jueves, setiembre 12, 2013


Neurosis del siglo XXI: miedo al aburrimiento
PASIÓN POR LA DIVERSIÓN
En la década de los años 60 fue tomando cuerpo, por una presión social, una creciente pasión por la diversión que motivó la multiplicación de espacios para actividades lúdicas en los clubes y en los centros de esparcimiento de las principales ciudades del mundo. En unos años más estos espacios se extendieron, por la apertura de casas de juego, desde las grandes urbes a los barrios marginales y a los pueblos más lejanos. El crecimiento económico y la tecnología de punta de los sistemas electrónicos fue otro factor decisivo para que el mercado de las actividades lúdicas crezca con una concurrencia masiva.
La pasión por la diversión encontró la mesa servida con juegos modernos y sofisticados que se sumaron a las fiestas semanales, (en algunos lugares casi diarias), creando en los concurrentes una fuerte dependencia y el convencimiento de que divertirse era la mejor forma de pasar el tiempo.
En los años anteriores no existía esa pasión tan fuerte en la juventud. Los jóvenes, y también las personas mayores, se divertían de un modo más moderado y ordenado. Hoy, salir a divertirse, es como un rito que hay que cumplir a raja tabla. Las ofertas de las diversiones son variadas y atractivas, se organizan sobre la marcha presentándose habitualmente de un modo informal. Los chicos están atentos para no perderse nada, se las ingenian para estar presentes en todos los “compromisos” de diversión que puedan, aunque causen dolores de cabeza a sus padres, que intentan reducir la intensidad y la frecuencia de esas salidas, cuando intuyen que pueden ser temerarias.
La presión social a favor de los excesos de diversión es tan fuerte que se ha convertido en un consenso global, aunque nunca deja de estar acompañada de grandes temores, por los accidentes trágicos que ocurren con demasiada frecuencia. A esta realidad se suma el aumento mundial de la ludopatía, que está golpeando a muchos hogares y se está convirtiendo en un problema social difícil de resolver.

El “derecho” a relajarse
Se puede decir que la pasión por la diversión ha generado una mentalidad distinta y una sensibilidad diferente, que es, entre otras cosas, proclive al relajo espontáneo, como si fuera un derecho inalienable con una patente de corzo para romper el orden y la formalidad que puedan tener por tradición las buenas costumbres sociales. Las grandes mayorías no son muy conscientes de los efectos negativos de esta rebeldía, que tiene presunción de conquista.
Hoy muchas personas que están dispuestas a permitir, con una concesión cada vez más recurrente, a lo que podría llamarse la hora loca, en los ambientes más sanos de la diversión, ignoran, que muchas de esas diversiones juveniles, que parecen inocuas y “divertidas” terminan siendo las famosas fiestas semáforo, donde también se juega a la ruleta sexual, en ambientes totalmente inmorales.
Lamentablemente estas actividades degradantes se están extendiendo en muchos sectores de la sociedad a la vista y paciencia de las autoridades que actúan con una permisividad pasmosa, haciéndose los “locos” para no contristar, salvo honrosas excepciones.
Está claro que, en estos últimos tiempos, mientras la fiebre juvenil por la diversión crece sin límites, se desmoronan al mismo tiempo los principales valores morales, que se habían mantenido estables durante muchos años, con unas consecuencias muy penosas: aumento de la infidelidad, traiciones y corrupción generalizada, inseguridad y crecimiento de la violencia: hogares (violencia familiar), calles (delincuencia), periferia (grupos armados, terrorismo, narcotráfico). Es muy penoso ver personas destrozadas que sufren grandes depresiones y muchos que optan por el suicidio (los números han crecido considerablemente).
Los chicos, imberbes y sin experiencia de la vida, no son conscientes, aceptan y aplauden los desórdenes y todo lo que sea informal, como si fuera una gran conquista de los tiempos actuales. Cuando sienten que se oponen a sus padres y a las generaciones anteriores, les parece que están progresando en  el desarrollo de su personalidad. Ellos desean ser cuanto antes “libres e independientes” y entonces lo nuevo y moderno se tiene que imponer sobre lo antiguo, aceptan lo de hoy y rechazan lo de ayer, dicen, por ejemplo, que no les gusta una película porque es antigua y lenta, pensando que son argumentos suficientes para rechazarla. Si no hay acción bostezan y se aburren, el argumento con valores ya no cuenta para ellos.  

