miércoles, agosto 22, 2012


El amor varonil que da seguridad
AMOR DE ABUELO, PADRE e HIJO

Algunos hombres piensan equivocadamente que expresar los afectos es más de mujeres que de varones. Existen padres que se quedan solos porque no supieron cultivar el amor de paternidad siendo cariñosos con sus hijos. Hay hijos que dicen: mi papá nos ama sin manifestar sus afectos, no le gusta abrazarnos y mucho menos besarnos. Ver abuelos solitarios y abandonados por sus seres queridos es un espectáculo dramático que se está haciendo corriente en muchos lugares del mundo. Una de las causas de estas tragedias fue el control de natalidad, quisieron tener pocos hijos y luego se quedaron solos. Si se educa con egoísmo, luego el egoísmo también revierte sobre los egoístas y se llenan de amargura. Se cosecha lo que se siembra.
El amor de abuelo, de padre y de hijo debe ser constante en todos los hogares y en la sociedad. Donde existe ese amor varonil hay salud y alegría. Hay también seguridad y serenidad. Se trata del amor paternal que implica cuidado y direccionalidad. El padre es el que marca el rumbo y el que cuida de los peligros. Los hijos y nietos protegidos por la paternidad suelen tener un corazón maravilloso, porque son personas que han aprendido a querer con orden, no suelen ser engreídos sino gente que tienen la fortaleza del amor. Ellos son los que más valorarán el amor de la abuela, de la madre y de la hermana que les enseña la ternura y el saber tener constantes detalles de cariño y amabilidad.
Los dos amores, el paterno y el materno se complementan y se hacen uno solo. Son amores puros que tonifican la virtud de la Santa Pureza, esencial para que el corazón funcione bien y la persona pueda ser feliz.
El cariño de los amores paternales nos convierte en defensores de lo sagrado y limpio. Queremos que en la casa no solo exista el orden material sino el orden de los corazones limpios. Duele mucho un pariente que tenga el corazón sucio. Se le quiere pero se sufre. A mayor santidad mayor sufrimiento. Querer realmente a la persona es quererla limpia, que tenga limpia su interioridad para que pueda amar.
Una persona limpia no mancha con su pecado el lugar de su casa. Sería como clavarle con un puñal en la espalda a sus seres queridos limpios. La casa es un lugar sagrado donde todo debe ser limpieza. Si se limpia bien la casa, antes está la limpieza del corazón de los que viven en esa casa.
El amigote que se emborracha con el amigo no lo sabe querer, el que incita al mal a otra persona es un corruptor, tarde o temprano vendrá la ruptura con ese tipo de “amistad” que no vale la pena. A veces uno cree que tiene amigos y se equivoca.
El que tiene en su casa el amor de paternidad y goza de él tiene la fuerza y la claridad para saber quiénes son sus amigos y quiénes no. Y si un amigo está en un camino que no es el correcto, buscará por todos los medios ayudarlo a que se corrija. La ausencia de un amor de paternidad trae limitaciones y miopías para la elección de los amigos y de los ambientes donde se debe estar.
La direccionalidad de la paternidad con las manifestaciones de afecto paternales son garantía de un camino sano con un futuro de felicidad. El hombre que recibe un amor varonil de paternidad se encuentra agradecido de ese gran valor y no lo cambiaría por nada. Poder decir Padre con amor es un privilegio de primer orden que da seguridad y firmeza.
El reconocimiento de la paternidad por parte de los hijos no se queda en el respeto y en la consideración. El hijo también le debe decir al padre: ¡Te quiero! con gestos, manifestaciones de afecto, detalles y sobre todo con una respuesta de obediencia a esas directrices que emite la paternidad con tanto cariño.
Corresponder es también contestar y no quedarse en silencio. Los padres esperan que sus hijos los quieran con una comunicación fluida y llena de amor, que esté lejos de los silencios “respetuosos” o de temor y lejos también de las distancias. El hijo debe saber estar cerca del padre.

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