jueves, enero 02, 2014


Acostumbramientos equivocados
LA AUTOINCLUSIÓN PERSONAL
Mientras el consenso social mundial reclama la inclusión de todas las personas en las diversas estructuras sociales, el Papa Francisco impulsa la participación de todos para vivir de acuerdo con el espíritu del evangelio, que es trasmitir el amor al prójimo que se debe cultivar en el corazón y que  asemeja a Jesucristo.
El Santo Padre advierte del gravísimo peligro de acostumbrase a vivir como funcionarios teóricos de sistemas y organizaciones sin que el corazón esté amando a las personas concretas con sus circunstancias particulares.
La época actual, con sus peligros e inseguridades, ha replegado a muchas personas a vivir “retiradas” de los quehaceres sociales para no salir “heridas” por los ataques de una sociedad agresiva, y prefieren, dadas las circunstancias, tener un “perfil bajo” o vivir con la “política de la no intervención”; incluso algunos aconsejan como prudente  autoexcluirse personalmente. Otros, justifican su postura de no intervenir, criticando a los que intervienen como oportunistas o gente que solo busca el protagonismo personal.

El impulso del Santo Padre
En contraste, el Papa Francisco anima a los jóvenes cristianos para que no se queden y sean ellos los protagonistas de la historia, que “hagan lío” saliendo de una “falsa comodidad” que los apoltrona y los vuelve almidonados y egoístas.  Les propone ser valientes e intervenir sin dilaciones ni falsas prudencias.
La propuesta es vivir en un nivel superior, pero no con menor intensidad: «La vida se acrecienta dándola y se debilita en el aislamiento y la comodidad. De hecho, los que más disfrutan de la vida son los que dejan la seguridad de la orilla y se apasionan en la misión de comunicar vida a los demás».4  (Evangelii Gaudium n. 10)

Cuando la Iglesia convoca a la tarea evangelizadora, no hace más que indicar a los cristianos el verdadero dinamismo de la realización personal: «Aquí descubrimos otra ley profunda de la realidad: que la vida se alcanza y madura a medida que se la entrega para dar vida a los otros. Eso es en definitiva la misión».5  (Evangelii Gaudium n.10).

Por consiguiente, un evangelizador no debería tener permanentemente cara de funeral. Recobremos y acrecentemos el fervor, «la dulce y confortadora alegría de evangelizar, incluso cuando hay que sembrar entre lágrimas […] Y ojalá el mundo actual –que busca a veces con angustia, a veces con esperanza– pueda así recibir la Buena Nueva, no a través de evangelizadores tristes y desalentados, impacientes o ansiosos, sino a través de ministros del Evangelio, cuya vida irradia el fervor de quienes han recibido, ante todo en sí mismos, la alegría de Cristo».6   (Evangelii Gaudium n. 10).




Intervenir es darse al plan previsto por Dios

Decía un viejo escritor de la literatura hindú: “la vida se nos da y la merecemos dándola” (R. Tagore). Ninguna persona ha venido al mundo para construir su propia gloria o para encerrarse en los muros de un egoísmo cómodo, con justificaciones teóricas que no convencen a quien sabe lo que es el amor.

Dar la vida es estar dispuesto a cumplir con una misión que existe, porque la hemos recibido de un ser supremo. Es darse a un plan que tiene que ver directamente con el amor al prójimo y que procede de una voluntad superior que también se dirige con amor. El modelo y el camino es Jesucristo. El espíritu es el del evangelio.


La auténtica alegría es la transmisión de la verdad

La transmisión de espíritu se da con alegría y buen humor. Es el signo más claro de autenticidad. El Papa dice que el cristiano no debe tener cara de funeral, tampoco es alguien rígido y duro que señala unas exigencias sin más. Esos modos desalmados de proceder, que se han dado en algunos casos, deben ser corregidos porque producen efectos contrarios y alejan a las personas del camino de la verdad.

San Josemaría Escrivá, un hombre enamorado de Dios que predicaba con una alegría desbordante en un mundo lleno de contradicciones y persecuciones, dejó escrito en un punto de Camino: “Caras largas… modales bruscos…, facha ridícula..., aire antipático: ¿así esperas animar a los demás a seguir a Cristo” (Camino n. 661).

El Papa Francisco pide coherencia de vida y transmisión. La vida del amor a Dios debe fluir franca y espontánea de un corazón enamorado. “El bien es de por sí difusivo” decía Santo Tomás de Aquino y la Sagrada Escritura apuntala: “De la abundancia del corazón habla la boca”  El Papa pide entregar la sustancia con un lenguaje que llegue de verdad a la gente, porque muchas veces resulta que:

“escuchando un lenguaje completamente ortodoxo, lo que los fieles reciben, debido al lenguaje que ellos utilizan y comprenden, es algo que no responde al verdadero Evangelio de Jesucristo. Con la santa intención de comunicarles a verdad sobre Dios y sobre el ser humano, en algunas ocasiones les damos un falso dios o un ideal humano que no es verdaderamente cristiano. De ese modo, somos fieles a una formulación, pero no entregamos la substancia. Ése es el riesgo más grave”.  (Evangelii Gaudiun n. 41)

Es fácil ser fiel a una formulación, a unos sistemas, a unas costumbres, o a programas establecidos por alguna organización y no ser fieles a la vida que Dios nos pide en relación a los demás. Hoy falta el buen samaritano y sobran los que viven de un modo social cumpliendo con unos procedimientos lejanos a las personas.

Hace muchos años una persona le preguntó a san Josemaría qué oratorio le gustaba más. Le contestó de inmediato: “¡la calle!”  haciéndole ver a esa persona que tenía que salir y no quedarse encerrado porque las almas lo estaban esperando en la calle. Para salir hay que estás dispuestos a cambiar costumbres o modos de proceder. El Papa Francisco anima a romper lo que haga falta para que los acostumbramientos no se conviertan en rémora:

En su constante discernimiento, la Iglesia también puede llegar a reconocer costumbres propias no directamente ligadas al núcleo del Evangelio, algunas muy arraigadas a lo largo de la historia, que hoy ya no son interpretadas de la misma manera y cuyo mensaje no suele ser percibido adecuadamente. Pueden ser bellas, pero ahora no prestan el mismo servicio en orden a la transmisión del Evangelio. No tengamos miedo de revisarlas.  (Evangelii Gaudium n 43).

Del mismo modo, hay normas o preceptos eclesiales que pueden haber sido muy eficaces en otras épocas pero que ya no tienen la misma fuerza educativa como cauces de vida. Santo Tomás de Aquino destacaba que los preceptos dados por Cristo y los Apóstoles al Pueblo de Dios «son poquísimos».47 Citando a san Agustín, advertía que los preceptos añadidos por la Iglesia posteriormente deben exigirse con moderación «para no hacer pesada la vida a los fieles» y convertir nuestra religión en una esclavitud, cuando «la misericordia de Dios quiso que fuera libre».48 Esta advertencia, hecha varios siglos atrás, tiene una tremenda actualidad.
Debería ser uno de los criterios a considerar a la hora de pensar una reforma de la Iglesia y de su predicación que permita realmente llegar a todos. (Evangelii Gaudium n. 43).

Ahora, al empezar un nuevo año, la disposición de cambiar es fundamental para seguir por el camino que el Papa Francisco nos aconseja. El Santo Padre ve que muchas cosas deben cambiar, por eso lo advierte. No podríamos seguir viviendo como si todo fuera igual, el Papa es el Vicario de Cristo y es el que conduce a los fieles por el camino adecuado.

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