lunes, mayo 11, 2009

Fieles a Dios y a la Iglesia
LOS PANTALONES Y EL COMPROMISO

Con ocasión del escándalo suscitado por la conducta impropia del P. Alberto Cutié y la consiguiente difusión mediática a través de periódicos, revistas y programas de televisión en el mundo entero, salieron a relucir diversas opiniones.

Mientras algunos aprovechaban la ocasión para echar tierra sobre la Iglesia y los sacerdotes, cuestionando el celibato y la rectitud de intención de los que viven la virtud de la castidad y son fieles a sus compromisos, otros rezaban por este joven sacerdote para que se arrepienta de la falta cometida y vuelva al redil, para seguir viviendo de acuerdo a los compromisos que adquirió con Dios y con la Iglesia.

Hemos escuchado con preocupación las últimas declaraciones hechas por el P. Alberto que a nuestro juicio son bastante desafortunadas porque encierran una falta de disposición para ver la realidad, al estar afectado por una afectividad bastante desordenada.

Con la impureza se puede perder la cabeza

Todos sabemos que el amor y la pasión pueden cegar al hombre. Además, si falta humildad, el hombre pecador podría sacar argumentos que justifiquen sus actos indebidos y esos argumentos convertirse en un ataque. Como dice en refrán “no hay mejor defensa que el ataque”

En el caso del P. Alberto hace más daño y es más graves la declaración hecha para defenderse que el pecado que cometió contra la castidad. Todos recordamos en el pasado la actitud que tuvo Enrique VIII al querer que la Iglesia cambiara y le diera el divorcio para estar oficialmente libre de su compromiso matrimonial y poderse casar con Ana Bolena. También algunos pensaron en aquella época que la Iglesia había sido muy dura. Luego hemos visto cómo siguió la historia.

Hay deberes sagrados que cumplir

Decir que debajo de la sotana están los pantalones no es inventar la pólvora, es verdad que todos los sacerdotes somos hombres y también tenemos atracción por las mujeres, como todos los hombres, pero eso no nos otorga licencia para mancillar nuestros compromisos.

Qué le diría una esposa al marido que se ha ido con otra, si éste le dice: “me enamoré porque soy hombre y el amor es algo que viene solo y no tiene nada de malo,… yo la quiero mucho” Acaso los hombres casados no tiene que cuidar su corazón de los afectos indebidos de otra persona que no sea su mujer, para no caer en pecados contra la castidad que fácilmente le pueden llevarle a ser infiel.

No es verdad, como ha afirmado (desde su herida) el P. Alberto, que el sacerdote necesite del amor de una mujer para poder vivir su vocación sacerdotal. La Iglesia ha vivido siglos con sacerdotes y religiosos célibes que viven felices su entrega de amor a Dios. Un sacerdote santo es un sacerdote enamorado de Dios y de su vocación. Transmite el amor de Dios a todas las almas que se le acercan. No es un acomplejado ni un reprimido.

El P. Alberto necesita nuestras oraciones para recapacitar y recordar los argumentos que sobre la castidad y el celibato aprendió en el seminario. No creemos que haya ignorancia, es la ceguera del pecado. El lo debe saber por su experiencia sacerdotal. Cuando uno no vive como piensa termina pensando como vive. Si uno se aleja de Dios y vive en pecado, el diablo no lo quiere soltar para que se siga perjudicando y el daño se extienda a otros.

La Iglesia nos recuerda siempre nuestros compromisos. El Evangelio del último domingo nos recomendaba estar unidos a la Vid. Cada cristiano y los sacerdotes debemos estamos unidos por los compromisos adquiridos y allí es donde tenemos que poner el corazón. No podemos separar a Dios de nuestros compromisos. Dios quiere que cumplamos con nuestros compromisos y seamos fieles hasta la muerte.

Nadie puede decir que la voluntad de Dios va por otro lado para intentar refugiarse utilizando a Dios como cómplice de nuestros pecados.

En esta sociedad, que se ha alejado de Dios, muchos han roto sus compromisos. Es el momento de recapacitar para volver a meter a Dios en nuestras vidas. El nos está esperando y necesita de nuestra fidelidad para que los demás sean fieles.

Oración por los sacerdotes
Los sacerdotes necesitan la oración de todos los fieles. Los fieles no pueden respaldar a un sacerdote que le da las espaldas a su compromiso con Dios y la Iglesia. Triste respaldo sería el de ser cómplices de la infidelidad.

El Papa, los obispos y todos los sacerdotes se apoyan, para ser fieles, en la oración de todo el pueblo de Dios. Una misión importante de los fieles es rezar por la santidad de sus sacerdotes.

Agradecemos sus comentarios

1 comentario:

Anónimo dijo...

No es poco común ver que algunos seres humanos, guiado por sus pasiones, olvidan los compromisos que han adquirido en sus vidas.
Muchos hombres y mujeres se dejan seducir por tentaciones vanas que les hacen perder el rumbo y mientras están "mareados" no ven las consecuencias tanto para si mismos como para sus entornos.
Cuando son descubiertos (as) actúan generalmente de manera defensiva y con sus “explicaciones” o “justificaciones” lo único que hacen es complicarse más y crear una bola de barro que los arrastra, arrastrando a su vez a las personas o instituciones con las que están ligados.

El tiempo es el que les devuelve la cordura abriéndoles los ojos y el entendimiento, bien cuando enfrentan las posteriores consecuencias negativas que tienen que asumir, bien por posteriores desengaños ante sus falsas ilusiones o bien por sus referencias morales (cuando las tienen).

En el caso de P.Alberto, solo resta
- Pedir a Dios que retorne a el la sensatez,
- Que la Iglesia se ocupe de procurarle los medios para que el reacciones y enrumbe su vida, corrigiendo sus errores y en la medida de lo posible el daño causado (nunca el daño puede ser totalmente reparado)
- Que se retire de la institución asumiendo que no es su sitio y asi evitar que se siga derramando basura sobre la imagen respetable del sacerdocio.

Lo que si no me explico es como un sacerdote con sus características (joven carismático y buen mozo) fue colocado en ese lugar, donde las tentaciones (especialmente carnales) lo iban a acechar obviamente mas.
Evidentemente aquí no solo patinó el.