jueves, abril 25, 2013


La transmisión de la sabiduría
LA PATERNIDAD DE LA AUTORIDAD

Se dice de un médico que es una autoridad cuando sabe mucho de un tema de su especialidad y se hace confiable. Además cuando posee una gran sabiduría, que combina el saber con la comunicación, se dice también que es “una eminencia”  La certeza de quienes usan esas expresiones es firme y subraya, junto a la admiración, la cercanía de esa persona instruida.
Se pide que las “eminencias”, en el sentido en el que estamos hablando, estén cerca. También podríamos decir que es eminencia porque está cerca. Es en la cercanía donde se ve la sabiduría. El bien es transmisible (difusivo),  y si es más grande es más trasmisible, pero requiere también de una persona grande: la eminencia, la autoridad, el que sabe. El que sabe da alegría cuando:  transmite, protege, ayuda, orienta, defiende. La cercanía de la autoridad no es necesariamente física.

La sabiduría es de por sí trasmisible  (transciende cuando va acompañada por la vida)
La sabiduría de la autoridad es para el subordinado. Si fuera solo para él, ya no sería autoridad, ni tampoco sabiduría. Un erudito en conocimientos no es una autoridad con sabiduría.
Se dice autoridad con relación a otro que se encuentra en un grado de inferioridad (no es peyorativo, quiere decir más abajo); el superior transmite una sabiduría amando a los que la reciben para el bien de ellos mismos. La jerarquía es para el servicio, no para lucirla. Es además para un servicio desinteresado que eleva al subordinado.
Un profesor tiene autoridad cuando sabe su curso y posee unas condiciones óptimas para la transmisión de lo que conoce. La trasmisión podría ser personal, como en el caso del profesor particular que tiene empatía con el alumno, es amigo de él y buscará lo mejor que tenga para dárselo, y también puede ser social, cuando el profesor sabe manejar el aula y consigue que todos le hagan caso, aprendan y desarrollen cualidades.

La paternidad (autoridad) no es propia de la carne sino del espíritu
En el caso de un padre de familia el reconocimiento que los hijos puedan tener de él no es propio de los genes o de la sangre, sino de la autoridad. La autoridad tiene más significación y esencia que la misma sangre. En este caso se trataría de la paternidad, que no es la potestad de ser padre, o lo que se llama también patria potestad, que se ve como un derecho que tiene el padre para educar, tampoco sería el paternalismo en sentido peyorativo: el padre que lo hace todo y consigue todo para el hijo, -muchas veces inmaduro e inútil-, que se acostumbra a recibirlo todo y no valora nada.
Se trata más bien del poder de la verdad que un padre debe transmitir con amor. Así es como el prestigio de la paternidad es autoridad: un derroche de amor que cura y edifica. El hijo recibe todo para que sea mejor y lo acepta por la autoridad del padre que lo quiere de verdad.
Se puede decir que, en un padre, la paternidad y la autoridad se identifican, ambas forman parte de la persona del padre. Las personas, (como en el caso de las personas divinas) se conocen por sus relaciones. Para el hijo el papá debe ser todo un padre para él, (es el hombre bueno que transmite cosas buenas para que el hijo sea bueno). No es el protector o el facilitador  “buena gente” que busca estar cerca del hijo, por su propia comodidad, para que el hijo lo considere o le pague después por lo que haya hecho por él.
Es importante añadir que el prestigio de la paternidad se tiene solo si existe unidad de vida, una trayectoria correcta del padre en todos los aspectos y situaciones, que va de acuerdo con la verdad e incluye también los errores que cometa con las rectificaciones y arrepentimientos que le debe dictar la virtud de la humildad, que también es la verdad y es fundamental para la autoridad.

La paternidad y la autoridad desaparecen con la mentira (quedaría el autoritarismo, el permisivismo, los engreimientos, el amor posesivo que es egoísta)
La mentira destroza la autoridad. Una autoridad mentirosa pierde prestigio: esconde, manipula, juega con los sentimientos de las personas, utiliza a la gente para su beneficio personal, exagera, teoriza buscando acomodos.
El mundo está lleno de charlatanes y manipuladores, también de gente que busca medrar a como de lugar. Están buscando por todas partes la oportunidad de salir en la foto.  La corrupción de la autoridad suele empezar por la corrupción de la paternidad.
En la historia podemos observar casos interesantes. El papá de Mozart se preocupó más de la genialidad musical de su hijo que en formarlo como persona, lo promocionaba para que sea oído en las cortes y él llevarse también las palmas. La amistad que tenía el rey Enrique II con Tomás Becket era para utilizarlo a su servicio. Le daba todo pero tenía que estar sumiso a él, lo mismo pretendió Enrique VIII con Tomás Moro en Inglaterra. Al final, ambos reyes mataron a sus mejores amigos porque no quisieron someterse a la aceptación de unas medidas que afectaban a la pureza  y sublimidad de la doctrina católica.
Las relaciones humanas deben tener siempre en su esencia a la verdad, (amistad,  paternidad, amor conyugal). Relaciones armoniosas de unidad, que es vivir de acuerdo con la verdad, es donde se debe poner el corazón. Las relaciones humanas acertadas surgen  del el amor que llevan las personas (un amor noble, leal y limpio), si no es así, es porque se ha metido la mentira que envenena todo.
La autoridad es el ejercicio del amor en lo que hay que transmitir desde una jerarquía para enriquecer al súbdito o al subordinado.  El súbdito nunca debe ser utilizado,  ni menos explotado.
El utilitarismo, la explotación, la tiranía, el acoso, son los síntomas más claros de la corrupción de la libertad. Así se descubre la mentira y la falta de unidad de vida de quienes ejercen mal la potestad o de quienes la han adquirido sin merecerla.
Es importante distinguir la moral de lo que es legal, y más en los ambientes donde predomina el positivismo legalista. No se trata solo de conocer y aplicar las leyes,  se trata de ser personas correctas y honradas, que buscan el bien para todos y saben cuándo deben sancionar con la ley, y cuándo deben emplear la epiqueya porque el sentido común y la conciencia lo dictan así.
Agradecemos sus comentarios

No hay comentarios.: