jueves, agosto 22, 2013


El influjo mundial del Rey de los deportes
LA ALEGRÍA DEL FÚTBOL EN LA VIDA
Guste o no el fútbol tiene un protagonismo importante en la historia mundial. Cada vez son más los países que se suman a la práctica de este deporte emblemático que hace felices a millones y puede contribuir a la paz y concordia de todos los pueblos. Por encima de tratados o de documentos históricos, existen buenos jugadores que con el arte de llevar la pelota, mueven los corazones de miles de jóvenes y mayores que descubren, que más allá de los uniformes de un club o de los sentimientos de un país, está la solidaridad de pueblos que disfrutan, con la fiesta del fútbol, una suerte de fraternidad universal.
Desde la inocencia infantil millones se han sentido felices cuando les regalaron  la primera pelota o el día que pisaron por primera vez una cancha de fútbol; el estar en el gramado para ver de cerca a un jugador profesional ha sido para muchos motivo de una gran satisfacción que deja en el recuerdo una huella imborrable.
Si la afición crecía con los años la memoria grababa las mejores jugadas de los grandes partidos y los nombres de los jugadores más importantes de la historia. Ser hincha  significa fundamentalmente tener amor por la camiseta de un equipo y poseer un sano afán de competividad, que es también una tendencia simpática, motivadora de una generosidad, casi sin límites, para entregar los hurras  y las arengas partidarios, hasta la afonía, animando a los jugadores del propio equipo a que pongan todo en la cancha.

La lealtad de un hincha construye la unidad y el respeto entre los seres humanos
El que entiende de fútbol y conoce la naturaleza humana, sabe bien que mostrar la sinceridad de una afición no divide a las personas, al contrario las une. Un buen jugador y un buen hincha prefiere y entiende mejor al jugador y al hincha rival que al que quiere mostrar una imparcialidad para no contristar, este último puede pensar que así puede estar más cerca de todos y ocurre lo contrario. Da gusto encontrar jugadores e hinchas con un amor incondicional a la camiseta de su equipo dispuestos a dar esa “guerra” que no es de violencias y odios.

Los enemigos de una sana competividad y los falsos endiosamientos
Como todo en la vida los excesos y el fanatismo son los principales enemigos del buen fútbol y de los ambientes de fiesta y solidaridad. Cuando el desorden penetra en los corazones de los hombres estos se vuelven violentos y peligrosos. El fútbol bien llevado y jugado con verdadera deportividad no produce violencias. La garra y la fuerza que se pone para ganar son estímulos constantes que aumentan la alegría. La lealtad de los rivales a sus propios equipos es digna de admiración y respeto. En las contiendas deportivas nunca se ve al rival como enemigo. El fútbol tampoco lo es todo, no se debe caer en las locuras o delirios de un triunfo, ni en los pesimismos de una derrota. Los fanáticos no tienen espíritu deportivo. Un buen futbolista sabe ganar y sabe también perder. Lo mismo podríamos decir de la hinchada.

Los triunfos del perdedor
Al perder un partido se puede apreciar la alegría del rival que ha ganado. El equipo perdedor ha sido causa de la alegría del equipo ganador con todas sus consecuencias favorables. Ese conocimiento enriquece la sabiduría que es necesaria para la propia vida. Saber perder es poseer una categoría humana de nivel donde se reconoce el  merecido triunfo del rival y se saca experiencia. El deportista que perdió se llena de humildad y de esperanza, le toca ahora corregir los errores para volver a salir con la cabeza levantada. Son lecciones que se aprenden para proyectarse mejor en el futuro y poder ser felices en  la vida.
El Papa Francisco es un hincha disciplinado del San Lorenzo de Almagro, paga religiosamente las cuotas de su club de fútbol y sigue a su equipo durante el campeonato. Hace unos días lo visitaron en Roma las selecciones de Italia y Argentina que iban a jugar un partido dedicado a él. El Papa aprovechó la ocasión para aconsejarles: "En el juego, - les decía- cuando estás en el campo, se encuentran la belleza, la gratuidad y la camaradería. Si a un partido le falta esto, pierde fuerza, aunque el equipo gane. No hay sitio para el individualismo, todo debe ser coordinación para el equipo"  "aunque sean personajes, permanezcan siempre hombres, en el deporte y en la vida. Hombres, portadores de humanidad" "vivan el deporte como don de Dios, una oportunidad para hacer fructificar sus talentos, pero también es una responsabilidad", "aprovechen para sembrar el bien". "Sean conscientes de esto y den ejemplo de lealtad, respeto y altruismo",”recen por mi "porque también yo, en el 'campo' en el que Dios me ha puesto, pueda jugar una partida honesta y valiente para el bien de todos nosotros".

La admirable belleza del fútbol (obra del talento de los futbolistas y de un buen director técnico)
En el juego se encuentra la belleza cuando los jugadores hacen maravillas con la pelota y la belleza es mucho más grande cuando todo el equipo funciona. Los toques bellos del balón no deben ser para el lucimiento personal sino para la armonía del equipo. Esos toques que permiten que el equipo avance hasta el arco rival para anidar la bola en la ned con un hermoso gol que levanta a la hinchada de su asiento y la hace bailar de emoción. Son jugadas que se dan con gratuidad en un ambiente de camaradería. Todos juegan queriéndose mutuamente y ayudándose a ser felices. Las mejores técnicas se ponen al servicio de los demás y todos en conjunto se entregan a los espectadores, que vibran con una hermandad inusitada en un espectáculo donde todos se sienten ganadores. Es la fuerza de la unión de los que son portadores de humanidad, son los talentos fructificados para la alegría de miles, que también, como los jugadores, miran al Cielo para agradecer a Dios.
El Papa Francisco les decía a los jóvenes en Brasil: “Jesús nos pide que le sigamos toda la vida, nos pide que seamos sus discípulos, que juguemos en su equipo. A la mayoría de ustedes les gusta el deporte. Aquí en Brasil, como en otros países, el fútbol es una pasión nacional ¿si ó no? Pues bien, ¿qué hace un jugador cuando se le llama a formar parte de un equipo? Tiene que entrenarse y entrenarse mucho. Así es nuestra vida de discípulos del Señor. San Pablo nos dice: ´los atletas se privan de todo´ y lo hacen para obtener una corona marchita;  nosotros en cambio, por una corona incorruptible.  ¡Jesús nos ofrece algo más grande que la copa del mundo! Nos ofrece la posibilidad de una vida fecunda, una vida feliz, y también un futuro con él que no tendrá fin, allá en la vida eterna. Pero nos pide que paguemos la entrada. La entrada es que nos entrenemos para estar en forma, para afrontar sin miedo todas las situaciones de la vida, dando testimonio de nuestra fe”
La vida es como un partido de fútbol, hay dos tiempos: juventud y madurez. Juguemos bien nuestro partido para ganarnos la entrada al Cielo. Que la belleza de nuestras jugadas sean para el triunfo del equipo entero y de todos los amantes del fútbol.

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