jueves, setiembre 29, 2011

Protestantes de facto

DICEN QUE SON CATÓLICOS

Hoy existen muchos bautizados en la Iglesia católica que piensan y viven como protestantes. Se llaman católicos y no siguen a la Iglesia y al Papa, que es el Vicario de Cristo y cabeza de la Iglesia. Los católicos rezamos todos los domingo y fiestas de guardar el Credo, en esa oración expresamos nuestra fe en la Iglesia: “creo en la iglesia, Una, Santa, Católica y Apostólica…”

Los protestantes se separaron de la iglesia católica con Lutero con el principio de Sola Scriptura, o sea, la libre interpretación de la Sagrada Escritura, ya no querían leer la Bilbia dentro de la Iglesia sino cada uno por su cuenta, interpretándola al pie de la letra. En cambio el católico lee la Escritura dentro de la Iglesia y cree firmemente en ella, con la interpretación que da la Iglesia.

Los católicos aprenden en el catecismo que la Iglesia está asistida, desde su fundación, por el Espíritu Santo y a ella se le ha entregado el depósito de la Revelación para que lo cuide, lo conserve y lo propague por todo el mundo. Dios le dio a los apóstoles la misión de propagar su palabra por todo el mundo y les prometió su asistencia: “yo estaré con vosotros hasta el final de los tiempos” De allí que la doctrina de la revelación es predicada por los pastores de la Iglesia en unión con el Papa y toda la Iglesia

Si existen los mandamientos no puede haber libertad absoluta

Como podemos comprobarlo por la historia el protestantismo va a influir en el pensamiento liberal para que el hombre sea partidario de la libertad absoluta y busque una autonomía también absoluta. Con este modo de proceder se oscurece la virtud de la obediencia ya que el hombre buscará hacerlo todo de acuerdo a sus propias convicciones. El camino para lograrlo sería la libertad total o absoluta.

La mentalidad protestante, proclive a resaltar la subjetividad de las personas, debilita la objetividad de la verdad y podría rechazar a la metafísica que la sustenta desde el punto de vista filosófico o racional. Desde esa perspectiva era fácil señalar a los defensores de la doctrina católica como dogmáticos, radicales y poco amigos de la libertad de pensamiento.

La Iglesia forma a los católicos para que conozcan la verdad, que viene de fuera del hombre, con la luz de la fe y los esfuerzos de la razón. Hay una verdad revelada predicada por la Iglesia. En ella se encuentra un código ético: la ley de Dios: los diez mandamientos, que están inscritos en la naturaleza humana y forman lo que se llama la ley natural.

La Iglesia enseña que para ser libres es necesario conocer la verdad y vivir de acuerdo a ella. En el catecismo se distingue entre la libertad de conciencia (libertad absoluta), que no debe existir para el hombre porque no puede ir contra las leyes que Dios ha previsto para su moral, y la libertad de las conciencias, que la iglesia defiende porque cada hombre tiene libertad para elegir, dentro del camino del bien, (o sea, respetando las leyes de Dios), el camino que desee.


El amor a Jesucristo y a la Iglesia

Hoy, lamentablemente, algunos católicos han querido marcar una distancia con respecto a las normas de la Iglesia. Dicen que creen en Dios y en Jesucristo pero han dejado de practicar los sacramentos (que fueron instituidos por el mismo Jesucristo) y muchas veces los cuestionan, especialmente la confesión, aduciendo que el sacerdote es un hombre y que ellos se confiesan directamente con Dios.

Una importante mayoría de católicos no asisten a Misa los domingos y no les importa que la iglesia les diga que están en pecado mortal, por haber roto con el precepto de la primera ley de la iglesia: Oír Misa entera todos los domingos y fiestas de guardar.

Otros no tienen en cuenta las enseñanzas de la Iglesia y admiten ideologías que son incompatibles con el pensamiento cristiano como el marxismo, o el liberalismo ateo, que han sido censurados innumerables veces por el Magisterio de la Iglesia. Algunos de los que defienden una apertura de pensamiento no están dispuestos a reconocer la verdad. Buscan más bien “taparle la boca” a la iglesia. No es difícil darse cuenta que admitir cualquier “verdad” menos la que difunde, desde hace milenios, la Iglesia, para que los hombres la hagan vida en sus vidas, es negar también a Jesucristo.

Últimamente el Papa Benedicto XVI ha dicho que no se puede amar a Cristo si no se ama a la Iglesia. Jesucristo fundó la Iglesia y le entregó a Pedro (el primer Papa), las llaves del reino de los cielos, con un poder para atar y desatar. El Papa es el Vice Cristo en la tierra.

El prestigio milenario de la Iglesia

La Iglesia existe desde la fundación de Cristo y se ha extendido por el mundo entero. Ha tenido entre sus files innumerables mártires y santos; personas realmente ejemplares que la historia ha reconocido y que han dejado una huella imborrable de verdad y de bien en la humanidad.

En el mundo hay una tradición cristiana, sembrada por la Iglesia, que continúa vigente y aún está creciendo. La podemos ver en los recientes viajes del Papa (Jornada mundial de la Juventud en Madrid y Alemania) y en tantas otras ocasiones en que la Iglesia se manifiesta.

Los católicos que tienen fe en la Iglesia quieren al Papa, a los obispos y a los sacerdotes que están unidos a los obispos y al Santo Padre. A todos se les tiene veneración y cariño. Se les trata con respeto porque son representantes de Dios. Es verdad que la Iglesia está formada por hombres y que algunos pueden fallar. Los fallos y errores graves que han tenido algunos eclesiásticos en los últimos años no han llegado ni al 1% del número total. Los enemigos de la Iglesia han magnificado los hechos para que parezca que son más y así alejar a los fieles de sus pastores. En esto el Santo Padre ha sido enfático para que se sancione a los culpables.

El ecumenismo en la Iglesia

La Iglesia sigue en su labor de ecumenismo con los cristianos separados y ahora tendrá que hacerlo con los que se han bautizado como católicos y viven como protestantes. La doctrina de la Iglesia está clara, se encuentra en los catecismos. Es necesario que las personas se aclaren con el camino que quieran seguir en sus vidas. La Iglesia les ofrece el camino de siempre: seguir a Jesucristo a través de los sacramentos. El camino de la libertad es el de la verdad de la doctrina revelada por Jesucristo que la Iglesia predica y es el camino de la felicidad para todos. Ese es el camino de los católicos que viven dentro de la Iglesia y aman a su Jerarquía. Que no digan que son católicos los que no viven de acuerdo a las enseñanzas de la Iglesia. No basta con creer en Dios. El demonio también cree en Dios.

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