viernes, abril 29, 2011

Mesianismos del siglo XXI (ser permisivo cae bien)

LA FINTA DE SER POPULAR

En los tiempos actuales los líderes buscan, por encima de todo, ser aceptados por la mayoría. Uno de los modos para conseguir ese objetivo es rebajar las exigencias que incomodan y hacer lo que a la gente le gusta. Utilizan procedimientos que satanizan los extremos y se quedan en un término medio light, que no es ni chicha ni limonada. Es una suerte de renuncia a la verdad por amor a la popularidad.

Este modo de proceder, que suelen utilizar los políticos para ganar votos en sus campañas, no debería ser el de la mayoría, y mucho menos el de los que tienen el papel de educar y formar a otras personas. Es muy triste ceder a la verdad para ganar popularidad. Por ejemplo: no dar un consejo exigente para no hacer pasar un mal rato o para no perder simpatías de determinadas personas.

El educador tiene que saber combinar la finura y delicadeza en el trato con el amor a la verdad. Debe ser íntegro como persona, en todos los aspectos. No puede estar jugando a caer bien y olvidar los temas fundamentales que deben tener prioridad. Debe crear espacios de seriedad que tengan calidad y sintonía. No son espacios que proceden de estrategias, sino de la calidad de su interioridad, cuando transmite valores que él mismo posee y que sus interlocutores o educandos, reciben con gratitud. La perseverancia en esa conducta es síntoma de riqueza espiritual y garantía de un auténtico liderazgo.

El líder desvirtuado

El que busca solo la popularidad encontrará seguidores flojos que quieren una rebaja a las exigencias y se sienten bien cuando son consentidos en sus caprichos o encuentran una “comprensión” a modo de complicidad, para hacer lo que se les antoja.

Ocurre, a veces, en la educación de los hijos, cuando los padres no se llevan bien entre ellos, que una de las partes rebaja las exigencias para “ganarse” el aprecio del hijo que busca “permisos” para hacer lo que no es conveniente para su formación. Con esas facilidades lo tendrá a su lado durante el tiempo que dure “el caramelo”, después el hijo tomará su propio rumbo.

La permisividad de quien da esas licencias puede ser aplaudida en esos momentos, pero después se llora cuando aparecen las consecuencias lamentables que todos conocemos. Los padres deben ser muy honrados cuando educan a sus hijos, nunca deben utilizarlos, para resolver conflictos entre ellos, ni facilitarles las cosas para “cosechar” simpatías. Todo hijo debe ser querido y nunca utilizado. Todo hijo tiene derecho a ser educado con la verdad.

Mesianismos light (atrapados en la vanidad de su idealismo)

Lamentablemente muchos líderes utilizan a sus seguidores para beneficiarse ellos, con planes camuflados por escenarios “morales” de rectitud y de servicio a la sociedad. En los trabajos de maquillaje el mismo líder queda atrapado por los ideales de su propia propaganda. El voluntarismo le inyecta una suerte de fanatismo con el que se cree una especie de Mesías necesario para “salvar” al mundo con el “arte” de sus proyectos “geniales”.

El líder mesiánico es una especie de iluminista (se cree el elegido) poseedor de luces y criterios que necesitan los pueblos para salir adelante. Es una actitud de egolatría que existe en los que se sienten protagonistas de algo, no sólo los políticos.

Hay gente que cree en su propio poder mediático, en una especie de capacidad innata para la popularidad y que eso es suficiente para liderar y conducir a las personas. No importa la calidad de vida en cuanto a las virtudes. Incluso piensan que poseen un alto grado de moralidad aunque sean borrachos, mujeriegos, ambiciosos de poderes y de placeres, etc. Para ellos, lo que hagan en la vida privada no cuenta para poder liderar una misión importante en beneficio de la sociedad. Se consideran, y se hacen considerar, idóneos; hablan sentando cátedra a diestra y siniestra, como si sus criterios salieran de una persona con una trayectoria inmaculada y ejemplar, digna de ser emulada.

Cuando los seguidores aprueban ese estilo de liderazgo, donde no funciona la unidad de vida, ingresan en unos escenarios caóticos, nada serios y llenos de artificialidad, proclives a los shows mediáticos y a sorpresivos giros en las personas y en los “programas” con ausencia total de lealtad y fidelidad. No hay estructuras sólidas, todo se puede derrumbar. Todo es válido con tal de que en la repartija de la “torta” toque un buen pedazo.

