Acción de gracias: a
las magníficas personas de distintas mentalidades
LA
TRADICIÓN DE LOS PAÍSES HEGEMÓNICOS
En
los estudios de antropología no aparecen los hombres iguales dentro de una
misma naturaleza, como para poder establecer una relación fluida y armoniosa entre
unos y otros. Se observan más bien grandes diferencias, que originan modos y
enfoques distintos de ver las cosas.
Esa
variedad compleja está matizada por el influjo de tradiciones y costumbres milenarias
que crean en las personas una suerte de homogeneidad, que es más fuerte en los
países de mayor legado histórico y cultural. Son modos y criterios esculpidos
en las mentes de sus habitantes, semejantes a un nacionalismo sin implicancias
políticas. Es un convencimiento en los procedimientos y enfoques de lo que
debería ser, según ellos, para todos
igual, de acuerdo al parecer tradicional: ¡Las
cosas hay que hacerlas como siempre se han hecho!
En
esos países líderes, donde existe una fuerte tradición de criterios y
costumbres, se admite el planteamiento teórico de poder pensar con libertad,
sin embargo el arraigo de los modos y criterios tradicionales, es más fuerte
que esa gratuita concesión, que no pasa de ser un gesto para contemporizar en
la conversación rutinaria.
Los
ciudadanos de los países hegemónicos, tienen el convencimiento de poseer un liderazgo
que los habilita para defender sus puntos de vista como los propios del sentido
común, y que deberían prevalecer en todas partes. Para los valores
trascendentes parecen ser, sin que ellos
lo perciban, un poco iluministas.
Como
algo natural, exportan a otros países sus convicciones y se esfuerzan en
persuadir a la gente para que las asimilen a sus modos de enfocar la realidad.
Una importante mayoría de estos exportadores
está más atenta al influjo de sus propias costumbres que a las costumbres de los lugares donde
van; buena parte de ellos vivirán con sus estilos de vida tradicionales sin
lograr entender a cabalidad la idiosincrasia de los lugares donde se encuentran.
Mentalidad monárquica
Es
interesente observar que los países de mayor tradición, (los más antiguos), las personas de esas nacionalidades, llevan en
sus mentes una fuerte tendencia monárquica, que se recibe por tradición. En
cambio, cuando nos fijamos en los países donde se estableció la democracia, vemos que ésta llegó por oposición a
regímenes totalitarios y verticales. El punto de partida de la democracia fue
la revolución contra sistemas o personas dictatoriales.
En
los países líderes, que pasaron de la
monarquía a la democracia, se puede observar en sus habitantes ciertos rasgos
o aspectos puntuales de radicalidad, en los modos de presentar las cosas o
defender las posturas.
Tanto
la mentalidad monárquica como la democrática, de oposición, son radicales en sus expresiones, los primeros para
conservar y los segundos para romper. Sin irnos a la política, la radicalidad
la encontramos en los modos de ser, en los enfoques de la vida y en las cosas
más sencillas del diario acontecer.
La
radicalidad de esas posturas no es percibida por quien las posee. Las persona
con ese perfil están convencidas de la claridad y sensatez de sus
planteamientos, que, según ellos, son
verdades objetivas, tan claras como el agua y por tanto no cabría fácilmente
otro enfoque distinto. Ellos se presentan, sin
tener malicia alguna, como si fueran los dueños de la verdad. Muy orondos afirman con franqueza: “¡es así porque te lo digo yo!”.
Mentalidad democrática
En
cambio en los países donde no estuvo presente una fuerte monarquía, que son los considerados más jóvenes o de
una menor cultura, no se encuentran fácilmente rasgos radicales en las
costumbres y en los criterios; al contrario, es más fácil encontrar modos de
ser o estilos más abiertos, a no ser que un influjo político radical haya
marcado en sus seguidores un fanatismo irracional, como ha sucedido con las
guerrillas y el terrorismo. Estos suelen ser radicalismos más superficiales, donde escasea la tradición y la cultura,
y están agravados por la peligrosidad de la ignorancia; se les podría aplicar
la famosa frase: “del pecado de
ignorancia el demonio saca ganancia”.
En
los países más democráticos abundan voluntarismos alimentados por un desorden
sentimental, una especie de desfuerzo que tiene su origen en un falso orgullo
con cierto complejo de inferioridad.
Donde
falta cultura es muy difícil que el corazón sustituya a la cabeza, aunque
puedan haber razones que no se saben, ni se pueden expresar.
