jueves, noviembre 08, 2012


La ausencia de virtudes humanas
LOS TERRORISTAS DEL BUEN AMBIENTE
Es muy grato y tonificante el ambiente que hay en una biblioteca cuando todos los lectores o estudiantes leen en silencio sus respectivos libros o trabajos. Estar allí avanzando en una actividad intelectual eleva el espíritu y fortalece el ánimo.
También es grato el ambiente que hay dentro de un partido de fútbol donde los jugadores, que han entrenado, se entienden bien y logran buenas conquistas. A todos les gustan los logros de los buenos partidos: la armonía de jugar bien y los buenos resultados.
Dentro de los hogares en el ámbito familiar es maravilloso el ambiente de una reunión en casa con los seres queridos, cuando se recuerdan historias entrañables de la familia con las ocurrencias divertidas de alguno que se cuentan como anécdotas propias de la vida familiar. Qué bien se pasa en casa cuando existen entendimientos y se vive en un clima de armonía familiar donde todos se quieren y respetan.
En muchos trabajos el ambiente es gratísimo y entusiasmante. Esto sucede cuando se valora y se respeta a las personas. Lo consiguen las personas sencillas que no se buscan a sí mismas ni se engríen con los demás, son los que saben estar en su sitio y desean para los demás lo mejor. Además de ser atentos y serviciales, tienen puesta la “camiseta” del trabajo y se identifican con su empresa.
Para la armonía en los trabajos se requieren muchas virtudes humanas, no solo las que nos permiten tratar bien a las personas sino también aquellas que nos unen a todos con la empresa y sus autoridades como la lealtad, la honradez y la justicia.
La alegría y la paz que podemos encontrar en las actividades de diversión o descanso también elevan el espíritu y nos llenan de entusiasmo. ¡Qué bien se pasa en un viaje o en una excursión familiar, o con nuestras amistades!  ¿Quién no tiene recuerdos de viajes o paseos entrañables?

¿Utopía o realidad?
Si el mundo fuera tal como lo describen los párrafos anteriores sería como una antesala del Cielo.  Pero ¿qué es lo que está pasando?
Como contraste nos solemos ir al otro extremo y sacar a colación las atrocidades que cometen los seres humanos con la violencia despiadada, los crímenes, las guerras y los vicios que provocan muertes tontas.
Y sin irnos a los extremos encontramos personas que, estando en un camino aparentemente correcto, suelen tener una suerte de malicia que termina destruyendo la armonía y los logros de los buenos ambientes.
En la biblioteca basta que alguien haga bulla para que se convierta en un “terrorista” del buen ambiente. El que hace bulla en una biblioteca se convierte en un elemento conflictivo que cae mal e incomoda a los responsables, que quiere estudiar en serio y aprovechar bien el tiempo para seguir leyendo. Es alguien que le tira tierra a la seriedad del momento porque quiere pasarse de gracioso o porque le molesta que los demás estudien tanto.
En el deporte, el futbolista que no se toma en serio el partido y está en son de burla jugueteando un poco para “divertirse” a su estilo, molestando al adversario en vez de esforzarse y luchar para jugar mejor, se convierte en un elemento distorsionador y en un “terrorista” del buen ambiente. Tiene una actitud tonta y estúpida que influye negativamente en todo su equipo. Al buen deportista no le gusta al que hace de “bufón” en su disciplina deportiva.
El “terrorista” del hogar es el que más pena da porque confunde la seriedad del cariño, la delicadeza y el respeto, con normas rígidas o demasiado formales, entonces quiere romper ese ambiente, que le parece demasiado ordenado, con una espontaneidad  irreverente.
Las personas que se quieren son puntuales para verse, precisamente porque se quieren, son ordenadas en sus cosas, también por amor, son cuidadosas y delicadas en el trato, son respetuosas y se cuidan de no decir ligerezas; son comprensivas y no dadas a la crítica o a la murmuración, no hacen burlas de los demás y procuran no herir a nadie.
En cambio el “terrorista” del hogar es el espontáneo que quiere romper “moldes” y dice lo que le sale de dentro en cualquier tono y de cualquier manera, va a lo suyo poniendo por delante sus cosas y quiere hacer girar a todos de acuerdo a sus caprichos. Crea en la casa un ambiente de informalidad y de desorden que hace desagradable la vida familiar y se convierte también en un elemento distorsionador.
El “terrorista” del hogar vive burlándose de sus seres queridos con bromas pesadas e hirientes  o toma la vía de la agresividad apartándose del resto y descalificando a los suyos, a los que luego puede terminar tratándolos con indiferencia y hasta con desprecio.
Lamentablemente el mundo se está llenando de “terroristas” de los buenos ambientes, los vemos también en las reuniones sociales que cada día son más agresivas, zafias y peligrosas.
¿Qué está pasando?   Es el alejamiento de Dios y de los valores trascendentes. Lo más elemental se está perdiendo. Es evidente que existe una ausencia, casi total, de virtudes humanas. Hoy, cuando se encuentra a una persona virtuosa, puede parecer un santo caído del Cielo, o alguien “chapado a la antigua”
Hoy, algunos, se han vuelto agresivos en sus ambientes normales, viven atacando o defendiéndose constantemente. Sacan sus armas por cualquier motivo. Preguntan retando con intención de dejar mal al otro. Actúan con grandes dosis de vanidad y pedantería, con una opinión casi dogmática, sentando cátedra con sus apreciaciones.
Lamentablemente muchos, que podrían hacer una buena labor, han optado por el silencio y la política de la no intervención. El perfil bajo está de moda y los que eligen ese modo de proceder piensan, equivocadamente,  que es una buena decisión para estos tiempos de ingratitud y corrupción.
Es preciso formar en las virtudes humanas para recuperar los ambientes sanos donde predomina la cultura y el buen trato entre las personas.
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