jueves, setiembre 27, 2012


Gratitud para el año de la fe

EL AMOR DE UN SACERDOTE

El sacerdote es una persona normal de carne y hueso como cualquier otro mortal. La diferencia está en que Dios lo ha llamado para que se entregue  y le siga a Él dejando otros caminos posibles. Por lo tanto debe comprometerse a obedecer en todo lo que el Señor le pida y a identificarse con Cristo.

En virtud del sacramento del orden y como consecuencia al corresponder a una vocación divina, se podría decir que el amor de un sacerdote es el amor de Dios. Tendría que ser así. Todo sacerdote debe ser santo para amar como Dios ama y poder ser un buen instrumento suyo en el servicio a las almas.

El servicio a las almas no es una función o un empleo en unas determinadas tareas. Es una vida de amor que influye en las almas con una fuerza especial que da paz y libertad. ¡Cuánto se agradece en la vida el amor de un sacerdote por las almas!  Quienes han estado cerca de un buen sacerdote lo han podido comprobar. ¡Que fuerte y grande es el amor sacerdotal!  Es el amor más grande porque es de Dios y es el amor que respeta todos los amores nobles y se armoniza perfectamente con todos. La relación del sacerdote con las almas se da de un modo natural y es necesaria para la armonía y orden de las otras relaciones humanas.

 

La gracia de Dios para amar más

El amor de Dios que lleva el sacerdote en su propia vida va en armonía con los sacramentos que administra y el estado de gracia que debe llevar consigo. Al ser para Dios y vivir para Dios debe tener a Dios y dejar que Dios ame a través de Él. Es algo que debe conquistar a diario luchando por ser mejor, con la ayuda de la gracia. Sus manifestaciones de afecto estarán respaldadas por la pureza de su alma y de su cuerpo. El cariño del sacerdote hacia lo demás debe ser limpio y puro. Como hombre que es y consciente de sus pecados vivirá teniendo en cuenta ciertas medidas de prudencia para no manchar su corazón y el corazón de las demás personas.

Al sacerdote no le queda otro camino que ser santo para ser fiel todos los días al compromiso que ha adquirido con Dios. Todos deben saber que el sacerdote es protegido por la gracia de su propia vocación para poder cumplir con su misión, pero debe luchar poniendotodos los medios humanos y sobrenaturales a su alcance.  Además cuenta con la oración del pueblo fiel y de toda la Iglesia que reza por sus sacerdotes.

 

La acción del demonio contra los sacerdotes

Se debe tener en cuenta que los poderes del mal se dirigen especialmente contra los sacerdotes para corromperlos. Corromper a un sacerdotes es corromper a muchas almas. Un sacerdote corrupto hace mucho daño. Los casos de pedofilia en algunos clérigos podrían calificarse de diabólicos. La Iglesia, con la ayuda de la gracia de Dios y la asistencia de la Virgen María, lucha incesantemente contra las insidias del maligno. Los sacramentos, los sacramentales y los exorcismos son armas sobrenaturales contra ese mal que se debe vencer.

El sacerdote, más que nadie, debe andar en gracia de Dios para amar siempre con el amor de Dios.  El sacerdote fiel es más poderoso que el diablo. Dios lo protege de tal manera que el enemigo no podrá contra él.

 

El amor de un sacerdote fiel

El sacerdote fiel agrada a Dios y a las almas. Es un privilegio ser querido por un pastor que nos quiere colocar en la vida eterna cuidándonos de todos los peligros.

La Iglesia agradece a los sacerdotes santos que han conseguido que miles y millones se acerquen a Dios para ser felices en la tierra y luego en la vida eterna.

Los fieles que hemos recibido, con creces, el amor sacerdotal, estamos felices de ese privilegio y no cesamos de agradecerle al Señor los tesoros adquiridos  gracias a los sacerdotes santos.

El compromiso de todo  buen cristiano es cuidar a los sacerdotes para que puedan cumplir siempre con la noble misión que Dios les ha encargado y rezar para que no falten sacerdotes santos que sepan querer y conducir  a las almas por el camino de la verdad que lleva al Cielo.

Oh Señor que dijiste a tus apóstoles: “la mies es mucha y los obreros son pocos, rogad al dueño de la mies que envíe obreros a su mies”. Te pedimos que envíes a tu Iglesia del Perú numerosos y santos sacerdotes.

 

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