Actitudes
principescas
EL
SÍNDROME DE EPULÓN
Quien
no ha disfrutado de niño con las historias de los príncipes imperiales con sus
magníficos castillos donde vivían las princesas que eran conquistadas por unos
pretendientes amigos de la nobleza. No eran historias inventadas por la
imaginación, procedían de la vida real en las épocas de reyes, reinas, príncipes y princesas, que marcaban un estilo de
vida que era envidia de todos y modelo para la emulación.
Para
algunos contemporáneos de los tiempos actuales traer al presente ese estilo de
vida podría ser semejante a volver al holocausto en tiempos de Hitler; para
otros es el recuerdo de la historia de la humanidad con los amores y las luchas
de los buenos y de los malos, como en todos los tiempos.
A
lo largo de la historia se han recogido palabras o metáforas de antaño para señalar
distintos aspectos de la vida y así por ejemplo cuando una madre de familia le
dice a su hijo que es el rey de la casa y la hija que es la princesita, todos comprenden que se
trata del cariño de madre; en cambio cuando se dice que una autoridad tiene actitudes
principescas, se está señalando un
defecto y una limitación. Quiere decir que a esa persona le gusta las cosas
caras o que se cree superior, o que busca ponerse en un status más elevado con respecto a los demás. Ningún líder debería
poseer esas actitudes, que le quitarían autoridad para gobernar y lo alejarían
del sentir común de la gente. Esa imprudencia reflejaría falta de idoneidad, no
es solo un error político.
Diferencia entre actitud principesca y distinción
personal
Para
aclarar bien los términos y las metáforas empleadas, con respecto a la realeza,
viene bien recordar en qué consiste la aristocracia, la nobleza y la
oligarquía, para luego poder hacer, con
más luces, la distinción entre una persona elegante, noble y fina en sus
modos, sus gustos, sus costumbres y su educación, de otra que es arrogante, y que busca aparentar, con
ostentaciones imprudentes, un status
de vida superior con derecho a lujos, que le hace tener en su conducta habitual
actitudes principescas, que generan
rechazo por parte de los demás.
Aristocracia, nobleza y oligarquía
Si vamos a
los diccionarios encontramos varios significados para Aristocracia: 1. Clase social formada por las personas que poseen
títulos nobiliarios. 2 Grupo
de personas que destaca entre los demás por alguna circunstancia. 3
Forma de gobierno en que el poder está en manos de los nobles y de las
clases sociales altas.
En cambio de
Nobleza hay cuatro acepciones: 1.
Clase o grupo social formado por los nobles de un país o un territorio. 2
Generosidad, honradez y total ausencia de maldad en una persona, en su
comportamiento, su actitud o sus acciones. 3 Cualidad
de los animales que son fieles a las personas. 4 Característica de las cosas que tienen
gran calidad, categoría o valor.
Y
de Oligarquía se dice que es un grupo reducido de personas pertenecientes a una misma clase social que
gobierna ó grupo reducido de personas poderosas que dirige una organización o
actividad: monopolio.
Los enfoques del siglo XXI
Los tiempos
han cambiado indudablemente. Las guerras y las ideologías han esculpido en las
mentes y en los corazones una manera de enfocar las cosas para proceder con la
elección de un estilo de vida de mayor apertura y un modo democrático para
gobernar.
A pesar de
todo siempre existen países hegemónicos con deseos de grandeza, caudillos que
encarnan rebeliones de protesta, teorías filosóficas sobre el papel del hombre
en el cosmos, estudios psicológicos que repercuten en los métodos educativos
con la elección de un modo de conducirse, un poder mediático politizado o
contratado para ejercer determinada influencia y las religiones que apuntan a
los fines trascendentes para la libertad y felicidad de los hombres.
Estos
influjos normales, en todos los países
del mundo, se dan en el accionar de la gente de hoy, en sociedades donde
confluyen los magníficos y bellísimos barrios de las clases pudientes, con los
pueblos jóvenes de casuchas destartaladas, de gente mal vestida y maloliente. A
poca distancia pueden encontrarse barrios de prosperidad super modernos y elegantes, con barrios donde se ve la carestía, la
miseria y hasta la delincuencia amenazante. Son dos mundos que existen al mismo
tiempo y se dan las espaldas.
