jueves, marzo 21, 2013

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Cuando suenan las campanas
LAS TORMENTAS DEL ESPÍRITU SANTO
El Espíritu Santo es la tercera persona de la Santísima Trinidad y tiene como misión fortalecer con el amor los corazones de los hombres. Con su asistencia se combinan perfectamente la fortaleza con el amor. Lo recibimos con el sacramento de la Confirmación que nos hace soldados de Cristo. Los católicos somos combatientes desde el Papa hasta el último bautizado. 
Las intervenciones del Espíritu Santo en la Sagrada Escritura están llenas de fortaleza y decisión. En “Los hechos de los apóstoles”  se describe la llegada del Espíritu Santo el día de Pentecostés cuando estaban reunidos los apóstoles. Se habla de un “viento impetuoso”, algo que llega con fuerza y los entusiasma, se pusieron como “borrachos” y recibieron un “don de lenguas” para predicar la verdad y convertir a miles que fueron contagiados por ellos en un instante.
Estas manifestaciones, llenas de algarabía y entusiasmo, las hemos visto innumerables veces en torno al Papa. Hoy con la televisión se pueden ver los rostros de miles que vibran al unísono, plegarias fervientes, lagrimas que corren por las mejillas, silencios impactantes. Una conducta global que refleja la presencia de algo sobrenatural.
Sin ir muy lejos en el último mes hemos visto el espaldarazo que le ha dado el Espíritu Santo al Papa que propuso el año de la fe. Parece que Dios ha querido remover la fe de la gente consiguiendo que todo el mundo mire a la Iglesia. Creyentes y no creyentes han estado pendientes.
Se han escuchado comentarios de todo tipo, a favor y en contra. Las críticas de los temas espinosos se pusieron nuevamente sobre el tapete porque hay un mundo que se resiste al querer de Dios y ve a la Iglesia como enemiga de la libertad y ambiciosa de poder. Se repite lo que pasó con Cristo que atraía a multitudes y terminó crucificado por una brutal oposición de unos cuantos a la doctrina que predicaba. Sin embargo la Iglesia no terminó, al contrario fue creciendo con las adversidades y dificultades de las distintas épocas. Stalin  decía que en un minuto podría destruir en Vaticano y no lo consiguió. A la Iglesia la protege el Espíritu Santo.
El pasado 11 de febrero, en la fiesta de la Virgen de Lourdes, el Papa Benedicto XVI anunció su renuncia. Para todos fue una gran sorpresa. Nadie se imaginaba que un Papa pudiera renunciar. Benedicto XVI lo hizo motivado por el Espíritu Santo, (tomo la decisión rezando) y se produjo un remezón en toda la Iglesia, incluso hubo ese mismo día un rayo que tocó la cúpula de San Pedro.
En todo este tiempo, desde el anuncio de la renuncia, las expectativas se han multiplicado mientras la Iglesia continuaba con los procedimientos de rigor para estas ocasiones. Cuando llegaron los días del cónclave Roma se llenó de peregrinos y turistas. Todos esperando la fumata blanca. En esa espera, llena de confianza y de fe, se veía también la actuación del Espíritu Santo, motivando la oración y la esperanza de los fieles. Era la seguridad de que vendría el Papa que la Iglesia necesitaba. El cónclave fue corto pero la espera fue larga. En esa hora, cuando ya había sido la fumata blanca, todos estaban contentos, y todavía no conocían el nombre del nuevo Papa, se veía en la plaza San Pedro la fe de la Iglesia en todo el mundo. Creer sin ver, que venga el Papa que sea, que será el mejor sin dudas y cuando salió todo el mundo saltaba de júbilo, nadie se sentía perdedor o desanimado. La mayoría no lo conocía, pero era igual, se trataba del Papa, del Vice Cristo en la tierra. Qué clara se veía la actuación del Espíritu Santo.
Cuando el nuevo Papa sonriente empieza a hablar los mismos periodistas que narraban el acontecimiento estaban bastante emocionados. En ese instante se repetían las manifestaciones divinas motivadas por el Espíritu Santo en el nuevo Papa y en su pueblo. El Papa dice: vamos a rezar todos y el pueblo reza fervorosamente. Después de la algarabía bulliciosa de los hurras viene el silencio profundo e impresionante de la oración. Hay un minuto de conversación con Dios verdaderamente electrizante. Recordó a la Vigilia que tuvo el Papa Benedicto XVI en la Jornada de la Juventud de Madrid, cuando después de la tormenta que trajo lluvia y viento todos permanecieron junto al Papa rezando, en un profundo silencio, arrodillados en el suelo mojado frente a la Eucaristía.
Estas manifestaciones multitudinarias con la presencia de lo divino enseñan también a desenvolverse en la vida. Estamos en un mundo donde hay constantes tormentas que son sorpresivas y se mezclan con otros momentos de algarabía por cosas que alegran, y de pronto, en medio de todo eso, hay que parar para rezar profundamente.  El Papa Benedicto XVI pasó de los ajetreos de la silla de Pedro a la quietud de la oración, para pedirle a Dios por  la Iglesia, que sea para todos el arca de la salvación.
El Espíritu Santo nos está diciendo en el año de la fe:  ¡Stop!  Para un poco para que veas tu vida, ¿cómo es tu fe? y no te juegues la oferta de la vida eterna, que es lo que constantemente nos recuerda la Iglesia.
Que el Espíritu Santo nos ayude a vivir muy bien la Semana Santa y que sea una ocasión para transformar nuestras vidas hacia el querer de Dios.


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