viernes, enero 08, 2010

Perfeccionismo y santidad
LOS ANANCÁSTICOS (II) y los santos

Nos podría parecer a primera vista que un perfeccionista es una persona que aspira a la santidad por la rectitud de su conducta y la disciplina que pone para hacer bien sus trabajos. Si embargo no llegamos a captar las desviaciones que podría haber sufrido en los fines y en las intenciones. Es probable que haya ido perdiendo la noción clara de las cosas y no que no se de cuenta del estado en el que se encuentra.

El perfeccionista es una persona que no siempre actúa con motivaciones rectas. La aparente corrección que pone o exige que se ponga en los trabajos, responde más bien a un deseo de éxito personal que puede estar camuflado por un formalismo de servicio. Su amor al prójimo pudo desvirtuarse por el apego excesivo a las reglas. Sus exigencias, duras y descarnadas, habrían ido eliminando la caridad, que pudo haber tenido en una etapa anterior, y ahora la habría perdido.

Es que la caridad tiene como característica prioritaria la comprensión y la delicadeza, que le puede faltar al anancástico, aunque él piense que la tiene, porque actúa, según dice, para el bien de los demás y con los criterios correctos.

Es difícil hacerle ver el posible desvío de su rectitud de intención. La argumentación que presenta en cuanto a lo que deben ser las cosas, puede ser clara y objetiva, pero falla en la comprensión, en ser más abierto y en dar los espacios de libertad que se deben otorgar normalmente.

Su actitud, dura y un poco exagerada, le quita claridad al conocimiento que pueda tener de las personas, (las describe como él las ve, respondiendo a esquemas, reglas, o ideas que ha ido fijando en su mente con el transcurso de los años). No las conoce como realmente son, tampoco las puede querer. La relación con el prójimo se queda en una oficialidad formal.

Con su conducta, reglamentaria, y algo desalmada, según el parecer de la mayoría, produce distancias. Se trata de un alejamiento, que no ocurre por la exigencia de los temas, sino por las actitudes que él tiene en sus modos de proceder (aislarse de los demás, contestar con brusquedad o secamente, silencios de incomunicación o desatinos al intervenir exageradamente). Los que se alejan lo tendrán como una persona especial, un poco enferma, que necesitaría un tratamiento psicológico, o la ayuda de alguna persona que le entienda.



La salud espiritual de un santo

Una persona que actúa con una conciencia recta y es exigente en su vida porque quiere hacer las cosas bien no es necesariamente un anancástico, aunque puedan apuntar a lo mismo en la valoración de las cosas y en los criterios morales.

Los santos, o las personas correctas y ejemplares en sus conductas, que aspiran siempre al bien, son los que han aprendido a querer. Suelen ser líderes que tienen unos seguidores que valoran y admiran el estilo de vida que reflejan, aunque pueden tener también enemigos que se oponen. Los santos son incómodos para los que no quieren vivir una vida de exigencia y acicate para los que quieren hacer las cosas bien, decía San Josemaría Escrivá.

Las motivaciones de los santos son trascendentales, no buscan nada para ellos. Hacen las cosas por Dios y por los demás. Su amor es tan elevado que están llenos de una real comprensión. Marcan las pautas de una vida de amor con el esfuerzo y el sacrificio personal, con metas bastante elevadas, que son asequibles por la ayuda de lo sobrenatural.

Si se pierde el amor se desvirtúa todo (“si la sal se torna insípida…”)

Si se pierde la línea de la lucha por la santidad, que estará marcada siempre por la caridad, se podría caer, con exigencias parecidas, en la vía donde se genera una tendencia anancástica. Se puede empeorar queriendo “mejorar” cuando se emplea un camino riguroso y duro, donde falta el amor y la virtud.

Todas las tendencias desordenadas se corrigen con la reconquista del auténtico amor, renunciando al yo y al modo “yoísta” de hacer las cosas (excesiva confianza en sí mismo y desconfianza en los demás) y se corrigen también por la docilidad a un tratamiento adecuado (en la dirección espiritual y si es necesario acudiendo al psiquiatra). El anancástico que no se cura entra ciegamente a situaciones de “heroísmo” como si fueran de virtud y allí se puede desgastar en un activismo estéril y doloroso.

Un desvío en un camino ascético, cuando se pierde amor, podría llevar a estas complicaciones con repercusiones a terceros. La vida es mucho más rica que los esquemas y éstos si pierden la riqueza del sentido que los originó, podrían crear situaciones conflictivas y deplorables. Son como las pastillas que han perdido su fecha de vigencia, es necesario renovarlas y quizá con los mismos componentes. El procedimiento de la renovación sería la actualización de la caridad, que siempre tiene en cuenta la finalidad y las circunstancias, “todo por amor, nada por la fuerza”.

En anancástico de marras tiene dificultad para entender los matices o las variaciones que se puedan hacer, teniendo en cuenta las exigencias de la verdad y de la ley. Le cuesta mucho comprender las situaciones que aconsejan utilizar el voluntario indirecto para resolver ciertos problemas morales. Reclama lo blanco o lo negro, no entiende de combinaciones o de matices que dependan más de las circunstancias. Le da miedo apartarse de la letra y no da su brazo a torcer. Suele ser bastante terco.

El tener una actitud tan proclive a los procedimientos y a las leyes les quita una visión más general y real de la vida, y les motiva a presentar “teorías” bastante idealistas donde conjugan los esquemas fijos con invenciones, que extraen de su lógica particular como si fueran reales y las exponen como criterio definitivo y seguro (nos cuentan “cuentos”). Parecen brillantes y bien preparados en sus presentaciones. Poco a poco se van notando las deficiencias.

Si no se corrigen a tiempo pueden crear con sus conductas, si tienen voz de mando, verdaderos laberintos, ya que no pudieron preveer antes, una mejor solución, por falta de visión. En algunos casos por “colar el mosquito se tragaron el camello” implicando a otros en aventuras que luego tienen un final triste.

La sociedad desordenada e informal necesita santos, no “manos duras” o sistemas rigurosos y estrictos para arreglar las cosas. Las leyes morales las saben cumplir las personas que saben amar.

El Papa Benedicto XVI reclama en su encíclica “Verdad y Caridad”, las virtudes esenciales que toda persona debe tener para hacer el bien y evitar el mal. Todos debemos reconocer que nos falta crecer en Caridad para que todo mejore.

Agradecemos sus comentarios




1 comentario:

Unknown dijo...

Padre Manuel:
Sandino decia que: " Aquel que de su patria no exige sino un pedazo de tierra para su sepultura, merce ser oido, y mas que oido, creido". ¿ En esta frase se recoje la afirmacion de " todo por amor, nada por la fuerza"?.

jorge "jr" velit