Neurosis del siglo XXI: miedo
al aburrimiento
PASIÓN
POR LA DIVERSIÓN
En
la década de los años 60 fue tomando cuerpo, por una presión social, una creciente pasión por la diversión que motivó la
multiplicación de espacios para actividades lúdicas en los clubes y en los
centros de esparcimiento de las principales ciudades del mundo. En unos años
más estos espacios se extendieron, por la
apertura de casas de juego, desde las grandes urbes a los barrios
marginales y a los pueblos más lejanos. El crecimiento económico y la
tecnología de punta de los sistemas electrónicos fue otro factor decisivo para
que el mercado de las actividades lúdicas crezca con una concurrencia masiva.
La
pasión por la diversión encontró la mesa
servida con juegos modernos y sofisticados que se sumaron a las fiestas
semanales, (en algunos lugares casi
diarias), creando en los concurrentes una fuerte dependencia y el
convencimiento de que divertirse era la mejor forma de pasar el tiempo.
En
los años anteriores no existía esa pasión
tan fuerte en la juventud. Los jóvenes, y también las personas mayores, se
divertían de un modo más moderado y ordenado. Hoy, salir a divertirse, es como
un rito que hay que cumplir a raja tabla.
Las ofertas de las diversiones son variadas y atractivas, se organizan sobre la
marcha presentándose habitualmente de un modo informal. Los chicos están
atentos para no perderse nada, se las ingenian para estar presentes en todos
los “compromisos” de diversión que puedan, aunque causen dolores de cabeza a
sus padres, que intentan reducir la intensidad y la frecuencia de esas salidas,
cuando intuyen que pueden ser temerarias.
La
presión social a favor de los excesos de diversión es tan fuerte que se ha
convertido en un consenso global, aunque nunca deja de estar acompañada de
grandes temores, por los accidentes trágicos que ocurren con demasiada
frecuencia. A esta realidad se suma el aumento mundial de la ludopatía, que está golpeando a muchos
hogares y se está convirtiendo en un problema social difícil de resolver.
El “derecho” a relajarse
Se
puede decir que la pasión por la
diversión ha generado una mentalidad distinta y una sensibilidad diferente,
que es, entre otras cosas, proclive
al relajo espontáneo, como si fuera
un derecho inalienable con una patente de
corzo para romper el orden y la formalidad que puedan tener por tradición
las buenas costumbres sociales. Las grandes mayorías no son muy conscientes de
los efectos negativos de esta rebeldía, que tiene presunción de conquista.
Hoy
muchas personas que están dispuestas a permitir, con una concesión cada vez más recurrente, a lo que podría llamarse
la hora loca, en los ambientes más
sanos de la diversión, ignoran, que muchas de esas diversiones juveniles, que parecen inocuas y “divertidas”
terminan siendo las famosas fiestas semáforo,
donde también se juega a la ruleta
sexual, en ambientes totalmente inmorales.
Lamentablemente
estas actividades degradantes se están extendiendo en muchos sectores de la
sociedad a la vista y paciencia de las autoridades que actúan con una permisividad
pasmosa, haciéndose los “locos” para
no contristar, salvo honrosas excepciones.
Está
claro que, en estos últimos tiempos, mientras la fiebre juvenil por la diversión
crece sin límites, se desmoronan al mismo tiempo los principales valores morales,
que se habían mantenido estables durante
muchos años, con unas consecuencias muy penosas: aumento de la infidelidad, traiciones y corrupción generalizada,
inseguridad y crecimiento de la violencia: hogares (violencia familiar), calles
(delincuencia), periferia (grupos armados, terrorismo, narcotráfico). Es
muy penoso ver personas destrozadas que sufren grandes depresiones y muchos que
optan por el suicidio (los números han
crecido considerablemente).
Los
chicos, imberbes y sin experiencia de la
vida, no son conscientes, aceptan y aplauden los desórdenes y todo lo que
sea informal, como si fuera una gran conquista de los tiempos actuales. Cuando
sienten que se oponen a sus padres y a las generaciones anteriores, les parece
que están progresando en el
desarrollo de su personalidad. Ellos desean ser cuanto antes “libres e independientes” y entonces lo
nuevo y moderno se tiene que imponer sobre lo antiguo, aceptan lo de hoy y
rechazan lo de ayer, dicen, por ejemplo,
que no les gusta una película porque es antigua y lenta, pensando que son
argumentos suficientes para rechazarla. Si no hay acción bostezan y se aburren, el argumento con valores ya no cuenta para
ellos.
El retroceso del “progreso”
Es
necesario advertir que estos criterios no son conquistas sino caídas sociales
que se dan junto a un progreso tecnológico notorio. Como se sabe el crecimiento
material y económico no es necesariamente signo de progreso social. Si no hay
una formación moral adecuada, con más dinero podría aumentar la corrupción y la
degradación de las personas, como de hecho ocurre.
