jueves, enero 09, 2014


La pinta es lo de menos
FACHADAS HUMANAS

Todavía hay gente que cree que una persona bien plantada, de buen aspecto y de buena pinta posee automáticamente una categoría humana de buen nivel. Después, cuando pasa el tiempo, podrían sentirse defraudados al ver que esas personas no eran tan valiosas como pensaban.

Es cierto que para algunas profesiones la pinta puede tener su importancia, un cantante o una estrella de cine por ejemplo, pero la experiencia hace ver, que incluso en esos campos la pinta es lo de menos, siempre terminará imponiéndose la calidad personal. Hoy, por ejemplo, existen en el cine grandes actores sin pinta de galán. Es más ahora, que tanto se habla de evitar la discriminación y favorecer la inclusión, nos encontramos en los ambientes artísticos y deportivos, unas pintas nada favorecidas desde el punto de vista estético, como está ocurriendo con muchos futbolistas, salvo contadas excepciones.

La buena pinta y el buen aspecto, pueden darle al agraciado una entrada fácil de aceptación rápida. El que tiene que escoger podría quedar seducido por la apariencia externa y a la hora de elegir entre varios, el pintón podría llevar ventaja. Es natural que así sea, aunque la responsabilidad le llamaría al ser justo y honrado para tener en cuenta todos factores que deben incluirse en la elección. A pesar de esta advertencia, todavía existen en el mundo personas que eligen fundamentalmente por la pinta, prefieren un gringo de ojos azules que un moreno, o un extranjero blanquiñoso que un cholito de la sierra.


La pinta y las clases sociales

En los países hispanoamericanos la pinta todavía está asociada al status o nivel social de las familias. Aunque esto ya está cambiando en muchos lugares, la pinta sigue siendo un indicador del nivel de cultura y de solvencia económica de una persona. Lamentablemente existen todavía mentalidades discriminadoras con fuertes rechazos, indiferencias y hasta maltratos para los que no son de su "nivel" económico, aunque en los discursos sociales saquen la bandera de la inclusión.

La discriminación racial está arraigada en las mentalidades de los que no les gusta juntarse o frecuentar ambientes que pertenecen a otro nivel social. Pasa con los ricos y con los pobres. A los ricos les encanta la exclusividad, organizan sus ambientes con personas de su mismo status y no permiten que personas de un nivel social "más bajo" estén presentes en sus reuniones. Antes de asistir averiguan bien quiénes son los invitados para ver si van o no.

Las personas que viven en los barrios marginales, y no pueden tener acceso a los de las clases pudientes, suelen generar, debido a un penoso complejo de inferioridad, un gran resentimiento social, que llena sus corazones con desprecios y odios contra los "ricos" o los "gringos", como ellos dicen; no son pocos los que viven toda su vida con esos prejuicios sin que nadie les haga ver esa distorsión que los perjudica.

Todavía queda mucho camino por recorrer para llegar a eliminar de la sociedad los atrasos de las personas enquistadas en sus núcleos sociales elitistas, de las clases altas o bajas. La Iglesia intenta, con muchos esfuerzos, lograr los acercamientos adecuados que enriquezcan a los seres humanos y a la sociedad en general. A la larga solo lograrían acercarse quienes se liberen de los prejuicios enquistados en sus mentes, de tal modo que sus opiniones no se conviertan en una suerte de dogma con una calificación peyorativa contra los que no piensan igual.

Las discriminaciones más fuertes provienen de los que promueven ideologías políticas extremistas y de sus seguidores. El consenso de criterios fundamentalistas crea en ellos una mentalidad voluntarista, que es un querer forzado y caprichoso a favor de sus posturas; suelen proceder con una notoria terquedad y torpeza en los modos de defenderse, sin tener el menor escrúpulo para llamar a sus adversarios: ladrones, corruptos o asesinos.

Este tipo de mentalidad existe en ambientes donde hay muy poca formación y bastante ignorancia. Los criterios democráticos vigentes que favorecen el voto de las grandes mayorías, están dando pase a la oclocracia (el gobierno de los peores), ya no se trata de la pinta, o de familias aristocráticas, ahora cualquier líder pintoresco puede aparecer en cualquier momento y proceder de los lugares más extraños, para jugar con la ignorancia de las grandes mayorías y conseguir gobernar todo un país. Es lo que está sucediendo en varias naciones sudamericanas.


Los caudillos y las virtudes humanas

Al margen de las clases sociales encontramos ahora una gama variadísima de líderes que aparecen y destacan entre las multitudes. Hace un lustro los líderes solían salir de las clases pudientes, hoy en cambio, surgen de los barrios marginales. Son personas que han ido luchando, desde abajo, para tener algún protagonismo. Algunos son exóticos y pintorescos porque buscan llamar la atención con alguna originalidad, usando atuendos convenientes para atraer a las mayorías. En estos casos también tendríamos que afirmar rotundamente que la pinta es lo de menos.


Es verdad que con una personalidad fuerte se puede tener cierta facilidad para un liderazgo. El aspecto de caudillo o la voz de mando pueden impactar a los seguidores. Pero es importante aclarar que esas cualidades innatas, no son necesariamente virtudes humanas. Algunos confunden las virtudes humanas con los aspectos externos que reflejan la modalidad de un liderazgo.

Las virtudes humanas son consecuencia del esfuerzo del que ha sido dócil en su formación y ha sabido luchar para adquirirlas. El que las posee suele tener un trato amable y delicado con las personas. Una persona con virtudes trata bien a todos. En cambio el simpático que suele caer bien, o el que ha logrado una especialización diplomática para las relaciones humanas, si no desarrolla sus propias virtudes, que deben estar al servicio de los demás, va a sufrir las consecuencias de esa limitación: cansancio y abandono; a la larga se quedará sólo y alejado de los demás, aunque sea muy culto.

Todas las personas están llamadas a ser educadas para luchar y adquirir esas virtudes desde la infancia, siempre con el esfuerzo individual que es necesario para desarrollar las pontencialidades que se encuentran en la misma naturaleza, que son las que permiten que la persona ame a su prójimo de un modo natural y sincero.


No basta con poseer ciertas capacidades innatas, todos deben luchar para lograr el desarrollo de las propias virtudes, de tal modo que las capacidades encuentren el cauce adecuado para acertar en la vida y poder cumplir con el rol establecido. El que no lucha pone en peligro su estabilidad como persona y sufrirá las consecuencias de un deterioro que puede perjudicar a terceros.


El apoyo al más débil. (Cuando la pinta no ayuda)

Un taxista de un Tico al ver a lo lejos un posible cliente, aceleró todo lo que pudo y metiéndose entré los carros con gran habilidad, le quiso ganar al semáforo que ponía luz roja y se lanzó a cruzar la avenida con tan mala suerte que se le fue encima una 4 x 4 que tenía luz verde y estaba en su pleno derecho.
Sacaron al chofer del Tico entre los fierros retorcidos, sólo había sufrido una torcedura y algunos cortes. El chofer de la 4 x 4 indignado empezó a gritarle al taxista con todos los improperios que encontró. El ruido producido por el impacto atrajo a una serie de curiosos que llegaron después del choque para ver el siguiente cuadro: La 4 x 4 con un chofer de buen aspecto, bien plantado, pero indignado que maltrataba al taxista que era bajito, timorato y de aspecto muy humilde. A la camioneta se le había roto el faro y tenía el motor un podo hundido y el Tico estaba totalmente destrozado.
Los curiosos, como suele suceder en estos casos, se ponen a mirar sin intervenir en el lío, pero entre ellos empiezan a comentar sobre la agresividad de la camioneta y su dueño contra el "pobre" taxista que lo había perdido todo. En pocos minutos todos estaban a favor del taxista, las maniobras imprudentes y la luz roja ya no importaban. La mayoría esperaba que al chofer pituco de la camioneta le caiga una gran sanción y lo pague todo.

Aunque el culpable del accidente fue el taxista estamos ante un caso donde el consenso colectivo voluntarista voltea la realidad para que todo el mundo piense según el parecer de ellos. La fuerza del resentimiento les crea una fuerte certeza subjetiva que los une en un consenso injusto. Muchas veces el poder mediático crea situaciones manipulando la realidad y las grandes mayorías que son seguidores de esos medios caen como corderitos para convertirse en defensores de la mentira.

Lamentablemente la sociedad está llena de fachadas humanas. Los hombres han encontrado todo tipo de disfraces para presentarse y sacar partido para ellos. Hoy se requiere un conocimiento mejor de las personas y la honradez para seleccionar a los mejores en los diversos campos del quehacer humano.

Agradecemos sus comentarios.



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