miércoles, diciembre 19, 2012


En el umbral de la Navidad

LOS ADORNOS Y LA VIDA

 

Los Adornos suelen ser bonitos y embellecedores de los ambientes y de las personas. A todo el mundo le gusta que las cosas estén adornadas convenientemente y de acuerdo a las circunstancias del momento, hay adornos perennes como los que se colocan para los acabados de las casas y en los edificios y otros que son solo para el momento, como las luces de colores en la Navidad o las banderas en fiestas patrias.  Las personas también se adornan de acuerdo a sus gustos y a las ocasiones. Unos más y otros menos. Hay  adornos caros y baratos, de fantasía y originales.  Indudablemente forman parte de la vida de los seres humanos y están presentes en todas la civilizaciones.
 
En el último mes del año las calles en todo el mundo se adornan con motivos navideños:  el pesebre, el árbol, la estrella, las luces de colores. Todo se saludan deseándose paz y prosperidad, quieren estar felices en la Navidad y esperan que el año siguiente sea mucho mejor. Es un tiempo de esperanza.

Las tiendas y mercados aprovechan la ocasión para hacer ofertas y conseguir multiplicar el número de clientes. A las grandes mayorías les gusta gastar para regalar. El hombre se siente bien cuando regala y la Navidad es una oportunidad para hacerlo. Además como las campañas navideñas están dirigidas sentimiento de compasión por el niño que no tiene nada, el que es huérfano, o el que está enfermo, o tiene alguna deficiencia, y es así como se organizan los  repartos de las empresas y de las instituciones, todos quieren ayudar, ser solidarios, poner algo de su parte. Todos tenemos que admitir que en esos sentimientos personales pueden mezclarse la nobleza con la vanidad. Una mezcla que parece rara pero no lo es tanto. La gente busca que le pongan el sello de que ayudó y que le aprueben la rectitud de su sentimiento, que supo decir "pobrecito"  a tiempo, (sin que importen sus egoísmos habituales) y alcanzar la dádiva con el consenso intenso y sentimental de las grandes mayorías, apoyadas también, para esas ocasiones, por el poder mediático. Hay una suerte de aprobación global que respalda esos sentimientos sin tocar las conductas habituales de las personas.

Muchos piensan que tienen un papel innato para colalaborar con la Navidad de los más necesitados.  Esta sociología de le época entrega a todos credenciales de generosidad, todos están de acuerdo, a ninguno se le ocurre cuestionar al que tenga ganas de ser una especie de Papa Noel bondadoso. De vez en cuando sale una película cargando las tintas con esos matices de solidaridad navideña. Todo se ve muy correcto  y acertado.

 

Una advertencia oportuna para que todo sea mucho mejor

En honor a la verdad faltaría una advertencia para algo que tendría que ser lo más importante:  la mejora real de cada persona, y lo más importante también para estos tiempos de Navidad. Así como se espera la llegada del Redentor, en muchos hogares se espera también la mejora de las personas.  Si se apuntase allí,  todo sería mucho mejor y contribuiría con la felicidad de muchos más. ¿Qué se podría decir de un familiar que se porta habitualmente mal y que en la Navidad hace grandes regalos a los pobres?  ¿Qué diríamos nosotros de un corrupto que hace una gran campaña navideña de ayuda social?   ¿y del que coloca muchos adornos navideños con la clara intención de ganar dinero y punto?

Dentro de este mundo tan complejo encontramos variadas y complicadas intenciones: por ejemplo, no son pocas, las personas que adornan las calles y las tiendas buscando clientes para sus ganancias y otros que hacen regalos buscando recrear sus sentimientos con una obra filantrópica que los llena de satisfacción. También son muchos los que desean salir en la foto de la Teletón para que se vea lo buenos que son, y otros envían tarjetas con panteones, canastas y buenos regalos para recibir consideraciones y compensaciones de ciertas personas escogidas. Esta vanidad está bien metida en los donantes. Qué difícil es encontrar personas que no busquen ninguna recompensa y quieran pasar desapercibidas. Que cumplan con el consejo evangélico: "que no sepa tu mano izquierda lo que das con la derecha"