Los pastores populares

En los temas eclesiásticos no faltan fieles que buscan líderes espirituales que les hagan la vida más cómoda y les permitan hacer lo que la ley les prohíbe. Lamentablemente existen sacerdotes, son muy pocos, que para buscar una mayor popularidad entre los fieles y quedar bien con todos, conceden “permisos” permitiendo que la gente se salte el cumplimiento de una ley o de una disposición. Son abusos que la Iglesia ha sancionado en distintos momentos.

No es lícito que un pastor se haga “el bueno” dejando de lado las leyes o disposiciones de la Iglesia como si fueran exageradas, con el único objeto de contentar a la gente. No es el modo de ayudar a los demás para que se acerquen a Dios.

Cuando se trata de dirigir a las personas en los aspectos morales el orientador debe ser ejemplar y coherente en su conducta. El Papa Juan Pablo II, que será beatificado este domingo, decía que Jesucristo era para todos los hombres “un dulcísimo y exigentísimo amigo, quien se encontraba con él no podía seguir viviendo como si no se hubiera encontrado”

En los tiempos de relativismo hay quienes buscan pastores que solo sean dulcísimos amigos, no les gusta que sean exigentísimos. El buen Pastor debe conseguir que la oveja perdida retorne al redil. Está de moda ser popular y no exigente. La exigencia no está reñida con la amistad, es tener en cuenta a la verdad. La verdad que es exigente para todos los hombres es la que nos hará libres.

No hay que temer al Pastor que aprieta las cuerdas para que en la vida de los fieles exista la armonía de la coherencia o unidad de vida, que es en definitiva la belleza de la persona.

Agradecemos sus comentarios

viernes, abril 22, 2011

Propósito para el Viernes Santo

DECIR LA VERDAD Y NO CALLAR (silencios culpables)

Todos los que gritaron ¡crucifícale, crucifícale! y los que participaron más directamente burlándose de él, escupiéndolo, insultándolo, flagelándolo o coronándolo de espinas, que se fijen en el acto de fe que hace el centurión cuando se produce el terremoto al morir Jesús: ¡Verdaderamente era el Hijo de Dios!

Antes, todo el pueblo, azuzado por el poder mediático de prestigiosas autoridades, había escogido a Barrabás, el peor de los ladrones, para que quede libre. ¡Que elección más nefasta! Hasta ahora se sigue eligiendo a Barrabás y se permite que el consenso de un sector social, que ha sido infectado por influjo de unos medios lejanos a la verdad, manipule al resto, buscando prebendas futuras para su propio beneficio.

Pero ¿qué ocurrió después? Todos los argumentos que se habían utilizado contra Jesús eran falsos. Pilatos sabía que se encontraba frente a un inocente, por eso saca a Barrabás, el peor de los ladrones, pensando que así la gente se iba a apiadar de Jesús y como no lo consigue lo manda flagelar porque creía, que si lo veían así, todos dirían que ese castigo bastaba, pero no fue así. La maldad continuaba en los corazones de los hombres. Nadie quería la impunidad sino el castigo máximo. Pilatos fue cobarde, se quedó callado frente a la verdad. No supo defender a Jesús.

Callar es permitir que la mentira y el mal ganen

Es una cobardía callar, quitarse de en medio, no intervenir. Es también una cobardía tomar una postura intermedia entre el bien y el mal. El a lo bueno y el no a lo malo deben ser contundentes.

Los que insultaron a Jesús, se burlaron de Él y lo maltrataron no podían quedarse callados, cuando tuvieron la evidencia de que se habían equivocado matando a Dios. Tenían que reconocer sus culpas y errores, pedir perdón y decir la verdad. Callar o quitarse de en medio era una cobardía y una inmoralidad.

Asistimos a una sociedad donde campea la mentira y se oculta la verdad. Se dice, a vista y paciencia de todo el mundo, lo que se quiere enseñar y nada más. Surgen muchas escenografías maquilladas y arregladas para que se vean las cosas de una manera. No importa si es verdad o no, lo importante es que la gente lo acepte. El que miente vuelve a pintar las cosas de otro color para que crean en la nueva mentira y le agrega una buena dosis de sentimiento para remover los corazones. Así se manipulan las conciencias y el resultado es lo que hoy, viernes santo, recordamos: Crucificar, con nuestras decisiones, al hombre más bueno del mundo, al que nos trae los mejores recursos para que seamos buenos como él y felices de verdad.

No solamente debemos proponernos decir la verdad y no mentir, sino también ¡no callar! Y reconocer la verdad empezando por aceptar nuestros errores y nuestra culpabilidad, antes que acusando a los demás.

