jueves, junio 13, 2013


Creer que hemos venido al mundo para hacer lo que nos gusta
EL ERROR MÁS GRANDE DEL GUSTO
El triunfo más grande del demonio es conseguir que la gente no crea en él, ya que de ese modo se encuentra libre para intervenir en la vida de las personas sin resistencias.
El avance de las fuerzas del mal se puede notar en todo el mundo cuando aumenta la violencia, crece la corrupción, la inmoralidad campea por todas partes y la ignorancia continúa azotando a muchos sectores de la sociedad impidiendo el progreso.  
En los tiempos actuales la mayor parte de las intervenciones diabólicas pasan desapercibidas, se ven como si fueran estilos o modos más modernos y originales que no hacen daño; sin embargo influyen en las conductas de las personas haciéndolas soeces, zafias, vulgares, toscas, agresivas, irreverentes, inconstantes, y además exigen  espacios de tolerancia en la sociedad, para que los desarreglos de las vidas descalabradas, tengan carta de ciudadanía y sean considerados normales en el quehacer cotidiano,  sin que nadie se atreva a cuestionarlas. Al que no está de acuerdo lo llamarán discriminador y rechazarán sus argumentos sin escucharle.

La corrupción de las autoridades
Los países donde las autoridades tienen el perfil que hemos descrito en el párrafo anterior, han caído en la oclocracia, que es el gobierno de los peores; no el de los menos capacitados sino el de los corruptos e inmorales. Los índices de corrupción en muchos gobiernos del mundo han aumentado considerablemente. 
Es necesario aclarar que se trata de la corrupción de todo el hombre y no solo por uso ilícito del dinero. Es muy grave la corrupción de las costumbres que van contra las leyes morales inscritas en la naturaleza humana. En la Biblia, San Pablo advierte: “No se cieguen: ni los fornicarios, ni los idólatras, ni los adúlteros, ni los afeminados, ni los sodomitas, ni los ladrones, ni los avarientos, ni los borrachos, ni los maldicientes, ni los que viven en rapiña han de poseer el Reino de los Cielos” (I cor. 6, 9-10). ¿Acaso no tiene vigencia esta cita de la Sagrada Escritura escrita para todos los tiempos?

La desubicación social del gusto
El desorden de la vida empieza cuando la persona niega el camino de la cruz y empieza a orientar su vida por la satisfacción de sus gustos sin advertir que en su naturaleza está el pecado que debe rechazar.
Nadie puede negar que el gusto está siendo considerado, fundamentalmente en los ambientes relativistas y anticristianos, como un derecho importante para ser libres y felices. El permisivismo actual le otorga patente de corzo para que con él, las personas puedan disfrutar de cualquier tipo de placer sin que pase nada.
Por influjo de corrientes de corte relativista muchas personas, sin darse cuenta, aconsejan a favor del gusto, sin considerar otros aspectos, y aprueban sin más al que ha conseguido hacer lo que le gusta: “Si estás haciendo lo que te gusta:¡muy bien!”  
A primera vista parece que se le está ayudando a conseguir algo a lo que tiene derecho, ojala todos pudieran estar contentos con lo que hacen, pero la vida enseña que muchas veces se debe decidir por algo que no gusta porque es mejor  para uno mismo, como la medicina amarga que se debe tomar. Hay deberes y obligaciones que pueden no gustar y no se pueden dejar de cumplir; nadie debe irse de su casa porque no se siente a gusto. El anillo de compromiso de un hombre casado también lo ata y le ayude a decir que no a muchas cosas atractivas. Atender a un enfermo puede ser muy costoso y sacrificado pero hay que hacerlo siempre, aunque el gusto no acompañe. La realización de una profesión debe apuntar más al servicio que se puede prestar, que al gusto que se pueda sentir a la hora de trabajar. Esto no quiere decir que haya que hacer las cosas a disgusto, solo indica que las personas no han venido al mundo para hacer lo que les gusta.

El magnífico ejemplo de Jesucristo
La escena dramática de Jesucristo en el huerto de los olivos es el ejemplo más claro que corona la mejor disposición para una misión: “Padre, aparta de mi este cáliz, pero no se haga mi voluntad sino la tuya”  Jesucristo, lleno de sufrimiento por lo que le toca, le está diciendo a Dios Padre, que no se haga lo que a mi me gustaría sino lo que Tú quieres.
También Jesucristo le dice a Pedro: “Tú cuando eras joven ibas donde querías, pero ahora siendo mayor, otro re ceñirá y te llevará a donde no quieras” no le dice que lo va a llevar a donde le guste sino a donde no quiera.  El que pueda entender que entienda.   En otro momento, cuando Pedro quiere impedir que el Señor vaya a la Pasión, Jesús le dice con fuerza: “apártate de mi satanás, porque no piensas como Dios sino como los hombres” 
Los hombres que no quieren seguir a Dios continuarán guiándose por el gusto y tratarán de hacer todo lo posible para pasarla bien. Se dejan llevar por lo que pide el corazón. Que bien viene recordar un sabio consejo que San Josemaría Escrivá dejó en un punto de Camino: “…¡pobre corazón, que es el que te escandaliza! Apriétalo, estrújalo entre tus manos: no le des consuelos. Y, lleno de una noble compasión, cuando los pida, dile despacio, como en confidencia: ¡Corazón, corazón en la Cruz!, ¡corazón en la Cruz!” (camino n. 163), y al contar de su experiencia propia decía: “No me importa contarles que el Señor, el ocasiones, me ha concedido muchas gracias; pero de ordinario voy a contrapelo. Sigo mi plan no porque me guste, sino porque debo hacerlo, por Amor.”
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