viernes, noviembre 29, 2013

Acción de gracias: a las magníficas personas de distintas mentalidades
LA TRADICIÓN DE LOS PAÍSES HEGEMÓNICOS
En los estudios de antropología no aparecen los hombres iguales dentro de una misma naturaleza, como para poder establecer una relación fluida y armoniosa entre unos y otros. Se observan más bien grandes diferencias, que originan modos y enfoques distintos de ver las cosas.
Esa variedad compleja está matizada por el influjo de tradiciones y costumbres milenarias que crean en las personas una suerte de homogeneidad, que es más fuerte en los países de mayor legado histórico y cultural. Son modos y criterios esculpidos en las mentes de sus habitantes, semejantes a un nacionalismo sin implicancias políticas. Es un convencimiento en los procedimientos y enfoques de lo que debería ser, según ellos, para todos igual, de acuerdo al parecer tradicional: ¡Las cosas hay que hacerlas como siempre se han hecho!  
En esos países líderes, donde existe una fuerte tradición de criterios y costumbres, se admite el planteamiento teórico de poder pensar con libertad, sin embargo el arraigo de los modos y criterios tradicionales, es más fuerte que esa gratuita concesión, que no pasa de ser un gesto para contemporizar en la conversación rutinaria.
Los ciudadanos de los países hegemónicos, tienen el convencimiento de poseer un liderazgo que los habilita para defender sus puntos de vista como los propios del sentido común, y que deberían prevalecer en todas partes. Para los valores trascendentes parecen ser, sin que ellos lo perciban, un poco iluministas.
Como algo natural, exportan a otros países sus convicciones y se esfuerzan en persuadir a la gente para que las asimilen a sus modos de enfocar la realidad. Una importante mayoría de estos exportadores está más atenta al influjo de sus propias costumbres que  a las costumbres de los lugares donde van; buena parte de ellos vivirán con sus estilos de vida tradicionales sin lograr entender a cabalidad la idiosincrasia de los lugares donde se encuentran.

Mentalidad monárquica
Es interesente observar que los países de mayor tradición, (los más antiguos), las personas de esas nacionalidades, llevan en sus mentes una fuerte tendencia monárquica, que se recibe por tradición. En cambio, cuando nos fijamos en los países donde se estableció la democracia, vemos que ésta llegó por oposición a regímenes totalitarios y verticales. El punto de partida de la democracia fue la revolución contra sistemas o  personas dictatoriales.
En los países líderes, que pasaron de la monarquía a la democracia, se puede observar en sus habitantes ciertos rasgos o aspectos puntuales de radicalidad, en los modos de presentar las cosas o defender las posturas.
Tanto la mentalidad monárquica como la democrática, de oposición, son radicales en sus expresiones, los primeros para conservar y los segundos para romper. Sin irnos a la política, la radicalidad la encontramos en los modos de ser, en los enfoques de la vida y en las cosas más sencillas del diario acontecer.
La radicalidad de esas posturas no es percibida por quien las posee. Las persona con ese perfil están convencidas de la claridad y sensatez de sus planteamientos, que, según ellos, son verdades objetivas, tan claras como el agua y por tanto no cabría fácilmente otro enfoque distinto. Ellos se presentan, sin tener malicia alguna, como si fueran los  dueños de la verdad. Muy orondos afirman con franqueza: “¡es así porque te lo digo yo!”.

