jueves, agosto 04, 2011

Reflexiones de sentido común

BIBLIA Y HOMOSEXUALIDAD

(cuando se deja de lado a Dios en la Antropología humana)

Hoy, en la mayoría de los foros y en el mundo mediático, se debate con mucha ligereza el tema de la homosexualidad, porque no se tiene en cuenta la antropología cristiana que presenta al hombre como hijo de Dios creado a su imagen y semejanza, con un destino eterno en el Reino de los Cielos.

Dejar de lado a Dios en la concepción del hombre da lugar a planteamientos antropológicos donde se considera el pecado como una opción más de la persona libre que quiere vivir así, sin que nadie lo descalifique. Sin embargo la aceptación de estos planteamientos ha generado situaciones crecientes de agresividad entre los seres humanos al darse un abandono, casi total, de los valores trascendentes que son indispensables para la vida.

La autoestima que muchas veces reclama la sociedad para quienes se sienten heridos, no debe ser mentirosa. Hay que decir siempre la verdad con toda la comprensión y el cariño posibles para las personas afectadas, que podrán construir una real autoestima, al conocerse bien y conocer la realidad. Así el hombre aprende a afrontar situaciones que tiene que superar.

Referencias a la moral y la espiritualidad en quienes viven lejos de los valores trascendentes

Se ha hecho costumbre decir, en el lenguaje de la calle, que cuando una persona rompe su matrimonio se sale de los cánones de una familia bien constituida, desde el punto de vista cristiano, y se parece a los artistas de Hollywood, que cambian de pareja como cambian de camisa. Nadie, en sus buenos cabales, puede pensar que es correcto ese modo de proceder.

Es interesante observar, (aunque a muchos nos da pena), las reacciones de familiares y amigos, en los velorios de personajes conocidos de la farándula que escogieron en la vida una opción lejana de Dios y cercana a desarreglos que la Iglesia y la moral cristiana siempre rechazaron por ser pecado. Reflejan, casi todos, en esas circunstancias de dolor, cierta nostalgia por los valores espirituales.

Cuando mueren estos artistas y se hacen unos ostentosos funerales suelen aparecer en esos cuadros muchas referencias a lo espiritual donde consideran que su alma todavía está presente, pero enseguida se nota como una frustración que les hace caer en un dramático sentimentalismo. Lloran a sus muertos y los dejan en el pasado; el presente es solo un recuerdo de lo que se tuvo y ahora no se tiene. Procuran una unidad fuerte, en esos momentos de dolor, que solo es el esfuerzo del voluntarismo: querer hacer eterno un sentimiento con el dolor compartido. Luego la realidad de la vida hecha agua a ese fuego prendido con papel y todo sigue igual.

El miedo de aceptar a Dios

El planteamiento cristiano de la Vida Eterna y la noción de pecado, como una herida de la naturaleza humana, que necesita de Dios para ser curada, irrita y produce escozor en el hombre que no quiere reconocer las explicaciones de la religión para arreglar su propia vida y que busca por todos los modos justificar sus tendencias para vivir con ellas sin que se les descalifique. Por ejemplo: quienes no aceptan las inclinaciones y la opción de vida que han elegido los gays y las lesbianas se les llama xenofóbos o intolerantes. Prefieren mantenerse en sus opciones erradas que rectificar, en honor a la verdad, sus posturas.

El mal es una fuerza que engarza muy bien con actitudes de presunción humana de autoafirmación. Se nota también en la persona que rechaza con irritación los criterios morales que exigen vivir de acuerdo con una ley divina. Se produce en ellos como una especie de atosigamiento y molestia. Esto está ocurriendo ahora, cuando se trata el tema de la homosexualidad.

El criterio de la Iglesia

La Iglesia nunca fue contra ellos, ni contra sus inclinaciones, sólo les ha advertido, como lo hace con todos los demás, que no deben vivir en pecado y que hay un mandamiento que prohíbe los pecados de la carne. Si alguna persona tiene tendencias más fuertes a esos pecados, cuenta también con los medios que la Iglesia le alcanza, a través de los sacramentos, para vivir como buen cristiano, sin los agobios de los desarreglos que le pueden ocasionar las inclinaciones de una naturaleza herida. La gracia que recibe le cura de sus debilidades y le eleva hacia la virtud. La doctrina de la Iglesia tiene como fuente a la Sagrada Escritura y a la Tradición.

