viernes, mayo 29, 2009

Espejismos de la época
LOS ENGAÑOS DEL RELATIVISMO

La sociedad relativista, a través de personas individuales o de instituciones de aparente prestigio y poder mediático, aplaude con más énfasis las posturas abiertas de libre opinión que permiten un espacio para todos.

Señalan la necesidad de la inclusión y de la tolerancia que se oponen a posturas dogmáticas discriminantes y arbitrarias. Utilizan la bandera de la libertad, que para ellos significa especialmente independencia y capacidad para elegir de acuerdo a convicciones personales, sin que medie nadie más que la propia subjetividad.

Aparentemente todo suena bien. Las personas se sienten libres cuando pueden hacer lo que quieran y cuando no se sienten coaccionados por otros que pueden convertirse en obstáculo para su libertad y felicidad.

Los Consejos del relativista van en la línea de la libertad absoluta
(eres dueño de tu vida, disfruta como tú quieras, no hagas las cosas para contentar a otros sino las que te alegran a ti mismo, escoge lo que más te gusta, rompe con lo que te disgusta, libérate sin miedo…)


No existe la libertad sin la verdad
El núcleo del error relativista está el dejar la verdad de lado o en utilizarla sólo para defender un beneficio personal. Suelen decir “mi verdad” y no la verdad.

Es necesario conocer la verdad para poder ser libre. Si se cierra los ojos a la verdad se cae en la esclavitud de la falta de libertad y se termina en la descomposición. La tolerancia y la inclusión son una utopía si no se acepta la verdad y cuando se acepta se descubre la Caridad que va mucho más allá que la tolerancia.

El Papa Benedicto XVI recuerda: “El Espíritu de libertad no es simplemente la propia idea, la visión personal de quien interpreta…”


Las verdades de fe no son imposiciones de la Iglesia

Algunos piensan que la Iglesia quiere imponer sus verdades a todos, y que debería callarse y no meterse en la vida privada de las personas.
Es necesario aclarar que la fe no está solo en el reconocimiento de unas costumbres o de un legado recibido, sino en la correspondencia actual a la verdad. La verdad hecha vida; o la vida que se hace con la verdad.

En el caso de la evangelización de América: “El anuncio de Jesús y de su Evangelio no supuso, en ningún momento, una alienación de las culturas precolombinas, ni fue una imposición de una cultura extraña. Las auténticas culturas no están cerradas en sí mismas ni petrificadas en un determinado punto de la historia, sino que están abiertas, más aún, buscan el encuentro con otras culturas, esperan alcanzar la universalidad en el encuentro y el diálogo con otras formas de vida… En última instancia, sólo la verdad unifica y su prueba es el amor” (Benedicto XVI Discurso inaugural en Aparecida, Brasil, Domingo, 13 de Mayo del 2007).

La apostolicidad de la Iglesia con su extención por todo el mundo es en defensa de la verdad y la libertad para todos los hombres. El mismo Jesucristo, antes de subir al Cielo el día de la Ascención, le pidió a los apóstoles que fueran por todo el mundo para predicar la verdad.

El Relativismo de hoy es anti cristiano y anti verdad. En su elaboración y crecimiento están: los que mienten para buscar el provecho personal y los que son engañados por las “facilidades” de un proyecto mentiroso. Es penoso que sean muchos más los engañados que los que engañan. El “paraiso” de libertad que prometen los engañadores es tan falso como la utopía que prometían los marxistas del siglo pasado.

Le Evangelización de la Iglesia continúa su andadura sorteando las dificultades de cada época a pesar de las leyendas negras que se tejen contra sus apóstoles.

El Espíritu Santo es quien asiste a la Iglesia y a cada fiel que está unido a ella. La fe en los medios sobrenaturales y en la conversión de las personas ha sido constante a lo largo de la historia, que está llena de vidas ejemplares y obras de caridad en beneficio de los hombres, especialmente de los más necesitados.
En la actualidad los frutos de la actividad de la Iglesia en muchos lugares del mundo son reconocidos por la mayoría.

Le fe de la Iglesia no es la ingenuidad de cerrar los ojos a la realidad con un entusiasmo iluso o infantil. Los apóstoles de hoy como los de todos los tiempos deben llamar a las cosas por su nombre.
Ser realista no es ser negativo. Los errores hay que señalarlos para que se corrijan. El Espíritu Santo otorga a los que aman a la Iglesia el don de lenguas necesario para ahogar el mal en abundancia de bien y no callarse cuando es urgente hablar. San Josemaría recordaba que "el infierno está lleno de bocas cerradas"

Hoy más que nunca es necesario hablar para combatir el mal diciendo la verdad, sin miedo y con valentía. No podemos permitir que las actitudes relativistas, que se llaman "tolerantes", desplacen la verdad y la expulsen. Eso significaría sucumbir en el combate por la Vida y la Libertad de las personas, es decir: por la felicidad de cada uno.


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