viernes, noviembre 29, 2013

Acción de gracias: a las magníficas personas de distintas mentalidades
LA TRADICIÓN DE LOS PAÍSES HEGEMÓNICOS
En los estudios de antropología no aparecen los hombres iguales dentro de una misma naturaleza, como para poder establecer una relación fluida y armoniosa entre unos y otros. Se observan más bien grandes diferencias, que originan modos y enfoques distintos de ver las cosas.
Esa variedad compleja está matizada por el influjo de tradiciones y costumbres milenarias que crean en las personas una suerte de homogeneidad, que es más fuerte en los países de mayor legado histórico y cultural. Son modos y criterios esculpidos en las mentes de sus habitantes, semejantes a un nacionalismo sin implicancias políticas. Es un convencimiento en los procedimientos y enfoques de lo que debería ser, según ellos, para todos igual, de acuerdo al parecer tradicional: ¡Las cosas hay que hacerlas como siempre se han hecho!  
En esos países líderes, donde existe una fuerte tradición de criterios y costumbres, se admite el planteamiento teórico de poder pensar con libertad, sin embargo el arraigo de los modos y criterios tradicionales, es más fuerte que esa gratuita concesión, que no pasa de ser un gesto para contemporizar en la conversación rutinaria.
Los ciudadanos de los países hegemónicos, tienen el convencimiento de poseer un liderazgo que los habilita para defender sus puntos de vista como los propios del sentido común, y que deberían prevalecer en todas partes. Para los valores trascendentes parecen ser, sin que ellos lo perciban, un poco iluministas.
Como algo natural, exportan a otros países sus convicciones y se esfuerzan en persuadir a la gente para que las asimilen a sus modos de enfocar la realidad. Una importante mayoría de estos exportadores está más atenta al influjo de sus propias costumbres que  a las costumbres de los lugares donde van; buena parte de ellos vivirán con sus estilos de vida tradicionales sin lograr entender a cabalidad la idiosincrasia de los lugares donde se encuentran.

Mentalidad monárquica
Es interesente observar que los países de mayor tradición, (los más antiguos), las personas de esas nacionalidades, llevan en sus mentes una fuerte tendencia monárquica, que se recibe por tradición. En cambio, cuando nos fijamos en los países donde se estableció la democracia, vemos que ésta llegó por oposición a regímenes totalitarios y verticales. El punto de partida de la democracia fue la revolución contra sistemas o  personas dictatoriales.
En los países líderes, que pasaron de la monarquía a la democracia, se puede observar en sus habitantes ciertos rasgos o aspectos puntuales de radicalidad, en los modos de presentar las cosas o defender las posturas.
Tanto la mentalidad monárquica como la democrática, de oposición, son radicales en sus expresiones, los primeros para conservar y los segundos para romper. Sin irnos a la política, la radicalidad la encontramos en los modos de ser, en los enfoques de la vida y en las cosas más sencillas del diario acontecer.
La radicalidad de esas posturas no es percibida por quien las posee. Las persona con ese perfil están convencidas de la claridad y sensatez de sus planteamientos, que, según ellos, son verdades objetivas, tan claras como el agua y por tanto no cabría fácilmente otro enfoque distinto. Ellos se presentan, sin tener malicia alguna, como si fueran los  dueños de la verdad. Muy orondos afirman con franqueza: “¡es así porque te lo digo yo!”.

