Predicciones para algunos jóvenes (en el inicio del año)
LA GENERACIÓN DEL CHE CHA CHÁ (Chela, Chacota y Chat)
Está surgiendo en nuestra sociedad una generación de aluvión que llamaríamos “La generación del che cha chá” que estaría conformada por una sustanciosa mayoría de jóvenes que dan culto a la cerveza, a la chacota y al chat.
La combinación de estas tres actividades, a las que suelen dedicar bastante tiempo, les estaría perjudicando en sus propias vidas, sin que la mayoría lo advierta. No se dan cuenta del daño que se hacen entre ellos y del tiempo perdido inútilmente.
En cuanto a los estudios y a los trabajos, los más listos podrían salir victoriosos después de sortear muchos peligros, los demás suelen quedarse varados en el camino con intentos infructuosos de conseguir algo, a pesar de las recomendaciones familiares.
Ya los estamos viendo (hay chicos que no quieren estudiar, desocupados que no consiguen trabajo, inmaduros, asustados, frustrados, deprimidos, adictos y dependientes que no se valen por sí mismos, algunos con deseos de suicidio , etc.).
Mundos cerrados para lo trascendente
Dentro de esos mundos juveniles no hay tiempo para consideraciones filosóficas ni para recorrer las historias de los antepasados. Estos chicos imberbes ya no podrían recitar los versos de Manrique que hacen referencia al paso rápido del hombre por la tierra: “nuestras vidas son los ríos que van a dar a la mar, que es el morir”, ahora tendrían que decir “nuestras vidas son los huaicos que adelantan el morir destruyendo.
Quizá pueda ser un poco exagerada la comparación pero nadie puede negar que las nuevas generaciones están pasando por la vida de una manera extravagante y desordenada, dejando de lado tradiciones, costumbres y buenos modales, y sin lograr esforzarse en construir para el futuro un andamiaje de sólidas estructuras.
Lo importante para ellos es vivir y aprovechar al máximo el presente, sin mayores consideraciones del pasado. Los mejores, que estudian y se especializan en alguna disciplina, buscan decididamente hacerla compatible con el confort y el placer, (buena ropa, comida rica, instrumentos electrónicos y si se puede una 4x4 para desplazarse, con espacios generosos para las vacaciones y los viajes).
Solo motivaciones extrínsecas (dinero y placer) con un toque de algunas intrínsecas (cursos, becas), para estar en el nivel deseado por la sociedad, son las aspiraciones de la mayoría y nada más. Para quedar bien se suele agregar un matiz social de ayuda altruista, logrando salir en las “fotos” como solidarios y tolerantes.
Las ayudas sin auténtica caridad personal son muy superficiales y no bastan
No son pocas las organizaciones sociales de ayuda que responden a planteamientos políticos y suelen estar infectadas con las jugarretas de sus miembros para aprovecharse de algo; o también, en algunos casos, con lamentables maniobras de corrupción hechas por lo bajo.
Para muchos jóvenes la ayuda social no es más que un “saludo a la bandera”, aunque afirmen con certeza que se están preocupando por el prójimo. Para que el servicio a los demás sea auténtico, en cualquiera de sus manifestaciones, es necesaria una coherencia de vida y un corazón ordenado; no el insulso sentimentalismo de quienes quieren satisfacer su propio ego con una dádiva, uniéndose a un grupo ruidoso que organiza el ambiente, para sentirse luego los grandes benefactores.
No podemos negar que existen también muy buenas iniciativas de personas coherentes que dan su tiempo y su vida para ayudar a los demás, dejando de lado sus diversiones y otras actividades, porque tienen un verdadero amor al prójimo. Son las excepciones que confirman la regla.
El influjo del desorden social
La sociedad “atomizada” se cierra en unos mundos artificiales y sumamente egoístas. El permisivismo irracional de los que no dicen nada por miedo, o el de los que afirman que ahora los tiempos son distintos y echan tierra a los criterios y normas morales, es el culpable de la destrucción de la misma sociedad.
