viernes, setiembre 18, 2009

"Unidos" para medrar

Unidos” para medrar

APETENCIAS DE PODER


Muchos de los que accedieron a los organismos de poder, no ingresaron para servir, como lo habían dicho en sus declaraciones públicas, sino para medrar en beneficio propio. Algunos, que se iniciaron como mansas palomas, fueron escalando posiciones y vendiendo una imagen de buena conducta hasta que llegaron a las plataformas de poder, para convertirse en los caimanes de turno. Ya habían hecho las gestiones con los “amigos” para llenarse de prebendas con los bienes públicos.

Cuando se toca este tema los periodistas suelen decir: “¡nombres!” , “¡denuncie Ud.!como si se tratara solo de acusar a unas cuantas personas y declararlas enemigas del país, por sus actos de corrupción.


La palabra “corrupción” es general y ambigua. Nadie quiere ser calificado con ella. Los mismos corruptos la rechazan, ellos se consideran honrados y limpios. Al mismo tiempo, los que la emplean, no tienen escrúpulo en llamar corrupto a cualquiera, aunque se trate de asuntos nimios. Los políticos se acusan entre ellos de ser corruptos. También existen defensores que opinan que hablar de corrupción es una exageración porque los corruptos son muy pocos.



Sectarismos de complicidad (mafias dentro del poder)


Toda corrupción tiene su punto de partida en alguna desviación o tendencia desordenada del ser humano que la educación no ha podido corregir. El egoísmo humano y el ambiente de competividad con deseos de protagonismo, puede generar grupos de influencia, donde todos se apoyan mutuamente para conseguir beneficios propios.


La misma sociedad competitiva alimenta deseos de poder. Esas mismas apetencias son ya un punto de corrupción, porque lo que se está buscando es el poder y no el servicio. De esas apetencias desordenadas se derivan actitudes y conductas manipuladoras que dan origen a sectarismos en organismos o instituciones, que en vez de estar unidos para defender los intereses de todos, se están peleando en busca de la cutra.


Personas y sistemas

La lupa hay que ponerla antes en las personas que en los sistemas. Los sistemas son manejados por personas que crean las leyes, decretos y procedimientos para actuar. Los mismos sistemas pueden estar protegiendo a grupos de poder que quieren seguir enquistados en los puestos estratégicos, presentando incluso un escenario de limpieza y honradez con expedientes inmaculados.


A pesar de los inconvenientes que puede traer un sistema, vale la pena fijarse bien en la trayectoria que tiene un candidato que aspira a una plataforma de poder. El que elige debe conocer bien a quién elige y no dejarse engañar por las escenografías preparadas por los ambiciosos del poder.


Resulta infantil y pernicioso colocarse en el lugar de los buenos para decirles a todos: “yo soy el mejor, los demás son los peores” Sin embargo muchos se presentan así, con actitudes vanidosas, que reflejan mediocridad y poca categoría humana.


Cuando observamos este panorama nos duele que la educación haya permitido la autopromoción de personas sin criterio moral; la atrevida presentación de un líder narcisista que busca inciensos en sus adeptos, y una lealtad que no defiende la verdad y el bien común, sino los apetitos insanos de quienes se arriman para morder algo del pastel, ofrecido por lo bajo, mientras presentan un proyecto de buen aspecto, que sirva de tapadera.



No se puede gobernar lo ingobernable


Cuando se gobierna para servir a intereses personales o de grupo se crea una impotencia para gobernar en nombre de la justicia. Todo se convierte en un laberinto sin salida y en un círculo vicioso que impide el progreso. Se gastan todas las energías y los recursos en pelear y perseguir a los corruptos que continúan “aprovechando las ocasiones” para llenar sus bolsillos, hasta que los expulsen; pero a la larga todo se “arregla”, porque se ponen de acuerdo para enterrar verdad. Primero hubo una pelea de protagonismo y después una complicidad para tapar:“Si tú hablas yo hablo, mejor callamos los dos y nadie se entera”.


Quien honradamente quisiera arreglar las cosas termina encontrándose con un sectarismo pernicioso que no obedece a ideas u opiniones distintas, sino a intereses y apetencias indebidas. Se puede hablar de la corrupción pero no se puede eliminarla.


Las apetencias desordenadas, si no se corrigen a tiempo, crean en las personas un modo de ver las cosas distorcionado: afanes de buscar cómplices que puedan permitir “negocios” huyendo del honrado, que se conviertirá en un estorbo, por ser un peligro para “los trabajos” que se han hecho con tanto esfuerzo. El que es correcto termina siendo incómodo para el sistema.


Este temor del hombre desordenado por sus apetencias, lo convierte en un ambicioso de todas las posiciones de poder. Expulsará de su lado, no solo a los honrados, también a los otros ambiciosos, que han sido cómplices. El que busca todo para sí se convierte, con mucha facilidad, en un traidor.


El hombre que ha ido trepando y medrando llega a creerse investido de autoridad para marginar al que se le opone. Utilizará todas las artimañas para expulsar al adversario de sus escenarios y ocupar todas las poseciones de poder. Terminará traicionando a muchos hombres y a la patria entera.


Es necesario sanear a las instituciones de afanes protagónicos y apetencias de poder de sus integrantes y elevar la altura intelectual y moral de los líderes para que estén realmente al servicio de todos con honradez y justicia.


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