miércoles, agosto 20, 2014


El amigo que todo el mundo quiere  (el que sabe comprender)
LA ACTITUD ECLÉCTICA Y LA COMPRENSIÓN
Se puede decir que lo más valioso del ser humano es su capacidad de comprender. Cualidad que es consecuencia de un correcto  y acertado conocimiento de lo que son las personas y de lo que les está pasando en las circunstancias positivas o negativas de su propia existencia.  La persona comprendida se siente feliz y puede decir del que lo comprende: “¡este sí me conoce y me quiere de verdad!”  Es que la comprensión es esa suerte de armonía entre el conocer y el querer que está totalmente a favor de la persona. Se conoce porque se ama y al amar se conoce más para querer mejor. Entonces se le dice siempre la verdad con caridad, por su propio bien, para que sea mejor, con una gran comprensión y dándole la mano para ayudarlo.
Todo ser humano debe esforzarse y luchar para amar y comprender a las personas que tiene al lado. De ese esfuerzo se llega a la libertad y a la felicidad de todos.

La actitud ecléctica ¿es comprensión?
A diferencia de la comprensión la actitud ecléctica es solo extraer lo bueno de cada persona: sus cualidades, su talento, su genialidad y dejar de lado (sin decir nada) los aspectos negativos que esa persona pueda tener: una vida privada desordenada, ciertos vicios, injusticias…etc.
Esta actitud llama a una tolerancia de “respeto”,  que cierra los ojos a la realidad de esos aspectos para no mirarlos ni considerarlos y aceptar a la persona solo por sus cualidades y talentos.  Pero como no se puede tapar el sol con un dedo, la realidad forzará que la persona tolerante haga de tripas corazón: un gran esfuerzo para superar el reclamo de la conciencia y poder comulgar con el consenso de moda: no tener en cuenta lo que pueda hacer una persona en su vida privada.
La actitud ecléctica frente a la vida moral de las personas podría parecer correcta porque impide hacer un juicio peyorativo de los desarreglos particulares. Al no entrar en el campo de la privacidad, se la acepta con todo lo positivo que tiene, que puede ser incluso motivo para la admiración y la alabanza.
La diferencia con la comprensión
La comprensión es mucho más rica y valiosa. El que comprende mira a toda la persona y a sus circunstancias con un afecto incondicional. El amor que tiene es de tal calidad que puede ingresar en la vida privada del prójimo con aceptación y agradecimiento. Puede tocar, con una admirable serenidad, los aspectos positivos y negativos de cualquier tema sin causar aspavientos, desagrados o temores en su interlocutor. Al contrario las personas que lo escuchan se sienten respaldadas por la verdad y por el cariño que reciben con esas expresiones que brotan de un corazón ordenado por la caridad.
El que sabe amar y comprender no hace ascos, ni deja que la ira se encienda, por los desórdenes o errores que ve. Con su paciencia y serenidad se convierte en un “cirujano del alma”; que puede, por su generosa disposición y su conducta, llena de afecto y estima, ayudar a extirpar los peores males de una persona.  
Así es la verdadera amistad, que consigue que la persona amiga sea feliz con la verdad y obtenga los bienes que se derivan de ella. Y como el bien de por sí es difusivo, trasciende y se extiende a muchos más. Es una verdadera riqueza de comunicación que hace libres a las personas. La comprensión es al mismo tiempo conocimiento, amor y libertad. Llena de paz a los seres humanos y a los ambientes donde se desenvuelven.
Las posturas en las relaciones humanas
En las relaciones humanas a nadie le gusta el que es radical, severo y duro con las personas. La radicalidad es propia del que no sabe amar. Podría existir una expresión sincera con ausencia de caridad, vale decir: sin comprensión y decir una verdad que deja a la gente herida y mal parada. No es lo correcto. Las cosas no se resuelven con la violencia. San Francisco de Sales decía: “vale mucho más la ternura de la comprensión que la severidad del que tiene la razón”
No sabe amar el que no tiene caridad o la ha perdido. La caridad es necesaria para acertar en el amor, con la comprensión y el perdón. La caridad pone orden al corazón y el orden del corazón no es militar, es de misericordia y de ternura, está lleno de comprensión. Solo el que comprende puede dar más oportunidades porque sabe perdonar. La oportunidad que procede del perdón vale más que la que se obtiene por los propios méritos y así el que perdona da más libertad. Para ser libres necesitamos de los demás.

Sin caridad no hay nada, todo se desvirtúa.
Es por eso que muchas personas que no pueden amar, por ausencia de caridad, persiguen una formalidad artificial  de “buen trato” y para cuidar la imagen, actúan con gestos y actitudes diplomáticas, cayendo fácilmente en la hipocresía o en el doble discurso.
Surgen así posturas políticas o diplomáticas que son distintas a lo que realmente se siente o se piensa, (el que no tiene comprensión suele tener una actitud radical, por ejemplo: no querer perdonar). El alejamiento de Dios y la ausencia de caridad hacen al hombre terco con sus convicciones y eso es una radicalidad, que lo puede llevar a la tiranía.
El tirano contemporáneo, que es radical con su subjetivismo, es también dogmático en sus ideas y expresiones,  pero se presenta con la bandera de la apertura y la libertad. Hace grandes esfuerzos para ofrecer una imagen de tolerancia y respeto, sin darse cuenta que está proyectando con su vida, una película de ficción bastante forzada y falsa, que nada tiene que ver con la realidad.
La sociedad de hoy baila con modos conciliadores donde parece que todos tienen derechos para hacer lo que quieran, pero los juicios internos  de las grandes mayorías suelen ser radicales y duros para comprender a las personas. De allí que la falta de entendimiento y de comunicación fabrique una sociedad disgregada con millones de individualidades que viven en una triste soledad, aunque en el balcón de su casa flamee la bandera de la libertad.
El que rompe las leyes morales porque se siente independiente va directo hacia un burdo libertinaje que atropella a las personas. El hombre que no esta sujeto por la ley y por sus compromisos es como un lobo suelto que está buscando una presa para comérsela. Aunque tenga excelentes notas, magníficos doctorados, sea exitoso en su vida profesional y gane los mejores premios, si no lucha por ordenar su vida privada, fracasará como persona.
Querer y tratar bien a todas las personas
Ser cristiano es amar como Cristo nos amó. Querer al prójimo es querer a todos sin hacer acepciones. Tener caridad es querer desigual a los que son desiguales. A cada persona hay que quererla de acuerdo a lo que es y a sus circunstancias. El que quiere de verdad tiene en cuenta todo y procurará ayudar a los demás para que todos mejoren. El que está bien hará mucho bien y el que está mal necesita ser ayudado para que salga de esa situación y pueda hacer el bien. Ser leales con las personas es decirles la verdad con caridad y alegrarnos cuando nos aconsejan para que seamos mejores.

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