampoco los tendría con sus alumnos, para tenerlos tendría que arreglar su propia interioridad y cultivar el amor de amistad.

En la sociedad podemos observar gente que tiene amigos y otros que no los tienen. También en los ámbitos educativos. Existen profesores muy queridos que tienen muchos amigos y otros que se encuentran solos y a veces son rechazados por sus propios alumnos.

Si ponemos el acento en los educadores tendríamos que advertir los vicios que suelen darse en las instituciones o sectores educativos que impiden (como cualquier vicio) que se pueda dar una buena amistad.

Los vicios o limitaciones de los profesores que podrían alejar a los alumnos e impedir una buena amistad serían los siguientes:

1. El autoritarismo: Mandar demasiado para tener autoridad. Subrayar una superioridad con respecto a los alumnos, aunque sea solo en los modos o maneras de relacionarse con ellos. Exagerar las exigencias y ser demasiado rigoristas pensando que es la manera de ser justos. Tener a los alumnos cogidos por las notas y mantener una relación con ellos en base a las notas. Calificar a los alumnos de acuerdo a las notas y establecer así diferencias entre unos y otros.

2. El protagonismo: Meterse demasiado en las organizaciones de los estudiantes. Tratar de ponerle un estilo propio y original al desempeño pedagógico. Poner demasiados parámetros sin dejar en libertad a los alumnos. No saber educar con la libertad. Querer estar presente en todo y no saber quitarse. Querer hacerlo todo sin delegar. Poner exámenes difíciles y jalar a los alumnos porque se piensa que así el curso tendrá más éxito (no poner nunca notas altas).

3. El exceso de ocupaciones: Limitarse con cumplir. Dar la clase e irse corriendo. Dar demasiados trabajos a los alumnos para que los hagan por su cuenta. Producir demasiada papelería y no estar cerca de sus alumnos. Tener otras ocupaciones. Usar a los alumnos para otros trabajos. Demasiado tiempo frente a la computadora. Ser demasiado de oficina y esperar que los alumnos lleguen allí.

4. Algunos problemas de personalidad: Ciertos temores para intervenir. Tratar de asegurar el ambiente cómodo para dictar una clase. No salirse de unos esquemas por temor. Timidez excesiva. Miedo de quedar mal, excesos de vanidad. Preferencias o amistades particulares, engreimientos (faltas de justicia). Hacer acepción de personas (antipatías). Rechazo a determinados alumnos.

5. No situarse bien: estar inconforme. Poner distancia por las diferencias generacionales. No conocer las diferencias entre cada alumno. No tener en cuenta los problemas de la sociedad y las circunstancias actuales. No saber cambiar un ambiente cuando es necesario. Tener dificultades para persuadir a los alumnos. Tener problemas en el centro educativo que influyen en su modo de proceder con los alumnos.

6. Excesos de formalismos: Preocuparse más por el programa a dictar que por los mismos alumnos. Estar demasiado pegado a un estilo o sistema de enseñanza. Poner demasiados controles, tomar exámenes a cada rato y calificar a los alumnos por las respuestas que dan. No conocer bien a cada alumno (sus nombres, apellidos y procedencia). Querer corregir los exámenes sin mirar los nombres por un criterio errado de honradez (le parece que así será más objetivo e imparcial).

El auténtico amigo es el auténticamente bueno

Un buen profesor debe ser una buena persona y una buena persona tiene muchos amigos. El buen profesor debería ser amigo de todo el mundo. El que no tiene amigos poco podrá hacer para ayudar a los demás. La amistad se cultiva, depende del esfuerzo de cada uno. Si alguien tiene muchos amigos no será por sus cualidades innatas sino por su esfuerzo personal y sus méritos; de allí su valía.

Es preciso saber bien lo que es la amistad, porque hoy se le llama amistad a cualquier acercamiento o a razones de conveniencia o beneficio propio utilizando a las personas, esto podría ser más complicidad que amistad. Tampoco se le puede llamar amigo al simple colega, al que trabaja junto. El amor de amistad es mucho más elevado y noble. Es un amor leal que crece, se fortalece y se orienta, con la virtud de la caridad. El verdadero amigo es el que sabe querer, es el que nos conoce de verdad y quiere lo mejor para nosotros. La buena amistad se teje con los valores más profundos que son los que dan seguridad a las personas y las hacen felices.

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