viernes, abril 27, 2012


Poner el alma en el espejo
SE COSECHA LO QUE SE SIEMBRA  (I)
La vida de cada persona depende de las decisiones que vaya tomando a lo largo de los años, algunas acertadas y otras no, con influjo o sin influjo de los demás. Importa más que las decisiones y los influjos sean buenos, para lograr la relativa felicidad en la tierra.
Cuando se toman decisiones en función del desarrollo de alguna capacidad personal, la persona debe cuidar siempre la calidad de sus relaciones humanas. El progreso científico o humanístico no llega a ser un logro si la persona no se lleva bien con los demás. No basta que exista honradez o respeto por unas leyes o reglamentos, ser estrictos o cumplidores. La persona que se inviste de legalidad podría estar distanciada de los demás si no sabe tratar a la gente con la finura y delicadeza que exigen las virtudes humanas para las distintas circunstancias de las personas.
Cuando se habla de sembrar humanamente por lo general se refiere al amor que la persona transmite a otras personas. Amando bien se siembra bien. Amar bien es dar amor y no buscar recompensa. Son muchas y variadas las manifestaciones de amor que salen de un corazón ordenado. El corazón no nace ordenado, necesita muchas purificaciones y una lucha constante para que pueda transmitir el amor que debe transmitir y que luego pueda cosechar. Solo el que aprendió a sacrificarse puede conseguir buenas semillas para cosechar. Un corazón ordenado no es duro, es un corazón enamorado que trata bien porque quiere bien y quiere bien porque comprende bien. La cosecha propia del auténtico amor no ha sido deseada como un beneficio de satisfacción personal, tiene motivaciones de otro nivel.
Cuando los años pasan uno también puede ver los frutos de su amor. Si las cosas han ido bien habrá mucha gente cerca correspondiendo al amor con amor. Amor con amor se paga. En este tema como en muchos otros se cometen muchos errores. Los errores en el amor pueden ser fatales si no se sabe pedir perdón o perdonar. La ciencia del perdón recicla el amor y lo hace más maduro y más fuerte. Se agradece la experiencia y sobre todo la superación y elevación que se produce en la persona. Nunca se debe pensar que se ha fracasado en el amor porque siempre se puede empezar. Cuando se comienza o recomienza es fácil andar en un alto nivel de amor que nos da seguridad. Basta que sea amor auténtico para que sea seguro.
Dios a través de la Iglesia y ésta a través de los sacramentos nos colocan rápidamente en un alto nivel de amor. Dios está de por medio y no falla. La lejanía de Dios produce soledad y miedo. Además el peligro, que todos tenemos, de cosechar distancias con respecto a los demás.  No equivocamos cuando nos metemos en nosotros, en nuestros problemas, en nuestra cosas, en nuestras preocupaciones y no podemos darnos cuenta que se están malogrando nuestra relaciones con los demás. Nunca se debe descuidar en trato con el prójimo. El trato con el prójimo está lleno de renuncias y de sacrificios, lo que aparentemente parece que no fuera amor.  Están claras las palabras de San Josemaría Escrivá cuando afirma que “Nadie es feliz en la tierra, hasta que se decide a no serlo”  y luego continúa: Así discurre el camino: dolor ¡en cristiano!, Cruz; Voluntad de Dios, Amor; felicidad aquí, y después eternamente” (Surco n. 52).
Si no cultivamos la amistad con los demás no tendremos amigos y nos quedaremos solos. La amistad no se mide desde nuestros problemas. El que no supo sembrar amor estará buscando que lo amen cuando está en problemas. No se dio cuenta que en los otros momentos no cultivo el amor y cuando llegan las dificultades es muy difícil que la gente se ponga al lado. El que tiene muchos amigos los tendrá siempre al lado y más cuando surgen las dificultades.
La gracia perfecciona la naturaleza, la caridad perfecciona el amor. Si luchamos por atender y querer a los demás todo nuestro ser se inclinará hacia ese objetivo, porque está en la línea de nuestra finalidad y la gracia divina hará maravillas en la calidad del amor. No hay temperamento que no pueda mejorar con el amor. Para esto se precisa tener mucha rectitud: buscar amar sin buscar amor. Es necesario desarrollar la capacidad de amar para adquirir la auténtica felicidad.
El que busca ser amado puede caer en un laberinto amargo y a veces desesperado. Se llenaría la mente de críticas y resentimientos al sentirse víctima, piensa que nadie lo quiere, que lo han dejado de lado, que nadie se acuerda de él, que no lo llaman o no le hacen caso. Vive con esa herida y una considerable miopía. No ha descubierto el amor.
Es necesario sembrar amor para recoger amor. Recoger amor no es buscar beneficios o satisfacciones placenteras, tampoco honores… Es estar feliz de haber hecho las cosas bien contemplando los frutos nobles que ha conseguido: la libertad y la felicidad de los demás al encontrarse con el Amor.
Todo ser humano debe poner su alma en el espejo para no pensar que los demás son los malos y él el bueno. Cuando en el alma limpia  se puede reflejar la luz de Dios, todas las personas nos parecen maravillosas. Solo sabremos hablar de las bondades y de las virtudes de los demás y al tratarlos nos pondremos guantes blancos para no herir a nadie con nuestros modos toscos que aún no hemos podido limar. No es cuestión de diplomacias, ni estrategias.  El auténtico amor está lejos de un asomo de hipocresía. Lo que se siembra se cosecha.
Agradecemos sus comentarios

1 comentario:

Anónimo dijo...

El amor y el dolor van entrelazados en la vida son las dos caras de la misma moneda, la cruz, el dolor, el sufrimiento de nuestro Señor nos redimen, igual el nuestro nos hace participes en el plan de salvacion de Dios, solo felicidad alcanzaremos cuando lleguemos a la casa de nuestro Padre eterno, rico en misericordia luego de nuestro peregrinaje sembrando amor a lo largo de nuestra vida.
AS