viernes, febrero 07, 2014


Los cambios que se requieren
LA CREATIVIDAD PERSUASIVA DEL APÓSTOL
Solo puede transmitir a Dios el que lo tiene en su interioridad. El hombre que no tiene a Dios y no se preocupa por tenerlo, si habla de Dios podría convertirse en un charlatán, o en un teórico que no convence.
El que tiene a Dios hace normalmente lo que Dios le pide y su conducta termina contrastando con la lógica de los consensos humanos de las sociedades sin Dios. Solo el que tiene una vida interior rica lo entenderá a cabalidad. Los demás lo pueden admirar o rechazar. Los que están más cerca, si están lejos de Dios, le pondrán las dificultades de sus limitaciones. Los que no tienen suficiente vida interior no lo entenderán en muchos aspectos, lo verán como alguien muy especial y distinto.
Un auténtico apóstol podría ser querido, tolerado o rechazado. Hay que tener en cuenta que los grandes santos han vivido en ambientes de incomprensión y de envidia, por parte de los más cercanos, incluso de sus propios hermanos.
Hoy es necesario romper “moldes”  con vidas coherentes que aspiran a la santidad. Las reformas que hacen falta las deben ejecutar los que tienen a Dios en su interioridad. Como decía San Josemaría Escrivá: “hay que ahogar el mal en abundancia de bien”

Cambio de estructuras   (los edificios de hoy no se construyen como los de ayer)
Muchas veces se ha visto la fidelidad solo como la lealtad a determinadas estructuras, sistemas o procedimientos. Muchos han exigido el cumplimiento de determinados reglamentos pensando que el cumplimiento exacto de esos mandatos garantiza el éxito de la misión.
También se puede decir que ese modo de pensar fue motivado por situaciones de guerra. Surgieron, como es lógico, exigencias drásticas con carácter obligatorio a sistemas estratégicos elaborados por los jefes. Las opiniones personales no importaban para nada. Lo importante eran las decisiones de la cúpula tomadas por los generales, que deberían ser aceptadas por todos.
Hoy estamos viendo, y el Papa Francisco está poniendo los reflectores, que existen muchos organismos y sistemas en la Iglesia que han perdido el espíritu que los animaba, porque los que los manejan se han quedado en sistemas que fueron diseñados de acuerdo a unas circunstancias determinadas y que ahora, al cambiar las circunstancias, esos sistemas ya no deberían tener vigencia.
Habría que advertir en este punto que el problema no está en los sistemas sino en las personas. Cuando la persona no funciona bien puede aferrarse a un sistema donde se acomoda mejor. Una persona que funciona bien sabe qué medios debe emplear en cada momento. Vive al día.
Basta el amor a Dios para descubrir cuáles son los medios adecuados a emplear: lo que debe prevalecer y la creatividad para innovar. Con Dios siempre hay progreso y cambio. Se rejuvenece y no se envejece.
El que lleva a Dios en su corazón sabe adaptarse a nuevos sistemas y dejar los anteriores cuando ve que ya son obsoletos. Si bien sirvieron en el pasado, en unas circunstancias diferentes, ahora podrían convertirse en un obstáculo serio para la evangelización.
En algunos sectores de la Iglesia existen todavía algunos sistemas que responden a la mentalidad de una época pasada, con las circunstancias que hemos mencionado más arriba. De allí la advertencia del Santo Padre.

Mentes que se quedaron en el pasado
El obstáculo más grande son las personas que se han aferrado a procedimientos antiguos y no saben desprenderse de ellos.  Les parece que cambiar es una falta de lealtad a lo que siempre se ha vivido y  les cuesta mucho aceptar las alternativas nuevas que se les propone. Ellos defienden las estructuras que les dan seguridad y comodidad.
“Hay estructuras eclesiales que pueden llegar a condicionar un dinamismo evangelizador” (Evangelii gaudium, n. 26)
Es necesario insistir que el problema principal es aferrarse a sistemas que ya no van. Además quienes están cogidos de ese modo suelen tener problemas en su relación con los demás, unos más y otros menos: lejanías, durezas, injusticias, maltratos, pocos amigos de verdad, clientelismo de rigor, soledad, aislamientos y una tristeza que va creciendo y que es matizada por comodidades que actúan como las drogas: engañan y no dejan ver la realidad. En esas personas las manías pueden crecer notablemente y el mal humor podría irse apoderando de sus vidas.

Creatividad para darle vida y alegría a las acciones que acercan a las personas.
El dinamismo que impone Jesucristo a quien lo lleva es de tal magnitud y fuerza que actúa “como un río que se sale de madre” (Mons. Álvaro del Portillo”). El cristiano debe ser valiente y decidido para no detenerse frente a los obstáculos y no dejar que las personas se detengan llevando un ritmo cansino y acomodaticio. Nadie debe quedarse, todos deben salir.
“Jesucristo también puede romper los esquemas aburridos en los cuales pretendemos encerrarlo y nos sorprende con su constante creatividad divina” ( Ob. cit. n.11)
No se debe caer en el voluntarismo de persistir en algo que no llega. La nueva propuesta debe estar llena de juventud y alegría. Un corazón dilatado por el amor de Dios suele ser juvenil y sencillo. Es la manera de poder aprender de los más sencillos y contar siempre con ellos para las mejores decisiones. Es saber que allí, en esa relación con el pueblo,  hay mucho de Dios.
“Cada porción del pueblo de Dios, al traducir en su vida el Don de Dios según su genio propio, da testimonio de la fe recibida y enriquece con nuevas expresiones que son elocuentes. (ob. cit. n. 122).
Las nuevas expresiones que se requieren para la nueva evangelización proceden de la cercanía de los apóstoles con la gente. Al verdadero apóstol le preocupa más la gente que los sistemas o procedimientos. Dedica su vida a la gente, a estar con ellos, a servir, a resolver problemas humanos. Su genialidad es estar con los demás, su creatividad es para llegar a la gente y conseguir hacer maravillas con ellos. Son cualidades que surgen de una rica comunicación con Dios y con los demás. Se tiene el arte de saber escuchar y de saber aprender de los demás. Así lo advierte el Papa Fancisco:
“Si uno quiere adaptarse al lenguaje de los demás para poder llegar a ellos con la Palabra, tiene que escuchar mucho, necesita compartir la vida de la gente y prestarle una gustosa atención” (ob. cit. n. 158)
El que más sabe de la gente es el que está con Dios y con la gente; en otras palabras: Dios con su amor nos conecta con la gente para que aprendamos de ellos y podamos servirles adecuadamente. En la relación con los demás no importa la edad, se puede ser amigo de todos y aprender de cualquiera, también de los más jóvenes.
“Los jóvenes nos llaman a despertar y acrecentar la esperanza, porque llevan en sí las nuevas tendencias de la humanidad y nos abren al futuro, de manera que no nos quedemos anclados en la nostalgia de estructuras y costumbres que ya no son cauce de vida en el mundo actual” (108)
La creatividad no es obra del artista humano sino del hombre con fe y amor a Dios. A él se le ocurren cosas que asombran y sorprenden a los demás. Es una creatividad que está en consonancia con los signos de los tiempos y que pega en los distintos ambientes de los tiempos actuales.

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