sábado, octubre 04, 2008

La crisis financiera

EL DINERO NO ES DIOS


La última semana hemos visto a través de los medios de comunicación muchos rostros con evidentes signos de desesperación. Quizá muchos de ellos jamás imaginaron lo que en esos momentos estaban viviendo y de un modo sorpresivo.

Hace unos años, cuando los terroristas atacaron las Torres gemelas en Nueva York, la sorpresa también fue mayúscula. ¿Cómo era posible que ocurrieran esas cosas? se preguntaba la mayoría en los Estados Unidos y en el mundo entero.

Muchos que viven aparentemente “seguros” rodeados de muchas comodidades del mundo material viven al mismo tiempo “ciegos” frente a la realidad. El exceso de comodidades y de confort no les deja percibir lo vulnerables que son ellos mismos.

No deja de ser una sandez, la presunción del hombre que se cree poderoso, por tener unos cuantos billetes en el bolsillo o por pensar que un sistema que funcione es suficiente para tener éxito y seguridad. Y ahora vemos que, en medio de la crisis actual, muchos han cuestionado el capitalismo que parecía intocable con el libre mercado de la oferta y la demanda.

Las finanzas y el Marketing que encandilan a los más jóvenes, porque ven un futuro seguro y prometedor, parecen convertirse ahora en burbujas doradas que se las lleva el viento o en las cañas negras y quemadas de unos fuegos artificiales que ya no brillan en el cielo.

Esta crisis recuerda a la del Titanic, cuando el presuntuoso orador del discurso inaugural dijo, muy orondo, en medio de las multitudes que aplaudían: “a este barco no lo hunde ni Dios”. Cuando supo de la noticia, habría dicho: “¡trágame tierra!” como habrán dicho esta semana muchos financistas de los grandes emporios económicos.

Una crisis financiera no es como fallar un gol en el mundial de fútbol. El jugador que falló podría perder su carrera y muchos millones, en cambio el financista de marras, culpable de la crisis actual, no pierde por fallar, pierde por querer ganar sin escrúpulos, con el dinero ajeno y como consecuencia de la especulación. Tampoco se sabe bien, como en el caso del jugador de fútbol, quién es o quiénes son. Están detrás del telón.


Hay negocios que ciegan y entorpecen al hombre presuntuoso

A pesar de las continuas advertencias y experiencias que trae la historia el hombre sigue siendo presuntuoso y terco y quiere seguir construyendo la Torre de babel, y prometiendo a los incautos, crédulos de los negocios fáciles y meteóricos, otras utopías, que más bien, podrían ser útiles como guiones para una película más de ciencia-ficción.

Con estas palabras no queremos ni minimizar ni despreciar al hombre con afán de negociar para ganar más, al contrario, queremos situarlo bien para que conozca mejor su realidad y no se sorprenda por estar dormido o distraído, (no en el negocio sino en la vida), con tantas cosas banales, que además pueden llevarlo a la corrupción.


Con el dinero no se rescata al hombre

Después de haber visto muchas caras de desesperación de muchos que estaban al borde del suicidio por haberlo perdido todo, los medios de comunicación nos alcanzan ahora caras sonrientes por el éxito. “¡Por fin, llegó el rescate!” ponen los titulares de muchos diarios que circulan en el mundo y se ven también los abrazos y las celebraciones del caso.

Mientras algunos se sienten rescatados por una inyección de dinero y con una esperanza de recuperación, otros se frotan las manos para seguir especulando despavoridamente, como los compulsivos viciosos de las casas de juego que se han convertido en ludópatas y han dejado sus casas cargadas de deudas y a sus seres queridos en la ruina. Algunos vaticinan la llegada de nuevos ricos y de nuevos mendigos para el futuro. Y la vida sigue igual.

Es verdad que es urgente el rescate, pero el rescate del hombre que está perdido. A muchos les puede sacar ampollas que se mencione a Dios en estos momentos de crisis económica. El hombre presuntuoso quiere salir él solo de la crisis. No sabe ser humilde para reconocer sus limitaciones y situarse delante del único que puede rescatarlo: Dios.

Aunque estos párrafos suenen para algunos como son la pura realidad. Al hombre también le agarrará de sorpresa el Juicio de Dios frases apocalípticas de predicador de secta, (así está anunciado en las Sagradas Escrituras). El hombre que se considera seguro, que vive o busca vivir con una posición económica holgada, que cree que tener dinero es suficiente para conseguir sus aspiraciones más altas; a ese hombre equivocado, que ha perdido la brújula, es necesario rescatarlo, para que se de cuenta que el dinero no es Dios.

En nuestra sociedad vemos que muchos dineros se emplean contra Dios (a favor de las inmoralidades, los vicios y las guerras), pero también, el dinero que se quiera emplear para el bien puede corromper a los hombres de bien, si se olviden que primero es Dios.

Si el hombre no pone en primer lugar a Dios por muy nobles que sean sus aspiraciones y deseos, el desorden de su jerarquía le hará ver cuantiosas pérdidas en el campo de Dios que le tocó sembrar y si no cambia, el tiempo se encargará de hacerlo desaparecer a él y a sus obras.

Los economistas suelen decir que hay que saber comprar y vender a tiempo para tener éxito. Efectivamente en el tiempo es cuando tenemos que negociar y éste se nos acaba.

Dice el refrán: “nadie sabe para quién trabaja” que hoy se cumple porque se ha perdido la noción de los motivos por los que se debe trabajar y además se llama trabajo a cualquier actividad, aunque sea ilícita (la licitud no depende de que esté reglamentado o no sino de le ética).

Se le llama trabajo a la especulación, a los negociados, a las trapisondas, a los robos y al activismo desmedido del hombre egoísta y voraz, que muerde con la boca bien abierta dando un buen bocado para su satisfacción y deja las migajas (la menor parte) para que sea repartida entre muchos mientras se autoproclama creador de empleos o benefactor.

Si nos enriquecemos con trabajos que no benefician a los demás o al país (con justicia), nos empobrecemos como personas y terminaremos mendigos, como el rico Epulón de los Evangelios. Seríamos hombres que no supimos aprovechar bien el tiempo para el negocio más grande de nuestra existencia, que es la salvación de nuestra propia alma después de haber dejado en la tierra una herencia de honradez, dignidad y Amor.

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