miércoles, abril 08, 2015


Las debilidades del resentimiento
AMAR LAS DIFERENCIAS  (IV)
Cuando vemos que a los partidarios del amor libre no se les puede ni tocar, porque se sienten heridos y reaccionan de modo violento, estamos observando la debilidad de un voluntarismo que busca “crear” una verdad como si fuera un dogma para que todo el mundo acepte. Y al que no acepta lo miran como a un infeliz discriminador y retrogrado, y lo convierten automáticamente en un potencial enemigo.
Ese tipo de conducta refleja la herida de resentimiento que llevan en la interioridad de un modo habitual.  Las personas heridas actúan atacando porque piensan que los demás habitualmente lesionan sus derechos. En los tiempos actuales existe una pandemia de heridos que se sienten despreciados y discriminados habitualmente, deambulan por el mundo con el arma cargada pensando que tienen derecho a disparar.
Esa conducta es semejante a la de algunos fundamentalistas, que cuando se sienten heridos, atacan con furia y son capaces de matar, creen que tienen la patente de corzo para insultar y denigrar a los que no piensan como ellos.
Los abanderados defensores del amor libre no se dan cuenta que, al poner énfasis en esos pretendidos derechos, están olvidando otros, que son, para ellos y para todos, mucho más importantes y cuando se colocan en los primeros lugares, como debe ser, los que son falsos caen por su propio peso para el acierto y la ganancia de todos.

Los ataques de los que realmente discriminan
La discriminación y el desprecio por el prójimo ha existido en todas las épocas. Es un mal que solo se puede vencer con planteamientos personales de lucha. Toda persona debe esforzarse por querer a su prójimo. Si no hay verdadero afecto y estima por las personas el corazón no funciona y el hombre falla en su trato con los demás. Herirá habitualmente a su prójimo, aunque haga propósitos de reconciliación.
Decirle negro, indio, serrano o cholo a alguien es considerado un insulto. Esta claro que una persona que emplea en su lenguaje habitual estos términos para referirse a los demás lo hace con un afán discriminatorio y atenta contra la dignidad de las personas. Quien conoce bien la realidad del momento sabrá decir: hombre de color, habitante de la sierra, mestizo…etc. y se cuidará de no ofender a nadie con una actitud discriminatoria.
Los que se sienten afectados por algún tipo de discriminación, son los que hoy reclaman igualdad de trato para todos, y argumentan, incluso con citas bíblicas, que todos somos iguales y que por lo tanto debemos respetarnos y aceptarnos, sin poner trabas a los estilos de vida que cada uno quiera elegir. De acuerdo a estos requerimientos parece que son justas y saludables sus propuestas y lo serán cuando se trata del bien de las personas.
Sin embargo afirmar que cada uno es libre para escoger la opción de vida que desee y que nadie se debe entrometer en sus decisiones, no es necesariamente apuntar al bien de las personas.  A los que piensan así, (habrán pensado poco), habría que hacerles ver que todas las personas necesitan de los demás para realizarse como personas, de lo contrario no tendría sentido la educación.
Una cosa es la imposición y otra, bien distinta, la orientación. El que orienta lo hará siempre de acuerdo a la verdad y al bien. Todo ser humano necesita ser orientado (aconsejado) y formado de acuerdo a la verdad, para que sus elecciones sean acertadas.
Un padre no puede dejar de educar a sus hijos. Tratará de transmitirles los criterios acertados para que ellos los asimilen y puedan portarse bien en la vida, de acuerdo a esas pautas que recibieron en su formación. Es de suponer que esos criterios y pautas apuntan al bien.

La incoherencia de aceptar cualquier estilo de vida para la sociedad y la familia
Los reclamos de una sociedad liberal (que cree en la libertad absoluta), pretenden abrir puertas para cambiar las costumbres tradicionales que se consideran obsoletas y de otras épocas. Se pone el acento en que lo pasado ya fue y que la adaptación del hombre de hoy debe ser para la modernidad; es una suerte de complejo de inferioridad que busca el status de lo que es actual (lo que está de moda) con una vehemencia desproporcionada que arroja tierra a lo antiguo.
La sociedad liberal suele ser permisiva y anti ley. Busca paradójicamente que todo el mundo tenga aceptación en los distintos sectores de la sociedad y que esa aceptación sea total, para cualquier estilo de vida que se escoja.
El error y la debilidad de esta propuesta está en haber dejado de lado la noción objetiva de bien y de mal. Cuando esto ocurre y el criterio es meramente “democrático” se conseguiría, por consenso, que los drogadictos tengan sus espacios para consumir la droga cuando deseen, los prostíbulos tendrían una zona dentro de la sociedad para funcionar legalmente, los Gay alcanzarían un status de normalidad para ejercer derechos de matrimonio y educación de unos hijos que no son suyos, los sacerdotes casados obtendrían un permiso para seguir ejerciendo su ministerio, los sacerdotes Gay podrían vivir juntos y seguir siendo sacerdotes, los terroristas podrían alcanzar el derecho de ser respetados como una fuerza política levantada en armas, los colegios tendrían que aceptar profesores y alumnos Gay, que ejerzan sus derechos como tales, sin que nadie los discrimine.
Las familias tendrían que aceptar, entre sus miembros, parientes con opciones de vida distintas: los hijos tendrían que aceptar a la querida de su papá, los padres tendrían que respetar a la hija lesbiana que trae una amiga lesbiana a su casa, las familias tendrían que aceptar al profesor de educación física que es Gay y enseña a sus hijos, un padre debería aceptar que un hijo suyo cambie de sexo y que otro pueda llegar borracho a su casa porque le gusta tomar.  Si seguimos la lista nos encontraríamos con situaciones impropias que nadie aceptaría en el fondo de su conciencia aunque la sociedad haga propaganda y saque carteles a favor del amor libre.
La experiencia siempre enseña que aunque todo el mundo se ponga de acuerdo en aceptar lo que es contra natura, el deterioro y el caos que se origina termina derrumbándolo todo.
En estos temas elementales de sentido común no cabe la ingenuidad de pensar que todo se puede aceptar. Es necesaria y urgente la formación de la conciencia para que las personas sepan aceptar el bien y rechazar el mal.
Con la formación se combate a la malicia del que se encuentra suelto en plaza pensando que la libertad consiste en dejar rienda suelta a la espontaneidad y que cada uno es libre para determinar si algo es bueno o malo al margen de una ley moral. Craso error.
Agradecemos sus comentarios
*Próximo artículo: “Amor a las diferencias V”


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