Mentalidad democrática
En cambio en los países donde no estuvo presente una fuerte monarquía, que son los considerados más jóvenes o de una menor cultura, no se encuentran fácilmente rasgos radicales en las costumbres y en los criterios; al contrario, es más fácil encontrar modos de ser o estilos más abiertos, a no ser que un influjo político radical haya marcado en sus seguidores un fanatismo irracional, como ha sucedido con las guerrillas y el terrorismo. Estos suelen ser radicalismos más superficiales, donde escasea la tradición y la cultura, y están agravados por la peligrosidad de la ignorancia; se les podría aplicar la famosa frase: “del pecado de ignorancia el demonio saca ganancia”.
En los países más democráticos abundan voluntarismos alimentados por un desorden sentimental, una especie de desfuerzo que tiene su origen en un falso orgullo con cierto complejo de inferioridad.
Donde falta cultura es muy difícil que el corazón sustituya a la cabeza, aunque puedan haber razones que no se saben, ni se pueden expresar.
Al margen de los sectores radicales, politizados por corrientes de izquierda marxista, se encuentran otras mayorías democráticas que viven dentro de un enorme mosaico de razas, criterios y costumbres, que tienen como eje común la informalidad y una suerte de sincretismo.
El resultado de esas mezclas culturales es la existencia de conductas poco estables y alejadas de los  principios o normas establecidas. Son sociedades donde calza bien la famosa frase: “donde se hace la ley se hace la trampa”, y donde también se utiliza la ley como “caballito de batalla” para ganar una contienda y conseguir meter en la cárcel al adversario. En estos ambientes se utiliza fácilmente la ley para castigar, conseguir sobornos y cometer injusticias.
En estas sociedades la conducta del hombre de a pie varía con la ocasión y la oportunidad. Existe un compromiso cambiante para lo oportuno, según el criterio del momento. Para evitar enfrentamientos todo queda adornado con una chispa de gracia y de solera, con la broma ligera y la burla peligrosa que fácilmente cae en el cochineo o el famoso bulling, (para poner una palabra inglesa), que está de moda.
Nuestros países, considerados más jóvenes y más atrasados, con respecto a los del primer mundo, están compuestos por una enorme diversidad de gente con aire juvenil y ánimo juguetón, que camina con los influjos de la vieja tradición de los países europeos que nos entregaron sus sistemas educativos prometiéndonos para el futuro un crecimiento cultural que aún no llega, tal como se diseñó.  También hemos recibido como herencia los modos y costumbres de los Estados Unidos que siguen influyendo en nuestros países. A ellos les debemos parte de nuestra cultura  y poder estar a la vanguardia en los avances de la tecnología moderna.
También es interesante anotar que la llegada de los grandes centros comerciales, en los tiempos actuales, se ha convertido en un sigo de  progreso para nuestros países.  
¿Vidas ilustres?
Si miramos a los peruanos más destacados encontramos que nuestros héroes se han quedado como referencias estáticas de personalidades que hicieron algo por el país,  son solo para mencionarlos en los discursos o verlos retratados en las aulas de los colegios y en algún libro de historia.
Los políticos parece que enseñan lo que no se debe hacer, (nadie quiere ser como ellos)…. Los cantantes, futbolistas, artistas de cine, tienen sus seguidores. Los que quieren ser como ellos cierran los ojos a los aspectos morales mientras que las grandes mayorías los siguen a través de los medios…¿son realmente modelos? Parece que para muchos no, aunque los escojan como favoritos.
Al margen de mentalidades monárquicas o democráticas podemos observar que los planteamientos radicales aparecen con más fuerza en una sociedad que se aleja de los valores trascendentes. Es cuando se le da a la opinión categoría de verdad. Cuando se subjetivizan los dogmas y se dogmatizan las opiniones. Benedicto XVI habló alguna vez de la dictadura del relativismo.
Tal vez los mejores no sean los que brillan más. En todo caso el brillo llega después cuando se reconoce un legado ejemplar y de bien. Podemos afirmar sin temor a equivocarnos que existe mucha gente buena y valiosa a la que le debemos mucho.

Acción de gracias por los más buenos
Solo nos queda agradecer a quienes a través de la tradición, con estilos monárquicos o democráticos, extranjeros o nacionales, intelectuales o trabajadores manuales, ricos o pobres, nos han dicho la verdad y nos han querido.
Estamos en deuda con personas que han entregado su vida por causas nobles y han dejado una herencia de ejemplo y amor.
La personalidad de los países y los sucesos históricos son la escenografía o la anécdota para el ensayo fácil o para las discusiones opinables de los modos y costumbres. Por encina de todo eso está el bien que enciende los corazones e ilumina los entendimientos de los seres humanos.
No importa el país, tampoco la diversidad de razas o los diferentes enfoques de la realidad, importa todo lo que sirve para crear la nueva civilización del amor, con las conductas idóneas de los que saben amar, de los que están aprendiendo.
 Y con el legado de una tradición de amor, que a pesar de los inconvenientes y sufrimientos que trae la vida, no deja de transmitirse por todo el mundo.
Expresamos nuestro cariño y agradecimiento  a cientos y miles que desde los países hegemónicos nos hay ayudado a forjar lo que somos como país y como personas.
Agradecemos sus comentarios