Decir la verdad es un buen propósito para acompañar a Jesucristo en estos momentos de dolor.

jueves, abril 21, 2011

La más sonora, profunda y elocuente

LA VOZ DE DIOS (en la Semana Santa)

Antes de irse Jesucristo de este mundo les encarga a sus apóstoles que vayan por todas partes y prediquen la palabra de Dios. Estos pobres pescadores, que todavía estaban consternados por todo lo que había sucedido, tenían la misión y la responsabilidad de propagar la Iglesia por todo el mundo.

Desde el punto de vista humano no parecía que iban a ir muy lejos, dadas las precarias y escasas condiciones que tenían, sin embargo se trataba de una misión divina con la asistencia del mismo Dios; o dicho de otra manera: era la actuación de Dios a través de unos pobres seres humanos.

La voz de Dios es la más clara en el mundo y en la conciencia de cada uno.

La voz de Dios se sigue oyendo en toda la humanidad, no ha parado nunca. Él es el Señor de la historia porque ha intervenido e interviene en todas las épocas y con cada persona en particular. Tiene muchos sucesores y seguidores que procuran ser fieles a su Palabra y otros, rebeldes e irreverentes, que no quieren seguirle y se oponen a Él.

El error más grande del hombre es ir contra Dios

El hombre que se cree Dios, por su soberbia, es el que se va contra Dios, utilizando ideologías, malas costumbres, políticas, seudociencias, etc. para decir que Dios no existe y para que los hombres no se fijen en Él y se alejen de su doctrina. Pretenden taparle la boca a la Iglesia, que es de Dios, pidiéndole que se repliegue a la sacristía y que se retire de la sociedad.

Los chillidos de un secularismo agresivo e irreverente son como los ladridos de los perros, (dice el refrán: perro que ladra no muerde), y hacen bulliciosos escándalos para atacar, pero nunca pueden contra la Iglesia, simplemente porque es de Dios.

Los ataques a la Iglesia y la los católicos continúan en el mundo desde los tiempos de Cristo. Hoy, con el avance de la tecnología de la comunicación, se expanden a través del cine, con películas inmorales y blasfemas, dirigidas por mentalidades mediocres y torcidas, que buscan enriquecerse más, echando lodo sobre lo sagrado, como hicieron con Jesucristo en la Pasión. Entran en sintonía con el consenso irreverente de ayayeros que aplauden y defienden una “libertad” que los corrompe y los arroja a las cloacas de la inmoralidad, para sepultarlos luego, con pena y sin gloria, en la más dramática soledad. En esas circunstancias ya no podrían decir: “¡viva la libertad! porque llamaron libertad a lo que los hundió en la miseria. En esta pobre y triste situación renegarán de su condición, amargados por la vida, o se esconderán avergonzados por su pasado indigno.

El que sabe escuchar a Dios también lo sabrá seguir

La potente voz de la Iglesia, que es la de Dios, penetra en cada conciencia para recordarle al hombre las verdades más profundas. Cuando pasen, el tiempo y los años, se verá claramente la razón de esa voz, abrasadora y segura, que consuela o inquieta al hombre. Quienes han sabido seguirla se encontrarán mucho mejor que sus desertores. Y quienes la utilizaron, siendo instrumentos de Dios, tendrán la gran experiencia de los efectos de su contenido: la verdad que llega y remueve a las gentes para que caminen bien, por la senda de la felicidad y no se pierdan.

¡Cómo se nota la asistencia del Espíritu Santo que entrega al instrumento de Dios el don de lenguas! Fue maravilloso en Pentecostés cuando los apóstoles, por el influjo del Paráclito, pudieron hablar con una gran fluidez y capacidad de persuasión, como si fueran grandes oradores, siendo ellos rudos pescadores con muy escasa cultura.

La experiencia del instrumento que le presta su voz a Dios es inolvidable y entusiasmante en sus grados más elevados. No es de una sola vez. Son muchas las ocasiones en que Dios utiliza a sus instrumentos para transmitir su Palabra y hacer verdaderos milagros con las personas. El instrumento debe ser fiel (limpieza, honradez, lealtad, amor) y auténtico (sinceridad, unidad de vida, humildad, sencillez) para que se den las condiciones de su idoneidad, como portador de la Palabra y de la gracia divina.

