El influjo
mundial del Rey de los deportes
LA
ALEGRÍA DEL FÚTBOL EN LA VIDA
Guste
o no el fútbol tiene un protagonismo importante en la historia mundial. Cada
vez son más los países que se suman a la práctica de este deporte emblemático
que hace felices a millones y puede contribuir a la paz y concordia de todos
los pueblos. Por encima de tratados o de documentos históricos, existen buenos
jugadores que con el arte de llevar la pelota, mueven los corazones de miles de
jóvenes y mayores que descubren, que más
allá de los uniformes de un club o de los sentimientos de un país, está la
solidaridad de pueblos que disfrutan, con
la fiesta del fútbol, una suerte de fraternidad universal.
Desde
la inocencia infantil millones se han sentido felices cuando les regalaron la primera pelota o el día que pisaron
por primera vez una cancha de fútbol; el estar en el gramado para ver de cerca
a un jugador profesional ha sido para muchos motivo de una gran satisfacción
que deja en el recuerdo una huella imborrable.
Si
la afición crecía con los años la memoria grababa las mejores jugadas de los
grandes partidos y los nombres de los jugadores más importantes de la historia.
Ser hincha significa
fundamentalmente tener amor por la camiseta de un equipo y poseer un sano afán
de competividad, que es también una tendencia simpática, motivadora de una
generosidad, casi sin límites, para
entregar los hurras y las arengas partidarios, hasta la afonía, animando a los
jugadores del propio equipo a que pongan todo en la cancha.
La lealtad de un hincha
construye la unidad y el respeto entre los seres humanos
El
que entiende de fútbol y conoce la naturaleza humana, sabe bien que mostrar la
sinceridad de una afición no divide a las personas, al contrario las une. Un
buen jugador y un buen hincha prefiere y entiende mejor al jugador y al hincha
rival que al que quiere mostrar una imparcialidad para no contristar, este
último puede pensar que así puede estar más cerca de todos y ocurre lo
contrario. Da gusto encontrar jugadores e hinchas con un amor incondicional a
la camiseta de su equipo dispuestos a dar esa “guerra” que no es de violencias
y odios.
Los enemigos de una sana
competividad y los falsos endiosamientos
Como
todo en la vida los excesos y el fanatismo son los principales enemigos del
buen fútbol y de los ambientes de fiesta y solidaridad. Cuando el desorden
penetra en los corazones de los hombres estos se vuelven violentos y peligrosos.
El fútbol bien llevado y jugado con verdadera deportividad no produce
violencias. La garra y la fuerza que se pone para ganar son estímulos
constantes que aumentan la alegría. La lealtad de los rivales a sus propios
equipos es digna de admiración y respeto. En las contiendas deportivas nunca se
ve al rival como enemigo. El fútbol tampoco lo es todo, no se debe caer en las
locuras o delirios de un triunfo, ni en los pesimismos de una derrota. Los
fanáticos no tienen espíritu deportivo. Un buen futbolista sabe ganar y sabe
también perder. Lo mismo podríamos decir de la hinchada.
Los triunfos del perdedor
Al
perder un partido se puede apreciar la alegría del rival que ha ganado. El
equipo perdedor ha sido causa de la alegría del equipo ganador con todas sus
consecuencias favorables. Ese conocimiento enriquece la sabiduría que es
necesaria para la propia vida. Saber perder es poseer una categoría humana de
nivel donde se reconoce el merecido triunfo del rival y se saca experiencia. El
deportista que perdió se llena de humildad y de esperanza, le toca ahora
corregir los errores para volver a salir con la cabeza levantada. Son lecciones
que se aprenden para proyectarse mejor en el futuro y poder ser felices en la vida.
El Papa Francisco es un hincha disciplinado del
San Lorenzo de Almagro, paga religiosamente las cuotas de su club de fútbol y
sigue a su equipo durante el campeonato. Hace unos días lo visitaron en Roma
las selecciones de Italia y Argentina que iban a jugar un partido dedicado a
él. El Papa aprovechó la ocasión para aconsejarles: "En el juego, - les
decía- cuando estás en el campo, se encuentran la belleza, la gratuidad y la
camaradería. Si a un partido le falta esto, pierde fuerza, aunque el equipo
gane. No hay sitio para el individualismo, todo debe ser coordinación para el
equipo" "aunque sean
personajes, permanezcan siempre hombres, en el deporte y en la vida. Hombres,
portadores de humanidad" "vivan el deporte como don de Dios, una
oportunidad para hacer fructificar sus talentos, pero también es una
responsabilidad", "aprovechen para sembrar el bien". "Sean
conscientes de esto y den ejemplo de lealtad, respeto y altruismo",”recen
por mi "porque también yo, en el 'campo' en el que Dios me ha puesto,
pueda jugar una partida honesta y valiente para el bien de todos
nosotros".
La admirable belleza del
fútbol (obra del
talento de los futbolistas y de un buen director técnico)
En
el juego se encuentra la belleza cuando los jugadores hacen maravillas con la
pelota y la belleza es mucho más grande cuando todo el equipo funciona. Los
toques bellos del balón no deben ser para el lucimiento personal sino para la
armonía del equipo. Esos toques que permiten que el equipo avance hasta el arco
rival para anidar la bola en la ned con un hermoso gol que levanta a la hinchada
de su asiento y la hace bailar de emoción. Son jugadas que se dan con gratuidad
en un ambiente de camaradería. Todos juegan queriéndose mutuamente y ayudándose
a ser felices. Las mejores técnicas se ponen al servicio de los demás y todos
en conjunto se entregan a los espectadores, que vibran con una hermandad
inusitada en un espectáculo donde todos se sienten ganadores. Es la fuerza de
la unión de los que son portadores de humanidad, son los talentos fructificados
para la alegría de miles, que también, como
los jugadores, miran al Cielo para agradecer a Dios.
El
Papa Francisco les decía a los jóvenes en Brasil: “Jesús nos pide que le sigamos
toda la vida, nos pide que seamos sus discípulos, que juguemos en su equipo. A
la mayoría de ustedes les gusta el deporte. Aquí en Brasil, como en otros
países, el fútbol es una pasión nacional ¿si ó no? Pues bien, ¿qué hace un
jugador cuando se le llama a formar parte de un equipo? Tiene que entrenarse y
entrenarse mucho. Así es nuestra vida de discípulos del Señor. San Pablo nos
dice: ´los atletas se privan de todo´ y lo hacen para obtener una corona
marchita; nosotros en cambio, por
una corona incorruptible. ¡Jesús
nos ofrece algo más grande que la copa del mundo! Nos ofrece la posibilidad de
una vida fecunda, una vida feliz, y también un futuro con él que no tendrá fin,
allá en la vida eterna. Pero nos pide que paguemos la entrada. La entrada es
que nos entrenemos para estar en forma, para afrontar sin miedo todas las
situaciones de la vida, dando testimonio de nuestra fe”
La
vida es como un partido de fútbol, hay dos tiempos: juventud y madurez.
Juguemos bien nuestro partido para ganarnos la entrada al Cielo. Que la belleza
de nuestras jugadas sean para el triunfo del equipo entero y de todos los
amantes del fútbol.
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