Acción de gracias: a las magníficas personas de distintas mentalidades
LA TRADICIÓN DE LOS PAÍSES HEGEMÓNICOS
En los estudios de antropología no aparecen los hombres iguales dentro de una misma naturaleza, como para poder establecer una relación fluida y armoniosa entre unos y otros. Se observan más bien grandes diferencias, que originan modos y enfoques distintos de ver las cosas.
Esa variedad compleja está matizada por el influjo de tradiciones y costumbres milenarias que crean en las personas una suerte de homogeneidad, que es más fuerte en los países de mayor legado histórico y cultural. Son modos y criterios esculpidos en las mentes de sus habitantes, semejantes a un nacionalismo sin implicancias políticas. Es un convencimiento en los procedimientos y enfoques de lo que debería ser, según ellos, para todos igual, de acuerdo al parecer tradicional: ¡Las cosas hay que hacerlas como siempre se han hecho!  
En esos países líderes, donde existe una fuerte tradición de criterios y costumbres, se admite el planteamiento teórico de poder pensar con libertad, sin embargo el arraigo de los modos y criterios tradicionales, es más fuerte que esa gratuita concesión, que no pasa de ser un gesto para contemporizar en la conversación rutinaria.
Los ciudadanos de los países hegemónicos, tienen el convencimiento de poseer un liderazgo que los habilita para defender sus puntos de vista como los propios del sentido común, y que deberían prevalecer en todas partes. Para los valores trascendentes parecen ser, sin que ellos lo perciban, un poco iluministas.
Como algo natural, exportan a otros países sus convicciones y se esfuerzan en persuadir a la gente para que las asimilen a sus modos de enfocar la realidad. Una importante mayoría de estos exportadores está más atenta al influjo de sus propias costumbres que  a las costumbres de los lugares donde van; buena parte de ellos vivirán con sus estilos de vida tradicionales sin lograr entender a cabalidad la idiosincrasia de los lugares donde se encuentran.

Mentalidad monárquica
Es interesente observar que los países de mayor tradición, (los más antiguos), las personas de esas nacionalidades, llevan en sus mentes una fuerte tendencia monárquica, que se recibe por tradición. En cambio, cuando nos fijamos en los países donde se estableció la democracia, vemos que ésta llegó por oposición a regímenes totalitarios y verticales. El punto de partida de la democracia fue la revolución contra sistemas o  personas dictatoriales.
En los países líderes, que pasaron de la monarquía a la democracia, se puede observar en sus habitantes ciertos rasgos o aspectos puntuales de radicalidad, en los modos de presentar las cosas o defender las posturas.
Tanto la mentalidad monárquica como la democrática, de oposición, son radicales en sus expresiones, los primeros para conservar y los segundos para romper. Sin irnos a la política, la radicalidad la encontramos en los modos de ser, en los enfoques de la vida y en las cosas más sencillas del diario acontecer.
La radicalidad de esas posturas no es percibida por quien las posee. Las persona con ese perfil están convencidas de la claridad y sensatez de sus planteamientos, que, según ellos, son verdades objetivas, tan claras como el agua y por tanto no cabría fácilmente otro enfoque distinto. Ellos se presentan, sin tener malicia alguna, como si fueran los  dueños de la verdad. Muy orondos afirman con franqueza: “¡es así porque te lo digo yo!”.

Mentalidad democrática
En cambio en los países donde no estuvo presente una fuerte monarquía, que son los considerados más jóvenes o de una menor cultura, no se encuentran fácilmente rasgos radicales en las costumbres y en los criterios; al contrario, es más fácil encontrar modos de ser o estilos más abiertos, a no ser que un influjo político radical haya marcado en sus seguidores un fanatismo irracional, como ha sucedido con las guerrillas y el terrorismo. Estos suelen ser radicalismos más superficiales, donde escasea la tradición y la cultura, y están agravados por la peligrosidad de la ignorancia; se les podría aplicar la famosa frase: “del pecado de ignorancia el demonio saca ganancia”.