La homosexualidad en la Sagrada Escritura

En la Sagrada Escritura, los pecados (no las inclinaciones) de homosexualidad son presentados como depravaciones graves: la Ley de Moisés los castigaba con la muerte (Lv 20,13), y, en el Nuevo Testamento, se consideran punto culminante de la degradación humana cuando los hombres no quieren vivir según la Ley de Dios (Rom 1,26-27, 1 Cort 6,9; 1 Tim 1,10).

Apoyándose en la Sagrada Escritura, la Tradición ha declarado siempre que “los actos homosexuales son intrínsecamente malos” (Congregación para la Doctrina de la Fe, Persona humana n.8). “Son contrarios a la ley natural. Cierran el acto sexual al don de la vida. No proceden de una complementariedad afectiva y sexual verdadera. No pueden recibir aprobación en ningún caso” (Catecismo de la Iglesia Católica n. 2357).

En nuestro tiempo -enseña el Catecismo- “un número apreciable de hombres y mujeres presentan tendencias homosexuales instintivas. No eligen su condición homosexual; ésta constituye para la mayoría de ellos una prueba. Deben ser acogidos con respeto, compasión, delicadeza. Se evitará, respecto a ellos todo signo de discriminación injusta. Esta personas están llamadas a realizar la voluntad de Dios en su vida, y, si son cristianos, a unir al sacrificio de la cruz del Señor las dificultades que pueden encontrar a causa de su condición” (n. 2358).

El respeto y la acogida de la Iglesia a personas con tendencias homosexuales

Las personas con tendencias homosexuales necesitan, como todas las demás, ser educadas para que desarrollen las virtudes que deben tener como personas. Si un niño tiene tendencia a mentir no se le puede dejar que siga mintiendo. Corregirlo no es discriminarlo. Lo mismo podemos decir de una persona que tiene tendencia a la violencia. Es necesario darle una adecuada formación para evitar que esa tendencia desordenada le haga sufrir a él y a los demás. La educación no les va a cambiar las tendencias sino que les va a entregar el sistema de lucha que necesitan para vivir con el orden que deben tener como personas. Igualmente los que tienen tendencia a la homosexualidad deben luchar para evitar los desórdenes de esas tendencias. Encontrarán para la lucha los medios que la educación les ofrece para vivir de acuerdo con la ley natural y tendrán, como todos los demás, al alcance las virtudes correspondientes para vivir con paz y alegría.

Además es necesario advertir que un gran porcentaje de personas que tienen relaciones homosexuales no son homosexuales, sin embargo opinan, por el beneficio errado de querer su propio placer, a favor de legalizar la homosexualidad. ¿No es acaso una postura desequilibrada, egocéntrica y mentirosa?

Agradecemos sus comentarios

4 comentarios:

Alan Patroni dijo...

Al paso de las décadas, la historia nos demuestra que el ser humano siempre está expuesto a una serie de tentaciones y desviaciones.
Hace 60 años la conducta homosexual se veía como una aberración.
Luego del paso de los años se comentaba que era una perversión y hace diez años se decía que era una distorsión, y si hoy se dice que es una opción, a este paso, dentro de algunos años se dirá que es un capricho.
¿Cómo así es que hemos llegado a esta situación?
Como consecuencia del relativismo moral y víctimas de una post modernidad alienante, el ser humano vive una "parodia" de su propia existencia porque se alejó de los fundamentos de la verdad.
Se ha perdido el sentido y la naturaleza de la creación.
Solo tenemos que bajar de ese pedestal de auto engaño desde el que nos creemos capaces de todo.
Volver a beber de las fuentes de la filosofía cristiana y sus fundamentos de rectitud y virtudes, para enmendar desvarío, desviaciones y confusiones.

Anónimo dijo...

