El arte de saber elegir en el mundo libre de lo opinable
LA FILOSOFÍA DE LA OPCIÓN
El progreso y el desarrollo de la humanidad nos entregan un mundo rico en posibilidades para poder escoger. Lo que antes parecía un sueño ahora es una realidad, el hombre de hoy puede darse el lujo de elegir dentro de un espectro mucho más amplio. Lo que se requiere ahora es acertar para elegir la mejor opción, la que enriquece más, la más valiosa, la más acertada. Como la competividad ha crecido y hay un esmero general en presentar las cosas bien, parece que todo es bueno y la elección se hace realmente más difícil.
Cuando se trata de cosas pequeñas que no tienen mayor trascendencia no importa elegir alguna opción entre varias ofertas (ropa, comidas, lugares de paseo, etc). La elección no va a afectar mayormente la vida de las personas, todo seguirá igual (cualquier gaseosa que se elija apagará la sed). Cuando se trata de algo de mayor trascendencia hay que tener mucho cuidado en lo que se elige.
Cambio de mentalidad (en el mundo de lo que es elegible)
Al referirnos al amplísimo mundo de lo elegible, donde existe una gran variedad, hay elecciones muy importantes, otras pueden ser urgentes y otras no tienen mayor relevancia. Debemos advertir que en los últimos tiempos se ha producido un cambio de mentalidad con respecto a las épocas anteriores.
La primera consideración sería para el reconocimiento y la aceptación de la realidad: antes las ofertas eran limitadas, ahora se han multiplicado y las calidades han mejorado.
Las ofertas limitadas de las épocas anteriores creaban una valoración de las cosas y una mentalidad más proclive para aceptar lo que había (en los hogares se educaba para comer la comida que servían, en la televisión solo se podía ver el canal oficial, en los comedores públicos había un solo menú, habían muchos monopolios: productos de una sola marca oficial, etc.).
Cuando las cosas se empiezan a multiplicar y crecen las ofertas, la calidad también mejora (se nota en los productos y en las atenciones). Esta realidad crea un nuevo modo de ver las cosas, una filosofía para elegir bien y rápido, entre las diversas opciones y saber que todos tienen más posibilidades para decidir con responsabilidad y libremente.
Esta capacidad adquirida por todos, ha sido motivada por la multitud de ofertas interesantes de calidad, que existen en el mundo. Ahora se puede elegir acertadamente entre muchas opciones igualmente valiosas. Ya no tiene sentido insistir para elegir una sola opción (salvo alguna excepción). La multiplicación de las ofertas es un triunfo de la libertad que favorece a todos, hay más posibilidades para enriquecer la vida y fortalecer la voluntad de las personas.
Estas apreciaciones que estamos haciendo ayudan a entender los requerimientos que hay que tener en cuenta, en esta época, para formar a las personas. Ya no se puede formar bien a la gente con una mentalidad anticuada, subrayando una sola opción como única, sería como pedir la carreta y desechar el avión. Los consejos que señalan una sola opción ya no funcionan en un mundo donde hay un mar de posibilidades de muy buena calidad.
Antes era necesario recurrir a personas que sabían para poder elegir algo conveniente. Hoy las cosas se presentan con tal llegada que ya no hacen falta tantas advertencias ya que se han abierto campos de libertad para que la elección de cada uno sea estrictamente personal. La educación debe orientar a las personas para que sepan elegir. Es por eso que las nociones del bien y del mal deben estar muy claras. La gente debe descubrirlas para que puedan elegir bien.
Cuando hablamos de ofertas es bueno presentarlas todas, para que las personas elijan libremente. Ya no se puede decir: “¡tienes que escoger esto!” de un modo imperativo o mostrar un desacuerdo porque alguien eligió algo que a nosotros no nos gusta. Nos tiene que gustar que haya variedad en las elecciones y en las opciones, así nuestro campo de conocimiento es más amplio y nos permite conocer mejor a las personas y poder quererlas con sus diferencias.
Con esta realidad se deja más libre a la gente sin encajonarlas dentro de unos esquemas fijos, que antes, por las limitaciones y circunstancias de la época, eran, para todos, los únicos y seguros.
La libertad para elegir con responsabilidad
Hacemos estas consideraciones teniendo en cuenta el amplio espectro de lo elegible y lo opinable. También hay que tener en cuenta que la presentación de las ofertas puede estar limitada por el factor económico o por otra circunstancia; sin embargo la mente debería tener siempre una buena apertura, para poder decirle a los demás: Tú eres libre y escoge lo que quieras, y que nadie se vea en la incomodidad de tener que presentar una sola opción y tratar de imponerla como única y segura.
Sin ir muy lejos, en nuestro país la gastronomía ha crecido de un modo considerable. Antes cuando alguien iba a un restaurante encontraba uno solo menú. Hoy existen muchas posibilidades, incluso se han multiplicado los bufetes, con una gran variedad de platos. También en los hogares existen distintas posibilidades a la hora de comer. Hoy se pueden preparar diversos platos sin mayores costos. Insistir en tener que comer algo obligado, porque no hay otra cosa, ya no tendría mucho sentido (a no ser que existan razones específicas).
Al haber muchas posibilidades la responsabilidad para elegir crece, además el aprendizaje de fijarse bien para elegir, frente a un abanico de posibilidades, consigue que la persona haga propios los temas escogidos, comprometiéndose más con ellos; y permite que pueda generar, al mismo tiempo, unos hábitos de entendimiento, que asegura su constancia con lo que elije.
La persona ya no está haciendo algo impuesto o sugerido por otro, su compromiso no es un sometimiento ciego; se le pide que su decisión sea personal, seria y suya. La elección que hace le pone un cimiento firme a su querer y lo hace auténtico.
La mentalidad que había, de tener que aceptar algo necesariamente, creaba, sin querer, personas sometidas a sistemas, que luego, con el paso de los años, terminaban abandonándolo. En los ámbitos educativos recordamos cuando los colegios religiosos obligaban a sus alumnos a asistir a Misa diaria, porque pensaban que era el sistema ideal para formar buenos cristianos. Al cabo de los años se vio que ese sistema producía el efecto contrario.
El sistema ideal es enseñar las cosas de tal manera que las personas quieran libremente lo que es bueno y encuentren también en la libertad, las facilidades para llevarlo a la práctica.
Cuando observamos el festival gastronómico de Mistura nos quedamos admirados de la gran variedad de platos y ofertas que tiene la comida peruana. Esta apreciación va junto a la responsabilidad de elegir con moderación y prudencia algún plato entre los miles que se ofrecen. Sería una grave irresponsabilidad de los organizadores fomentar una feria de la gula para que los comensales coman con voracidad y torpeza. El desorden puede convertir algo que es sano y nutritivo en grotesco y denigrante. La responsabilidad depende de cada uno, no solo de comer con templanza, sino también de saber irse a tiempo y de situar lo referente a la comida en el sitio que le corresponde.
La educación tiene ahora el gran reto de enseñar a usar la libertad para que la gente sepa elegir responsablemente y tengan en su vida una acertada jerarquía de valores.
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