En los países más democráticos abundan voluntarismos alimentados por un desorden sentimental, una especie de desfuerzo que tiene su origen en un falso orgullo con cierto complejo de inferioridad.
Donde falta cultura es muy difícil que el corazón sustituya a la cabeza, aunque puedan haber razones que no se saben, ni se pueden expresar.
Al margen de los sectores radicales, politizados por corrientes de izquierda marxista, se encuentran otras mayorías democráticas que viven dentro de un enorme mosaico de razas, criterios y costumbres, que tienen como eje común la informalidad y una suerte de sincretismo.
El resultado de esas mezclas culturales es la existencia de conductas poco estables y alejadas de los  principios o normas establecidas. Son sociedades donde calza bien la famosa frase: “donde se hace la ley se hace la trampa”, y donde también se utiliza la ley como “caballito de batalla” para ganar una contienda y conseguir meter en la cárcel al adversario. En estos ambientes se utiliza fácilmente la ley para castigar, conseguir sobornos y cometer injusticias.
En estas sociedades la conducta del hombre de a pie varía con la ocasión y la oportunidad. Existe un compromiso cambiante para lo oportuno, según el criterio del momento. Para evitar enfrentamientos todo queda adornado con una chispa de gracia y de solera, con la broma ligera y la burla peligrosa que fácilmente cae en el cochineo o el famoso bulling, (para poner una palabra inglesa), que está de moda.
Nuestros países, considerados más jóvenes y más atrasados, con respecto a los del primer mundo, están compuestos por una enorme diversidad de gente con aire juvenil y ánimo juguetón, que camina con los influjos de la vieja tradición de los países europeos que nos entregaron sus sistemas educativos prometiéndonos para el futuro un crecimiento cultural que aún no llega, tal como se diseñó.  También hemos recibido como herencia los modos y costumbres de los Estados Unidos que siguen influyendo en nuestros países. A ellos les debemos parte de nuestra cultura  y poder estar a la vanguardia en los avances de la tecnología moderna.
También es interesante anotar que la llegada de los grandes centros comerciales, en los tiempos actuales, se ha convertido en un sigo de  progreso para nuestros países.  
¿Vidas ilustres?
Si miramos a los peruanos más destacados encontramos que nuestros héroes se han quedado como referencias estáticas de personalidades que hicieron algo por el país,  son solo para mencionarlos en los discursos o verlos retratados en las aulas de los colegios y en algún libro de historia.
Los políticos parece que enseñan lo que no se debe hacer, (nadie quiere ser como ellos)…. Los cantantes, futbolistas, artistas de cine, tienen sus seguidores. Los que quieren ser como ellos cierran los ojos a los aspectos morales mientras que las grandes mayorías los siguen a través de los medios…¿son realmente modelos? Parece que para muchos no, aunque los escojan como favoritos.
Al margen de mentalidades monárquicas o democráticas podemos observar que los planteamientos radicales aparecen con más fuerza en una sociedad que se aleja de los valores trascendentes. Es cuando se le da a la opinión categoría de verdad. Cuando se subjetivizan los dogmas y se dogmatizan las opiniones. Benedicto XVI habló alguna vez de la dictadura del relativismo.
Tal vez los mejores no sean los que brillan más. En todo caso el brillo llega después cuando se reconoce un legado ejemplar y de bien. Podemos afirmar sin temor a equivocarnos que existe mucha gente buena y valiosa a la que le debemos mucho.