Jesucristo viene para rescatar a todos

Jesucristo viene para rescatar al hombre perdido, al que está alejado, al no cree, al dubitativo, al distraído con afanes materialistas, al que se apegó a un falso valor, al que reniega de su condición, al resentido que se siente abandonado, al que no tiene quién le defienda, al que se siente agobiado por sus achaques, al que se quedó en la soledad, al que se encuentra en la agonía, al pobre y al indigente, también al equivocado que escoge un camino de violencia. Vine por todos y les habla con el idioma de la Cruz, les invita a seguirle para que pierdan la miseria humana, se conviertan, y ganen la fuerza espiritual que los libera y los hace felices de verdad.

Escuchemos la voz de Dios que es la más importante y urgente. Rechacemos la actitud de esquivar las prédicas que nos hablan de Él. No tener tiempo para Dios y postergarlo es un grave error que luego puede traer consecuencias irreparables. Dios debe ocupar los primeros lugares en nuestra vida y su voz debe ser escuchada siempre.

*Les deseamos un fin de semana acompañando a Jesús en la Eucaristía y en la Cruz para gozar luego, con el y la Virgen María, en la gloria de la resurrección.

¡Felices Pascuas de Resurrección!

Atentamente

P. Manuel Tamayo

viernes, abril 15, 2011

En los mundos donde reina la indiferencia (escaso amor al prójimo)

EL CASTIGO POR LOS ODIOS (la impertinencia de la soberbia)

Cuando crecen los odios la indiferencia se extiende. Preocupa solo lo que enciende la ira, mientras los resentimientos se estancan apuntando siempre a lo mismo. Las mismas peroratas expresadas como argumentos buscan acomodarse en los códigos y reglamentos, para que parezcan legales, y así persuadir a la gente para que piensen que es correcto ese modo de proceder.

Castigar con odio en el corazón y utilizar la ley para justificar, o blanquear, una actuación, es inmoral desde todo punto de vista. Se llama venganza. El odio no debe existir en el corazón del hombre.

A cada uno le toca cuidar su corazón para que no aniden en él resentimientos que lo hagan reaccionar con ira y lo conviertan en un castigador vengativo con juicios, bruscos e hirientes que salen de una lengua viperina, que ataca siempre a sus adversarios y no quiere comprenderlos

El soberbio además suele ser una persona indiferente para lo que sea ajeno a sus propios intereses. Piensa tanto en él que se cree la divina pomada, y no percibe el error más grande que posee: no luchar contra su propia soberbia.

La ausencia de un razonamiento coherente en el soberbio se debe a la presencia terquedades, que se estancan en la cabeza impidiendo una reflexión serena, para luego proyectarse en voluntarismos que defienden caprichos y rechazan lo que se ve como una contradicción para las propias ideas o gustos personales. Es la cerrazón de no querer aceptar, de ninguna manera, otros puntos de vista.

Las consecuencias del alejamiento de la verdad

La persona que se aleja de la verdad, termina construyendo otra artificial con sus odios y resentimientos. Se vuelve en un disforzado y terco para que prevalezcan sus propias convicciones, que las ha formado más con el hígado que con la cabeza, a base de rechazos sistemáticos a la verdad. Es más, la verdad le produce escozor.

La verdad es la que debe marcar los lineamientos de la vida de todas las personas. La falta de tolerancia y comprensión con ella, termina en una rebeldía hiriente, venenosa y nada coherente, que ciega al hombre de tal manera que lo hace incapaz de reconocer los logros o frutos de los otros (cuando no piensan como él) y lo motiva para exagerar defectos ajenos: satanizar y nunca perdonar. El soberbio quisiera aplastar a su adversario y quitarlo de su camino. La desgracia del rival sería un triunfo que lo llena de alegría.

La inteligencia más lúcida se atrofia con una soberbia desmedida que solo puede causar destrozos y conflictos entre las personas (muchas peleas a lo largo de la vida). Al soberbio le parece que lo que piensa es coherente y sensato y no percibe que su conducta altanera y vanidosa le anula la capacidad para conocer la realidad y tener sensibilidad por los intereses verdaderos del prójimo. Al soberbio solo le inquieta lo que toca a sus propios intereses, todo lo demás le trae sin cuidado.

Los golpes de la vida que ayudan a descubrir la verdad

Cuando de pronto viene una tragedia o un fracaso la gente suele decir: “¡es un castigo de Dios!” y se agrega la pregunta “¿en qué he fallado?” Dios no castiga como nosotros creemos, Él no es vengativo. Lo que hace, por amor a nosotros, es permitir situaciones que nos hagan reflexionar para que conozcamos la verdad.