Al
margen de los sectores radicales, politizados
por corrientes de izquierda marxista, se encuentran otras mayorías
democráticas que viven dentro de un enorme mosaico de razas, criterios y
costumbres, que tienen como eje común la informalidad y una suerte de sincretismo.
El
resultado de esas mezclas culturales es la existencia de conductas poco
estables y alejadas de los principios o normas establecidas. Son sociedades donde calza
bien la famosa frase: “donde se hace la
ley se hace la trampa”, y donde también se utiliza la ley como “caballito de batalla” para ganar una
contienda y conseguir meter en la cárcel al adversario. En estos ambientes se
utiliza fácilmente la ley para castigar, conseguir sobornos y cometer
injusticias.
En
estas sociedades la conducta del hombre
de a pie varía con la ocasión y la oportunidad. Existe un compromiso cambiante
para lo oportuno, según el criterio del momento. Para evitar enfrentamientos
todo queda adornado con una chispa de gracia y de solera, con la broma ligera y
la burla peligrosa que fácilmente cae en el cochineo
o el famoso bulling, (para poner
una palabra inglesa), que está de moda.
Nuestros
países, considerados más jóvenes y más atrasados, con respecto a los del primer mundo, están compuestos por una
enorme diversidad de gente con aire juvenil y ánimo juguetón, que camina con
los influjos de la vieja tradición de los países europeos que nos entregaron
sus sistemas educativos prometiéndonos para el futuro un crecimiento cultural que
aún no llega, tal como se diseñó. También hemos recibido como herencia los modos y costumbres
de los Estados Unidos que siguen influyendo en nuestros países. A ellos les
debemos parte de nuestra cultura y
poder estar a la vanguardia en los avances de la tecnología moderna.
También
es interesante anotar que la llegada de los grandes centros comerciales, en los
tiempos actuales, se ha convertido en un sigo de progreso para nuestros países.
¿Vidas ilustres?
Si
miramos a los peruanos más destacados encontramos que nuestros héroes se han
quedado como referencias estáticas de personalidades que hicieron algo por el
país, son solo para mencionarlos
en los discursos o verlos retratados en las aulas de los colegios y en algún
libro de historia.
Los
políticos parece que enseñan lo que no se debe hacer, (nadie quiere ser como ellos)…. Los cantantes, futbolistas, artistas de cine, tienen sus seguidores. Los
que quieren ser como ellos cierran los ojos a los aspectos morales mientras que
las grandes mayorías los siguen a través de los medios…¿son realmente modelos? Parece que para muchos no, aunque los
escojan como favoritos.
Al
margen de mentalidades monárquicas o democráticas podemos observar que los
planteamientos radicales aparecen con más fuerza en una sociedad que se aleja
de los valores trascendentes. Es cuando se le da a la opinión categoría de
verdad. Cuando se subjetivizan los
dogmas y se dogmatizan las opiniones.
Benedicto XVI habló alguna vez de la dictadura del relativismo.
Tal
vez los mejores no sean los que brillan más. En todo caso el brillo llega
después cuando se reconoce un legado ejemplar y de bien. Podemos afirmar sin
temor a equivocarnos que existe mucha gente buena y valiosa a la que le debemos
mucho.
Acción de gracias por los
más buenos
Solo
nos queda agradecer a quienes a través de la tradición, con estilos monárquicos o democráticos, extranjeros o nacionales, intelectuales
o trabajadores manuales, ricos o pobres, nos han dicho la verdad y nos han
querido.
Estamos
en deuda con personas que han entregado su vida por causas nobles y han dejado
una herencia de ejemplo y amor.
La
personalidad de los países y los sucesos históricos son la escenografía o la
anécdota para el ensayo fácil o para las discusiones opinables de los modos y
costumbres. Por encina de todo eso está el bien que enciende los corazones e
ilumina los entendimientos de los seres humanos.
No
importa el país, tampoco la diversidad de razas o los diferentes enfoques de la
realidad, importa todo lo que sirve para crear la nueva civilización del amor,
con las conductas idóneas de los que saben amar, de los que están aprendiendo.
Y con
el legado de una tradición de amor, que
a pesar de los inconvenientes y sufrimientos que trae la vida, no deja de
transmitirse por todo el mundo.
Expresamos
nuestro cariño y agradecimiento a
cientos y miles que desde los países hegemónicos nos hay ayudado a forjar lo
que somos como país y como personas.
Agradecemos sus comentarios