Acción de gracias por los más buenos
Solo nos queda agradecer a quienes a través de la tradición, con estilos monárquicos o democráticos, extranjeros o nacionales, intelectuales o trabajadores manuales, ricos o pobres, nos han dicho la verdad y nos han querido.
Estamos en deuda con personas que han entregado su vida por causas nobles y han dejado una herencia de ejemplo y amor.
La personalidad de los países y los sucesos históricos son la escenografía o la anécdota para el ensayo fácil o para las discusiones opinables de los modos y costumbres. Por encina de todo eso está el bien que enciende los corazones e ilumina los entendimientos de los seres humanos.
No importa el país, tampoco la diversidad de razas o los diferentes enfoques de la realidad, importa todo lo que sirve para crear la nueva civilización del amor, con las conductas idóneas de los que saben amar, de los que están aprendiendo.
 Y con el legado de una tradición de amor, que a pesar de los inconvenientes y sufrimientos que trae la vida, no deja de transmitirse por todo el mundo.
Expresamos nuestro cariño y agradecimiento  a cientos y miles que desde los países hegemónicos nos hay ayudado a forjar lo que somos como país y como personas.
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viernes, noviembre 22, 2013


Actitudes principescas
EL SÍNDROME DE EPULÓN
Quien no ha disfrutado de niño con las historias de los príncipes imperiales con sus magníficos castillos donde vivían las princesas que eran conquistadas por unos pretendientes amigos de la nobleza. No eran historias inventadas por la imaginación, procedían de la vida real en las épocas de reyes, reinas, príncipes y princesas, que marcaban un estilo de vida que era envidia de todos y modelo para la emulación.
Para algunos contemporáneos de los tiempos actuales traer al presente ese estilo de vida podría ser semejante a volver al holocausto en tiempos de Hitler; para otros es el recuerdo de la historia de la humanidad con los amores y las luchas de los buenos y de los malos, como en todos los tiempos.
A lo largo de la historia se han recogido palabras o metáforas de antaño para señalar distintos aspectos de la vida y así por ejemplo cuando una madre de familia le dice a su hijo que es el rey de la casa y la hija que es la princesita, todos comprenden que se trata del cariño de madre; en cambio cuando se dice que una autoridad tiene actitudes principescas, se está señalando un defecto y una limitación. Quiere decir que a esa persona le gusta las cosas caras o que se cree superior, o que busca ponerse en un status más elevado con respecto a los demás. Ningún líder debería poseer esas actitudes, que le quitarían autoridad para gobernar y lo alejarían del sentir común de la gente. Esa imprudencia reflejaría falta de idoneidad, no es solo un error político.
Diferencia entre actitud principesca y distinción personal
Para aclarar bien los términos y las metáforas empleadas, con respecto a la realeza, viene bien recordar en qué consiste la aristocracia, la nobleza y la oligarquía, para luego poder hacer, con más luces, la distinción entre una persona elegante, noble y fina en sus modos, sus gustos, sus costumbres y su educación, de otra que es arrogante, y que busca aparentar, con ostentaciones imprudentes, un status de vida superior con derecho a lujos, que le hace tener en su conducta habitual actitudes principescas, que generan rechazo por parte de los demás.
Aristocracia, nobleza y oligarquía
Si vamos a los diccionarios encontramos varios significados para Aristocracia: 1. Clase social formada por las personas que poseen títulos nobiliarios. 2  Grupo de personas que destaca entre los demás por alguna circunstancia.  3 Forma de gobierno en que el poder está en manos de los nobles y de las clases sociales altas.
En cambio de Nobleza hay cuatro acepciones: 1. Clase o grupo social formado por los nobles de un país o un territorio.  2 Generosidad, honradez y total ausencia de maldad en una persona, en su comportamiento, su actitud o sus acciones.  3  Cualidad de los animales que son fieles a las personas. 4 Característica de las cosas que tienen gran calidad, categoría o valor.
Y de Oligarquía se dice que es un grupo reducido de personas pertenecientes a una misma clase social que gobierna ó grupo reducido de personas poderosas que dirige una organización o actividad: monopolio.