En la sociedad moderna se confrontan filosofias, ideologias, politicas, valores religiosos, como a lo largo de la historia de la humanidad. Ciertamentamente la homosexualidad y otras aberraciones son patrocinadas por el libertinaje y desenfreno que surgen de el rechazo a los valores morales dados por Dios a la humanidad en los Diez mandamientos y en los evangelios para los cristianos. En la sociedad moderna hay fuerzas y movimientos que buscan destruir la moral judeo cristiana y se organizan para destruir la familia, para esto organizan lobbies que impulsan tendencias aberrantes disociadoras de la civilizacion occidental en todos los frentes uno de ellos es la conducta sexual llevada al libertinaje, como tambien el consumo de drogas por mencionar solo dos angulos de los tantos que proponen una sociedad hedonista vs. una sociedad de etica cristiana. Si los valores cristianos no se organizan para hacer frente a estas fuerzas que proponen el placer como ideal de vida para ganar control politico estariamos incumpliendo nuestra tarea de construir una humanidad etica. El bien comun requiere asumamos nuestra responsabilidad social.

Anónimo dijo...

La homosexualidad hoy por hoy es una de las herramientas preferidas del demonio, al igual que la gran permisividad y el rompimiento de barreras y esquemas de intimidad que significa el mundo internet, amparado en el anonimato.

El artículo, así como la invitación que nos trae a él aclaran conceptos muy importantes: inclinación, opción y pecado.

Y creo haberlo entendido como algo parecido o relacionado con la tentación. Por ejemplo una persona casada ama y respeta a su pareja. Pero puede que tenga debilidad por el sexo opuesto; entonces, cada vez que se le presenta una ocasión tentadora puede optar por:

a- Dar rienda suelta a su debilidad o inclinación, terminando en la infidelidad. Situación reprobable.
b- Controlarse, con lo que conservaría y reforzaría no sólo la fidelidad conyugal, sino que se haría más fuerte ante futuras situaciones semejantes.

Tanto con la homosexualidad como con otras inclinaciones o debilidades, lo fácil es la primera de las opciones. Es más fácil ceder, dejarse llevar, y justificarse con millones de argumentos, que optar por el camino correcto. Y eso lo sabemos, la Biblia nos dice que el camino hacia Dios no es fácil, pero también nos da una serie de medios para llegar a Él.

Lamentablemente, quien se deja llevar por los excesos, pierde la óptica de las consecuencias, merma su autoestima porque interiormente se sabe en camino equivocado, vive el momento sin pensar en la trascendencia de la vida espiritual. Esto se agrava cuando se agrupan en comunidades que alimentan y justifican sus inclinaciones (p.e. el orgullo gay; la pandilla de drogadictos que “pueden dejar el vicio cuando quieran”, y muchos otros casos).

Como cristianos debemos darle una mano a las personas con inclinaciones como la mencionada. Debemos considerar que de repente saben de su inclinación, pero ignoran cómo controlarla, o tal vez confundidos, la justifiquen, en cuyo caso deberíamos ayudarles a reorientar su vida haciéndoles ver la verdad, evangelizándoles.

Oremos por todos nosotros.

Christian M. dijo...

No puede legalizarse un matrimonio entre dos personas del mismo sexo, sin antes afectar el bien común y la integridad de la familia como institución y como célula fundamental de una sociedad, al margen de ser cristiana o no. Y es que lejos de ser la Iglesia Católica la primera protagonista de la defensa de la inviolabilidad de la integridad familiar, cabe decir que la verdadera apología de ella, descansa también en otros grupos no cristianos, con argumentos antropológicos compartidos por personas de otras religiones, agnósticos y hasta ateos. Pero estas leyes, propiamente hablando, no son leyes, sino corrupción de la ley, porque, en sana filosofía, con antecedentes que se remontan a Platón o Aristóteles, que por haber vivido varios siglos antes de Cristo no eran cristianos, la ley es la ordenación racional para el bien común, promulgada por quien tiene potestad para ello. Y la ley que otorga la condición de matrimonio a la unión de dos personas del mismo sexo, no está inspirada en la recta razón, sino que va contra la naturaleza; no produce el bien común sino que, para dar satisfacción a un reducido número de personas, perjudica la verdadera institución matrimonial a la que se acogen la mayoría de los ciudadanos y que, a consecuencia de dicha ley, queda relegada a una mera clase de matrimonio; y, finalmente, no está promulgada por quien tiene potestad para ello, porque ningún Parlamento, aunque fuera por unanimidad, tiene potestad para legislar en contra de la ley natural, reconocible, por la recta razón, en el propio ser del hombre.