miércoles, diciembre 24, 2008

¿Estamos preparados para recibir?
EL REGALO DE DIOS

Ha nacido un Niño que es para todos los hombres, de todas las razas, de todos los pueblos y de todos los tiempos. Un Niño enviado por Dios Padre que viene para rescatarnos y salvarnos. Para poder valorarlo y adorarlo es necesario ser conscientes de nuestra condición, de cómo nos encontramos los seres humanos y de cómo estamos cada uno.
En el Antiguo Testamento los hombres esperaban un Mesías, porque lo necesitaban para ser libres. Ahora nosotros, después de siglos, necesitamos al Redentor. Con cuanta fuerza el recordado y queridísimo Papa Juan Pablo II nos instaba en su primera encíclica “Redemptor Hominis” a ¡no tener miedo! Para abrirle las puertas de nuestro corazón al Redentor: Nuestro Señor Jesucristo.

En el Nuevo Testamento vemos cómo Jesucristo se acerca a todos los hombres, incluso a los más pecadores. Los pecadores no se sienten repelidos por la santidad. Se acerca a cada uno de nosotros, cualquiera que sea nuestra condición y se acerca como un amigo para darnos lo mejor. Nos quiere enseñar su Vida para que le sigamos y seamos felices.
Esta Navidad es una nueva oportunidad que tenemos para acercarnos más a El y seguirle de verdad. Siempre comprobamos que el que nos viene a rescatar nos trata muy bien. Bajó hasta nosotros para elevarnos con El. Con la Encarnación se hizo enteramente semejante a los hombres, pero no para que nosotros alcanzáramos solo una perfección humana. Se hizo hombre para que nosotros fuéramos como Dios, para que se logre en cada uno un endiosamiento que nos lleve a tener la cabeza en el Cielo y los pies en la tierra, la cabeza fría para pensar y rezar y el corazón caliente para amar.
La perfección del hombre no consiste en una meta humana. Estamos destinados para el Cielo, allí está la meta que debemos alcanzar a lo largo de nuestra vida aquí en la tierra. Nuestra meta es sobrenatural y los pasos que vamos dando serían verdaderos saltos de calidad, si es que contamos con la ayuda de la Gracia que nos trae Dios.
Decía el actual papa Benedicto XVI que “los años de los hombres no se pueden contar como los números de un balance. El ser humano comienza siempre de nuevo… Quien utiliza cálculos matemáticos para medir al hombre lo denigra, lo baja a la condición de número.” El hombre es mucho más que los números, es un ser espiritual, es hijo de Dios y debe vivir vida sobrenatural. Jesucristo es el camino para lo divino, para que el hombre con la ayuda de la gracia se eleve, para que levante la cabeza y busque a Dios. Dios viene para que nos elevemos. No basta un acercamiento en la línea de la admiración o para la conquista de unos criterios morales que nos permitan manejarnos en la vida sin mayores problemas.
El Niño Dios viene para enseñarnos que el amor de Dios es la ciencia más importante del mundo, que todos debemos saber. ¡Qué triste es la vida del que no ama a Dios! Ser rectos puede ser un primer paso en el camino del amor a Dios, pero el hombre debe seguir andando para llegar más alto: Amar a Dios “…con todo el corazón, con toda la fuerza y con toda la mente”. El que es capaz de adorar a Dios es capaz de cosas grandes.

Nos ha nacido un Niño para que vayamos a adorarlo. La Iglesia nos convoca para adorar a Dios. Si lo podemos hacer es porque llevamos dentro un gran tesoro, el mejor regalo que nos ha hecho Dios y que es el mismo Dios. Ahora lo vemos recién nacido, inerme, indefenso. Luego lo veremos en la Cruz muriendo por nosotros, entregándonos su vida y rescatándonos de la esclavitud del pecado. El es el verdadero y único liberador, que nos llena de amor, para llevarnos luego hasta el Cielo.

¡Feliz Navidad! con el calor y el amor de la Sagrada Familia que encontramos en Belén y la paz para todos los hombres de buena voluntad.

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