Los enfoques del siglo XXI
Los tiempos han cambiado indudablemente. Las guerras y las ideologías han esculpido en las mentes y en los corazones una manera de enfocar las cosas para proceder con la elección de un estilo de vida de mayor apertura y un modo democrático para gobernar.
A pesar de todo siempre existen países hegemónicos con deseos de grandeza, caudillos que encarnan rebeliones de protesta, teorías filosóficas sobre el papel del hombre en el cosmos, estudios psicológicos que repercuten en los métodos educativos con la elección de un modo de conducirse, un poder mediático politizado o contratado para ejercer determinada influencia y las religiones que apuntan a los fines trascendentes para la libertad y felicidad de los hombres.
Estos influjos normales, en todos los países del mundo, se dan en el accionar de la gente de hoy, en sociedades donde confluyen los magníficos y bellísimos barrios de las clases pudientes, con los pueblos jóvenes de casuchas destartaladas, de gente mal vestida y maloliente. A poca distancia pueden encontrarse barrios de prosperidad super modernos y elegantes, con barrios donde se ve la carestía, la miseria y hasta la delincuencia amenazante. Son dos mundos que existen al mismo tiempo y se dan las espaldas.
No obstante los criterios, en las mentes de hoy, buscan elegir lo mejor de cada cosa formando sincretismos originales, que son planteamientos con muchas variantes. Cada uno tiene un enfoque que es consecuencia de lo que ha vivido y experimentado, sea corta o larga su existencia, pertenezca a una o a otra clase social.
La aristocracia de la inteligencia y del amor
Una persona elegante y fina en sus modales y en el vestir puede ser al mismo tiempo virtuosa y ejemplo para los demás, sin que tenga que ver su procedencia. En cuidado en la limpieza, en el vestido y en las buenas costumbres es para los pobres y los ricos. La aristocracia y la nobleza deben ser de la buena conducta. Una persona es selecta por su gran amor. El amor es lo que consigue la nivelación para que la miseria desaparezca y todos puedan progresar.
Siempre se puede distinguir entre la conducta de respeto de una persona educada, y la conducta de los atrevimientos irreverentes del malcriado.
Las actitudes principescas, a la que nos estamos refiriendo son propias del que vive sumergido en la vanidad y en egoísmo de sentirse superior, con ostentaciones y lujos, sin tener en cuenta a las grandes mayorías que viven con lo justo y a veces con grandes escaseces.
El buen ejemplo de una vida austera
El artículo que  estamos comentando hace referencia a un pasaje del evangelio que explica bien, dentro de todo el conglomerado social las posturas de unos y de otros, lo importante que es la austeridad para amar al prójimo de verdad y acertar en la vida.
El rico Epulón no era mala gente, era una persona que disfrutaba de lo que tenía pero no le interesaba, para nada, la vida del pobre Lázaro. Como gran cosa le permitía comer de las migajas de su mesa y nada más. Tal vez tendría discursos teóricos para la solución de la pobreza, pero él vivía metido en sus cosas, gozando de sus bienes con sus amistades. No se sentía responsable de las carencias de los pobres, aunque estos pasaran a su lado.
La solución para Lázaro (el pobre), no era que Epulón lo invite a comer a su mesa y le entregue parte de sus bienes. Lo que Dios le pide a él y a todos los hombres es el amor al prójimo. De eso adolecía el rico Epulón. Sus riquezas le impedían lo más importante: amar al prójimo. Del amor se desprenden muchas iniciativas a favor de los demás.
El mundo es como una moneda con dos caras. En una de ellas vemos bellísimos paisajes, edificios y casas magníficas, automóviles de las mejores marcas, aviones y trenes super veloces, tiendas llenas de mercaderías y mucha gente que vive en esos mundos de prosperidad material, sin tiempo para otras cosas.
En la otra cara de la moneda se puede observar a las multitudes desposeídas, que viven sin tener acceso a los barrios residenciales, a los grandes clubes sociales, a los viajes en los aviones o trasatlánticos, a los mejores automóviles. Ocupan un mundo angustioso donde todo falta: limpieza, salud, medicinas, educación y hasta lo mínimo para vivir con cierta dignidad.
La solución no llega por una autoridad que haga un reparto equitativo; tampoco  inyectando dinero, para que los de las clases menos pudientes se vayan poniendo al nivel  económico de los otros.
La solución apunta a los corazones de los hombres: el amor real al prójimo. El peligro es que todos sean Epulón: regodearse en los bienes y olvidarse de los demás. La responsabilidad llama a la austeridad, que es para todos y significa: no dejar que las cosas materiales  insensibilicen el corazón. Es necesario coraje y valentía para dejar las cosas de lado y poner el corazón en las personas, que son los Lázaro: cualquiera que necesite atención y amor.
Las autoridades, civiles y religiosas, tienen más responsabilidad en ser ejemplo de austeridad. Es por eso que el Papa le pide a ellos no tener actitudes principescas, y les dice más bien que deben tener olor a oveja. El auténtico amor no es una entelequia, tampoco un sentimiento dulzón y romántico. Del auténtico amor se desprenden muchas obras buenas a favor de los demás.