Cuando muere Jesucristo, el viernes santo, el cielo se oscurece y se produce un terremoto. Es entonces cuando se oye decir a sus verdugos: “¡En verdad éste era Hijo de Dios!” (Mt. 27,54).

Quienes antes se ensañaban con sadismo, golpeando con todo furor al Hijo de Dios y se creían dueños del poder y de la verdad, ahora se veían totalmente disminuidos y llenos de temor. Después de muchas mentiras, los acontecimientos les hicieron decir la primera verdad con una conducta distinta, que los pinta como son: hombres llenos de miedo e inseguridad, que antes se creían seguros, atacando vilmente al que traía la paz y la seguridad.

Esas conductas temerosas representan al hombre que descubre la verdad después de haber actuado con barbarie y con una cerrazón brutal, quizá amparado en la opinión de la mayoría. Es el hombre que empieza a darse cuenta que debe ingresar por la vía del perdón, sin tener otra alternativa distinta. Tenía que ingresar por la puerta de la humildad, que es la verdad, y reconocer al que trae para la humanidad la paz y la auténtica seguridad.

Jesucristo había sido víctima de muchos poderosos y emblemáticos que lo llamaron corrupto, embustero y amigo de gente de mal vivir. Buscaron pruebas para acusarlo y como no las encontraban, las inventaron retorciendo sus palabras y la honestidad de su vida.

Jesucristo se encontró con un Herodes lujurioso y vanidoso, un rey liberal que no soportaba competencias y por eso lo mandó matar organizando una gran persecución. Más tarde se encontrará con las principales autoridades que hicieron un consenso entre ellas para que la sentencia se de con todas las de la ley y se apoyaron en el poder mediático de la época, para que la gente, engañada por ellos, pudiera gritar: “¡crucifícale, crucifícale…!”

La soberbia humana de los hombres de hoy repite esos burdos procedimientos rechazando la verdad con argucias que mueven los sentimientos de las mayorías para que protesten y con la desinformación, propagada por ellos mismos, crean que la verdad está al lado de una promesa de comodidad y placer, con el compromiso “moral” de castigar sin perdón al que señalan como enemigo y agresor. Eso es lo que hicieron con Jesucristo y hoy continúan haciéndolo.

¿Cuál es nuestra postura y nuestra situación? ¿Vivimos bajo el influjo de un ambiente mediatizado que nos oculta la verdad y nos señala un camino construido con el odio y la venganza, o buscamos a toda costa la verdad que nos hará libres?

Que nuestro compromiso con Dios nos haga vivir una Semana Santa con la coherencia que nos pide el sentido cristiano de la vida, que es abrazar la Cruz de Cristo con valentía y amor. Ser amigos de la verdad y no dejar que en nuestro corazón hayan odios y resentimientos.

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viernes, abril 08, 2011

Inflar o cubrir para que se vea mejor

LAS PORTÁTILES (una reflexión desde la ética cristiana)

Ahora que se aproximan las elecciones presidenciales podemos observar, en las campañas de los candidatos, que existen seguidores interesados en poder sacar para ellos un trozo de la torta que se está elaborando. Están dispuestos a hacer lo que sea para que su candidato consiga ganar, porque así la tajada sería más grande para ellos.

Uno de los procedimientos que utilizan las portátiles, es convencer a las masas para que hagan ambiente, con hurras y aclamaciones, con la promesa de darles a cambio unos buenos regalos o puestos de trabajo. Muchas plazas se llenan más por las movidas de las portátiles que por el convencimiento sincero de las personas que acuden. Además hay que incluir el número de curiosos, que nunca faltan en las ciudades y en los pueblos. Cuando falta seriedad todo se llena de frivolidad, superficialidad y ligereza. Es más fácil organizar una feria que un foro. Es por eso que los programas no son lo más importante en este tipo de campañas. Los programas no los conocen ni los votantes de los sectores A y B, salvo contadas excepciones.

Desde tiempos inmemoriales han existido lo que ahora se llaman las portátiles. Es el acompañamiento humano que tienen los candidatos. Todo está elaborado y maquillado de tal manera que se logra hacer un verdadero marketing. Las portátiles saben vender a su candidato y todo funciona con una suerte de negocio donde se desata una competividad, muchas veces insana. Los que colocan dinero para la campaña invierten para su propio bolsillo. Participan en un juego donde hay ganancias. Hasta se oye decir: “yo no voy poner mi dinero por gusto…¡tengo que ganar!” Todo negocio es un riesgo, en la política también. Siempre hay que decir: salvo contadas excepciones, pero adviértase que son realmente contadas con los dedos de una mano.

