miércoles, julio 02, 2014


La compasión y la compensación
PASIÓN Y RAZÓN
Las pasiones que mueve el fútbol podrían alterar la razón de todos los que se encuentran en la fogocidad de las contiendas, casi electrizados con la furia colectiva del ambiente, y también con el peligro de dejar una estela de heridas, que en algunos casos podrían ser irreparables.
La filosofía y los reglamentos para esos acontecimientos apuntan a lograr un nivel alto de virtudes humanas en todos los participantes: jugadores, entrenadores, árbitros, dirigentes, periodistas y público en general. Las cuotas de responsabilidad y prudencia deberían ser elevadas para evitar violencias o situaciones desagradables que desfiguren la belleza y armonía de los partidos donde se compite para ganar.
Unidad, belleza y amistad
Los enfrentamientos deportivos no deben crear enemigos, al contrario son ocasión para ganar muchos más amigos y reforzar la hermandad y unidad de los seres humanos.
En los mundiales se puede apreciar: los magníficos y cómodos estadios, la calidad técnica de la televisión con imágenes impactantes llenas de belleza y colorido, la amabilidad del pueblo anfitrión (el país y sus costumbres), la alegría y el sufrimiento del público en un clima humano de acercamientos mutuos, a pesar de las diferencias; los sueños y las ambiciones de los seres humanos, las técnicas magníficas de los mejores jugadores, el acierto o desacierto de los árbitros, el último balón de fútbol que todos desean tener, el rito de las ceremonias con protocolos y saludos, el acompañamiento variopinto del público, la elegancia y cordura de los entrenadores y de los narradores deportivos. Toda una sociología que muestra personas unidas y encendidas en unos afanes que se viven al mismo tiempo.
La razón nos hace ver que  para que las ambiciones humanas competitivas no desemboquen en una guerra, cada uno debe poner una cuota de prudencia, controlando sus pasiones con un nivel de conducta donde predomine la cordura, el respeto por los demás y la amabilidad.
Para muchos el logro de un mundial es un sueño que se cumple, para otros solo una oportunidad, para muy pocos el dolor de un fracaso. Es una temporada corta en la que se ven grandes cambios, saltos y sobresaltos. Unos ríen, otros lloran, hay grandes abrazos, besos y manifestaciones exorbitantes de alegría que se producen en el instante del gol, también se ven grandes frustraciones y verdaderos arrepentimientos. Algunos consiguen sustanciosos contratos y otros lo pierden todo. Se deben tener las virtudes para saber ganar y para saber perder, una categoría humana de primer nivel, para seguir viviendo después, con agradecimiento, por esas experiencias que marcaron la vida.
El rechazo de las malas artes
Que la contienda sea de fornidos y atléticos deportistas no quiere decir que pueda permitirse la brusquedad o la bravuconería. La disciplina es propia de una persona con fortaleza que sabe dominar sus ímpetus. Los partidos hay que ganarlos jugando y no guerreando a base de machetazos. El juego limpio y honrado es bello y atractivo, al público lo persuade. Los árbitros deben ser totalmente imparciales y muy finos en sus intervenciones. Un buen árbitro casi ni se nota, porque no busca lucirse y deja que los equipos se luzcan. El que pone demasiadas tarjetas y paraliza mucho el juego está demostrando sus limitaciones como juez, el que tiene preferencias y favorece a un equipo más que al otro, tiene poco nivel profesional,  el quiere arreglar las cosas en base a compensaciones tiene poca categoría como persona y el que se vende es un corrupto que habría que expulsar.
El jugador debe poner todas sus virtudes en la cancha, la mejor técnica para jugar y el mejor trato para las personas: sus compañeros y los adversarios. Tiene que tener la suficiente entereza para no hundirse cuando va perdiendo y la suficiente humildad para no sentirse altanero cuando va ganando y para reconocer y enmendar los errores cometidos, o aceptar ser cambiado por el entrenador que busca una mejor opción para el equipo. Un buen jugador no es una persona difícil o engreída que solo piensa en su gloria personal.
Da gusto ver a los entrenadores bien vestidos y cercanos a sus jugadores. Ellos deben ejercer la paternidad y preocuparse no solo del triunfo del equipo sino también de la vida de cada uno de sus jugadores. En la cancha, como todos, debe controlar sus pasiones. Es muy bonito ver en él la ambición de triunfo para su equipo: las indicaciones incisivas, las decisiones urgentes para los cambios y arengas exultantes y oportunas. Muchas veces son ejemplo de cómo hay que llevar las cosas en situaciones límite. Maneja todo un arte que exige un constante dominio, no pueden perder los papeles, debe mantenerse ecuánime y tener la hidalguía de reconocer al vencedor. Es muy grato ver dos entrenadores abrazarse al acabar el partido donde han sido rivales, dejando de lado el resultado.
Para un narrador deportivo debe ser difícil juzgar con imparcialidad una contienda. Algunos lo saben hacer muy bien y otros se vuelven cargantes o inoportunos con comentarios fuera de lugar o que denotan poco conocimiento de lo que están diciendo. Se requiere humildad y un buen control de las pasiones para comentar un partido de modo positivo y respetuoso. Un comentador deportivo debe saber mucho de fútbol y tener admiración, e incluso afecto por los futbolistas, para hacer un trabajo de calidad.

El papel de la hinchada
Los aficionados o la hinchada vivirán la fiesta del fútbol cuando llevan las virtudes que ellos mismos exigen a los futbolistas: amor a la camiseta, una vida ordenada, estar en forma, no ser bruscos, jugar con todo el equipo, luchar hasta el final, saber ganar y saber perder, tener capacidad para rectificar. El mejor jugador será para ellos un ídolo ejemplar, digno de ser emulado.
Desde el fútbol se pueden ver las virtudes que se tienen y las que faltan, se puede ver el orden que necesita la vida y el esfuerzo que hay que poner para ganar las batallas, una tras otra, hasta que llega el triunfo definitivo.
Que este campeonato mundial nos de las pautas para ser mejores personas.

Agradecemos sus comentarios

No hay comentarios.: