La pinta es lo de menos
FACHADAS HUMANAS
Todavía hay gente que
cree que una persona bien plantada, de buen aspecto y de buena pinta posee
automáticamente una categoría humana de buen nivel. Después, cuando pasa el
tiempo, podrían sentirse defraudados al ver que esas personas no eran tan
valiosas como pensaban.
Es cierto que para
algunas profesiones la pinta puede tener su importancia, un cantante o una
estrella de cine por ejemplo, pero la experiencia hace ver, que incluso en esos
campos la pinta es lo de menos, siempre terminará imponiéndose la calidad
personal. Hoy, por ejemplo, existen en el cine grandes actores sin pinta de
galán. Es más ahora, que tanto se habla
de evitar la discriminación y favorecer la inclusión, nos encontramos en
los ambientes artísticos y deportivos, unas pintas nada favorecidas desde el
punto de vista estético, como está ocurriendo con muchos futbolistas, salvo
contadas excepciones.
La buena pinta y el
buen aspecto, pueden darle al agraciado una entrada fácil de aceptación rápida.
El que tiene que escoger podría quedar seducido por la apariencia externa y a
la hora de elegir entre varios, el pintón
podría llevar ventaja. Es natural que así sea, aunque la responsabilidad le
llamaría al ser justo y honrado para tener en cuenta todos factores que deben
incluirse en la elección. A pesar de esta advertencia, todavía existen en el
mundo personas que eligen fundamentalmente por la pinta, prefieren un gringo de
ojos azules que un moreno, o un extranjero blanquiñoso
que un cholito de la sierra.
La pinta y las clases sociales
En los países
hispanoamericanos la pinta todavía está asociada al status o nivel social de
las familias. Aunque esto ya está cambiando en muchos lugares, la pinta sigue
siendo un indicador del nivel de cultura y de solvencia económica de una
persona. Lamentablemente existen todavía mentalidades discriminadoras con
fuertes rechazos, indiferencias y hasta maltratos para los que no son de su
"nivel" económico, aunque en los discursos sociales saquen la bandera
de la inclusión.
La discriminación
racial está arraigada en las mentalidades de los que no les gusta juntarse o
frecuentar ambientes que pertenecen a otro nivel social. Pasa con los ricos y
con los pobres. A los ricos les encanta la exclusividad, organizan sus
ambientes con personas de su mismo status
y no permiten que personas de un nivel social "más bajo" estén
presentes en sus reuniones. Antes de asistir averiguan bien quiénes son los
invitados para ver si van o no.
Las personas que viven
en los barrios marginales, y no pueden tener acceso a los de las clases
pudientes, suelen generar, debido a un penoso complejo de inferioridad, un gran
resentimiento social, que llena sus corazones con desprecios y odios contra los
"ricos" o los "gringos", como ellos dicen; no son pocos los
que viven toda su vida con esos prejuicios sin que nadie les haga ver esa
distorsión que los perjudica.
Todavía queda mucho
camino por recorrer para llegar a eliminar de la sociedad los atrasos de las
personas enquistadas en sus núcleos sociales elitistas, de las clases altas o
bajas. La Iglesia intenta, con muchos esfuerzos, lograr los acercamientos
adecuados que enriquezcan a los seres humanos y a la sociedad en general. A la
larga solo lograrían acercarse quienes se liberen de los prejuicios enquistados
en sus mentes, de tal modo que sus opiniones no se conviertan en una suerte de
dogma con una calificación peyorativa contra los que no piensan igual.
Las discriminaciones
más fuertes provienen de los que promueven ideologías políticas extremistas y
de sus seguidores. El consenso de criterios fundamentalistas crea en ellos una
mentalidad voluntarista, que es un querer forzado y caprichoso a favor de sus
posturas; suelen proceder con una notoria terquedad y torpeza en los modos de
defenderse, sin tener el menor escrúpulo para llamar a sus adversarios:
ladrones, corruptos o asesinos.
Este tipo de
mentalidad existe en ambientes donde hay muy poca formación y bastante
ignorancia. Los criterios democráticos vigentes que favorecen el voto de las
grandes mayorías, están dando pase a la oclocracia (el gobierno de los peores),
ya no se trata de la pinta, o de familias aristocráticas, ahora cualquier líder
pintoresco puede aparecer en cualquier momento y proceder de los lugares más
extraños, para jugar con la ignorancia de las grandes mayorías y conseguir
gobernar todo un país. Es lo que está sucediendo en varias naciones
sudamericanas.
