jueves, diciembre 08, 2011

La soledad de la incomunicación

EDUCAR PARA COMUNICAR

Hoy se da en el mundo una significativa paradoja: el gran progreso tecnológico de los medios de comunicación y la escasa, y muchas veces conflictiva, comunicación entre los seres humanos.

Comunicación con Dios

No son pocos los que han empeorado su comunicación. Empecemos por los que se han alejado Dios: Algunos lo han expulsado de sus vidas como si fuera un intruso y otros son descuidados en sus prácticas de piedad: no van a Misa, rezan cuando se acuerdan o no rezan nada, viven alejados, aunque creen en Él, son flojos desde el punto de vista espiritual y no son conscientes de lo que significa no tener una buena comunicación con Dios.

Comunicación entre familiares

En los ámbitos familiares la comunicación entre los seres queridos ha ido perdiendo terreno. Muchos matrimonios se han roto por peleas o descuidos en el trato entre marido y mujer, algunas veces por excesos de trabajo o desavenencias que no se supieron superar. En otras familias, donde solo cuidan las reglas externas de cortesía, en los temas más íntimos se encuentran distanciados y a veces indiferentes.

Cada vez son más los hogares donde la tolerancia está en el límite, porque al ir cada uno su cuenta, nadie tiene tiempo para interesarse por la vida de los demás. En algunas casas viven peleados, en una especie de guerra fría, con un resentimiento que no quieren curar, llevan la herida abierta per secula seculorum, sin que nadie tome la iniciativa para lograr un acercamiento que los una.

También la relación entre enamorados se ve afectada por el cáncer de la incomunicación social. Suelen reclamarse mutuamente los tiempos y los afectos que no se reciben entre ellos. Cada vez son más los que desean recibir y no saben dar.

El individualismo social, que está imperando en el mundo, encripta a las personas en sí mismas, las encierra y las vuelve egoístas. Esas mentalidades son demasiado yoístas. Al ego lo ponen demasiado alto. Sus manifestaciones afectivas con fuertes cargas de egocentrismo contaminan la sensibilidad y dan cabida resentimiento. Viven heridos. Cada uno defendiendo sus exagerados y muchas veces equivocados “derechos”

Parece que ahora los novios que se van a casar tienen que firmar un contrato para que la otra parte se comprometa a respetar sus derechos. Es absurdo que se tengan que dar estas situaciones que reflejan desconfianza, poco amor y una relación mediocre entre dos personas que se deberían querer mucho, entregándose el uno al otro para toda la vida.

Comunicación entre padres e hijos

En la relación padres-hijos la comunicación se hace cada día más difícil. Parece que la brecha generacional es como una muralla que impide la relación entre jóvenes y mayores. Los hijos sueñan con una precoz independencia y los padres sufren las consecuencias de esos proyectos. Otros papás no quieren entrar en conflicto con sus hijos y se rinden permitiéndoles todo. El resultado de esta falta de entendimiento es la triste realidad de una juventud bastante desorientada, muchas veces desbocada y hasta perdida, salvo honrosas excepciones.

El trato entre parientes se ve afectado por los mismos microbios. Solo interesa el que es útil para los beneficios mutuos. Se ha perdido la noción de familia. Las casas se han convertido en locales donde uno duerme y tiene sus comodidades. En vez de ser el lugar de la generosidad y del servicio es el lugar del egoísmo donde se adquiere el derecho de ser “libre” para hacer lo que venga en gana. Con esta mentalidad el mundo del hogar también resulta competitivo, se quiere sobresalir por encima del otro pariente y lógicamente se multiplican las peleas y se hace ascos a los planteamientos de los mismos hermanos cuando no están en la línea de lo que uno quiere. Cuando falta amor se cae en la tiranía del propio ego.

Comunicación entre amigos

El campo de la amistad se trasforma en una suerte de complicidad para los caprichos o antojos personales. Decir: ¡mis amigos! podría ser como un grito de rebeldía. Se estaría diciendo en el fondo: “quiero hacer lo que me da la gana”, “quiero ser libre, tener todos los permisos y que nadie me controle” Lógicamente, con esta mentalidad los papás podrían parecer unos fiscales y tiranos que quieren imponer sus ideas en contra de la libertad de sus hijos.

Cuando alguien manifiesta sus preferencias en personas que no son de la familia: prefiere salir con sus amigos antes que con sus padres y hermanos, les dedica más tiempo a sus amistades y además pone más interés y cariño en ellos que en sus familiares, no se da cuenta de lo que está haciendo con su propia familia. Esos afanes, de aparente “libertad” lo ciegan y al mismo tiempo lo van envileciendo, si es que no reacciona a tiempo.

Lógicamente los de la familia no podrían mirar con simpatía ese tipo de andanzas, de los que no saben que la caridad y el cariño empieza por los de la casa. Cuando ocurren estos desórdenes se podría estar dando una mala relación o una mala comunicación entre padres e hijos. (hacemos esta consideración suponiendo que la familia funciona bien, que están los padres en casa y tratando de formar a sus hijos con un cariño grande hacia ellos).

Las decisiones que se tomen con libertad no deben perjudicar las relaciones familiares. Se debe conversar y llegar a un entendimiento con argumentos razonables y sensatos. No se debe permitir ni al padre posesivo, ni al hijo desalmado. Las relaciones familiares deben entrar en armonía con las relaciones de amistad que los miembros de una familia tengan con otras personas. Los amigos no deben ser algo oculto o secreto, al margen de la familia. A la hora de la duda siempre tiene preferencia la familia. Y esta decisión debe partir de cada uno. A todos les debe interesar que las comunicaciones y relaciones se den muy bien.


Cuando se comunica para ganar y no para amar

La sociedad utilitarista instrumentaliza la amistad para fines de beneficio personal o de grupo. No es el amor auténtico por la persona. Hay un interés de fondo que predomina como motivación principal. Como dice el refrán: “no es el amor al chancho sino al chicharrón”

Todas estas situaciones, que son reales en nuestra sociedad, elevan la inseguridad. Hay miedos en la casa, en el trabajo y en la calle. Esta intranquilidad de muchos puede ser, en algunos casos, una verdadera esclavitud. Existen ambientes donde hay habitualmente presiones, imposiciones, agresiones y hasta lesiones físicas. Son lugares donde hay más guerras y conflictos que paz. Hombres que viven metidos en laberintos donde no pueden tener libertad. No les basta decir: hagan lo que quieran y no se metan conmigo, porque también serían esclavos de las conductas impropias de los demás y de la soledad que se genera cunado no hay una buena comunicación.

Relaciones fluidas y armoniosas

El hombre es un ser que ha nacido para amar y vivir en sociedad. Toda persona debe aprender a relacionarse con los demás y conseguir que las relaciones sean fluidas y armoniosas. Para lograrlo es necesario formar a la persona con los valores que existen para su progreso espiritual. No es cuestión de diplomacia sino de auténtico amor.

La persona transmitirá lo que tiene dentro. Es preciso llenar la interioridad de cada uno con motivaciones nobles y trascendentes, para que puedan amar como debe ser: sin egoísmos y preocupándose de servir y ayudar a los demás. Toda persona debe ser portadora de la verdad y no de la mentira y la artificialidad.

Es necesario educar para lograr que la persona pueda comunicar algo valioso. Hoy, cuando se está dando un notable progreso en las técnicas de comunicación, es necesario que los contenidos sean valiosos. Llenar de contenidos valiosos a los medios de comunicación es un gran reto en los tiempos actuales para la mejora de la sociedad.

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