Acostumbramientos
equivocados
LA
AUTOINCLUSIÓN PERSONAL
Mientras
el consenso social mundial reclama la inclusión de todas las personas en las
diversas estructuras sociales, el Papa Francisco impulsa la participación de
todos para vivir de acuerdo con el espíritu del evangelio, que es trasmitir el
amor al prójimo que se debe cultivar en el corazón y que asemeja a Jesucristo.
El
Santo Padre advierte del gravísimo peligro de acostumbrase a vivir como
funcionarios teóricos de sistemas y organizaciones sin que el corazón esté
amando a las personas concretas con sus circunstancias particulares.
La
época actual, con sus peligros e
inseguridades, ha replegado a muchas personas a vivir “retiradas” de los quehaceres sociales para no salir “heridas” por los ataques de una
sociedad agresiva, y prefieren, dadas las
circunstancias, tener un “perfil bajo” o vivir con la “política de la no
intervención”; incluso algunos aconsejan como prudente autoexcluirse personalmente. Otros,
justifican su postura de no intervenir, criticando a los que intervienen como
oportunistas o gente que solo busca el protagonismo personal.
El impulso del Santo Padre
En
contraste, el Papa Francisco anima a los jóvenes cristianos para que no se
queden y sean ellos los protagonistas de la historia, que “hagan lío” saliendo de una “falsa
comodidad” que los apoltrona y los vuelve almidonados y egoístas. Les propone ser valientes e intervenir
sin dilaciones ni falsas prudencias.
La
propuesta es vivir en un nivel superior, pero no con menor intensidad: «La vida se acrecienta dándola y se debilita
en el aislamiento y la comodidad. De hecho, los que más disfrutan de la vida
son los que dejan la seguridad de la orilla y se apasionan en la misión de
comunicar vida a los demás».4 (Evangelii Gaudium n.
10)
Cuando
la Iglesia convoca a la tarea evangelizadora, no hace más que indicar a los
cristianos el verdadero dinamismo de la realización personal: «Aquí descubrimos otra ley profunda de la
realidad: que la vida se alcanza y madura a medida que se la entrega para dar
vida a los otros. Eso es en definitiva la misión».5 (Evangelii Gaudium n.10).
Por
consiguiente, un evangelizador no debería tener permanentemente cara de
funeral. Recobremos y acrecentemos el fervor, «la dulce y confortadora alegría de evangelizar, incluso cuando hay que
sembrar entre lágrimas […] Y ojalá el mundo actual –que busca a veces con
angustia, a veces con esperanza– pueda así recibir la Buena Nueva, no a través
de evangelizadores tristes y desalentados, impacientes o ansiosos, sino a
través de ministros del Evangelio, cuya vida irradia el fervor de quienes han
recibido, ante todo en sí mismos, la alegría de Cristo».6 (Evangelii Gaudium n. 10).
Intervenir es darse al plan previsto
por Dios
Decía
un viejo escritor de la literatura hindú: “la
vida se nos da y la merecemos dándola” (R. Tagore). Ninguna persona ha venido al mundo para construir su
propia gloria o para encerrarse en los muros de un egoísmo cómodo, con
justificaciones teóricas que no convencen a quien sabe lo que es el amor.
Dar
la vida es estar dispuesto a cumplir con una misión que existe, porque la hemos
recibido de un ser supremo. Es darse a un plan que tiene que ver directamente
con el amor al prójimo y que procede de una voluntad superior que también se
dirige con amor. El modelo y el camino es Jesucristo. El espíritu es el del
evangelio.
La auténtica alegría es la
transmisión de la verdad
La
transmisión de espíritu se da con alegría y buen humor. Es el signo más claro
de autenticidad. El Papa dice que el cristiano no debe tener cara de funeral,
tampoco es alguien rígido y duro que señala unas exigencias sin más. Esos modos
desalmados de proceder, que se han dado
en algunos casos, deben ser corregidos porque producen efectos contrarios y
alejan a las personas del camino de la verdad.