Agradecemos sus comentarios

viernes, noviembre 15, 2013


La distorsión fatal del amor
LOS PARRICIDIOS DE HOY
Muchos dicen que hoy se ven cosas horribles que no se veían antes: los coches bombas de oriente que matan a cientos, algunos estudiantes en occidente que ametrallan en una universidad, violadores que encierran a sus víctimas durante años, las barras bravas que destrozan lo que encuentran en el camino, los hombres que golpean y matan a sus esposas, los terroristas que asesinan sin piedad, los abortos que se cometen en todo el mundo, los suicidios de los deprimidos y los hijos que matan a sus padres.
El mundo de la modernidad y del progreso tecnológico no deja de ser también el de la maldad y el de la inseguridad. El veneno de la malicia embrutece al hombre  llenándolo de odio e ira, lo vapulea de tal modo que lo hace capaz de cometer, en un minuto, el crimen más abominable. No hace falta un prontuario de delincuencia, el más pintado, el que nunca hizo nada y que aparentemente parece muy normal, podría ser un terrible y peligroso asesino.

Las consecuencias de la falta de amor
Algunos dicen que se trata de casos especiales y de enfermos mentales. Los educadores, que estamos en contacto con las familias y los jóvenes, decimos que estos desarreglos suceden cuando falta amor en la familia y por el influjo social enfermizo cargado de porquerías (borracheras, sexo, drogas) y violencia.
Es cierto que en todas las ciudades hay zonas intransitables y muy peligrosas. También hay países y ciudades donde la violencia está a la orden del día. En esos lugares las estadísticas señalan, incluso cada semana, altos índices de criminalidad. En las mismas estadísticas se puede constatar, cada vez con más frecuencia, la violencia familiar, con personas, no necesariamente con trastornos mentales, que son causa, en su propia familia, de angustias, temores y de una gran inseguridad. También se puede afirmar que algunas enfermedades mentales se originan en esas situaciones de presión y de miedo, donde el amor está ausente.
Cuando alguien mata a un pariente lo primero que piensa la colectividad es que el autor del crimen es un demente con alteraciones psicológicas que debe ser tratado por un psiquiatra. Los medios de comunicación siempre alarman con el escándalo y fomentan la indignación y el temor de la población. Es verdad que esos actos criminales indignan y atemorizan a cualquiera, sobre todo a quienes no viven dentro de esas situaciones de barbarie, pero lamentablemente los crímenes, dentro de la misma familia, se están multiplicando.
Lo tremendo es cuando las grandes mayorías saben, aunque hagan el ademán de escandalizarse, que estos desarreglos los puede tener cualquiera y que es milagroso que  no ocurran con más frecuencia. Si se hicieran estadísticas de las personas que han estado a punto de matar a un familiar, se nos pondría la piel de gallina del susto. Se puede afirmar que las grandes mayorías caminan en el umbral de la criminalidad,  algunos con grandes equilibrios, para no caer en situaciones dramáticas de consecuencias lamentables.
Es fácil advertir que en muchos hogares ya no existe una vida de familia de personas que se quieran de verdad y manifiesten su cariño externamente. Hay casas vacías, sin vida, que están todo el día abandonadas, porque quienes viven allí están en diversos compromisos sociales, lejos de la familia.
Cada vez son más los que viven independientes, incluso es su propia casa, suelen estar habitualmente aislados en sus cuartos, metidos en sus cosas; cruzan sus familiares un ralo saludo con una sonrisa gastada y nada más. Así pueden pasar años. Otros se fueron de la casa y no participan nunca en las reuniones familiares, porque se pelearon un día o porque desean una independencia total. También existen hogares con personas lesionadas que viven heridas, aisladas en  sus problemas  y  descomponiéndose con una triste soledad. Otras, en cambio, viven creando, en su propia casa, un ambiente hostil y desagradable que se hace insoportable para los demás.
Cuando desaparece el amor familiar intenso en una casa, las personas se tuercen y poco a poco se van desencadenando una serie de conflictos que ponen en peligro la estabilidad social. Las primeras heridas se producen en el mismo hogar alterando las conductas de los miembros de esa familia con unas rivalidades y mecanismos de defensa originales, que proyectan un cuadro familiar penoso, donde no hay entendimientos entre unos y otros. Es una suerte de “guerra fría” donde todos se mantienen cogidos por un hilo que en cualquier momento se  puede romper, y cuando ocurre, se da inicio a una guerra sin cuartel de indiferencias y odios que clama al cielo.   
Son esas situaciones en las que cada uno empieza a defender lo suyo, con una vehemencia cerril. La rivalidad entre hermanos puede llevarlos a desencadenar una guerra a muerte con odios y venganzas que duran toda la vida. A lo largo de la historia han sido frecuentes los casos de príncipes que mataban a sus padres para heredar sus reinos, lo vemos también en algunas empresas familiares cuando el dinero está de por medio. La codicia por los bienes materiales puede crear esas horribles rivalidades que originan en el hogar distancias o peleas mortales entre unos y otros.
Valgan para nuestra reflexión las palabras de Jesucristo en el evangelio de san Lucas:
“¿Piensan ustedes que he venido a traer la paz a la tierra? No, les digo que he venido a traer la división. De ahora en adelante, cinco miembros de una familia estarán divididos, tres contra dos y dos contra tres:  el padre contra el hijo y el hijo contra el padre, la madre contra la hija y la hija contra la madre, la suegra contra la nuera y la nuera contra la suegra" (luc, 12, 50-52)
Las contradicciones que tuvo Jesucristo en su paso por la tierra las van a tener también sus discípulos. Él vino a sembrar la paz y el amor y recibió a cambio el odio y la calumnia.
Con esa persistente siembra de amor, en medio de adversidades y persecuciones, Jesucristo consigue, con la Iglesia fundada por Él, que los hombres sean libres para alcanzar la felicidad total en el Reino de los Cielos. Aunque muchos se porten mal, siempre hay un Dios que continúa haciendo la Redención. Un Dios que perdona y que es misericordioso.
Todos pueden adquirir esa libertad si se arrepienten de sus pecados, también los parricidas. Recemos con la Iglesia, dentro de la comunión de los santos, por la conversión y salvación de los pecadores.
Agradecemos sus comentarios.