Mentalidad democrática
En cambio en los países donde no estuvo presente una fuerte monarquía, que son los considerados más jóvenes o de una menor cultura, no se encuentran fácilmente rasgos radicales en las costumbres y en los criterios; al contrario, es más fácil encontrar modos de ser o estilos más abiertos, a no ser que un influjo político radical haya marcado en sus seguidores un fanatismo irracional, como ha sucedido con las guerrillas y el terrorismo. Estos suelen ser radicalismos más superficiales, donde escasea la tradición y la cultura, y están agravados por la peligrosidad de la ignorancia; se les podría aplicar la famosa frase: “del pecado de ignorancia el demonio saca ganancia”.
En los países más democráticos abundan voluntarismos alimentados por un desorden sentimental, una especie de desfuerzo que tiene su origen en un falso orgullo con cierto complejo de inferioridad.
Donde falta cultura es muy difícil que el corazón sustituya a la cabeza, aunque puedan haber razones que no se saben, ni se pueden expresar.
Al margen de los sectores radicales, politizados por corrientes de izquierda marxista, se encuentran otras mayorías democráticas que viven dentro de un enorme mosaico de razas, criterios y costumbres, que tienen como eje común la informalidad y una suerte de sincretismo.
El resultado de esas mezclas culturales es la existencia de conductas poco estables y alejadas de los  principios o normas establecidas. Son sociedades donde calza bien la famosa frase: “donde se hace la ley se hace la trampa”, y donde también se utiliza la ley como “caballito de batalla” para ganar una contienda y conseguir meter en la cárcel al adversario. En estos ambientes se utiliza fácilmente la ley para castigar, conseguir sobornos y cometer injusticias.
En estas sociedades la conducta del hombre de a pie varía con la ocasión y la oportunidad. Existe un compromiso cambiante para lo oportuno, según el criterio del momento. Para evitar enfrentamientos todo queda adornado con una chispa de gracia y de solera, con la broma ligera y la burla peligrosa que fácilmente cae en el cochineo o el famoso bulling, (para poner una palabra inglesa), que está de moda.
Nuestros países, considerados más jóvenes y más atrasados, con respecto a los del primer mundo, están compuestos por una enorme diversidad de gente con aire juvenil y ánimo juguetón, que camina con los influjos de la vieja tradición de los países europeos que nos entregaron sus sistemas educativos prometiéndonos para el futuro un crecimiento cultural que aún no llega, tal como se diseñó.  También hemos recibido como herencia los modos y costumbres de los Estados Unidos que siguen influyendo en nuestros países. A ellos les debemos parte de nuestra cultura  y poder estar a la vanguardia en los avances de la tecnología moderna.
También es interesante anotar que la llegada de los grandes centros comerciales, en los tiempos actuales, se ha convertido en un sigo de  progreso para nuestros países.  
¿Vidas ilustres?
Si miramos a los peruanos más destacados encontramos que nuestros héroes se han quedado como referencias estáticas de personalidades que hicieron algo por el país,  son solo para mencionarlos en los discursos o verlos retratados en las aulas de los colegios y en algún libro de historia.
Los políticos parece que enseñan lo que no se debe hacer, (nadie quiere ser como ellos)…. Los cantantes, futbolistas, artistas de cine, tienen sus seguidores. Los que quieren ser como ellos cierran los ojos a los aspectos morales mientras que las grandes mayorías los siguen a través de los medios…¿son realmente modelos? Parece que para muchos no, aunque los escojan como favoritos.
Al margen de mentalidades monárquicas o democráticas podemos observar que los planteamientos radicales aparecen con más fuerza en una sociedad que se aleja de los valores trascendentes. Es cuando se le da a la opinión categoría de verdad. Cuando se subjetivizan los dogmas y se dogmatizan las opiniones. Benedicto XVI habló alguna vez de la dictadura del relativismo.
Tal vez los mejores no sean los que brillan más. En todo caso el brillo llega después cuando se reconoce un legado ejemplar y de bien. Podemos afirmar sin temor a equivocarnos que existe mucha gente buena y valiosa a la que le debemos mucho.

Acción de gracias por los más buenos
Solo nos queda agradecer a quienes a través de la tradición, con estilos monárquicos o democráticos, extranjeros o nacionales, intelectuales o trabajadores manuales, ricos o pobres, nos han dicho la verdad y nos han querido.
Estamos en deuda con personas que han entregado su vida por causas nobles y han dejado una herencia de ejemplo y amor.
La personalidad de los países y los sucesos históricos son la escenografía o la anécdota para el ensayo fácil o para las discusiones opinables de los modos y costumbres. Por encina de todo eso está el bien que enciende los corazones e ilumina los entendimientos de los seres humanos.
No importa el país, tampoco la diversidad de razas o los diferentes enfoques de la realidad, importa todo lo que sirve para crear la nueva civilización del amor, con las conductas idóneas de los que saben amar, de los que están aprendiendo.
 Y con el legado de una tradición de amor, que a pesar de los inconvenientes y sufrimientos que trae la vida, no deja de transmitirse por todo el mundo.
Expresamos nuestro cariño y agradecimiento  a cientos y miles que desde los países hegemónicos nos hay ayudado a forjar lo que somos como país y como personas.
Agradecemos sus comentarios


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