Juguemos a los Gays mientras
el lobo está
LOS GAYS DE LA PATRIA
El término Gay, hoy en día, es sinónimo de homosexual y fue popularizado en 1939
por el actor Gary Grant en la película Bringing
up Baby. Un homosexual es una persona que se siente atraída por personas de
su mismo sexo en lo relativo al sexo. La homosexualidad es la práctica de las
relaciones eróticas con personas del mismo sexo.
Cuando una
persona reconoce su tendencia sexual puede estar refiriéndose solo a su
inclinación y no a la práctica de relaciones sexuales.
La Iglesia
no rechaza ni condena a la persona con tendencias homosexuales, al contrario las
comprende y las acoge como a todos los demás, pero tiene la obligación de
enseñarles, como a todos, cuál es el significado y la función del sexo en el
ser humano.
Bromas, burlas y rechazos
Salvo
excepciones, el bulling universal
hacia personas con tendencias homosexuales es semejante al que se hace por
cuestiones de raza, posición social o el tipo de temperamento distinto que
pueda tener una persona. Por lo general, en
un primer momento, queda en el ámbito de la broma fácil que luego, si no se para, podría caer en el “cochineo” o burla sarcástica generando,
a la larga, en el interior del burlón,
lo que se llama homofobia o
discriminación, que es el rechazo de esas personas por sus diferencias.
Lamentablemente se puede pasar de una simple broma a un odio irracional. Esto
ocurre cuando hay ausencia de caridad que es el amor a Dios y a los demás.
No solo en
el caso de los homosexuales, que son
tremendamente sensibles, (proclives al
temor y al resentimiento), sino en todos los casos, es indispensable una
educación de más calidad para que los seres humanos sepan tratar con cariño y
delicadeza a los que son distintos a ellos. Las bromas, cuando hay ausencia de amor al prójimo, podrían generar fácilmente
burlas hirientes que destrozan la convivencia humana y alejan a las personas.
Los efectos perniciosos del relativismo banal que
esconde la verdad
Por otro
lado hay que tener en cuenta, en los
tiempos actuales, que el relativismo, que
defiende la autonomía de la conciencia y el principio de libertad absoluta,
está haciendo creer a un sector de la población que la verdad se construye con
la opinión de las personas y que se puede opinar libremente en todos los temas
sin que pase absolutamente nada.
Si alguien
quiere opinar que el hombre tiene 5 ojos, no importa, es “su verdad” y si a
otro le parece que debe suicidarse, no se le debe impedir porque es su
decisión. Este modo de pensar hace crecer el voluntarismo, que es una suerte de desfuerzo o capricho del hombre,
que quiere crear una verdad solo con la decisión de su voluntad.
El hombre
que confunde la verdad con los sentimientos o impulsos de su interioridad y
dice que es sincero y transparente, puede haber perdido la noción de
trascendencia y el valor objetivo de la verdad. Se fía más de lo que siente y
se convierte en un naturalista que quiere bendecir sus impulsos y pasiones como
si se tratara de la ley del amor.
Estas
consideraciones me traen a la mente el recuerdo de una persona, bastante ignorante, que tenía
habitualmente relaciones sexuales con distintas mujeres; justificando su
conducta me decía muy orondo: “Padre,
¿por qué me va a castigar Dios si yo amo a todas las mujeres?….lo que siento es
amor y no odio” No atendía a
los mandamientos sino a sus sentimientos.
La voluntad de apagar la voz de la conciencia
La
estructura de la autonomía de la conciencia es el propio yo que actúa como un monarca que decide imperativamente, cerrando los ojos a la realidad, y de acuerdo a los designios de su
propia voluntad toma partido en el
consenso generalizado de posturas coyunturales, que ahora se llaman verdades políticas, (todos saben que no es cierto pero hay que
apoyar esa decisión, o conviene callarse y no decir nada, para que no se vea la
verdad). La mentira tiene hoy patente de corzo para actuar con el eufemismo de la política. Así
todo queda cubierto y hasta se puede crear una ley para que proteja esas majaderías.
Cuando
muchas cosas se quedan sin hacer y el mal persiste, es porque el hombre de hoy
no sabe decidir de acuerdo a la verdad. No le importa mucho mentir, para seguir mintiendo, con la comodidad
del consenso y apagando a menudo la voz de la conciencia.
