jueves, setiembre 01, 2011

Cuando se ataca a la madre el hijo defiende

FIDELIDAD A LA IGLESIA

En la naturaleza humana está escrita la ley natural que se resume en la constante voluntad que hay en el hombre de querer hacer el bien y evitar el mal. Para lograrlo el hombre necesita conocer, además de la ley natural, las enseñanzas que recibe en la educación de sus padres y de los maestros que le señalan el camino correcto a seguir. La práctica de esta tradición se vive y se acepta en el mundo entero.

Posee además la naturaleza humana una facultad que Santo Tomás de Aquino llamaba potencia obedencial. Es como una “antenita” para recepcionar la verdad. El hombre tiene en su naturaleza una capacidad para recibir la verdad, pero es obedencial. La verdad se recibe con la obediencia. Es por eso que el niño solo aprende cuando obedece.

Los padres y los maestros deben trasmitirles a los niños la verdad. Serían crueles si les transmitiesen la mentira. Para poder transmitir la verdad es necesario conocerla y tenerla. Nadie da lo que no tiene. Todos los seres humanos recibimos las verdades más profundas a través de la obediencia. El argumento de autoridad tiene un peso tremendo para aprender y cuando pasan los años, para reconocer los criterios que nuestros padres nos transmitieron con amor. ¡Cuánto valen en la vida los consejos recibidos de las personas buenas! Las personas que saben querer suelen estar más cercanas a la verdad porque son motivadas por el amor que tienen a los que aman. Esas personas dan lo mejor de su ser, y para eso se unen a quienes transmiten los valores que el hombre necesita para ser bueno. Es lo que se llama tradición.

Cuando falla la relación del hombre con la verdad falla también en la comunicación

Se pueden producir grandes contradicciones en la educación por ignorancia o por malicia de los que deben transmitir la verdad. Es imposible transmitir la auténtica verdad sin amor. De allí que el Papa diga que la caridad es el gran argumento de los cristianos. El amor debe ser real, no egoísmo, amor posesivo o apego. Querer que los demás sean mejores para que sean felices. Solo la verdad puede hacer libres y felices a todos.

Cuando se rechaza la verdad se “inventan” otras “verdades” que son mentira

En los tiempos actuales la verdad está siendo perseguida y maltratada en muchas instancias. Como la verdad compromete con un camino exigente y de sacrificio, las inclinaciones del pecado, presentes en la naturaleza de todos los seres humanos, la rechazan a como de lugar. Así se generan los odios y persecuciones modernas, cambiando los argumentos racionales de fondo por consensos políticos, o antipatías mediáticas, que exageran o inventan situaciones, para que parezcan errores de consideración que no se deben permitir. Se construyen mentiras con retazos de verdades sacadas de contexto y se lanzan piedras de forma irreverente y con los ojos vendados.

Toda la sociedad vive hoy bajo una nube pesada del relativismo que esconde la verdad y crea “verdades” a gusto del cliente con argumentos sentimentales alimentados por seducciones de poder o de placer. Se ha generado una mentalidad de “apertura” equivocada que la llaman “libertad de pensamiento”, sin advertir el error o la trampa que se encierra en esa frase, que suele ser más maliciosa que ingenua, cuando se rechaza la auténtica verdad. Nadie puede afirmar que el hombre tiene 5 ojos o cien pies. El que lo diga está en el error, tampoco se puede decir que una mujer es hombre o viceversa. La verdad es objetiva y no subjetiva.

El error de la libertad absoluta

Las motivaciones de un liberalismo que defiende como principio la libertad absoluta son burdas seducciones de poder o placer. Las exige hombre rebelde que no quiere que lo limiten, porque quiere ser la ley para acomodar las cosas a su antojo, sin que nadie se meta con él, y piensa que puede hacer lo que le da la gana, con tal de no hacerle daño a nadie. Es paradójico porque el que actúa así termina metiéndose violentamente en la vida de los demás causando conflictos. De allí el aumento de la violencia y de la inseguridad en el mundo.

La potencia obedencial en la naturaleza humana existe para que el hombre reciba la verdad obedeciendo a lo que se le pide, y luego la misma verdad que recibe le exigirá seguir obedeciendo toda su vida, para no salirse del camino. La inteligencia la ha creado Dios para que le hombre encuentre la verdad en la creación y para que acepte la verdad de la revelación, por la fe que el mismo Dios le alcanza a través de la Iglesia. Cuando el hombre descubre que Dios es quien más lo quiere, descubre al mismo tiempo la verdad que le transmite. La aceptación de Dios se hace con amor para corresponder al amor y con alegría, cuando se descubre que la libertad se alcanza con la verdad, (todas las conversiones de los hombres siempre han estado llenas de júbilo).

La misión de la Iglesia es transmitir la verdad

La Iglesia la funda Jesucristo para cuidar y trasmitir la verdad que el hombre necesita. La Iglesia, por mandato de Dios, está recordando siempre la verdad. La verdad que la Iglesia transmite está protegida por el Espíritu Santo. Es una verdad que viene de la eternidad. La Iglesia vive del Cielo y todos los que nos encontramos dentro de ella tenemos esa protección. No es una protección contra otros, es la protección de la verdad que es el amor que el mismo Jesucristo nos alcanza a través de los sacramentos que recibimos, especialmente la Eucaristía, que es el mismo Dios y que para nosotros es prenda de la gloria futura.

El júbilo y la alegría de los ambientes multitudinarios que la Iglesia organiza en torno al Papa son preparados con miles de horas de oración, ofrecimiento de sacrificios y adoraciones a la Eucaristía. De allí el éxito, también mediático, en todos los países del mundo. Quienes participan en esas celebraciones se encuentran contagiados por un júbilo que ni ellos mismos se lo explican. No hay en el mundo algo similar.

No se puede querer a Dios sin querer a la Iglesia

El enemigo de Dios quiere separar a Dios de la Iglesia. Siempre ha sido así, no es algo nuevo. El que empieza a separarse de la Iglesia y dice que no se ha separado de Dios no se da cuenta que ya estaba desde hace tiempo lejos de Dios. Se puede ver en su trayectoria. La fidelidad a la Iglesia no es un fanatismo voluntarista ni un gesto de simpatía sentimental, es una unidad y coherencia de vida que va acorde con las enseñanzas de su Magisterio, en todo lo que es materia de fe y costumbres.

La fidelidad a la Iglesia es el amor a su doctrina, la adoración a Dios, la veneración a la Virgen y a todos los santos, el amor a los Papas, a los obispos a los sacerdotes y a todo el pueblo cristiano: es la fortaleza de la unidad dentro de la Iglesia. El auténtico amor de una persona se nota en sus relaciones, como se lleva, como trata, como valora, como cuida, como venera, como une.

El buen hijo es el que quiere cada día más a sus padres, el buen hijo de la Iglesia es el hijo de Dios que quiere cada día más a Dios y a la Iglesia.

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