jueves, octubre 27, 2011

El Señor de la historia llena las expectativas humanas

LA FE DE LAS MUCHEDUMBRES

Aunque en Lima existe la notable tradición del mes morado, con la multitudinaria procesión del Señor de los milagros, nunca deja de llamar la atención la impresionante muchedumbre que invade las calles y las plazas de la ciudad para acompañar o ver pasar al Cristo de Pachacamilla. Estar cerca, en medio de la gente, es realmente conmovedor. No es una masa apretada, son fieles que rezan con devoción, no son santos, son personas necesitadas de Dios, con un profundo amor a la imagen de un Cristo sufriente, que los estremece.

Otras muchedumbres que siguen a Dios en el mundo son también numerosas y emblemáticas; no hay punto de comparación con los encuentros de multitudes que no tienen como motivación principal a Dios.

Cuando nos detenemos a ver quiénes son los seguidores de Dios, descubrimos, en esos encuentros, una enorme variedad de personas de diferentes extractos sociales: distintas razas y culturas, pobres y ricos, profesionales y campesinos, jóvenes y adultos, que están buscando lo que realmente los llena y enriquece.

Multitudes tras el Papa

En los últimos años se ha podido apreciar que centenares y miles han acudido a las plazas y a las calles para escuchar y seguir al Romano Pontífice en los distintos países del mundo. Personas dispuestas a pasar la noche entera y hasta el día siguiente, para estar cerca y poder decir, llenos de alegría: aquí estoy con mi fe y mi amor para seguir a Dios y hacer lo que Él me pida. Cuando el Papa Juan Pablo vino al Perú en 1985 dos millones de personas acudieron al hipódromo para estar a su lado. En Manila asistieron 4 millones en 1995. En la Misa de clausura de la última Jornada Mundial de la Juventud, con el Papa Benedicto XVI, acudieron más de 2 millones de jóvenes según las estadísticas.

¿Qué explicación humana pueden tener estas manifestaciones? Los enemigos de Dios dirían que es fanatismo o ignorancia. Lo que más gente mueve en el mundo ¿puede ser consecuencia de la ignorancia o del fanatismo? Quien se acerca queda hondamente impresionado. No hay más que escuchar a quienes son entrevistados en esos ambientes; ¡cuánto sentido común, sensatez, y amor! se percibe en personas hechas y derechas, de mucho talante y una extraordinaria categoría humana. No son las muchedumbres alocadas y desaliñadas de otras manifestaciones que los hombres hacen en el mundo.

Dios sufre por los pecados de los hombres

El hombre que se aleja de Dios, si no retorna nuevamente a Él en algún momento de su vida, lo empieza a atacar. El pecado de soberbia es el más grande y consiste en la corrupción del yo. Es cuando el hombre se pone en el lugar de Dios y se cree Dios. Es una certeza única solo en la propia razón. Santo Tomás de Aquino la definía como: “la pasión más mala por la cual creemos que tenemos la razón y que los demás están equivocados” El soberbio, al presumir de sus conocimientos, ataca a Dios, lo quiere reducir y quitarle todos los poderes, lo expulsa de su vida y mueve todo para que sea expulsado de la sociedad. Ataca con una irreverencia hiriente al cristiano creyente por el solo hecho de tener fe y porque defiende con ella los criterios que se deben tener en cuenta para tener una acertada vida moral y ética en la sociedad.

Cristo fue rechazado y maltratado por las autoridades y los grandes doctores de la época. Él no predicaba para unas minorías esclavizadas, vino para anunciar el Reino de los Cielos a todos los hombres. Los seguidores de Jesucristo también fueron perseguidos y rechazados. Fueron víctimas de los odios humanos y muchos de ellos se entregaron al martirio antes de perder su fe. Los primeros cristianos, a pesar de los serios inconvenientes que encontraron, lograron extender la religión por todo el mundo, y esta sigue creciendo sin parar, también con ambientes hostiles de persecución e incredulidad.

El rechazo y la aceptación

Los que rechazan la verdad la terminan persiguiendo con odio. Así lo demuestra la historia en las distintas épocas. Hoy muchos que hablan de tolerancia no toleran a la religión que tiene la verdad. El que no acepta la verdad tal como es, la busca eliminar y quiere sustituirla por otra conveniente para él. Los argumentos para ir en contra de la verdad son enredados y confusos, además no tienen categoría de argumento, son laberintos que proceden de un voluntarismo de consenso en una sociedad contaminada de un relativismo banal.

El que acepta la verdad acepta también la sencillez del auténtico amor que luce diáfano en la vida para el ejemplo y la orientación de muchos. Como botón de muestra basta señalar la vida del Beato Papa Juan Pablo II. Un hombre sencillo con millones de seguidores. ¿Quién al morir tuvo la visita de más de tres millones de personas de todo el mundo? Todo lo que hubo alrededor de su muerte era como un canto de acción de gracias de toda la humanidad. El ambiente parecía recogido del cielo. ¿era solo una casualidad?, los que estaban allí ¿eran acaso fanáticos o ignorantes? ¿o eran más bien personas sensatas y buenas, llenas de un amor a Dios noble y limpio?


Los contrastes que claman al cielo

A todos nos duele mucho recordar la repercusión que tuvo para el mundo la vida de Hitler en Alemania o Stalin en Rusia y más recientemente las vidas de Saddam Hussein, Osama bin Laden y Muamar Gadafi con un final desgarrador y sangriento que además fue celebrado por multitudes. Los ambientes alrededor de esas muertes, donde se mezclan el odio con el fanatismo, saltan al mundo para que muchos cierren los ojos aterrorizados y aprendan a escarmentar con propósitos de enmienda y desagravios, de tal modo que no vuelvan a ocurrir esos desórdenes sociales que desangran muchas familias y producen tremendas situaciones de injusticia.

La fama de María

La Virgen es una mujer sencilla que mueve a multitudes. Las visitas a los Santuarios marianos son muy significativas y elocuentes: siempre están llenos de gente buena y sensata con una esperanza de amor. Ella está al lado del Señor de los milagros pidiéndole por la conversión de sus hijos: esos son los mejores milagros que Dios hace en el mundo.

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