miércoles, diciembre 11, 2013


Ignorar al hermano
LOS CAÍNES DEL SIGLO XXI
Caín mató a su hermano Abel por envidia. Abel era el exitoso, lleno de cualidades lo hacía todo bien y agradaba a Dios. Caín era el fracasado, le salía todo mal, se sentía incomprendido, rechazado por todos y se llenó de odio. Cuando le pareció que el éxito de su hermano era la causa de sus fracasos, no aguantó y lleno de ira le quitó la vida. Es que la carga de su resentimiento fue creciendo con el tiempo hasta el hartazgo; el desenlace pudo ocurrir en cualquier momento, hasta que llegó: matarlo le llevó solo unos pocos minutos.
Caín, ¿ es discriminado?  ¿o tiene envidia?
Tal vez ahora, en el siglo XXI, algunos se pondrían del lado de Caín al sentirse desplazados o discriminados y tendrían ganas de eliminar al exitoso más cercano que se lleva las palmas y hace sombra, aunque sea hermano. El envidioso ve al exitoso como egoísta, abusivo y mala persona, así justifica las razones de su resentimiento y de sus acciones. Caín podría sentirse discriminado por su hermano Abel, pero la Sagrada Escritura dice que fue envidioso.
El envidioso vive fastidiado y herido  contra el hermano, lo rechaza y no acepta ninguna obra buena que pueda hacer. Siempre encuentra motivos para darle las espaldas y alejarse, agrandando sus críticas de un modo exagerado y hasta ridículo.
Abel, ¿es bueno?  ¿o es sobrado y egoísta?
Si ponemos el reflector en Abel observamos que hoy se puede dar una interpretación diferente. En estos tiempos Abel podría ser mirado como el sobrado que se cree superior a los demás. Algunos críticos contemporáneos le habrían exigido ponerse más a  nivel Caín y no destacar tanto para que su hermano no se sienta mal.
Parece que para Caín, y los que hipotéticamente piensan como él, el brillo de su hermano impediría su inclusión.  Los envidiosos quieren forzar las situaciones para que las cosas se vean como ellos quieren. Pero al final la realidad termina aclarándolo todo. En cualquier sitio del mundo: nadie debe dejar de mejorar porque otro no mejora, aunque sea su propio hermano. En todo caso se podría admitir que el que mejora o empeora puede influir para bien o para mal en sus hermanos.

Se ama mejor cuando se es mejor
La preocupación por los demás, y más la del hermano, exige de la persona, que realmente sabe amar, una mejor preparación y una constante voluntad de hacer las cosas bien. Ese esfuerzo tendrá su fruto, que son las obras buenas reconocidas. Como dice el refrán: “obras son amores y no buenas razones”
Ese es el sacrificio de Abel que Dios acepta. Abel no deja de lado a su hermano, quiere que éste progrese y le vaya bien. Las causas del fracaso de Caín están en el mismo Caín y no en Abel.

El perfil del envidioso
La Escritura hace ver la nobleza de un corazón ordenado. Seguramente Abel estaba preocupado por su hermano, pero Caín con su gran resentimiento no querría acercarse a él y mucho menos hacerle caso. El corazón herido fabrica una distancia, en cambio el corazón entero y limpio busca la cercanía y la unidad.
El hermano resentido podría decir muchas cosas pero en realidad su conducta es disfuncional: Se aparta habitualmente de la familia, se encierra en su mundo, tiene  planteamientos originales, no participa de las reuniones familiares y cuando por algún motivo está presente, prefiere no intervenir. Vive haciendo acepción de personas con  juicios temerarios constantes. Se acerca al que le puede dar algo para su provecho y al que está dispuesto a escuchar sus críticas para encontrar apoyo y justificar las razones de su envidia. Huye del que quiere ayudarlo de verdad para sacarlo de esa situación esclavizante.
Consecuencias de la envidia
Si la envidia persiste se pueden perder los mejores amigos (en la familia o fuera de ella), que son los que dicen la verdad y quieren ayudar. El envidioso que sigue en su terquedad no le gusta que le contradigan en el motivo de su envidia, prefiere alejarse del que le aconseja y arrimarse a otro que esté de acuerdo con su “política” o modo de llevar las cosas.
Cuando la envidia motiva las decisiones de una persona, éstas, por muy buenas que parezcan, han tenido un punto de partida infeliz y tarde o temprano meterán al envidioso en un laberinto.
El rechazo por envidia complica la existencia y facilita las huidas. El que habitualmente está huyendo no es libre, puede caer con facilidad en una neurosis pensando que los demás están en contra y que además lo persiguen para hacerle daño (es penoso cuando piensa que son los de su  casa). A veces se pone en una situación tan conflictiva que impide que su propia familia lo pueda ayudar.
Al que está herido por la envidia le preocupa mucho coincidir con alguien con quien no congenia, busca despacharlo cuanto antes o quitarse de en medio por el camino más corto.  Si en un grupo humano hay uno de su cuerda, le dirigirá la palabra a él y tratará de ignorar a los demás. Suele tener problemas en las relaciones sociales.
Un mal de la época
El siglo XXI está lleno de Caínes: gente resentida con una autoestima herida e inflada que pone lejos a sus hermanos, e incluso arroja piedras contra su propio tejado. Las agresiones familiares han crecido en todas las ciudades, muchas de ellas motivadas por estas situaciones de envidia que no han sabido manejarse correctamente y a tiempo.
En el hogar, desde niños, los seres humanos deben aprender a compartir y a querer lo mejor para los demás. Lo deben aprender del ejemplo de los padres que se deben querer entre ellos, sin egoísmos, sin ambiciones individuales al margen de la familia. En la familia cada uno debe querer lo mejor para los demás y alegrarse de los éxitos de los otros.  
La vida de familia no es una encerrona en la casa. Nunca el egoísmo será amor, y si en una casa los padres son egoístas, tendrán un “amor” posesivo, se creerán dueños, propietarios, de los demás y eso hace mucho daño.
Si una familia se encierra en sí misma también es egoísta y no se pude decir que haya amor. El amor es un bien difusivo, cuando se tiene se expande, trasciende, llega a muchos más y da siempre libertad.
Lo mismo podemos decir de un país, si hay auténtico amor, éste llega a los demás países, no se encierra en un “nacionalismo” que siempre es mediocridad y cortedad. En cambio el patriotismo, que es el verdadero amor a la tierra de los orígenes y sus costumbres, es también el amor a las demás naciones con sus costumbres. El envidioso tiene problemas para aceptar la vida y costumbres de determinados países, tal vez por envidia.
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