viernes, noviembre 22, 2013


Actitudes principescas
EL SÍNDROME DE EPULÓN
Quien no ha disfrutado de niño con las historias de los príncipes imperiales con sus magníficos castillos donde vivían las princesas que eran conquistadas por unos pretendientes amigos de la nobleza. No eran historias inventadas por la imaginación, procedían de la vida real en las épocas de reyes, reinas, príncipes y princesas, que marcaban un estilo de vida que era envidia de todos y modelo para la emulación.
Para algunos contemporáneos de los tiempos actuales traer al presente ese estilo de vida podría ser semejante a volver al holocausto en tiempos de Hitler; para otros es el recuerdo de la historia de la humanidad con los amores y las luchas de los buenos y de los malos, como en todos los tiempos.
A lo largo de la historia se han recogido palabras o metáforas de antaño para señalar distintos aspectos de la vida y así por ejemplo cuando una madre de familia le dice a su hijo que es el rey de la casa y la hija que es la princesita, todos comprenden que se trata del cariño de madre; en cambio cuando se dice que una autoridad tiene actitudes principescas, se está señalando un defecto y una limitación. Quiere decir que a esa persona le gusta las cosas caras o que se cree superior, o que busca ponerse en un status más elevado con respecto a los demás. Ningún líder debería poseer esas actitudes, que le quitarían autoridad para gobernar y lo alejarían del sentir común de la gente. Esa imprudencia reflejaría falta de idoneidad, no es solo un error político.
Diferencia entre actitud principesca y distinción personal
Para aclarar bien los términos y las metáforas empleadas, con respecto a la realeza, viene bien recordar en qué consiste la aristocracia, la nobleza y la oligarquía, para luego poder hacer, con más luces, la distinción entre una persona elegante, noble y fina en sus modos, sus gustos, sus costumbres y su educación, de otra que es arrogante, y que busca aparentar, con ostentaciones imprudentes, un status de vida superior con derecho a lujos, que le hace tener en su conducta habitual actitudes principescas, que generan rechazo por parte de los demás.
Aristocracia, nobleza y oligarquía
Si vamos a los diccionarios encontramos varios significados para Aristocracia: 1. Clase social formada por las personas que poseen títulos nobiliarios. 2  Grupo de personas que destaca entre los demás por alguna circunstancia.  3 Forma de gobierno en que el poder está en manos de los nobles y de las clases sociales altas.
En cambio de Nobleza hay cuatro acepciones: 1. Clase o grupo social formado por los nobles de un país o un territorio.  2 Generosidad, honradez y total ausencia de maldad en una persona, en su comportamiento, su actitud o sus acciones.  3  Cualidad de los animales que son fieles a las personas. 4 Característica de las cosas que tienen gran calidad, categoría o valor.
Y de Oligarquía se dice que es un grupo reducido de personas pertenecientes a una misma clase social que gobierna ó grupo reducido de personas poderosas que dirige una organización o actividad: monopolio.