Las portátiles en los sistemas estatistas y totalitarios

Hemos visto a lo largo de la historia, que los países fundamentalistas y dictatoriales funcionan con enormes portátiles estatales. Un número significativo de dirigentes que viven del régimen y que han conseguido, solo con el mérito de ser seguidores, grandes prebendas, que no están dispuestos a perder. A este grupo se añaden miles de “partidarios” obligados a acudir a los grandes desfiles de adhesión al régimen, para no perder los escasos derechos que tienen (una ración de comida, unos bonos para las compras, unos permisos…), y alguna que otra bicoca que les entrega el sistema para que no se rebelen y estén “contentos”. Así aparecen en la televisión los grandes desfiles de adhesión. Todo el mundo sabe que están apañados, que la gente no está allí porque realmente quiere, sino que están obligados a gritar con entusiasmo, (que lógicamente es falso), vivas al régimen y a los líderes del sistema. El que no lo haga se expone a perder sus derechos y a que se le declare persona no grata, o peligrosa para el sistema.

El consenso mundial para el uso de las portátiles

Parece que todo el mundo está de acuerdo en este modo de funcionar y proceder. Entrar en el mundo de la competividad inflando las cosas para que se vean más grandes y cubrir otras para que no se vea lo malo, es una maniobra que hacen los seres humanos habitualmente (salvo contadas excepciones) sin tener escrúpulos y además, suelen sumarse otros que los apoyan, porque están buscando también algún provecho personal (sino retiran su apoyo). Son personas se ponen una camiseta para defenderla a toda costa, y están dispuestos a inflar la realidad y cubrir lo defectuoso para alcanzar sus objetivos. En esto consiste su lealtad. La ética se queda solo para el lenguaje.

Las adhesiones, los compromisos y las disposiciones

Muchos en el mundo caminan con sus portátiles. Habría que estudiar bien como se dan en cada persona las adhesiones, los compromisos y las disposiciones, para ver bien la rectitud de esos apoyos y si las cosas se dan en un clima de libertad. Que no nos engañen con peliculinas baratas.

Dice santo Tomás que “el bien de por sí es difusivo” Cuando se trata de algo realmente bueno no necesita un acompañamiento que pinte de bondad lo que ya es. Lo bueno se exhibe solo. Cuando uno quiere dar su adhesión a alguien acude porque realmente quiere y está convencido. Esta sinceridad de adhesión es fundamental cuando se reconocen los valores objetivos y con ella se teje la libertad y la unidad. Es el firme convencimiento del conocimiento de la verdad.

Los apóstoles no son las portátiles de Jesucristo. El hijo de Dios pide a sus seguidores comprometerse con la verdad y ser fieles a ella. El que sigue a Jesucristo no es alguien que está buscando una prebenda y para conseguirla utiliza artimañas mintiendo sin escrúpulos. Al contrario el Señor le pide que se entregue, que abandone muchas cosas, que no piense en él, sino en los demás, que diga siempre la verdad, que tenga unidad de vida.

Ni Jesucristo, ni el Papa, ni la Iglesia, necesitan que les llenen las plazas con gente contratada o con mercenarios pagados. Las plazas se llenan solas con millones que quieren seguir a Dios de verdad, o al menos desean ponerse en el camino del bien y de la verdad. Se le puede invitar para que acuda a la plaza o a la Iglesia para que se encuentre con la verdad y no para hacer bulto o para obtener un beneficio desligado de su rectitud de intención y de su forma correcta y honrada de proceder.

Los miembros de la Iglesia no debemos nunca dar gato por liebre, al contrario, estamos llamados a dar muchas veces liebre por gato.

El mensaje de la Iglesia no es: ¡vamos a llenar la plaza de gente para que parezca que somos muchos! El mensaje es: “El que quiera venir conmigo que se niegue a sí mismo, que tome su cruz y me siga”

Las cosas de Dios no funcionan con la propaganda, funcionan con la santidad. Las adhesiones y seguimientos deben ser entregas reales a una vida de sacrificio y generosidad. Así es el seguimiento de Cristo. No son los fieles para decorar las actividades que se organizan. La Iglesia no rellena sus locales con gente, para poder decir luego “¡Han venido muchos!, ¡qué bien!” Eso sería engañarse. La Iglesia busca la conversión de las personas. Las actividades que se organizan son para el bien de los fieles, para su libertad y su felicidad. La persona que libremente ama a Dios es la que sabe adorar y es la más feliz.

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