El retroceso del “progreso”
Es necesario advertir que estos criterios no son conquistas sino caídas sociales que se dan junto a un progreso tecnológico notorio. Como se sabe el crecimiento material y económico no es necesariamente signo de progreso social. Si no hay una formación moral adecuada, con más dinero podría aumentar la corrupción y la degradación de las personas, como de hecho ocurre.
Todos hemos visto, en estos últimos años, que orden y la formalidad se convertían en una especie de camisa de fuerza, algo que había que quitar para sentirse más libres: se pasó del saco y corbata a la camisa abierta, de la falda a la minifalda, aparecieron canciones de protesta, (que rompían esquemas antiguos) y el hombre se volvió más autónomo e independiente, rebelde a los consejos y a las enseñanzas de las generaciones anteriores. Así sentían liberarse de algo que los ataba.
Mientras se daban estas “liberaciones” la brecha generacional crecía, sin que nadie pudiera evitarlo. Los jóvenes, con un lenguaje distinto y un trato mas atrevido e irreverente, procuraban pasarla bien a toda costa, aunque esto llevara consigo el libertinaje en  ambientes donde corría fácil el licor y la droga y donde la actividad sexual, (fuera del compromiso matrimonial), se convertía en una diversión más, como si fuera lo más normal del mundo.
Lamentablemente por estas circunstancias, muchos se quedaron atrasados, varados y atrapados en una de las peores esclavitudes que ha tenido la humanidad, la que anula totalmente a las personas y no las dejan avanzar para conquistar valores más elevados, que son los que deberían alcanzar para ser felices.

Divertirse para no sufrir
Si ir a los extremos es necesario señalar que también se dieron situaciones duras que provocaron, en algunas personas, una estrepitosa huida hacia las actividades lúdicas. Algunos aumentaron su pasión por las diversiones, como un mecanismo de defensa, para escapar  de la violencia en sus propios hogares o en ambientes que frecuentaban habitualmente.
Para ellos la salida fácil, para evitar momentos duros y agobiantes, era divertirse ampliamente y sin mayores límites. La diversión se convertía en una suerte de droga, para palear las amarguras de la vida. Tan mal andaba la sociedad que la diversión parecía lo mejor y lo más valioso, comparada con el resto de cosas que se hacían. Han pasado los años y esta corrupción social continúa infectando a muchos jóvenes y a gran parte de la sociedad.
La pasión desordenada por las diversiones y el estar abierto a diversas experiencias, que aparecen en el camino, es la mayor inseguridad que tiene nuestra sociedad, porque significa que muchos no podrán alcanzar los valores a tiempo. El empacho que tienen muchos jóvenes les está incapacitando para ser realmente libres y poder llegar la felicidad que toda persona debería alcanzar.

Saber descansar con orden
Es evidente que la naturaleza humana necesita del descanso y las actividades lúdicas, llevadas con orden son una gran cosa para lograrlo. Existen muchas formas de descansar que enriquecen y hasta engrandecen al hombre: la práctica de un deporte, algún hobby, un paseo o unos viajes, también las reuniones y las fiestas con las amistades y por supuesto los juegos. Pero todo con moderación y con la finalidad real de descansar para luego poder trabajar con más empeño.
El hombre ha nacido para trabajar y debe dedicar la mayor parte de su tiempo al trabajo donde se realiza como persona y colabora con el bien de su familia y de la sociedad. A veces se dice equivocadamente que las horas libres son las del descanso y no se tiene en cuenta que las horas libres también son las del trabajo. El sometimiento a un trabajo hace al hombre más capaz y por lo tanto más libre. Podrían haber otros condicionamientos que perjudiquen su libertad, pero nunca será el trabajo en sí. Tampoco se puede decir que el hombre es libre porque puede divertirse. Tanto para el trabajo como para la diversión el hombre necesita una libertad que la podría alcanzar con el esfuerzo y la lucha que ponga para ser mejor cada día, con afán de ayudar y servir a los demás.
Agradecemos sus comentarios

1 comentario:

Alan Patroni dijo...

Reverendo Padre
Manuel Tamayo P.B

A partir de 1950 en los EEUU se determina que la familia en la concepción de la Iglesia Católica, debe crecer en valores y virtudes.
La templanza, la justicia, el principio de autoridad, el respeto al otro, el espíritu de lucha y sacrificio, la meditación, el silencio interior (oración personal y comunitaria) etc etc, son enemigos del ocio, el desenfreno, la ambición desmedida, el exceso de poder placer y dinero y por supuesto, del consumismo.
Desde esos año se inicia el ataque a la familia. se utiliza toda clase de argumentos para debilitarla y desaparecerla.
Luego de 30 años en los países andinos se acentúa el remedo de este "american way of life" La educación escolar ha perdido el norte precisamente en esos años con la desarticulación del proyecto educativo católico. Ahora hay que ver cómo nuestra juventud puede organizar la respectiva reacción en contrario.

Atentamente

Alan Patroni M.