Los enfoques del siglo XXI
Los tiempos han cambiado indudablemente. Las guerras y las ideologías han esculpido en las mentes y en los corazones una manera de enfocar las cosas para proceder con la elección de un estilo de vida de mayor apertura y un modo democrático para gobernar.
A pesar de todo siempre existen países hegemónicos con deseos de grandeza, caudillos que encarnan rebeliones de protesta, teorías filosóficas sobre el papel del hombre en el cosmos, estudios psicológicos que repercuten en los métodos educativos con la elección de un modo de conducirse, un poder mediático politizado o contratado para ejercer determinada influencia y las religiones que apuntan a los fines trascendentes para la libertad y felicidad de los hombres.
Estos influjos normales, en todos los países del mundo, se dan en el accionar de la gente de hoy, en sociedades donde confluyen los magníficos y bellísimos barrios de las clases pudientes, con los pueblos jóvenes de casuchas destartaladas, de gente mal vestida y maloliente. A poca distancia pueden encontrarse barrios de prosperidad super modernos y elegantes, con barrios donde se ve la carestía, la miseria y hasta la delincuencia amenazante. Son dos mundos que existen al mismo tiempo y se dan las espaldas.
No obstante los criterios, en las mentes de hoy, buscan elegir lo mejor de cada cosa formando sincretismos originales, que son planteamientos con muchas variantes. Cada uno tiene un enfoque que es consecuencia de lo que ha vivido y experimentado, sea corta o larga su existencia, pertenezca a una o a otra clase social.
La aristocracia de la inteligencia y del amor
Una persona elegante y fina en sus modales y en el vestir puede ser al mismo tiempo virtuosa y ejemplo para los demás, sin que tenga que ver su procedencia. En cuidado en la limpieza, en el vestido y en las buenas costumbres es para los pobres y los ricos. La aristocracia y la nobleza deben ser de la buena conducta. Una persona es selecta por su gran amor. El amor es lo que consigue la nivelación para que la miseria desaparezca y todos puedan progresar.
Siempre se puede distinguir entre la conducta de respeto de una persona educada, y la conducta de los atrevimientos irreverentes del malcriado.
Las actitudes principescas, a la que nos estamos refiriendo son propias del que vive sumergido en la vanidad y en egoísmo de sentirse superior, con ostentaciones y lujos, sin tener en cuenta a las grandes mayorías que viven con lo justo y a veces con grandes escaseces.
El buen ejemplo de una vida austera
El artículo que  estamos comentando hace referencia a un pasaje del evangelio que explica bien, dentro de todo el conglomerado social las posturas de unos y de otros, lo importante que es la austeridad para amar al prójimo de verdad y acertar en la vida.
El rico Epulón no era mala gente, era una persona que disfrutaba de lo que tenía pero no le interesaba, para nada, la vida del pobre Lázaro. Como gran cosa le permitía comer de las migajas de su mesa y nada más. Tal vez tendría discursos teóricos para la solución de la pobreza, pero él vivía metido en sus cosas, gozando de sus bienes con sus amistades. No se sentía responsable de las carencias de los pobres, aunque estos pasaran a su lado.
La solución para Lázaro (el pobre), no era que Epulón lo invite a comer a su mesa y le entregue parte de sus bienes. Lo que Dios le pide a él y a todos los hombres es el amor al prójimo. De eso adolecía el rico Epulón. Sus riquezas le impedían lo más importante: amar al prójimo. Del amor se desprenden muchas iniciativas a favor de los demás.
El mundo es como una moneda con dos caras. En una de ellas vemos bellísimos paisajes, edificios y casas magníficas, automóviles de las mejores marcas, aviones y trenes super veloces, tiendas llenas de mercaderías y mucha gente que vive en esos mundos de prosperidad material, sin tiempo para otras cosas.
En la otra cara de la moneda se puede observar a las multitudes desposeídas, que viven sin tener acceso a los barrios residenciales, a los grandes clubes sociales, a los viajes en los aviones o trasatlánticos, a los mejores automóviles. Ocupan un mundo angustioso donde todo falta: limpieza, salud, medicinas, educación y hasta lo mínimo para vivir con cierta dignidad.
La solución no llega por una autoridad que haga un reparto equitativo; tampoco  inyectando dinero, para que los de las clases menos pudientes se vayan poniendo al nivel  económico de los otros.
La solución apunta a los corazones de los hombres: el amor real al prójimo. El peligro es que todos sean Epulón: regodearse en los bienes y olvidarse de los demás. La responsabilidad llama a la austeridad, que es para todos y significa: no dejar que las cosas materiales  insensibilicen el corazón. Es necesario coraje y valentía para dejar las cosas de lado y poner el corazón en las personas, que son los Lázaro: cualquiera que necesite atención y amor.
Las autoridades, civiles y religiosas, tienen más responsabilidad en ser ejemplo de austeridad. Es por eso que el Papa le pide a ellos no tener actitudes principescas, y les dice más bien que deben tener olor a oveja. El auténtico amor no es una entelequia, tampoco un sentimiento dulzón y romántico. Del auténtico amor se desprenden muchas obras buenas a favor de los demás.

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