Reclamos inaceptables
Un hombre violento
podría sentirse distinto del resto por ser violento, entonces buscaría a los que
son violentos como él para exigir el derecho de los violentos, argumentando que
existen muchos más que no se han declarado violentos, por temor, y dirá que ya es hora que todos los reconozcan. Esos mismos derechos podrían exigirlos
los mitómanos o los que tienen
tendencia a apropiarse de lo ajeno.
La pregunta
que nos hacemos es: ¿se les educa para
que se corrijan o se les deja así? Una de las funciones de la educación es corregir las
conductas de acuerdo con lo que debe ser. Si alguno dice que la mentira es una
virtud hay que corregirlo de inmediato. Y se puede corregir sin maltratar a
nadie.
La condena de la verdad
La
mentalidad relativista, que incluye los “derechos
de los gays” pretende echar la Biblia a la papelera y condenar a la
doctrina milenaria de la Iglesia sobre la moral sexual que viven miles y
millones de cristianos que aman a Dios y a su prójimo viviendo los diez
mandamientos de la ley divina
Muchos gays creen, (por las campañas mediáticas), que los que se oponen a la homosexualidad (vida de
relaciones sexuales entre personas del mismo sexo) son homofobicos y les tienen odio a ellos. No conciben que sean
personas con mucho amor a Dios y a la verdad que, con buena voluntad, quieren ayudar a todos para que sigan el camino
correcto.
La Iglesia
nos enseña el camino que Jesucristo, quiso para todos y nos hace ver que la ley de
Dios está a favor de todos los hombres. La verdad hace libre al hombre, en
cambio la mentira, la artificialidad y la ignorancia lo esclavizan.
El padre José Carlos Areán nos alcanza un
comentario que da muchas luces al tema que estamos tratando:
“Dos leonas no hacen pareja, dos
gatos, tampoco. No pueden aparearse. Para ello tendrían que ser de distinto
sexo y de la misma especie. Son cosas de la zoología, de la Madre Naturaleza.
No es producto de la cultura hitita, fenicia, maya, cristiana o musulmana. Por
supuesto no es un invento de la Iglesia. Muchos siglos antes de que Jesús
naciera en Belén, el Derecho Romano reconocía el matrimonio como la unión de un
hombre y una mujer. Después ellos se divertían con efebos, que para eso
estaban, para el disfrute. La esposa era para tener hijos.
La palabra matrimonio procede
de dos palabras romanas: "matris" y "munio". La
primera significa "madre", la segunda "defensa". El
matrimonio es la defensa, el amparo, la protección de la mujer que es madre, el
mayor y más sublime oficio humano. Cada palabra tiene su significado propio.
Una compra-venta gratuita no es una compra-venta, sino una donación. Y una
enfiteusis por cinco años no es una enfiteusis, sino un arriendo vulgar. Llamar
matrimonio a la unión de dos personas del mismo sexo me parece como poco serio.
Jurídicamente, un disparate, de carcajada. Que le llamen "homomonio",
"chulimonio", "seximonio", matrigay o lo que quieran,
todo menos matrimonio, que ya está inventado hace tiempo. Nadie llama pastel de
manzana a la que está hecho de peras, ni tampoco se le dice taza a la bacinica,
ambas con blancas y con asa, pero en una desayunamos y en la otra defecamos.
Lo curioso es que cuando dices
cosas como estas, algunos te miran como extrañados de que no reconozcas la
libertad de las personas. Y por más que les dices que sí, que respeto la
libertad de todos, que cada uno puede vivir con quien quiera, incluso con su
perro, pero que eso no es un matrimonio, van y me llaman intolerante. Pero
pongamos las cosas en su verdadera dimensión, los homosexuales son alrededor
del 10% de la población, el 90% restante es heterosexual; entonces, reconocer a
ese 10% y aceptar que son diferentes es tolerancia y democracia, pero
ceder a sus caprichos ya no es democracia ni tolerancia, es estupidez.
No sé lo que harán los
parlamentarios a la hora de votar. Son políticos, no juristas votarán por
razones políticas, no según Derecho. Las consecuencias son graves. Si un varón
tiene derecho a casarse con otro varón y una mujer a hacerlo con otra mujer,
¿le vas a negar el derecho a un hermano a casarse con su propia hermana? ¿O a
un padre a hacerlo con su hija? ¿No tienen el mismo derecho? La sociedad se
quiebra. Huele a podrido.
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