jueves, enero 03, 2013


¡SALUD!!!     (al inicio del año)
Es la palabra que más se oye pronunciar al empezar el año. Son diversas las situaciones y las intenciones de las personas que la emplean. Encontramos una gama amplísima que va desde el puritanismo extremo de quien no prueba una gota de licor al “borrachín” más alegre que la pronuncia mientras ingiere un nuevo trago animando a que los otros también lo hagan, como señal de felicidad.
Todas las personas buscan la felicidad pero no todas aciertan en encontrarla. Es cierto que muchas cosas diversas pueden ser ocasión de felicidad pero hay algunas que son esenciales para estar felices de verdad.
La salud, en su sentido más estricto, es motivo de felicidad para todos. Se agradece llegar a fin de año con salud e iniciar así el año que empieza. Muchas personas lo primero que le piden a Dios es la salud propia y de los seres queridos. Sin embargo a pesar de los buenos deseos, algunos que empiezan el año con salud pueden perderla en los meses siguientes, recuperarla después, si Dios quiere, quedarse limitado con alguna deficiencia, o irse de este mundo porque le llegó su hora. Solo Dios sabe y nos pide a todos estar preparados para cualquier eventualidad.
Los adivinos de turno sacan en estos días sus predicciones incluyendo en su lista fatídica de futuros fallecidos a algún famoso que ya le toca despedirse de este mundo. Esas profecías baratas suelen fallar, como la de los Mayas que profetizaron el fin del mundo para el pasado 21 de diciembre. No hay que hacer caso a esas cábalas ni creer tampoco en supersticiones, como la de  dar una vuelta a la manzana con una maleta para que llegue el viaje deseado, o la de usar ropa interior color amarillo para tener buena suerte en el año que empieza. Dejemos de lado esas supecherías y volvamos al tema de la salud que es más importante.

El sentido de la salud
Se trata de ver la salud en su sentido más genuino y amplio, que incluye al hombre en su dimensión corporal y espiritual.
Muchas veces los ecologistas se quedan cortos con una visión sesgada de la salud porque no incluyen la vida moral del hombre. Lo mismo le ocurre a quienes están demasiado preocupados por su propio cuerpo y hacen verdaderos sacrificios para no enfermarse o para conservar una línea saludable, que les permita tener una vida más ágil y sin las complicaciones de posibles achaques. Estas personas que cuidan al milímetro lo corporal, se olvidan de los aspectos espirituales que incluye la idoneidad de la conducta humana, que es consecuencia del orden y de la disciplina en el amor.
Como dice un antiguo refrán: “mente sana y cuerpo sano”  o aquel otro de origen italiano: “cuando el alma está bien, el cuerpo baila”.  El hombre de hoy, que quiere ser feliz a toda costa, no sabe tener una buena jerarquía de valores para encontrar la verdadera felicidad y entonces pone el acento en los sustitutos: ídolos, licor, drogas, amoríos…etc. que son siempre un engaño. Nunca se puede lograr la felicidad con lo que es perjudicial para la propia salud y por lo tanto para la auténtica felicidad.
En estos días de fiesta, -suele ocurrir en todo el mundo-,  muchas personas, en vez de buscar lo que realmente vale para ser feliz, le rinden culto a lo efímero y superficial, por no decir a lo frívolo y perjudicial. Ponen el acento en bagatelas y crean un consenso general para que todo el mundo haga lo que está de moda.
La felicidad nunca podría venir de los desarreglos que ocasionan los egoísmos consentidos. Quienes se encuentran en esas situaciones viven ciegos metidos en un mundo que solo salpica lodo y produce lesiones que pueden persistir muchos años. Tolerar a quien vive así es renunciar al amor y llenarse de angustias y desasosiegos.

El engaño y el daño de los excesos del licor  (un consenso absurdo)
Con estos esquemas actuales, a la hora de la celebraciones, encontramos como algo normal, a quien habitualmente hace alarde del licor, repitiendo una y otra vez las excelencias de esa afición, sin darse cuenta que está haciendo de “fósforo” para encender una llama que crece más para la malicia que para la virtud.
Sin llegar a los extremos de un puritanismo exagerado, es fácil advertir que esos alardes, a favor del licor, no son apropiados. En el mejor de los casos se asemejan al hombre que se ve en la necesidad de repetir constantemente y en voz alta, que él es muy hombre. Quienes lo escuchan no dejarán de mirarlo con cierta compasión y en algunos casos con preocupación. Esos alardes, con matices de rebeldía, para marcar bien una simpatía por el trago, suenan a mecanismos de defensa de una personalidad herida, que tal vez necesite evaluar mejor su jerarquía de valores para subir el nivel de sus comentarios y lograr que sean un poco más atinados. 
En otros casos nos encontramos con quienes están en el consenso impuesto y sin ninguna reflexión solo repiten lo que comenta la mayoría y hacen esos alardes por el prurito de seguir a los demás.  “¿Dónde va Vicente?,  donde va la gente”

Hacia la conquista de la verdadera paz
Si atendemos a la salud del ser humano, es preciso llegar a las metas más altas, que serán siempre marcadas por la riqueza de una interioridad ordenada.
Al empezar este año el Papa Benedicto XVI advierte: “es necesario renunciar a la falsa paz que prometen los ídolos de este mundo y a los peligros que la acompañan…”  Todos somos conscientes de las consecuencias negativas que trae el licor, cuando el hombre lo valora demasiado y no corrige costumbres impropias que lo deterioran a él y a su familia. 
Nos preguntamos todos los años, ¿porqué tanto alarde?, ¿porqué tanta veneración?  ¿Acaso no se puede tomar con la moderación debida y decir: ¡salud! saboreando la calidad de esos productos con la alegría de una celebración y sin hacer mayores comentarios?  y luego emplear las alabanzas y comentarios elogiosos para lo más valioso y profundo, que es lo que da más felicidad.
Que empecemos el año con la auténtica salud y que perseveremos en ella conduciéndonos por el camino correcto, que debe ser siempre ejemplar y edificante.

¡Feliz año 2013!

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