jueves, julio 05, 2012


REALIDAD Y UTOPÍAS CRISTIANAS

La esperanza de una realidad
Desde tiempos de Jesucristo la Iglesia se ha ido extendiendo por todo el mundo asistida por el Espíritu Santo. La Iglesia es una institución divina fundada por Nuestro Señor Jesucristo, que además predicó una doctrina que anuncia la realidad del Reino de los Cielos. El anuncio no es solo de su existencia sino de la gran oportunidad que tenemos todos de poder estar allí disfrutando de una vida de felicidad eterna.
Todos los cristianos soñamos con la llegada de ese día grandioso. Tenemos esperanza en los medios que la Iglesia nos alcanza y en el mérito de nuestra lucha personal para alcanzar esa meta de triunfo total. Así es la fe del cristiano que es la fe de la Iglesia. La tierra es un lugar de paso donde hay muchas limitaciones. Santa Teresa decía que estar en la tierra era como estar “una mala noche en una mala posada” señalando los sufrimientos y limitaciones de este valle de lágrimas. También repetía el famoso dicho que ha servido de epitafio para muchos sepulcros: “¡Oh cuan poco lo de acá! ¡oh cuan mucho lo de allá!”
La esperanza en la vida eterna de felicidad es la motivación principal del cristiano. Venimos de Dios y vamos a Dios. Jesucristo ha muerto en la Cruz para salvarnos, o sea para poder llegar al Reino de los Cielos, para eso tenemos a la Iglesia, que es el arca de la salvación y los sacramentos que son canales de vida. Los que vivimos en la Iglesia estamos además en la comunión de los santos. La Iglesia peregrinante está en comunicación con  la Iglesia purgante y la triunfante. Necesitamos siempre la ayuda de la Iglesia para salir adelante y poder vencer en las batallas de cada día. La Iglesia nos recuerda que todos debemos llegar al Reino de los Cielos y nos entrega los medios para alcanzar esa meta. El Cielo debe ser la motivación principal de nuestras acciones. Si se tiene la cabeza en el Cielo se tienen los pies en la tierra.
Creer en el Cielo no es un misticismo y mucho menos una utopía. Es la certeza en lo más real que existe y que es perdurable. Es el lugar desde donde nos llama Dios para que estemos con Él y vivamos felices toda la eternidad.

Utopías cristianas
Utopías cristianas son todos los intentos o iniciativas que llevan el nombre de cristianas pero están desligadas de la Iglesia, del orden de la gracia y del sentido sobrenatural. Cristo funda la Iglesia para que el cristiano viva dentro de ella con una unidad real: “que todos sean uno como mi padre y yo somos uno” El cristiano no debe vivir a su aire o como le de la gana, la Iglesia le indicará el camino.
La verdad de los evangelios no es una ideología de altruismo para que los hombres tengan iniciativas particulares que vayan de acuerdo a la originalidad propia de cada uno. Los evangelios no se han escrito para respaldar iniciativas humanas, o para que el hombre encuentre una patente de corzo, que justifique sus acciones  de fuerza para que se imponga la justicia.  Cuantas cosas se han hecho en nombre de los evangelios, o con el cartel de cristiano, que nada tienen que ver con la misión que Dios quiere para los hombres dentro de su Iglesia. Las iniciativas de un “pata suelta”: alguien que va por su cuenta y no está en comunión con el Papa y la Jerarquía de la Iglesia, se convierten siempre en una utopía  que pasa con el tiempo.
Cuando se “humaniza” y se desacraliza lo divino, lo que está dirigido a los hombres no pasa de una notable superficialidad donde campea fácilmente el sentimentalismo. Los ambientes terminan siendo melifluos con ribetes de un clericalismo infantil, donde llega fácil el resentimiento. En esos espacios se encuentra gente que vive de la Iglesia amarrándose a puestos de trabajo o encargos para ejercer un liderazgo clerical de poca categoría humana.  Están allí porque  es donde les hacen caso y no encuentran otro sitio dónde los acojan. Algunos  son, como dice el Papa Benedicto XVI, leales a estructuras eclesiásticas pero no son leales con Dios, como algunos políticos que son leales al partido y no a la verdad.
A la Iglesia se va para luchar y ser mejor. Mejoramos ante la Iglesia y dentro de la Iglesia. Las conversiones y trasformaciones que se producen dentro son auténticos milagros que perduran.

La utopía de querer hacer algo original
En cambio los que viven dentro de una utopía no tienen la fuerza  para la constancia, se cansan pronto. Tampoco tienen fuerza para la transmisión de la verdad. Transmiten ocurrencias, disfuerzos, antojos, voluntarismos. Quieren poner el sello de auténtico a lo que es artificial o voluble.
Quienes se alejan de la Iglesia pierden fuerza y poco a poco van desapareciendo, se ven en la obligación de reducir sus números porque no tienen refuerzos y poco a poco van cayendo en la extinción. Muchas órdenes y congregaciones que en épocas pretéritas fueron numerosas, hoy están desapareciendo por falta de vocaciones. En no pocos casos sus integrantes cayeron en utopías, al apartarse de la comunión con Roma y con el Santo Padre. Los casos en la historia son sumamente elocuentes.
Un sacerdote desvinculado que vaya por su cuenta no es el modelo de sacerdote que la Iglesia quiere. El sacerdote responde a una llamada y debe vivir una obediencia a la Iglesia que lo llamó. Su compromiso está en ser fiel a esa llamada. El que saca el pie del plato, por muy nobles y humanas que parezcan sus intenciones, no está yendo por el camino correcto, y si tiene adeptos no contribuye a la unidad de la Iglesia sino que más bien la ataca. Los defensores de esos líderes que van por su cuenta, pueden no darse cuenta del error que están cometiendo con el apoyo que le están dando. En vez de defender la realidad de una Iglesia divina y milenaria, están defendiendo una utopía, que desaparecerá con el tiempo como todas las demás.

Agradecemos sus comentarios

1 comentario:

Anónimo dijo...

Un sacerdote vive bajo las normas y regulaciones y leyes de la Iglesia para hacer bien su tarea. Las utopias milenaristas o las opciones politicas partidarias se dan buscando el bien comun y aciertan cuando se ajustan a ese objetivo, si se subordinan a otros fines se desvirtuan y desaparecen por el rechazo del pueblo soberano que busca el bien comun. Existen tambien ideologias que se dirigen a destruir la Iglesia abierta o conspirativamente y se producen casos en que un hijo de Dios escoge servir a esos intereses por conveniencia o confucion, en este caso debe recurrir a todos los medios para establecer su error y rectificarlo caso tenga buena voluntad y quiera hacerlo.
AS