Ignorar al
hermano
LOS
CAÍNES DEL SIGLO XXI
Caín
mató a su hermano Abel por envidia. Abel era el exitoso, lleno de cualidades lo
hacía todo bien y agradaba a Dios. Caín era el fracasado, le salía todo mal, se
sentía incomprendido, rechazado por todos y se llenó de odio. Cuando le pareció
que el éxito de su hermano era la causa de sus fracasos, no aguantó y lleno de
ira le quitó la vida. Es que la carga de su resentimiento fue creciendo con el
tiempo hasta el hartazgo; el desenlace pudo ocurrir en cualquier momento, hasta
que llegó: matarlo le llevó solo unos pocos minutos.
Caín, ¿ es discriminado? ¿o
tiene envidia?
Tal
vez ahora, en el siglo XXI, algunos se pondrían del lado de Caín al sentirse
desplazados o discriminados y tendrían ganas de eliminar al exitoso más cercano
que se lleva las palmas y hace sombra, aunque sea hermano. El envidioso ve al
exitoso como egoísta, abusivo y mala
persona, así justifica las razones de su resentimiento y de sus acciones. Caín
podría sentirse discriminado por su hermano Abel, pero la Sagrada Escritura
dice que fue envidioso.
El
envidioso vive fastidiado y herido
contra el hermano, lo rechaza y no acepta ninguna obra buena que pueda
hacer. Siempre encuentra motivos para darle las espaldas y alejarse, agrandando
sus críticas de un modo exagerado y hasta ridículo.
Abel, ¿es bueno? ¿o es
sobrado y egoísta?
Si
ponemos el reflector en Abel
observamos que hoy se puede dar una interpretación diferente. En estos tiempos
Abel podría ser mirado como el sobrado que
se cree superior a los demás. Algunos críticos contemporáneos le habrían exigido
ponerse más a nivel Caín y no
destacar tanto para que su hermano no se sienta mal.
Parece
que para Caín, y los que hipotéticamente
piensan como él, el brillo de su hermano impediría su inclusión. Los envidiosos quieren forzar las
situaciones para que las cosas se vean como ellos quieren. Pero al final la
realidad termina aclarándolo todo. En cualquier sitio del mundo: nadie debe
dejar de mejorar porque otro no mejora, aunque sea su propio hermano. En todo
caso se podría admitir que el que mejora
o empeora puede influir para bien o para mal en sus hermanos.
Se ama mejor cuando se es
mejor
La
preocupación por los demás, y más la del
hermano, exige de la persona, que
realmente sabe amar, una mejor preparación y una constante voluntad de
hacer las cosas bien. Ese esfuerzo tendrá su fruto, que son las obras buenas reconocidas.
Como dice el refrán: “obras son amores y no buenas razones”
Ese
es el sacrificio de Abel que Dios acepta. Abel no deja de lado a su hermano,
quiere que éste progrese y le vaya bien. Las causas del fracaso de Caín están
en el mismo Caín y no en Abel.
El perfil del envidioso
La
Escritura hace ver la nobleza de un corazón ordenado. Seguramente Abel estaba
preocupado por su hermano, pero Caín con su gran resentimiento no querría
acercarse a él y mucho menos hacerle caso. El corazón herido fabrica una
distancia, en cambio el corazón entero y limpio busca la cercanía y la unidad.
El
hermano resentido podría decir muchas cosas pero en realidad su conducta es
disfuncional: Se aparta habitualmente de
la familia, se encierra en su mundo, tiene planteamientos originales, no participa de las reuniones
familiares y cuando por algún motivo está presente, prefiere no intervenir.
Vive haciendo acepción de personas con juicios temerarios constantes. Se acerca al que le puede dar
algo para su provecho y al que está dispuesto a escuchar sus críticas para
encontrar apoyo y justificar las razones de su envidia. Huye del que quiere
ayudarlo de verdad para sacarlo de esa situación esclavizante.
Consecuencias de la envidia
Si
la envidia persiste se pueden perder los mejores amigos (en la familia o fuera de ella), que son los que dicen la verdad y
quieren ayudar. El envidioso que sigue en su terquedad no le gusta que le
contradigan en el motivo de su envidia, prefiere alejarse del que le aconseja y
arrimarse a otro que esté de acuerdo con su “política”
o modo de llevar las cosas.
Cuando
la envidia motiva las decisiones de una persona, éstas, por muy buenas que parezcan, han tenido un punto de partida infeliz
y tarde o temprano meterán al envidioso en un laberinto.
El
rechazo por envidia complica la existencia y facilita las huidas. El que habitualmente
está huyendo no es libre, puede caer con facilidad en una neurosis pensando que los demás están en contra y que además lo
persiguen para hacerle daño (es penoso
cuando piensa que son los de su casa). A veces se pone en una situación tan conflictiva que
impide que su propia familia lo pueda ayudar.
Al
que está herido por la envidia le preocupa mucho coincidir con alguien con
quien no congenia, busca despacharlo cuanto antes o quitarse de en medio por el
camino más corto. Si en un grupo
humano hay uno de su cuerda, le
dirigirá la palabra a él y tratará de ignorar a los demás. Suele tener
problemas en las relaciones sociales.
Un mal de la época
El
siglo XXI está lleno de Caínes: gente
resentida con una autoestima herida e inflada que pone lejos a sus hermanos, e
incluso arroja piedras contra su
propio tejado. Las agresiones familiares han crecido en todas las ciudades,
muchas de ellas motivadas por estas situaciones de envidia que no han sabido
manejarse correctamente y a tiempo.
En
el hogar, desde niños, los seres
humanos deben aprender a compartir y a querer lo mejor para los demás. Lo deben
aprender del ejemplo de los padres que se deben querer entre ellos, sin
egoísmos, sin ambiciones individuales al margen de la familia. En la familia
cada uno debe querer lo mejor para los demás y alegrarse de los éxitos de los
otros.
La
vida de familia no es una encerrona en
la casa. Nunca el egoísmo será amor, y si en una casa los padres son egoístas,
tendrán un “amor” posesivo, se creerán dueños, propietarios, de los demás y eso hace mucho daño.
Si
una familia se encierra en sí misma también es egoísta y no se pude decir que
haya amor. El amor es un bien difusivo, cuando se tiene se expande, trasciende,
llega a muchos más y da siempre libertad.
Lo
mismo podemos decir de un país, si hay auténtico amor, éste llega a los demás
países, no se encierra en un “nacionalismo”
que siempre es mediocridad y cortedad. En cambio el patriotismo, que es el verdadero amor a la tierra de los
orígenes y sus costumbres, es también el amor a las demás naciones con sus
costumbres. El envidioso tiene problemas para
aceptar la vida y costumbres de determinados países, tal vez por envidia.
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