Al
cumplir 40 años de sacerdote
ELOGIO AL CELIBATO
Jesucristo, que es el fundador de la Iglesia, fue célibe y
llamó a sus seguidores para que dejen todo y vayan con él prometiéndoles la
felicidad y una gran recompensa: «Yo os aseguro: nadie que haya dejado casa,
hermanos, hermanas, madre, padre, hijos o hacienda por mí quedará sin recibir
el ciento por uno». (Mc. 10,29).
Esta invitación de Jesucristo no está dirigida a
las multitudes, sino más bien a los que llama personalmente para que difundan y anuncien la llegada del Reino de Dios
en todo el mundo.
Para esa tarea Jesucristo les pide todo, les hace
ver que es necesario liberarse de cualquier vínculo terreno y humano y después
les demostrará su generosidad dándoles un gran premio, que es mucho mejor que
todos los tesoros que se pudieran acumular en la tierra: por cada cosa que
entregaron se les devolverá 100 y luego la vida eterna de felicidad. ¿quién da mejores intereses?
Los llama para siempre
Es una entrega para toda la vida. La misión nunca
se acaba, es necesaria una dedicación a tiempo completo, aún así resulta escaso
el tiempo que se tiene para llegar a las metas, de allí que algunos santos
pidieran más tiempo a Dios para terminar la labor que habían comenzado. En
todas las épocas ha sido evidente que la misión de los seguidores de Cristo es
un trabajo agotador, muchas veces
riesgoso, es también urgente y requiere de una gran disponibilidad.
Jesucristo pide que se le siga firmemente con una
voluntad decidida de desprendimiento, una capacidad, cada día mayor, para el sacrificio y una disposición de
obediencia constante. “El que quiera venir tras de mi, ¡niéguese a
sí mismo!, tome su cruz de cada día y sígame” Con esta invitación no caben medianías o
retrasos, la llamada es urgente, para hoy, para
este instante, para ahora.
El que sabe escuchar la llamada y se decide a
seguirle descubre unas alas para volar, que
es el descubrimiento de una libertad espectacular con uno de los regalos más
grande que el Señor da a sus seguidores: el
ciento por uno y la vida eterna.
En los ámbitos humanos el trabajador que se
entrega a una empresa podría perder fácilmente su libertad y vivir sometido
bajo el mando se sus jefes y dentro del sistema que eligió para trabajar. En
cambio el que responde a Dios tiene una misión sobrenatural y recibe, para llegar a los objetivos que Dios le pide,
una gracia específica (vocación), que lo eleva por encima de los esquemas
humanos.
El instrumento de Dios no se siente superior, al
contrario se siente poca cosa, sin
embargo es elevado por Dios a un espacio donde todo es libertad y por lo tanto
felicidad. De allí la alegría de la fidelidad a un camino de entrega. El que
sabe corresponder nunca se arrepiente de haber seguido a Dios, cada día está
más contento y agradecido y su vida se convierte en un cántico de acción de
gracias.
Es verdad cuando Jesús dice: “Yo soy el camino, la verdad y la
vida” el que sabe ir con Jesucristo tiene vida y aspira a la Vida
eterna con una fe conmovedora, que mueve montañas. Las obras de una persona de
fe son admirables.
A propósito del celibato es interesante el relato
de San Pablo (1 Corintios 7, 29ss):
«Os digo, pues, hermanos: El tiempo es corto. Por
tanto, los que tienen mujer, vivan como si no la tuviesen». Y sigue: «El no
casado se preocupa de las cosas del Señor, de cómo agradar al Señor. El casado
se preocupa de las cosas del mundo, de cómo agradar a su mujer; está por tanto
dividido».
Esta claro que Pablo con estas palabras expone
las excelencias una entrega plena sin que exista ninguna ley sobre el celibato.
La primera ley sobre el
celibato
Fue el Concilio de Elvira de 305-306 quien dio a esta práctica de
origen apostólico una forma de ley. Con el canon 33, el Concilio prohíbe a los
obispos, sacerdotes, diáconos y a todos los otros clérigos relaciones
conyugales con la esposa y les prohíbe, también, tener hijos. Por lo tanto, en
esos tiempos se pensaba que abstinencia y vida familiar eran conciliables. Así
también el Santo Papa León I, llamado León Magno, alrededor del año 450
escribió que los consagrados no tenían que repudiar a sus mujeres. Tenían que
permanecer junto a las mismas, pero como «si nos las tuvieran», escribe Pablo
en la primera carta a los Corintios (7, 29).
Con el pasar del tiempo, se tenderá cada vez más a acordar el
sacramento sólo a hombres célibes. La codificación llegará en la Edad Media,
época en la que se daba por descontado que el sacerdote y el obispo eran
célibes. Otra cosa es el hecho de que la disciplina canónica no siempre fuera
vivida al pie de la letra, pero esto no debe asombrar. Como encontramos en la
naturaleza de las cosas, también la observancia del celibato ha tenido, en los
siglos, sus altos y bajos.
Es famosa, por ejemplo, la
encendida disputa que tuvo lugar en el siglo XI, en tiempos de la denominada
reforma gregoriana. En esa situación delicada se asistió a una rotura tan neta
- sobre todo en las iglesias alemana y francesa - que llevó a los prelados
alemanes contrarios al celibato a expulsar con la fuerza de su diócesis al
obispo Altmann de Passau. En Francia, los emisarios del Papa encargados de
insistir sobre la disciplina del celibato fueron amenazados de muerte y el
santo abad Walter de Pontoise fue golpeado durante un Sínodo que tuvo lugar en
París por los obispos contrarios al celibato y encarcelado. A pesar de todo
ello, la reforma consiguió imponerse y se asistió a una renovada primavera
religiosa.
Es interesante observar que
la contestación al precepto del celibato surge siempre en concomitancia con señales
de decadencia en la iglesia, mientras en tiempos de renovada fe y de florecer
cultural se nota una observancia reforzada del celibato.
Y, desde luego, no es difícil extraer
de estas observaciones históricas un paralelismo con la crisis actual.
Al
cumplir 40 años de sacerdote puedo afirmar con plena certeza que el celibato es
un tesoro muy querido en la Iglesia y quien lo vive por amor a Dios le da a su
vida la estabilidad y el equilibrio necesario para querer con toda el alma su
vocación de entrega plena al servicio de Dios y de las almas. Quienes vivimos así estamos muy
contentos de estar correspondiendo al querer de Dios y no lo cambiaríamos por
nada del mundo.
Agradecemos sus comentarios
1 comentario:
Agradezco al Señor y a Santa María por su vocación, por su fidelidad, por su fecundidad
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