viernes, diciembre 16, 2011

¿Los chicos están preparados para la vida?

LAS NOTAS NO SON TAN IMPORTANTES

Un viejo amigo me decía con cierta preocupación mirando las calificaciones brillantes de su hijo adolescente: “no me preocupan las notas sino su actitud frente a la vida” Su hijo era de los mejores del salón y se jactaba de ello, pensaba que con sus buenas notas tenía el futuro asegurado y en el presente usaba su buena imagen de estudiante para hacer su “santa” voluntad. Al igual que otros compañeros suyos, estaba convencido que las buenas notas eran como la patente de corzo para poder organizar las actividades que quisiera con sus amigos y que siempre tendría el permiso y la autorización de sus padres.

Efectivamente en estos tiempos muchos papás se conforman con las buenas calificaciones de sus hijos, incluso le dicen: “yo te doy permiso para lo que quieras con tal de que saques buenas notas”. El alumno exitoso tiene permiso para todo y el que saca bajas calificaciones encuentra en esas promesas la motivación principal para estudiar y luego poder hacer lo que le da la gana.

Como se puede comprobar a primera vista, la orientación no es del todo correcta y podría ser, como luego se puede comprobar, es muy peligrosa para el futuro de los chicos.

Cuando no funciona la conciencia para las decisiones de cada día

Cuando en los chicos se unen unas aspiraciones egoístas con alguna pequeña ignorancia en su formación moral, la ceguera es atroz porque la conciencia se debilita hasta tal punto que deja de responder a la realidad. El objetivo principal de una formación espiritual, (que no puede ser optativa porque es necesaria para todos los hombres) es conseguir que cada persona tenga una conciencia que funcione bien y responda con acierto frente al bien y al mal como debe ser.

La falta de conciencia es una falta de respuesta a la realidad, que podría ser muy grave por las consecuencias que trae para la propia persona. Es tener el peligro cerca y no darse cuenta. Se pierde la capacidad de reacción y de defensa frente al mal. Es como jugar frontón sin pared, la bola no retorna y se pierde. Así ocurre con el que no tiene conciencia, está como ido o anestesiado, frente a una realidad agresiva y amenazante. Su situación es grave aunque al chico le parezca que no pasa nada.

Cuando son muchos, y tal vez la mayoría, los que se encuentran en esta situación, el consenso entre ellos los une en una mala complicidad, les parece que se están ayudando y no alcanzan a darse cuenta que se están perjudicando. Es necesario hacer sonar las alarmas de emergencia para combatir este mal que ahora se ha convertido en endémico.

Muchos jóvenes están en capacidad de entender la teoría de lo que se les aconseja pero no reconocen que ellos están dentro de esos cuadros peligrosos. Piensan que saben cuidarse bien y que no les va a pasar nada, sacan a relucir sus buenas notas y algunas cualidades que realmente tienen. Les molesta que los cuestionen y que piensen, sobre todos sus padres, que ellos no son maduros y responsables en sus decisiones.

Quieren demostrar que ellos siempre se portan bien porque no cometen excesos y que hacen lo mismo que sus amigos más cercanos que “también son buenos”. Es por eso que, frente a los requerimientos de sus padres, suelen decir, con un voluntarismo inconsciente: “pero eso, ¿qué tiene de malo?” reflejando en esa expresión una notable inseguridad, que ellos no perciben claramente.

Cómo remendar las conciencias juveniles

La primera respuesta, para amainar las inquietudes de las quejas, que son propias de la inmadurez juvenil, es hacerles razonar de una manera serena, para que se den cuenta que los seres humanos nos portamos bien no solamente cuando no hacemos cosas malas, sino cuando hacemos lo que tenemos que hacer.

Es importante formar a los chicos, desde muy pequeños, en el orden, y conseguir que ellos adquieran una jerarquía de valores propia y de acuerdo a la realidad. Por ejemplo: que se levanten siempre a la hora, que tengan su cuarto ordenado, que no se tumben en los sillones o en la cama, que sepan hacer, ellos mismos, pequeños sacrificios.

No es buen sistema corregirles de un modo negativo y con cierta ira para obligarles a portarse bien y repetirles las cosas machaconamente y con tono de queja: “¡siéntate bien!”, “¡no pongas los pies en los muebles!” “¡no se habla con la boca llena!” Lo único que se consigue con este sistema es que el chico piense que es distinto a lo que se quiere conseguir de él y a la larga terminará cuestionándolo todo.

Educar a los hijos es una obra de arte que los papás deben elaborar con paciencia en las distintas etapas de la vida. Deben pensar que poseen una vocación que es una capacidad para lograr una amistad que está fundamentada en el amor. Es una cualidad que todos los padres deben cultivar y que exige, para su desarrollo, esfuerzo y sacrificio constante. Nadie nace sabiendo. Una de las primeras condiciones, necesaria para la educación de los hijos, es la presencia de los padres en el hogar.

El éxito de la tarea educativa en la casa dependerá del tiempo que los padres pasen con los hijos. “Los hijos son más importantes que los negocios” decía, con gran sabiduría, San Josemaría Escrivá.

Algunos padres dedican mucho tiempo a sus hijos cuando son niños y cuando llegan a la adolescencia ya no tanto. Los educadores notamos que los papás de los niños de primaria acuden a las reuniones con mucho entusiasmo, pero luego cuando están en media, poco a poco van desapareciendo de las reuniones. Este desinterés está motivado también por la distancia que pone el adolescente con sus rebeldías, entonces a los papás les puede parecer que la presencia de ellos no resuelve nada y que al contrario, son un estorbo. Viven sin saber qué hacer con su hijo rebelde y despistado. Algunos cometen el error de cerrar los ojos y se refugian en el trabajo esperando, sin hacer nada, que las cosas se resuelvan solas.

Si un papá ve que su hijo adolescente no tiene hábitos buenos, (virtudes), para hacer frente a la vida, debe tratar de acercarse y procurar una amistad con él, teniendo muchas conversaciones donde el chico se sienta comprendido y querido. Debe tener mucha paciencia frente a las respuestas inmaduras y tal vez hirientes, del chico que no sabe razonar y poco a poco, sin nerviosismos, ni violencias, ir conduciéndolo con los argumentos razonables a una mejor disposición. Es mejor contar anécdotas de otros casos que señalarles lo que ellos han hecho mal. No es pedagógico recordarles constantemente sus deberes, especialmente cuando no los cumplen.

Para fomentarles la responsabilidad es bueno preguntarles, con mucha confianza, en esas conversaciones amigables: “¿qué has pensado hacer?” para que él mismo pueda darse cuenta de sus elecciones y aprenda a rectificar honestamente. Con esas conversaciones atinadas terminará dándose cuenta que para ser feliz en la vida no bastan las buenas notas. Es importante apuntar más alto.

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