 La pérdida del sentido espiritual genuino y auténtico

 
La protección y difusión del arte religioso de tradición milenaria, se ha convertido para algunos en una suerte de negocio con intenciones puramente materialistas. El sentido religioso de esas obras se ha perdido casi en su totalidad. Ya no se ve la devoción a Dios, se ve el cuidado por conservar un patrimonio cultural. La fiesta ya no son para rezar sino para vivir una tradición ancestral y disfrutar de todos los sucedáneos: comidas, bebidas, costumbres, desplazamientos, folklore, etc.  Esta falta de sentido es preocupante. Muchos no saben ni lo que celebran, ni el significado de las cosas. Hay un acuerdo tácito sin mayores planteamientos, para la organización de las grandes fiestas en las ciudades y en los pueblos, pareciera que para las grandes mayorías lo único que interesa es el placer del sentimiento para darse el gusto de disfrutar con las costumbres típicas de cada lugar.

Lamentablemente en muchas ciudades podemos encontrar personas que se sienten felices  repartiendo drogas para contentar a sus amigos, o promoviendo una buena borrachera, sin medir los efectos negativos que pueden destruir la armonía de un hogar y hasta la vida de las personas.  El costo y la repercusión moral de esas acciones impropias y desedificantes parece que no importa  mucho. La sociedad ha entrado en una especie de ezquizofrenia.  La pérdica de conciencia crea automáticamente una incapacidad en las personas y una inseguridad social que se va extendiendo cada día a más ambientes. Esta realidad se puede apreciar en las mejores ciudades.  Los psiquiatras cada vez tienen más trabajo tratando de sacar adelante a las personas que "han cruzado los chicotes" porque han perdido, casi sin darse cuenta, el sentido de la vida.

El ser humano tiene necesidad de encontrar el sentido que tienen las cosas y vivir de acuerdo a una jerarquía de valores real y no imaginaria o virtual. Los adornos y todo lo que se ponga para resaltar algo deben tener un fundamento real. No se celebra por celebrar, se celebra por algo. Las calles no se adornan porque toca adornarlas, se adornan por algo importante, algo que va a suceder y que se quiere resaltar.

La Navidad tiene un único sentido: recordar el nacimiento del Redentor, del que nos viene a salvar de la esclavitud del pecado y nos quiere llevar al Cielo que es el lugar de la felicidad eterna. La Navidad es la alegría de recibir a Dios en nuestros hogares y en nuestros corazones, es una fiesta que exige una buena preparación. Si se adornan las calles y las casas, antes es necesario purificar y adornar bien el alma, para que allí pueda entrar Dios. Los regalos a los pobres y más necesitado van en armonía con la limpieza del alma de la persona donante. Es más, el pobre necesita más de la limpieza de nuestra alma que de la dádiva o regalo que podamos alcanzarle. Nosotros estaremos mucho más contentos si logramos una mejora interior que si hacemos un regalo material. Esto se entiende bien cuando nos referimos a nuestros seres queridos, una madre prefiere que su hijo mejore realmente en su conducta que recibir de él un regalo, que por muy bueno que sea; en algunos casos éste podría ser una escusa o una tapadera, para cubrir algo que no se quiere enseñar  o para seguir viviendo de una manera desordenada. Regalar a alguien la mejoría de la conducta tiene mucha más categoría que los regalos materiales. La Navidad es un tiempo para mejorar la conducta personal y convertirse en el mejor regalo para que mejoren las relaciones humanas, sobre todo dentro de la propia familia.

Es necesario devolverle a las fiestas el sentido auténtico que deben tener para que las personas conozcan bien los motivos de fondo para las celebraciones. Que los adornos navideños de las casas y de las calles reflejen realmente, en cada uno, la alegría de la llegada del Niño Dios a la tierra.


¡Felices Fiestas de Navidad!

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