viernes, marzo 14, 2014


La esperanza del reencuentro 
CANCIÓN DE DESPEDIDA

Todo tiene su fin y muchas veces en la vida toca despedirse. Hay despedidas pequeñas dentro del mismo día como cuando los niños se van a la cama y se despiden de sus padres con un beso, o cuando salen para irse al colegio. Estas despedidas amorosas se recuerdan con nostalgia cuando pasan los años, son momentos agridulces donde se combina la alegría del saludo con la tristeza, aunque sea pequeña, de la separación, pero también está la esperanza de volverse a ver.

Cuando los Boys Scout terminan sus fogatas se cogen de las manos, hacen un círculo alrededor del fuego y cantan la canción de la despedida: "¿porqué perder las esperanzas de volverse a ver? ¿porqué perder las esperanzas si hay tanto querer?

Lo importante es el querer. Las personas que se quieren mucho sufren cuando se despiden, pero también se llenan de esperanza con la alegría de volverse a ver, del reencuentro. Cuando el hombre se separa de Dios por el pecado, sabe que tiene la esperanza de la confesión para que se de el reencuentro, con la alegría grande del abrazo de Dios.

En los ámbitos humanos el amor auténtico produce contínuos reencuentros. El que está trabajando mira el reloj con la ilusión de volver a su casa para reencontrarse con su familia. Esa llegada de todos los días no será nunca rutinaria cuando hay amor. Si un miembro de la familia viaja, la despedida suele ser emotiva: fuertes abrazos, besos y hasta lágrimas y luego los adioses con un pañuelo mientras se aleja y todavía se le puede ver. Los que no viajan vuelven a sus casas en silencio, con la pena de la partida del ser querido, pero con la gran esperanza de volverlo a ver.

 

Modos de despedirse

Hay muchos modos de despedirse; depende de los modos de ser. Hay despedidas emotivas llenas de gestos y manifestaciones de afecto y otras que no expresan hacia afuera lo que se lleva en el corazón, la procesión  va por dentro. A muchos no les gusta despedirse, para no emocionarse ni quebrarse: se escapan sin que nadie los vea. Son modos de ser que hay que comprender. Existen personas con gran corazón, que tratan habitualmente con mucho cariño a los suyos, que no quieren saber nada con las despedidas, se llenan de nervios y prefieren evitar esos momentos de sufrimiento, que no podrían aguantar. Huyen sin dar la cara y lloran solos, sin que nadie los vea.

Tampoco se puede olvidar que las grandes despedidas no son tan significativas para calificar a las personas como los saludos diarios. Al que no saluda habitualmente y pasa de largo se le considera mal educado, en cambio sí uno se fue de una ciudad por un tiempo largo, sin despedirse,  pueden existir razones comprensibles.

A las personas se las conoce por su vida y no por algo que hizo o no hizo en un momento determinado. Los que ha estado habitualmente a su lado podrán decir cómo era: buen padre, buen hijo, buen esposo, buen amigo....(o buena madre, hija, esposa o amiga).

 

La nostalgia de las personas y de los lugares

El que viaja también tiene la esperanza del reencuentro, aunque el proyecto que motiva su viaje tenga prioridad. Miles dejan por un tiempo a su familia, por un proyecto de trabajo, o de estudios. La lejanía motiva la valoración de las personas y los lugares. La experiencia de que las distancias físicas acercan más a las personas es casi universal.

La canción de la despedida dice: "¡no es más que un hasta luego! ¡no es más que un breve adiós!  para recordar que el tiempo se pasa volando aunque en el momento de la despedida parece que falta una eternidad; en el momento menos pensando llega la alegría del reencuentro.

Cuando la vida ha sido ordenada, por el esfuerzo personal de corresponder y querer dejar para los que vienen después algo valioso que valga la pena,  el tiempo que va pasando trae al corazón la nostalgia de los años que se han quedado en el pasado, con recuerdos gratos y deseos de volver a vivir lo que se vivió y reencontrarse con las personas entrañables de esas épocas gloriosas: vivencias infantiles en la casa de los padres o abuelos, trabajos por donde se pasó, o lugares que han quedado grabados en el corazón y no se pueden olvidar.

La nostalgia que procede de un auténtico amor a la familia o a los amigos, se convierte en un soporte seguro que hace al hombre dueño de un tesoro valioso que le ayuda a sentirse libre y privilegiado. Es también un motivo para la acción de gracias. Es cuando la persona puede decir: "¡qué me quiten lo bailado!, he sido muy feliz”, afirmando con certeza ser dueño de ese magnífico privilegio de sentirse querido, aunque los demás no capten nada. Es algo propio, intransferible y exclusivo.

Los recuerdos y sentimientos de las personas son satisfactorios cuando se ha vivido con honradez y rectitud, cuando se ha sabido corresponder con amor, al amor recibido.

 

La nostalgia y el pecado

De lo malo y desordenado no se debe tener nostalgia. También la tentación se puede presentar como el recuerdo y gozo de un pecado pasado, que se debe rechazar con prontitud. No se debe olvidar que el maligno está siempre al asecho y trata de meterse en el corazón de las personas. El examen de conciencia diario ayuda a detectar lo que es de Dios y lo que procede del príncipe de la mentira.  La prudencia es la virtud para saber escoger con prontitud la vía correcta que implica también rechazar lo malo, incluso el trato con algunas personas que pueden hacer daño.

Con el mal no caben despedidas, hay que cortar de inmediato e irse por otro camino. San Josemaría aconsejaba para estas ocasiones: "no tengas la cobardía de ser valiente, ¡huye!"

La última despedida

Cuando al hombre le toca partir de este mundo, tiene la esperanza de la felicidad eterna, aunque en su vida haya pecado mucho. Dios en su infinita misericordia nos ha regalado los sacramentos para tener siempre la oportunidad de acercarnos a Él. Basta tener fe y querer. El Señor recibe al pecador con los brazos abiertos para que éste pueda alcanzar su fín.

El hombre en el umbral de la muerte se despide de sus seres queridos con un hasta luego, porque todos estamos llamados a llegar a ese lugar de felicidad donde se produce el reencuentro.

 

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