El
amigo que todo el mundo quiere (el que sabe comprender)
LA ACTITUD ECLÉCTICA Y LA COMPRENSIÓN
Se
puede decir que lo más valioso del ser humano es su capacidad de comprender.
Cualidad que es consecuencia de un correcto y acertado conocimiento de lo que son las personas y de lo
que les está pasando en las circunstancias positivas o negativas de su propia
existencia. La persona comprendida
se siente feliz y puede decir del que lo comprende: “¡este sí me conoce y me quiere de verdad!” Es que la comprensión es esa suerte de
armonía entre el conocer y el querer que está totalmente a favor de la persona.
Se conoce porque se ama y al amar se conoce más para querer mejor. Entonces se
le dice siempre la verdad con caridad, por su propio bien, para que sea mejor,
con una gran comprensión y dándole la mano para ayudarlo.
Todo
ser humano debe esforzarse y luchar para amar y comprender a las personas que
tiene al lado. De ese esfuerzo se llega a la libertad y a la felicidad de todos.
La
actitud ecléctica ¿es comprensión?
A
diferencia de la comprensión la actitud ecléctica es solo extraer lo bueno de
cada persona: sus cualidades, su talento,
su genialidad y dejar de lado (sin decir nada) los aspectos negativos que
esa persona pueda tener: una vida privada
desordenada, ciertos vicios, injusticias…etc.
Esta
actitud llama a una tolerancia de “respeto”, que cierra los ojos a la realidad de esos aspectos para no
mirarlos ni considerarlos y aceptar a la persona solo por sus cualidades y
talentos. Pero como no se puede tapar el sol con un dedo, la realidad
forzará que la persona tolerante haga de tripas
corazón: un gran esfuerzo
para superar el reclamo de la conciencia y poder comulgar con el consenso de
moda: no tener en cuenta lo que pueda hacer una persona en su vida privada.
La
actitud ecléctica frente a la vida moral de las personas podría parecer
correcta porque impide hacer un juicio peyorativo de los desarreglos
particulares. Al no entrar en el campo de la privacidad, se la acepta con todo
lo positivo que tiene, que puede ser incluso motivo para la admiración y la
alabanza.
La
diferencia con la comprensión
La
comprensión es mucho más rica y valiosa. El que comprende mira a toda la
persona y a sus circunstancias con un afecto incondicional. El amor que tiene
es de tal calidad que puede ingresar en la vida privada del prójimo con
aceptación y agradecimiento. Puede tocar, con
una admirable serenidad, los aspectos positivos y negativos de cualquier
tema sin causar aspavientos, desagrados o temores en su interlocutor. Al
contrario las personas que lo escuchan se sienten respaldadas por la verdad y por
el cariño que reciben con esas expresiones que brotan de un corazón ordenado
por la caridad.
El
que sabe amar y comprender no hace ascos,
ni deja que la ira se encienda, por
los desórdenes o errores que ve. Con su paciencia y serenidad se convierte en
un “cirujano del alma”; que puede, por su generosa disposición y su conducta, llena de afecto y estima, ayudar a
extirpar los peores males de una persona.
Así
es la verdadera amistad, que consigue que la persona amiga sea feliz con la
verdad y obtenga los bienes que se derivan de ella. Y como el bien de por sí es difusivo, trasciende y se extiende a muchos
más. Es una verdadera riqueza de comunicación que hace libres a las personas.
La comprensión es al mismo tiempo conocimiento, amor y libertad. Llena de paz a
los seres humanos y a los ambientes donde se desenvuelven.
Las
posturas en las relaciones humanas
En
las relaciones humanas a nadie le gusta el que es radical, severo y duro con
las personas. La radicalidad es propia del que no sabe amar. Podría existir una
expresión sincera con ausencia de caridad, vale decir: sin comprensión y decir
una verdad que deja a la gente herida y mal parada. No es lo correcto. Las
cosas no se resuelven con la violencia. San Francisco de Sales decía: “vale
mucho más la ternura de la comprensión que la severidad del que tiene la razón”
No
sabe amar el que no tiene caridad o la ha perdido. La caridad es necesaria para
acertar en el amor, con la comprensión y el perdón. La caridad pone orden al
corazón y el orden del corazón no es militar, es de misericordia y de ternura, está
lleno de comprensión. Solo el que comprende puede dar más oportunidades porque
sabe perdonar. La oportunidad que procede del perdón vale más que la que se
obtiene por los propios méritos y así el que perdona da más libertad. Para ser
libres necesitamos de los demás.
Sin
caridad no hay nada, todo se desvirtúa.
Es
por eso que muchas personas que no pueden amar, por ausencia de caridad, persiguen una formalidad artificial de “buen trato” y para cuidar la imagen,
actúan con gestos y actitudes diplomáticas, cayendo fácilmente en la hipocresía
o en el doble discurso.
Surgen
así posturas políticas o diplomáticas que son distintas a lo que realmente se
siente o se piensa, (el que no tiene
comprensión suele tener una actitud radical, por ejemplo: no querer perdonar).
El alejamiento de Dios y la ausencia de caridad hacen al hombre terco con sus
convicciones y eso es una radicalidad, que lo puede llevar a la tiranía.
El
tirano contemporáneo, que es radical con
su subjetivismo, es también dogmático
en sus ideas y expresiones, pero
se presenta con la bandera de la apertura y la libertad. Hace grandes esfuerzos
para ofrecer una imagen de tolerancia y respeto, sin darse cuenta que está
proyectando con su vida, una película de ficción bastante forzada y falsa, que
nada tiene que ver con la realidad.
La
sociedad de hoy baila con modos conciliadores
donde parece que todos tienen derechos para hacer lo que quieran, pero los
juicios internos de las grandes
mayorías suelen ser radicales y duros para comprender a las personas. De allí
que la falta de entendimiento y de comunicación fabrique una sociedad
disgregada con millones de individualidades que viven en una triste soledad,
aunque en el balcón de su casa flamee la bandera de la libertad.
El
que rompe las leyes morales porque se siente independiente va directo hacia un
burdo libertinaje que atropella a las personas. El hombre que no esta sujeto
por la ley y por sus compromisos es como un lobo suelto que está buscando una
presa para comérsela. Aunque tenga excelentes notas, magníficos doctorados, sea
exitoso en su vida profesional y gane los mejores premios, si no lucha por
ordenar su vida privada, fracasará como persona.
Querer
y tratar bien a todas las personas
Ser
cristiano es amar como Cristo nos amó. Querer al prójimo es querer a todos sin
hacer acepciones. Tener caridad es querer desigual a los que son desiguales. A
cada persona hay que quererla de acuerdo a lo que es y a sus circunstancias. El
que quiere de verdad tiene en cuenta todo y procurará ayudar a los demás para
que todos mejoren. El que está bien hará mucho bien y el que está mal necesita
ser ayudado para que salga de esa situación y pueda hacer el bien. Ser leales
con las personas es decirles la verdad con caridad y alegrarnos cuando nos
aconsejan para que seamos mejores.
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