Los caudillos y las virtudes humanas
Al margen de las
clases sociales encontramos ahora una gama variadísima de líderes que aparecen
y destacan entre las multitudes. Hace un lustro los líderes solían salir de las
clases pudientes, hoy en cambio, surgen de los barrios marginales. Son personas
que han ido luchando, desde abajo, para tener algún protagonismo. Algunos son
exóticos y pintorescos porque buscan llamar la atención con alguna
originalidad, usando atuendos convenientes para atraer a las mayorías. En estos
casos también tendríamos que afirmar rotundamente que la pinta es lo de menos.
Es verdad que con una
personalidad fuerte se puede tener cierta facilidad para un liderazgo. El
aspecto de caudillo o la voz de mando pueden impactar a los seguidores. Pero es
importante aclarar que esas cualidades innatas, no son necesariamente virtudes
humanas. Algunos confunden las virtudes humanas con los aspectos externos que
reflejan la modalidad de un liderazgo.
Las virtudes humanas
son consecuencia del esfuerzo del que ha sido dócil en su formación y ha sabido
luchar para adquirirlas. El que las posee suele tener un trato amable y
delicado con las personas. Una persona con virtudes trata bien a todos. En
cambio el simpático que suele caer bien, o el que ha logrado una especialización
diplomática para las relaciones humanas, si no desarrolla sus propias virtudes,
que deben estar al servicio de los demás, va a sufrir las consecuencias de esa
limitación: cansancio y abandono; a la larga se quedará sólo y alejado de los
demás, aunque sea muy culto.
Todas las personas
están llamadas a ser educadas para luchar y adquirir esas virtudes desde la
infancia, siempre con el esfuerzo individual que es necesario para desarrollar
las pontencialidades que se encuentran en la misma naturaleza, que son las que
permiten que la persona ame a su prójimo de un modo natural y sincero.
No basta con poseer
ciertas capacidades innatas, todos deben luchar para lograr el desarrollo de
las propias virtudes, de tal modo que las capacidades encuentren el cauce adecuado
para acertar en la vida y poder cumplir con el rol establecido. El que no lucha
pone en peligro su estabilidad como persona y sufrirá las consecuencias de un
deterioro que puede perjudicar a terceros.
El apoyo al más débil. (Cuando la pinta no ayuda)
Un taxista de un Tico
al ver a lo lejos un posible cliente, aceleró todo lo que pudo y metiéndose
entré los carros con gran habilidad, le quiso ganar al semáforo que ponía luz
roja y se lanzó a cruzar la avenida con tan mala suerte que se le fue encima una
4 x 4 que tenía luz verde y estaba en su pleno derecho.
Sacaron al chofer del
Tico entre los fierros retorcidos, sólo había sufrido una torcedura y algunos
cortes. El chofer de la 4 x 4 indignado empezó a gritarle al taxista con todos
los improperios que encontró. El ruido producido por el impacto atrajo a una
serie de curiosos que llegaron después del choque para ver el siguiente cuadro:
La 4 x 4 con un chofer de buen aspecto, bien plantado, pero indignado que
maltrataba al taxista que era bajito, timorato y de aspecto muy humilde. A la
camioneta se le había roto el faro y tenía el motor un podo hundido y el Tico
estaba totalmente destrozado.
Los curiosos, como suele suceder en estos casos, se
ponen a mirar sin intervenir en el lío, pero entre ellos empiezan a comentar
sobre la agresividad de la camioneta y su dueño contra el "pobre"
taxista que lo había perdido todo. En pocos minutos todos estaban a favor del
taxista, las maniobras imprudentes y la luz roja ya no importaban. La mayoría
esperaba que al chofer pituco de la
camioneta le caiga una gran sanción y lo pague todo.
Aunque el culpable del
accidente fue el taxista estamos ante un caso donde el consenso colectivo
voluntarista voltea la realidad para que todo el mundo piense según el parecer
de ellos. La fuerza del resentimiento les crea una fuerte certeza subjetiva que
los une en un consenso injusto. Muchas veces el poder mediático crea
situaciones manipulando la realidad y las grandes mayorías que son seguidores
de esos medios caen como corderitos
para convertirse en defensores de la mentira.
Lamentablemente la
sociedad está llena de fachadas humanas. Los hombres han encontrado todo tipo
de disfraces para presentarse y sacar partido para ellos. Hoy se requiere un
conocimiento mejor de las personas y la honradez para seleccionar a los mejores
en los diversos campos del quehacer humano.
Agradecemos sus comentarios.
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