jueves, marzo 12, 2015

¿Qué hacer con los cuadriculados?
EL CLUB DE LOS REGLAMENTARISTAS

Hay muchas formas de perder el amor y una de ellas es el encallecimiento del corazón que se vuelve rígido y exageradamente duro con los demás. Severidad para el cumplimiento estricto de las reglas y ausencia de comprensión con el prójimo.

Quien sufre de esta desviación, (que puede ser grande o pequeña), se acostumbrará a mirar a las personas a través de las reglas y se enfadará, sulfurándose de una manera desproporcionada, cuando ve que no las cumplen como a él le parece. Con ese modo de ser, drástico y anancástico, el aparente ascetismo práctico de su conducta, creará anticuerpos y rechazos en las personas del contorno.

Si no se cultiva el amor a Dios y a los demás, con manifestaciones prácticas y concretas de verdadera amistad, el corazón se desvía y se achica. Se desvía hacia las reglas y se achica por escasez amistades. No se concibe un amor sin amistad. Si se ha perdido el amor, las amistades se pierden, o se convierten en complicidades egoístas, o se convalidan por un sistema de “cumplir” reglamentos.

Lo que se siembra se cosecha
Si se ha sembrado amor se cosecha amor y una cosecha de amor es rica en: verdaderas amistades, con nombre y apellido de personas que se quiere de verdad.  La auténtica amistad tiene un influjo constante en el presente y para toda la vida. El influjo de una amistad varía de acuerdo a las distintas épocas y circunstancias (situaciones en las que uno se encuentra), pero nunca se pierde si se cultiva.

El amor auténtico tiene un nivel alto. Existe una “onda vibrante” de intensidad que no es un mero sentimentalismo. Si se rebaja el amor, desaparece la vibración y el corazón empieza a llenarse de sentimientos efímeros, que se acaban enseguida, es entonces cuando la persona, agotada por falta de amor, pasará a  vivir de recuerdos o nostalgias, aferrándose al cumplimiento de los sistemas de funcionar que aprendió. Allí descansará su aparente “seguridad”, que es más bien inseguridad.

Al que vive con esas limitaciones le puede aterrar que le cambien los procedimientos o los sistemas que siempre tuvo. Esto  puede pasar a todas las personas, aunque sean muy mayores, cuando se disminuye el nivel de amor que se debería tener y se deja crecer el amor propio.

El amor en la tercera edad
Las personas que entran a la tercera edad deben luchar para mantener alto, si es que lo tuvieron, el nivel de amor a Dios y a los demás, si no lo hacen las limitaciones o achaques harán crecer de una manera desproporcionada su amor propio y esa persona, al llenarse de amargura y de manías, termina quedándose sola. Nadie lo llama ni lo va a visitar.¡, porque él mismo los espanta con su modo  rígido de ser, o de ver la vida.

La necesidad de Dios durante toda la vida
Cuando la persona es joven debe esforzarse en buscar a Dios para que dilate su corazón y pueda amar a su prójimo. El mundo alejado de Dios, cambia la jerarquía de valores y termina confundiendo a las personas. Dejarse llevar por la praxis habitual de los procedimientos humanos puede traer un apego fuerte del corazón a la funcionalidad (el crecimiento de la burocracia o la importancia que se da a la imagen), en detrimento de las relaciones humanas con un amor de amistad de calidad.

Desórdenes que empañan el amor de amistad y lo pueden eliminar
Los desórdenes en los acercamientos humanos ocasionados por desviaciones sensuales o sexuales, propias o de otros, han empañado y desvirtuado la pureza y honestidad del amor de amistad. Es penoso darse cuenta que algunos no lo descubren nunca: los que se han desviado por un desorden y los que, en el otro extremo, se aferraron a teorías o sistemas que les impidieron tener verdaderos amigos.

Las personas que se mantienen distantes, por miedo a caer en esos desórdenes, o por temor a que otros piensen que sus relaciones humanas se vean como impropias, podrían quedarse sin descubrir lo que es una verdadera amistad. Esto sucedería si, como mecanismo de defensa y para no tener problemas, se acostumbraran a poner el corazón solo en el trabajo o en sistemas de funcionar habituales donde hay pocas ocasiones de hacer amigos por falta de tiempo.

Reglamentaristas anancásticos
Los reglamentaristas son los que cuidan más los sistemas que las personas. Viven para que los sistemas caminen y piensan que de ese modo se está cerca de las personas. Pueden conseguir la difusión de un sistema y hasta morir como héroes por haber luchado para que perduren los procedimientos o controles del sistema, pero en sus propias vidas se irá incrementando una amargura desagradable y una soledad prolongada. Esto ocurrirá si no pudieron advertir a tiempo que su conducta estaba adoleciendo de algo esencial, que forma parte del sentido de su vida: el amor de amistad.

El amor de amistad tiene un síntoma claro: la cercanía de los amigos, las personas que llaman, que visitan, que vienen, que quieren, solo por el hecho de ser amigos, sin que medie nada que no sea solo la amistad.
No cabe que uno diga que ama a Dios si no tiene verdaderos amigos. Los amigos no son las personas conocidas, tampoco los colegas o los que se acercan por un interés distinto, sino los que vienen a verlo a él y están a su lado de un modo habitual; las personas que lo buscan por el único motivo de ser amigos.

El amor de amistad es una cercanía recíproca que puede darse entre esposos, padres e hijos, maestros y alumnos, mayores y menores. Una verdadera amistad no está reglamentada ni tiene fronteras, no obedece a teorías, es personal e intransferible y para todas las personas sin excepción. El amor de amistad es totalmente lícito y natural. Nadie tiene derecho a impedirlo.

Los reglamentos y controles que pudieron servir en un momento para resolver situaciones coyunturales o de emergencia, pueden perjudicar las buenas relaciones humanas que deben existir entre las personas y la atención a otras situaciones de emergencia que deben tener prioridad, aunque se salgan de los esquemas habituales.  En la parábola del buen samaritano se explica con mucha claridad que la motivación principal de la buena conducta no es precisamente lo que estaba reglamentado.

La ley natural y la conciencia
Con excepción de los mandamientos de la ley de Dios, que se expresan en la persona como ley natural y fundamento de la moralidad y de la conciencia, el servirse solo de reglamentos y controles pueden ser útiles para una función de algo determinado y cuando se logran los objetivos ya no serían necesarios.

En la generalidad de las cosas se puede decir que el ser humano progresa cuando tiene la responsabilidad de adquirir los hábitos buenos que son las virtudes  que le exigen constantemente un nivel de amor cada día más alto y por lo tanto un acercamiento virtuoso a las personas.

Los cuidados que sean necesario para hacer bien las cosas, cada uno los debe poner  responsablemente, confiando en el buen proceder de los demás. Un amigo confía siempre en su amigo.

Es muy difícil que lo impuesto con una reglamentación exagerada persuada a las personas para que opten por el camino correcto. Algo impuesto a la fuerza podría durar un tiempo y al final terminaría derrumbándose totalmente.  Toda persona es educable para ser libre y la libertad consiste precisamente en haber elegido lo mejor. Estas decisiones humanas se dan en un clima de amistad y confianza.

Es necesario y urgente cultivar el amor de amistad para que haya progreso en la sociedad. La verdadera amistad es una fuerza que aguanta todo y no un clavo pintado en la pared, es la delicadeza y la finura de las relaciones humanas tejidas con la comprensión y el perdón. Es tener fe en la construcción de la nueva civilización del amor.


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