La
alteración de las conductas
EL INFLUJO SOCIAL DEL TRÁNSITO
A
las 6.30 am suelo entrar, con mucha frecuencia, a la av. Arequipa con dirección
a Miraflores. A esas horas hay escasos carros particulares y una alocada
carrera de combis que compiten para
ganar pasajeros. Ellos son los dueños de la pista y hacen lo que quieren.
Quienes vamos en vehículos pequeños tenemos que defendernos de los peligros de
esas alocadas carreras. Cuando doblo por Enrique
Palacios en Miraflores me encuentro otra pista de competencia, los micros a gran velocidad y repletos
de pasajeros cruzan las calles temerariamente. Este cuadro se repite todos los
días sin que nadie haga absolutamente nada por corregirlo. Lo triste es que ya
se han producido varios accidentes con consecuencias trágicas.
Sobre
las combis asesinas y los choferes
que acumulan papeletas hemos oído hablar mucho. Últimamente los diarios
publican las noticias escandalosas de estos sucesos de irresponsabilidad y sub
desarrollo. A todo esto se suman los omnibuses que chocan en las carreteras y
otros que se desbarrancan por los precipicios. La informalidad y la
indisciplina han costado y seguirán costando muchas vidas.
La
ausencia de la autoridad
La
falta de decisión de las autoridades para cortar con esas rachas trágicas de muertos y heridos es clamorosa y peor es la
mentalidad informal que genera una conducta agresiva y atrevida que es impuesta
por un sistema de descuidos habituales donde no se respetan las leyes. Parece
que al que viaja por las pistas de Lima no le importa para nada la vida de los
demás; lo que quieren es llegar a su destino como sea, manejando a la defensiva
y peleando para no perder la prioridad de pasar primero. Las normas de cortesía
brillan por su ausencia y en ese ambiente de barullo parecen una bobada.
Quien
se encuentra encerrado en el tráfico tiene que soportar los agravios; cuando
quiere pasar no lo dejan y cuando pasa lo insultan por haberse metido primero.
El que viene detrás es como un energúmeno
que hace sonar su bocina aturdiendo al que va delante y lo trata como si fuera
un inútil que no sabe manejar, solo porque no lo deja pasar. Si el que va
delante es un taxi vacío hay que tomar precauciones porque su prioridad es el
próximo cliente, parará para recogerlo donde sea, aunque tenga que hacer una
maniobra brusca. No le importará que el semáforo esté en verde y tenga que
hacer esperar a todos los carros que vienen detrás, además regatea el precio de
la carrera con el cliente que todavía no sube. La indignación y las protestas
están demás porque la vida sigue siendo igual.
Tampoco
es novedad advertir que los choferes de los omnibuses
están acostumbrados a manejar temerariamente, metiéndose por donde puedan, sin
ningún respeto o escrúpulo. Compiten con agresividad para recoger pasajeros con
giros bruscos sin que le importe taponar a
los vehículos que van por el carril correcto, y aunque tengan luz verde no los
dejan pasar, creando verdaderos atolladeros.
El
mal manejo de todos los días les parece lo más normal del mundo. ¡Qué atraso más grande vivimos a diario en
nuestra capital!
El
influjo del mal manejo en la conducta de las personas
El
chofer que se ve diariamente sometido a esas presiones termina volviéndose
agresivo y con el tiempo hará lo mismo que los demás: manejará según la ley de la selva propinando insultos y
metiendo el carro para ganar el sitio y la oportunidad de pasar. El tráfico
informal y caótico está influyendo en la conducta de muchas personas.
Las
leyes y reglamento solo funcionan para poner las papeletas después de un choque
o cuando los guardias hacen batidas. Si el policía no está, el chofer limeño no
tiene escrúpulos para pasarse la luz roja o ir contra el tráfico o subirse a
las veredas, o zamparse sin respetar
una cola; se trasforma cuando maneja convirtiéndose en un auténtico salvaje, ¡sálvese
quien pueda!
¿Qué sentido tienen las
sanciones en un sistema caótico?
Si
la autoridad no respeta el orden y no pone las condiciones para que los choferes cumplan los reglamentos las
papeletas no tienen sentido. Esas medidas no son disciplinarias porque no
consiguen su objetivo, de allí la morosidad y las coimas que también están a la
orden del día, muchas veces fomentadas por las mismas autoridades. Es el prestigio
del desprestigio. Nadie se fía de la ley ni de las autoridades por eso el caos
continúa sin que nadie lo arregle.
¿Quién educa los modales de
las personas?
Tal
como está la conducta en la calle parecería que ya no tiene mucho sentido
educar en los buenos modales a las personas. Tal vez ese sea el motivo por el
cual los colegios ya no forman a los chicos en las virtudes humanas. Los
objetivos educativos solo están mirando los aspectos académicos.
En
la calle, los asaltos, los atrevimientos
de agresividad y los insultos han invadido todos los distritos de la
capital. Las autoridades solo piensan en comprar más patrulleros o en poner
teléfonos de emergencia para las denuncias, ¿quién toma el toro por la astas para lograr la educación que nuestro país
necesita?
La
escuela de la vulgaridad y del caos
Lo
que se ve, se aprende y se convierte en costumbre. Con la escusa de que “lo hace todo el mundo” seguimos
enfrascados en un pobrísimo nivel humano que invade todos los campos. Los
buenísimos recursos de nuestro país los perdemos por esa falta de virtud. Los
turistas que llegan sufren las consecuencias de esas deficiencias que nos ponen
en la cola de las mejores ofertas.
La
mala conducta que se ve en el tránsito se traslada luego a los trabajos y a las
casas. De allí se propaga el mal humor y la falta de respeto entre los seres
humanos que hace crecer el resentimiento y los odios que terminan dividiendo y
separando a las personas.
Todavía
parece un sueño lograr que Lima sea una ciudad ordenada y limpia donde se pueda
caminar con tranquilidad en medio del respeto y la delicadeza de las personas
que están en la calle.
Es
urgente lograr en corto plazo que salir a la calle no signifique tener que
pelear para poder llegar o porque personas inescrupulosas y atrevidas se
metieron agresivamente en nuestro camino.
Es un reto para la educación que no puede quedar a la cola.
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