jueves, noviembre 15, 2012


Devoción o desprecio
¿PADRECITO O SEÑOR CABALLERO?

Hasta hace poco solía jugar tenis una vez a la semana con un amigo que es ingeniero industrial. Los dos íbamos vestidos con buzo y al llegar al estacionamiento donde están las canchas, el hombrecito que cuida los carros, nos saludaba afectuosamente diciéndonos: “buenos días padrecitos”  mi amigo le ha explicado innumerables veces que el es ingeniero y no padrecito, pero este buen señor, que debe estar cerca de los ochenta años, asiente todo,  pero no deja de decirle padrecito. Mi amigo, cansado de tanta aclaración ya no le dice nada y deja que le siga llamando como quiera.  En otras circunstancias podría parecer una burla o broma de mal gusto, pero en este caso se trataba de una devoción muy arraigada en aquel anciano cuidador.

Veneración al sacerdocio
A los clérigos nos dicen padrecito en el Perú como muestra de respeto, cariño, veneración y agradecimiento al sacerdote. Forma parte de una devoción popular extendida por todo el país y que está en la sangre de la población. Cuando empecé a viajar por la sierra observé que todos llamaban así al sacerdote, pero también escuche que para referirse a determinados clérigos les decían, con un tono un tanto despectivo: el cura. Indagué para descubrir a qué se debía esa diferencia y un sacerdote mayor me contó: padrecito es el que se porta bien y es considerado por el pueblo como un buen sacerdote, en cambio cura es el que se porta mal y no vive como sacerdote, aunque tenga un nombramiento. Es verdad, en ese momento me di cuenta que la gente sencilla de nuestra sierra sabe distinguir entre sacerdote fiel y el que lamentablemente ha sacado el pie del plato.

Un anticlericalismo desagradable
Un día estaba en la oficina de una empresa tratando de arreglar unos asuntos. Iba perfectamente vestido de sacerdote. El personal que me había recibido me trataba de “señor caballero” no se si habrían recibido instrucciones para tratar así a todos, incluidos los sacerdotes, o eran de esas personas que por nada del mundo quieren llamarle padre a un sacerdote y mucho menos padrecito.  
Me daba cuenta que se esforzaban en decir señor caballero con un aire de frialdad, como queriendo imponer una  acartonada cordialidad, dejando de lado la imagen del sacerdote. ¡Cómo le hubiera gustado a mi amigo ingeniero que el cuidador carros le llamara “señor caballero” en vez de “padrecito”!
Bromas aparte; con estos ejemplos podemos advertir lo que hay en el fondo de las personas. Con algunas no se trata solo de un lapsus o equivocación sin mayor trascendencia. En el caso del  anciano cuidador de automóviles, llamar padrecito, era signo de respeto y veneración.  En cambio, los empleados que llamaban a un sacerdote “señor caballero”, lo hacían por seguir una consigna de la empresa o porque no estaban dispuestos a venerar al sacerdote. En otros casos esta calificación tiene también matices de burla o falta de respeto, ocurre cuando no se trata de clientes de una empresa que se pueden perder, sino del trato habitual de algunos que no quieren saber nada con el clero y hasta le tienen alergia. En todas las épocas existieron estos puntillazos con ánimo de herir. También existe el bullying  al clero en países donde se da un fuerte anticlericalismo.
El trato de un buen católico
El sacerdote como persona es un ser humano igual a los demás. Para seguir a Dios ha renunciado a muchas cosas que podría haber tenido y así poder estar disponible para atender a las almas. Es una persona que tiene como misión servir a los demás en sus necesidades espirituales y en ocasiones también materiales. De la Iglesia recibe el sacramento del orden sagrado que lo faculta para traer a Dios: celebrar la Santa Misa y  perdonar los pecados.
El trato al sacerdote, que incluye a la persona, depende también de la fe y la veneración que se tenga por todo lo de Dios. Un buen cristiano quiere a los sacerdotes, reza por ellos, procura alcanzarles los mejores recursos para que puedan cumplir con su misión sacerdotal, que es la misma de Cristo: salvar las almas. El buen cristiano quiere que el sacerdote sea 100 x 100 sacerdote, las 24 horas del día, que esté plenamente entregado, sea piadoso y trate bien a las almas. Cuando ve que hay sacerdotes santos se llena de alegría y agradecimiento. Entonces es lógico que el trato esté lleno de delicadeza, de finura y de respeto.
Los sacerdotes nos avergonzamos un poco porque recibimos, continuamente, sin merecerlo, muchas alabanzas de los fieles. Sabemos que lo hacen por amor a Dios y a la Iglesia. Nosotros también procuramos tratar muy bien a los demás sacerdotes y le pedimos al Señor que haga grande nuestro corazón para querer más al Papa, a los obispos y a los sacerdotes. Esta es una gran responsabilidad que tenemos todos los sacerdotes en el servicio de las almas. Que todos puedan decir lo que comentaban de los discípulos del Señor:  “¡miren cómo se quieren!”
Todo sacerdote es Cristo que pasa y a Cristo hay que hacerle sitio en la propia vida. El Papa Juan Pablo II nos decía:  ¡no tengáis miedo! ¡Abrid las puertas del corazón a Cristo!  ¡Él es el camino, la verdad y la vida!
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