San
Josemaría Escrivá, un hombre enamorado de
Dios que predicaba con una alegría desbordante en un mundo lleno de
contradicciones y persecuciones, dejó escrito en un punto de Camino: “Caras
largas… modales bruscos…, facha ridícula..., aire antipático: ¿así esperas
animar a los demás a seguir a Cristo” (Camino n. 661).
El
Papa Francisco pide coherencia de vida y transmisión. La vida del amor a Dios
debe fluir franca y espontánea de un corazón enamorado. “El bien es de por sí difusivo” decía Santo Tomás de Aquino y la
Sagrada Escritura apuntala: “De la abundancia del corazón habla la boca”
El Papa pide entregar la
sustancia con un lenguaje que llegue de verdad a la gente, porque muchas veces
resulta que:
“escuchando
un lenguaje completamente ortodoxo, lo que los fieles reciben, debido al lenguaje que ellos utilizan y comprenden,
es algo que no responde al verdadero Evangelio de Jesucristo. Con la santa
intención de comunicarles a verdad sobre Dios y sobre el ser humano, en algunas
ocasiones les damos un falso dios o un ideal humano que no es verdaderamente
cristiano. De ese modo, somos fieles a una formulación, pero no entregamos la
substancia. Ése es el riesgo más grave”. (Evangelii Gaudiun n. 41)
Es
fácil ser fiel a una formulación, a unos sistemas, a unas costumbres, o a
programas establecidos por alguna organización y no ser fieles a la vida que
Dios nos pide en relación a los demás. Hoy falta el buen samaritano y sobran
los que viven de un modo social cumpliendo con unos procedimientos lejanos a
las personas.
Hace
muchos años una persona le preguntó a san Josemaría qué oratorio le gustaba
más. Le contestó de inmediato: “¡la calle!” haciéndole ver a esa persona que tenía
que salir y no quedarse encerrado porque las almas lo estaban esperando en la
calle. Para salir hay que estás dispuestos a cambiar costumbres o modos de
proceder. El Papa Francisco anima a romper lo que haga falta para que los
acostumbramientos no se conviertan en rémora:
En su
constante discernimiento, la Iglesia también puede llegar a reconocer
costumbres propias no directamente ligadas al núcleo del Evangelio, algunas muy
arraigadas a lo largo de la historia, que hoy ya no son interpretadas de la
misma manera y cuyo mensaje no suele ser percibido adecuadamente. Pueden ser
bellas, pero ahora no prestan el mismo servicio en orden a la transmisión del
Evangelio. No tengamos miedo de revisarlas. (Evangelii Gaudium n 43).
Del mismo
modo, hay normas o preceptos eclesiales que pueden haber sido muy eficaces en
otras épocas pero que ya no tienen la misma fuerza educativa como cauces de
vida. Santo Tomás de Aquino destacaba que los preceptos dados por Cristo y los
Apóstoles al Pueblo de Dios «son poquísimos».47
Citando a san Agustín, advertía que los preceptos añadidos por la Iglesia
posteriormente deben exigirse con moderación «para no hacer pesada la vida a
los fieles» y convertir nuestra religión en una esclavitud, cuando «la
misericordia de Dios quiso que fuera libre».48
Esta advertencia, hecha varios siglos atrás, tiene una tremenda actualidad.
Debería ser
uno de los criterios a considerar a la hora de pensar una reforma de la Iglesia
y de su predicación que permita realmente llegar a todos. (Evangelii Gaudium n. 43).
Ahora, al empezar un nuevo año, la disposición de
cambiar es fundamental para seguir por el camino que el Papa Francisco nos
aconseja. El Santo Padre ve que muchas cosas deben cambiar, por eso lo
advierte. No podríamos seguir viviendo como si todo fuera igual, el Papa es el
Vicario de Cristo y es el que conduce a los fieles por el camino adecuado.
Agradecemos
sus comentarios.
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