Todos
hemos visto, en estos últimos años,
que orden y la formalidad se convertían en una especie de camisa de fuerza, algo que había que quitar para sentirse más
libres: se pasó del saco y corbata a la
camisa abierta, de la falda a la minifalda, aparecieron canciones de protesta, (que
rompían esquemas antiguos) y el hombre se volvió más autónomo e
independiente, rebelde a los consejos y a las enseñanzas de las generaciones
anteriores. Así sentían
liberarse de algo que los ataba.
Mientras
se daban estas “liberaciones” la brecha generacional crecía, sin que nadie pudiera
evitarlo. Los jóvenes, con un lenguaje distinto y un trato mas atrevido e
irreverente, procuraban pasarla bien a toda costa, aunque esto llevara consigo
el libertinaje en ambientes donde
corría fácil el licor y la droga y donde la actividad sexual, (fuera del compromiso matrimonial), se
convertía en una diversión más, como si fuera lo más normal del mundo.
Lamentablemente
por estas circunstancias, muchos se quedaron atrasados, varados y atrapados en
una de las peores esclavitudes que ha tenido la humanidad, la que anula
totalmente a las personas y no las dejan avanzar para conquistar valores más
elevados, que son los que deberían alcanzar para ser felices.
Divertirse para no sufrir
Si
ir a los extremos es necesario señalar que también se dieron situaciones duras
que provocaron, en algunas personas,
una estrepitosa huida hacia las actividades lúdicas. Algunos aumentaron su
pasión por las diversiones, como un mecanismo
de defensa, para escapar de la
violencia en sus propios hogares o en ambientes que frecuentaban habitualmente.
Para
ellos la salida fácil, para evitar
momentos duros y agobiantes, era divertirse ampliamente y sin mayores
límites. La diversión se convertía en una suerte de droga, para palear las amarguras de la vida. Tan mal andaba la
sociedad que la diversión parecía lo mejor y lo más valioso, comparada con el
resto de cosas que se hacían. Han pasado los años y esta corrupción social continúa
infectando a muchos jóvenes y a gran parte de la sociedad.
La
pasión desordenada por las diversiones y el estar abierto a diversas
experiencias, que aparecen en el camino,
es la mayor inseguridad que tiene nuestra sociedad, porque significa que muchos
no podrán alcanzar los valores a tiempo. El empacho
que tienen muchos jóvenes les está incapacitando para ser realmente libres y poder
llegar la felicidad que toda persona debería alcanzar.
Saber descansar con orden
Es
evidente que la naturaleza humana necesita del descanso y las actividades
lúdicas, llevadas con orden son una gran cosa para lograrlo. Existen muchas
formas de descansar que enriquecen y hasta engrandecen al hombre: la práctica de un deporte, algún hobby, un
paseo o unos viajes, también las reuniones y las fiestas con las amistades y
por supuesto los juegos. Pero todo con moderación y con la finalidad real
de descansar para luego poder trabajar con más empeño.
El
hombre ha nacido para trabajar y debe dedicar la mayor parte de su tiempo al
trabajo donde se realiza como persona y colabora con el bien de su familia y de
la sociedad. A veces se dice equivocadamente que las horas libres son las del
descanso y no se tiene en cuenta que las horas libres también son las del
trabajo. El sometimiento a un trabajo hace al hombre más capaz y por lo tanto
más libre. Podrían haber otros condicionamientos que perjudiquen su libertad, pero
nunca será el trabajo en sí. Tampoco se puede decir que el hombre es libre
porque puede divertirse. Tanto para el trabajo como para la diversión el hombre
necesita una libertad que la podría alcanzar con el esfuerzo y la lucha que
ponga para ser mejor cada día, con afán de ayudar y servir a los demás.
Agradecemos sus comentarios
1 comentario:
Reverendo Padre
Manuel Tamayo P.B
A partir de 1950 en los EEUU se determina que la familia en la concepción de la Iglesia Católica, debe crecer en valores y virtudes.
La templanza, la justicia, el principio de autoridad, el respeto al otro, el espíritu de lucha y sacrificio, la meditación, el silencio interior (oración personal y comunitaria) etc etc, son enemigos del ocio, el desenfreno, la ambición desmedida, el exceso de poder placer y dinero y por supuesto, del consumismo.
Desde esos año se inicia el ataque a la familia. se utiliza toda clase de argumentos para debilitarla y desaparecerla.
Luego de 30 años en los países andinos se acentúa el remedo de este "american way of life" La educación escolar ha perdido el norte precisamente en esos años con la desarticulación del proyecto educativo católico. Ahora hay que ver cómo nuestra juventud puede organizar la respectiva reacción en contrario.
Atentamente
Alan Patroni M.
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