jueves, noviembre 07, 2013


La esperanza de Noviembre   (mes de los difuntos)
TRABAJAR PARA LOS QUE VIENEN CON LA GLORIA DE LOS QUE SE FUERON
La vida es un constante cambio que nos incluye. Somos aves de paso que debemos dejar algo valioso que continúe. El éxito de nuestra vida en la tierra es el poder darle gloria a Dios con nuestra existencia. Para este objetivo recibimos la herencia de un tesoro espiritual de incalculable valor, que solo los que saben amar lo pueden encontrar y apreciar. Si somos aptos para recibir este magnífico legado, tendremos también facultades para  hacerlo crecer y lograr que continúe su andadura para que llegue a miles, con la misma calidad y valor que posee. Esta apreciada mercancía no tiene nada que ver con la economía ni con nada material. Permanece en el corazón de los que la reciben, aunque la entreguen íntegra a los demás, con las diversas manifestaciones del cariño humano.
Un grato recuerdo de antaño
Era un día de sol radiante del ferragosto italiano, la temperatura llegaba a 40 grados, salíamos por las tardes a regar miles de pinos enanitos (20 cm) de la casa de retiro. Sudábamos la gota gorda con la incomodidad de los tábanos que se multiplicaban a esas horas, tal vez por el bullir de la sangre en nuestras venas juveniles. Mientras nos encontrábamos en esas fatigosas faenas, un día pasó San Josemaría Escrivá y nos dijo: de la sombra de estos pinos que vosotros regáis van a gozar los que vengan después” Han pasado los años y  ahora la casa tiene una gran pineta con árboles frondosos y muy altos. Quienes están allí, en los meses de verano, escapan del calor, gozando de la sombra de esos gigantescos pinos, y así pueden contemplar cómodamente los bellos paisajes del Abruzzo italiano.
Una herencia de amor
No se trata de los árboles altos ni del viento fresco de los Alpes, se trata de la siembra de amor de unos chicos que regábamos la plantita inerme pensando en los muchachos del futuro que se encontrarían la sombra que los cobija y los protege de las inclemencias del clima.
Era el amor para los que vienen después, para los que nos van a sustituir, para los que van a ocupar nuestros puestos, para los que van a continuar la labor que pudimos hacer con nuestro esfuerzo.
Esto se cumple cuando somos conscientes de que nosotros no empezamos las cosas, fueron otros, los que nos precedieron e hicieron lo posible, para que gocemos en el presente. Comprobar que podemos gozar es signo de haber recibido amor. Fuimos amados por otros y debemos continuar amando a otros, sin pensar en nosotros.
Es así como surge la motivación principal: conocer de dónde venimos y quiénes fueron los que, con su trabajo, sacrificio y esfuerzo, hicieron posible nuestro gozo.  Cuando nos ponemos a investigar el pasado no tardamos en  descubrir verdaderos derroches de amor que nos llegan limpios. Un amor dirigido a nuestra individualidad, aunque  a alguno le pueda parecer que se encuentra solo y olvidado o piensa que alguien lo maltrata, o lo maltrató en el pasado.  Si no se ve esa rica herencia de amor, es por un exceso de amor propio que ciega. Toda persona, aunque no le parezca, ha sido muy querida.
También las envidias y rivalidades de otros impiden ver el cariño de los que verdaderamente nos quieren. Estos últimos pueden ser familiares o personas lejanas que se han portado ¡tan bien! que su influjo llega a lo más íntimo de nuestro ser, como un tesoro de infinito valor. Puede ser que a esas personas las encontremos al estudiar la historia de los que nos precedieron. No importan los años o siglos que pasaron.
Si sabemos amar de verdad, experimentamos en carne propia,  que la gloria de los que se fueron es nuestro gozo en el presente. Gloria que solo la podemos declarar nosotros, cuando apreciamos el amor y sentimos  automáticamente el gozo.
Glorias compradas y glorias reales
La gloria humana de los prestigios señalados por los hombres en el mundo de la competitividad no le llega ni al tobillo a la gloria alcanzada por una herencia noble de amor.  Qué fácil resulta hoy comprar una gloria con el poder del dinero y colocarse en un status prestigioso cara a los que miran las cosas con intereses particulares o de grupo.
Cuando se trata de la gloria real observamos que el amor se cultiva y se descubre. Se cultiva cuando no se busca amor sino amar. Es entonces cuando se descubre el amor de los que nos aman, allí está la herencia. Se descubre porque el que ama no nos pone en las narices su obra para que le hagamos un homenaje. Al contrario, para nosotros puede pasar desapercibida, incluso muchos años, aunque su influjo en nuestra vida haya sido considerable. Es un amor que penetra en nuestra interioridad con mucha más fuerza de la que nos podíamos imaginar.
Algunas veces los padres mueren antes de ver el fruto del amor que sembraron en sus hijos. En la tierra sufrieron por ellos y luego el en cielo gozan con Dios del fruto de lo que sembraron. Los hijos conversos viven con la esperanza de encontrarse con sus padres en el cielo y gastan los años que les quedan en una continua acción de gracias, venerando la gloria de sus progenitores.
La alegría de ser sustituidos por los que amamos
Cuando durante la vida  gozamos de las oportunidades que tenemos en nuestros trabajos y actividades, debemos agradecer a los que nos precedieron y al mismo tiempo preparar bien a los que nos van a sustituir.
También la experiencia nos hace ver que gozamos de lo que tenemos cuando se lo pasamos a los que vienen después, de un modo generoso y gratuito. El querer que los otros tengan las oportunidades y los gozos que nosotros tuvimos, es una actitud noble que enriquece el corazón y mejora cien por ciento las relaciones con el prójimo.
Vale la pena trabajar, con la gloria real de los que se fueron, para transmitirla a los que vienen después. Lograr una sucesión de amor, marcada por la sangre que nos hace hijos de Dios. Transmitir a los demás los tesoros que nos dieron, para que gocen del valor de esa herencia de amor. Ellos, luego harán lo mismo, con los que vienen después.

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