No obstante
los criterios, en las mentes de hoy,
buscan elegir lo mejor de cada cosa formando sincretismos originales, que son
planteamientos con muchas variantes. Cada uno tiene un enfoque que es consecuencia
de lo que ha vivido y experimentado, sea corta o larga su existencia,
pertenezca a una o a otra clase social.
La aristocracia de la inteligencia y del amor
Una persona
elegante y fina en sus modales y en el vestir puede ser al mismo tiempo
virtuosa y ejemplo para los demás, sin que tenga que ver su procedencia. En
cuidado en la limpieza, en el vestido y en las buenas costumbres es para los
pobres y los ricos. La aristocracia y la nobleza deben ser de la buena
conducta. Una persona es selecta por su gran amor. El amor es lo que consigue
la nivelación para que la miseria desaparezca y todos puedan progresar.
Siempre se
puede distinguir entre la conducta de respeto de una persona educada, y la
conducta de los atrevimientos irreverentes del malcriado.
Las actitudes principescas, a la que nos
estamos refiriendo son propias del que vive sumergido en la vanidad y en
egoísmo de sentirse superior, con ostentaciones y lujos, sin tener en cuenta a
las grandes mayorías que viven con lo justo y a veces con grandes escaseces.
El buen ejemplo de una vida austera
El artículo
que estamos comentando hace
referencia a un pasaje del evangelio que explica bien, dentro de todo el conglomerado social las posturas de unos y de otros,
lo importante que es la austeridad para amar al prójimo de verdad y acertar en
la vida.
El rico
Epulón no era mala gente, era una persona que disfrutaba de lo que tenía pero
no le interesaba, para nada, la vida del pobre Lázaro. Como gran cosa le
permitía comer de las migajas de su mesa y nada más. Tal vez tendría discursos
teóricos para la solución de la pobreza, pero él vivía metido en sus cosas,
gozando de sus bienes con sus amistades. No se sentía responsable de las
carencias de los pobres, aunque estos pasaran a su lado.
La solución
para Lázaro (el pobre), no era que
Epulón lo invite a comer a su mesa y le entregue parte de sus bienes. Lo que
Dios le pide a él y a todos los hombres es el amor al prójimo. De eso adolecía
el rico Epulón. Sus riquezas le impedían lo más importante: amar al prójimo.
Del amor se desprenden muchas iniciativas a favor de los demás.
El mundo es
como una moneda con dos caras. En una de ellas vemos bellísimos paisajes,
edificios y casas magníficas, automóviles de las mejores marcas, aviones y trenes
super veloces, tiendas llenas de mercaderías y mucha gente que vive en
esos mundos de prosperidad material, sin tiempo para otras cosas.
En la otra
cara de la moneda se puede observar a las multitudes desposeídas, que viven sin
tener acceso a los barrios residenciales, a los grandes clubes sociales, a los
viajes en los aviones o trasatlánticos, a los mejores automóviles. Ocupan un
mundo angustioso donde todo falta: limpieza,
salud, medicinas, educación y hasta lo mínimo para vivir con cierta
dignidad.
La solución no
llega por una autoridad que haga un reparto equitativo; tampoco inyectando
dinero, para que los de las clases menos pudientes se vayan poniendo al
nivel económico de los otros.
La solución
apunta a los corazones de los hombres: el amor real al prójimo. El peligro es
que todos sean Epulón: regodearse en los bienes y olvidarse de los demás. La responsabilidad
llama a la austeridad, que es para todos y significa: no dejar que las cosas
materiales insensibilicen el
corazón. Es necesario coraje y valentía para dejar las cosas de lado y poner el
corazón en las personas, que son los Lázaro: cualquiera que necesite atención y amor.
Las
autoridades, civiles y religiosas, tienen
más responsabilidad en ser ejemplo de austeridad. Es por eso que el Papa le
pide a ellos no tener actitudes principescas,
y les dice más bien que deben tener olor a oveja. El auténtico amor no es una entelequia, tampoco un sentimiento dulzón y romántico. Del auténtico amor se desprenden muchas obras
buenas a favor de los demás.
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