En los sectores más pudientes los jóvenes pueden vivir en un mundo a parte, donde parece que sólo existen ellos. Muchos no suelen tener una sólida responsabilidad social porque viven sumergidos en sus actividades lúdicas, donde no faltan la chela, la chacota y el chat.
Es difícil que tengan tiempo para mirar la vida y las situaciones difíciles que podrían estar pasando otras personas de su propio país. Sus actividades superficiales les impiden aprovechar ocasiones preciosas para acercarse a la historia, a la gente y a los maravillosos recursos que existen, y luego compartirlos con todos viviendo unidos.
Además, cuando estos chicos frecuentan ambientes donde campean las bromas, las ironías, o el lenguaje hostil lleno de groserías y hasta de insultos, se acostumbran a estilos de vida un tanto agresivos y burlescos. Es muy difícil que puedan asumir la responsabilidad de un trabajo serio donde tendrían que responder con un nivel de conducta y conocimientos que apunten a unas metas más elevadas en la vida social y profesional.
Si alguno pretendiera hacer compatible un trabajo serio con una vida desordenada tendría que vivir tapándose los ojos para no ver la realidad o escondiendo sus angustias para que nadie se de cuenta. Tarde o temprano llegaría la fuerte descompensación que terminaría destruyéndolo. (¡Cuantas familias se han destruido!).
En los sectores menos pudientes los integrantes del che cha chá, estarían sufriendo peores consecuencias: resentimiento social creciente, aumento de la violencia y de la delincuencia en las calles, pandillaje juvenil, barras bravas, etc.
Nadie puede negar que en todos los ambientes de la sociedad han aumentado los desórdenes: el alcoholismo, la violencia y la delincuencia (drogadicción, ludopatía, etc.). Podemos constatar fácilmente la existencia de muchos jóvenes desocupados y sin ninguna proyección, ni orientación de vida, para poder superar estos problemas.
Las angustias de los padres de familia
La preocupación de los padres de familia que quieren realmente a sus hijos va creciendo cada día más, “¿Qué podemos hacer con este huayco que se ha venido encima?” se preguntan muchos. “¿cómo hacerles ver a los más jóvenes la realidad? . Algunos piensan que es cuestión de tiempo, que los jóvenes con los años cambiarán. Lamentablemente hay muchos que no ven, aunque hayan pasado los años, la mejoría de sus hijos, al contrario, ven que empeoran.
Coger el toro por las astas
Nadie que quiera hacer las cosas bien puede quedarse con los brazos cruzados. La guerra no la puede ganar la inmoralidad: la destrucción de las personas, la desaparición de la familia y la corrupción de la sociedad. Es necesario el resurgimiento de una legión de ciudadanos sensatos, que no tengan miedo ni “pelos en la lengua” para decir la verdad a todos los vientos.
En primer lugar hay que señalar las consecuencias de este desorden que estamos padeciendo, que además está muy maquillado por los que dicen que todo está muy bien y sabemos que es mentira. El exceso de propaganda de los que defienden sus negocios es como una cortina de humo que no deja ver la realidad. Esto no quiere decir que no existan muchos trabajos e iniciativas valiosas (hay que señalarlas también, pero sin que impidan ver la realidad en su totalidad)
En segundo lugar es necesario formar a los jóvenes para que puedan ser útiles en todos los terrenos, que conozcan la realidad tal como es.
Estos objetivos deben tener como meta prioritaria la enseñanza de la verdad, lo que el hombre debe ser como persona. Las virtudes que debe alcanzar. Para que los jóvenes no crezcan en un mundo de artificialidad donde abundan los cumplidos.
En cuarto lugar, usar la tecnología moderna (Internet, chat, televisión, teléfono, agenda electrónica) sin chelas ni chacotas. Y lograr que la educación ocupe los mejores espacios de los medios de comunicación.
Los padres de familia y maestros no deben olvidar que el ejemplo es el mejor predicador. El esfuerzo y la lucha por la unidad y coherencia de vida es “coditio sine qua non”, condición indispensable, para conseguir las metas a las que se quiere llegar.
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