viernes, enero 22, 2010

Movidas astutas para ganar o proteger

EN EL UMBRAL DE LA CORRUPCIÓN

No todo lo irregular o informal es corrupción. Pueden haber medidas que se tomen en determinadas circunstancias que favorecen a grupos o personas teniendo en cuenta la epiqueya (la interpretación benigna de la ley favorable a las personas).

En las relaciones humanas se dan muchas situaciones humanitarias de ayuda entre las personas, que son normales y loables, aunque puedan afectar en algo a la ley. Por ejemplo: Permitir que alguien salga antes de su trabajo porque lo amerita una urgencia, no aplicar un castigo merecido porque se escogió la vía del perdón, ocultar un error ajeno porque publicarlo sería peor para todos.

Medidas políticas distantes de la ética (ataques y defensas)

En los ambientes políticos (cargados de corrupción), es donde se originan las exageraciones que tienen como fin atacar al adversario. Si le encuentran un matiz irregular en alguna de sus acciones, lo podría calificar, sin más, de corrupto. Suelen ser ambientes de “competividades enfermizas y malsanas” donde todo vale: la mentira, la exageración, la manipulación, el ataque y la deshonra.

En estas épocas, habría que aconsejar a las autoridades y a las personas que tengan algún cargo de responsabilidad, que sean buenos y que también lo parezcan. No es para menos; hoy por hoy las miradas de muchos están torcidas, por estar infectadas de un sistema corrupto de desconfianza y de sospecha. También habría que aplicar el dicho popular:“piensa el ladrón que todos son de su condición”

Debemos afirmar con claridad que estos modos de ver injustos, donde no hay perdón ni caridad, son degradantes y nefastos; y estarían también en el umbral de la corrupción.

Cuando salpican las acciones innobles de un sistema donde campea la corrupción

El mundo, rico y valioso, de gestiones humanitarias de ayuda y caridad, se está perdiendo en muchos ambientes y es sustituido por un clima de tensión y rivalidad más proclive a la guerra que a la solidaridad.

Dos enemigos grandes de los ambientes sociales son la desconfianza y la falta de autonomía. Como nadie se fía de nadie, se instalan todo tipo de controles. En un ambiente así, habría que andar protegidos con una poderosa armadura, por los ataques persistentes de un sistema inquisidor, que irresponsablemente y sin que existan motivos fundados, lanza piedras a mansalva. Hoy mucha gente vive solo para defenderse.

Estas situaciones provocan la expansión de la política de la no intervención. Muchas personas, de conducta intachable, se abstienen de actuar para no ser atacados injustamente por redes manejadas por sistemas de corrupción.

Las minas sembradas en los trabajos más nobles y delicados, han estallado muchas veces, hiriendo a inocentes, que han visto mancillada su honra y la de su familia, al ser acusados de corruptos por políticas irresponsables. No son pocos los que se encuentran condenados e incapacitados por las injusticias de una política competitiva y sucia.

Los errores humanos los pueden cometer las personas más buenas

Cualquiera puede verse involucrado, de la noche a la mañana, en una situación de corrupción sin ser corrupto, por un pequeño error cometido tratando de hacer el bien. Es verdad que una autoridad o un funcionario deben conocer bien el terreno que están pisando. Pero también es verdad que nadie está libre cometer errores y debe existir para todos un derecho al perdón y a la limpieza del camino. No está bien que las personas queden con un expediente manchado que nunca lo puedan limpiar, aunque hayan sido muy graves sus errores.

Si queremos establecer criterios para poder discernir mejor en temas de corrupción, habría que distinguir entre las acciones y las motivaciones de fondo. Quien juzga debe saber que cometer un error no es sinónimo de corrupción. Frente a los errores se rectifica y se pide perdón. Un error grave podría tener consecuencias graves. Habría que ver los motivos y las circunstancias que dieron origen al error y ver cómo se arregla todo.

Hay errores que se cometen por proteger a los demás (ocultar una falta), podría ser algo noble, aunque tenga alguna una consecuencia negativa, que habría que resolver. Los hijos de Noé ocultaron la embriaguez de su padre. No significa que fueran cómplices de las borracheras de su padre. Lo ocultaban para que el padre no perdiera el honor y ellos, además, procurarían curarle de ese defecto. Algunas veces la prudencia pide ocultar un error porque es mejor para todos y otras veces la misma prudencia indica que es necesario que se conozcan bien las cosas, por el bien de todos. De allí que el que juzga debe de actuar con criterio a la hora de aplicar la ley.

Las leyes son una falsilla necesaria para juzgar una conducta. Se entiende que las leyes están a favor de los hombres y no en contra, los que las aplican deben estar en la línea de querer el bien. Se supone que son personas buenas que juzgan queriendo el bien (lo correcto, la verdad).

Cuando las leyes no se viven dentro de un país, hay que pensar que el nivel de corrupción es elevado. Y cuando además se comprueba el dicho popular “hecha la ley, hecha la trampa” tenemos que pensar que existen en la sociedad miles de trampas y muchísimos tramposos. Las trampas están en el umbral de la corrupción.

Los que utilizan la ley para perjudicar y ganar

Las leyes aplicadas por los corruptos maltratan a las personas y son una tremenda injusticia que todos deben deplorar. El mal policía utiliza la ley para sacar un soborno. El que está dispuesto a pagarle al policía deplora la multa, en cambio al policía no lo ven tan malo porque le cobra menos. En esta situación se encuentra la mayoría. Hay como un acuerdo tácito. Cuando la policía y el pueblo prefieren el soborno ambos han ingresado, (con el pensamiento o con los hechos), en el terreno de la corrupción.

Un buen policía podría poner una multa o perdonarla, sin ganar nada él. Lo que le debe interesar al buen policía es la seguridad del automovilista. Habría que aspirar a este nivel que aún parece una utopía. El automovilista correcto no es el que desea pagar las multas sino el que se esmera en manejar con corrección.

No es una novedad de nuestro medio afirmar que el hombre de a pie, criollo e informal, quiere ser astuto para aprovechar las situaciones y sacarle provecho a todo, con engaños, chanchullos y trampas.

Existen muchos piratas y ladronzuelos, que no les importa perjudicar a una persona, dándoles “gato por liebre” y con el arte de la charlatanería ser hábiles para “dorar la píldora” y convertirse en extraordinarios negociantes. Ganan ellos y pierden los demás. Estas personas, ¿no están acaso en el umbral de la corrupción? Y muchos otros, hace tiempo que han caído en ella.

Hay que enseñarle al hombre el amor a la virtud y procurar que sea virtuoso. No basta con que las cosas se arreglen, los que tienen que arreglarse son las personas. Se podría conseguir que las cosas funcionen bien y lo que habría que conseguir es que las personas funcionen bien. Los controles pueden ayudar y perjudicar, depende de cómo se manejen. El “gran experto” en controles no suele ser el gran líder de las personas. Si no se tiene confianza se está perdido. Más le engañan al desconfiado que al que confía.

Es necesario el liderazgo del ejemplo y la virtud para persuadir a los demás a ir por el mismo camino.

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