La esencia del
amor fraterno
LOS
MÁS CERCANOS DEBEN SER HERMANOS
Uno
no elige a sus hermanos, se los encuentra y los debe querer más que a los
demás. No cabe elegir de otra manera apelando a la libertad. La libertad no se
tiene necesariamente cuando se elige sino cuando se acierta. La decisión
correcta es la que da libertad, aunque el hombre no la tome con total
independencia, siempre es necesario el concurso de los otros para ser libres y
conseguir colocarse en el camino de la felicidad.
La
proximidad de las personas no es casual, como tampoco lo es el nacimiento o la
pertenencia a una familia. El que nace es educado para que ame a los suyos, le
guste o no le guste. Es libre cuando aprende a querer con orden, pierde la
libertad cuando hay desorden en el amor. De aquí se desprende el amor a la
familia y el amor a la patria que protege el cuarto mandamiento de la ley de
Dios: “honrar padre y madre” es el amor a los orígenes y a la
herencia que recibimos para poder amar y ser felices. Es el reconocimiento de
lo que nos han dado los que nos quieren.
Los
hermanos que reciben de los padres los medios para realizarse y ser felices en
la vida, deben quererse entre ellos y saber compartir su legado. La hermandad
no es solo un vínculo de la sangre, es sobretodo un amor que se debe cultivar,
que tiene todas las exigencias de un amor ordenado: sacrificio, entrega, servicio, alegría de tenerlo cerca: “¡que bueno que existas!, querer la
diversidad de gustos y opiniones, ser solidarios.
La proximidad
La
proximidad es un factor a tener en cuenta para la fraternidad. Si una familia
con hijos decide adoptar a un niño y lo tienen en la casa, esa proximidad, que
le hace compartir, crea lazos de fraternidad. El adoptado es tan hijo o tan
hermano como los otros.
La
enemistad entre hermanos se opone radicalmente a la fraternidad y genera
heridas grandes en las personas. Los hermanos no deben ser enemigos, deben
quererse y estar unidos. La unidad no es la uniformidad ni el comunismo. El
amor fraternal es un respeto por la diversidad, que se aprecia mejor por la cercanía.
Cuando se está cerca se puede conocer mejor y se conoce mucho cuando se quiere.
Las personas están cerca para que las queramos.
En
la casa se quiere al hermano con sus modos y diferencias. Es en el ambiente
familiar donde se le quiere más. La casa es el mejor sitio para querer a los
demás. El que huye de su casa y de su familia no sabe querer. El que dice que
ama a los otros y no quiere a los suyos no sabe lo que es el amor. Todo amor es
ordenado y por eso existe una ley del amor.
Antiguamente
se llamaban hermanos los parientes cercanos, por ejemplo en tiempos de Jesús.
Cuando hay cercanías sanas y buenas se le suele llamar hermano al amigo cercano
y si hay diferencias de edad se suele hablar de tíos o tías de cariño.
El
cariño es el que marca la voluntad de querer pertenecer a esa familia que se
quiere. En el caso de la educación de los hijos, los padres son los que lo
quieren y lo educan. Cuando faltan los padres biológicos, las personas que
quieren y educan al niño se convierten en padres por el cariño que ponen en él y
el hijo reconoce como padre al que lo ha querido de verdad. Aquí también se ve
que la cercanía, el hecho de estar al lado tiene mucho que ver para el
reconocimiento de la misión más importante que todas las personas tienen:
querer a los demás empezando por los más próximos.
La
familia, que es la célula básica de la
sociedad, no se encierra en el núcleo familiar, para no salir de allí. El
amor auténtico trasciende, se multiplica y se expande.
Los países vecinos deben
ser hermanos
Los
países cercanos deben ser hermanos. La cercanía o vecindad es una motivación
natural para quererlos más. Tener como enemigo a un país vecino es contra natura. No tiene sentido.
Cualquier divergencia o conflicto que surja entre los hermanos debe de
arreglarse de inmediato. Cuando dos hermanos se pelean hay que separarlos y
conseguir que se den las paces.
El
perdón al hermano tiene mucha calidad y produce una unión llena de solidaridad.
Se ha perdonado a alguien que es parte y con quien se comparte. Los límites
entre los países, cuando cada uno quiere defender lo suyo, están jalonados más
por el egoísmo que por la fraternidad. Es como si dos hermanos son muy celosos
de lo que tienen y no permiten que el otro se acerque a sus cosas. El buen
hermano es el que sabe compartir.
Para
la proximidad no solo deben tenerse en cuenta las relaciones de oferta y
demanda. Es loable ver que entre países cercanos hay buenas relaciones
comerciales, sin embargo el Papa Benedicto decía que las relaciones humanas no deben ser de oferta y
demanda sino de fraternidad y gratuidad.
Cuando
se aprende a querer y se quiere de verdad mejora la familia y toda la sociedad.
Los países vecinos se llevarán bien no por las relaciones diplomáticas y
comerciales sino por el amor que exista entre sus habitantes. En los corazones
que aman no debe haber ni una
pizca de resentimiento y si se saca una bandera se está dispuesto a sacar
también la bandera del otro país para que flameen juntas.
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