miércoles, setiembre 24, 2014


Los buenos deseos del corazón
¡QUE TODO SALGA BIEN!
Es la expresión que se usa habitualmente cuando se quiere a una persona, a una familia, a un grupo de personas, a una ciudad, a un país y al mundo.
Son los buenos deseos de un corazón que quiere lo mejor para su prójimo frente a los acontecimientos que se presentan: un cumpleaños, una fiesta, un aniversario, un evento cultural, un viaje, una actividad deportiva, un acuerdo, una operación médica, unos exámenes, unos trabajos, una negociación, unos resultados, una decisión importante.
Cada persona puede distinguir en su interioridad el calibre y la intensidad de sus deseos. Existen muchos modos de desear algo, por ejemplo: desear aliviar el dolor que se padece es distinto que desear la comida más apetitosa, desear que un ser querido se cuide en el viaje es distinto que desearle una feliz Navidad.

Los buenos deseos y las creencias
Los buenos deseos pueden estar en el corazón de todas las personas, en cambio la virtud de la esperanza la tiene el creyente que espera la fuerza divina, o gracia de Dios, para que se cumplan los buenos deseos, que deben estar en armonía con el querer de Dios.
Los deseos humanos del que no tiene fe en Dios, son buenos pero pueden quedarse simplemente en deseos. Las personas muchas veces se ven frustradas porque no se cumplen sus deseos, algunos, que son un poco supersticiosos, recurren a brujos, adivinos, chamanes, gitanos para que les lean la suerte y puedan cumplirse sus deseos. Otros creen en el influjo de los amuletos o en las cábalas para obtener grandes bienes.
Existen también creencias de tradiciones popular que son supersticiones arraigadas en pueblos enteros, por ejemplo: dar una vuelta a la manzana en año nuevo para que se cumpla el deseo del viaje que tanto se anhela, o colocarse ropa interior amarilla para que todo vaya bien en el año, etc.
La esperanza es un deseo del que tiene fe
En cambio una persona con fe desea constantemente que las personas se porten de acuerdo al querer de Dios y sean buenas. Le pide a Dios en su oración personal lo que él, con sus fuerzas limitadas, no puede alcanzar para ayudar a su prójimo: fortaleza, constancia, comprensión, don de lenguas, etc.
Los santos, que suelen estar identificados con los sentimientos de Cristo, desean la conversión de las personas, para que todos se salven, y puedan llegar al Reino de los Cielos, es el deseo de la Iglesia, que con ese motivo fue fundada por Jesucristo, por eso se la llama “la barca de la salvación”
Las personas buenas desean lo mejor para los demás y especialmente para sus seres queridos. La caridad, que es una virtud sobrenatural que Dios entrega al que se la pide con humildad, ordena el corazón, para que la persona pueda tratar con verdadero cariño a su prójimo. Una caridad sin afecto y estima no existe. El que ama valora, se interesa y busca lo mejor para el otro. Desea y procura que todo salga bien. Cada uno podrá notar si existen esos deseos,  nobles y cristianos, en su interioridad.

Los malos deseos
Los deseos también se pueden envilecer por la presencia del pecado en la naturaleza humana. El egoísta desea que a él le salga todo bien (no le importa el prójimo), el envidioso desea que le vaya mal a la persona que envidia, el lujurioso desea desordenadamente el placer sexual, el goloso desea comer sin límites, el borracho desea seguir tomando, el ladrón desea robar el banco, el que odia desea la destrucción de su adversario.
Los malos deseos se multiplican cuando falta amor o hay un amor muy pobre en la persona. La persona que achicó su corazón, por el apego  a los bienes materiales, tiene deseos de seguir incrementando su capital, no le interesa otra cosa que crecer económicamente, o tener más cosas para él. Se vuelve malo.
La persona que no combate la soberbia, tiene deseos de quitar del camino a quien cree que le hace sombra. Es como Herodes que manda matar a todos los niños, para quitar a Jesús de su camino, no quería nadie superior a él.
Los malos deseos también proceden de la falta de templanza. La persona que termina dándole a la comida y a la bebida un lugar importante en su vida, va a perder la riqueza de las motivaciones trascendentes y no podrá ser feliz.
Hoy es necesario repetir mucho que a la tierra no hemos venido para divertirnos. Cada día se multiplican más los gurús del amor humano, que predican la libertad absoluta como ideal para conquistar la felicidad y ven con malos ojos cuando la Iglesia señala que existe un desorden moral en las vidas que rompen sus compromisos para tomar un camino de independencia total.
La vida en la tierra no puede ser un escape de todo lo que parece contradictorio para el placer y la comodidad. Ir a contrapelo y contracorriente, si se está en el camino del bien, libera y no esclaviza. En cambio el que le da rienda suelta a sus sentimientos y rompe sus compromisos porque se cansó es como el hijo que se escapa de su casa, en la narración evangélica, con la herencia de su padre, creyendo encontrar la libertad y lo que encontró fue una gran esclavitud.
Los gurús de turno, con sus cartones de psiquiatras o psicólogos, que van vendiendo sus teorías, (porque cobran) por el mundo entero, son como los charlatanes de las plazas que buscan capturar al transeúnte, para venderles un “producto mágico” que les va a curar todos los males.
El amor a la verdad y los deseos de bien
Cuando se forma a una persona en el camino correcto aumentan sus deseos de bien de un modo considerable. Esa conducta, sincera y franca, va acompañada de una lucha por adquirir virtudes. Es la misma impresión que tienen los padres buenos que educan a sus hijos diciéndoles la verdad con mucho cariño. Al ver que con la receptividad mejoran como personas, la libertad y la alegría se han multiplicado y la relación entre ellos se ha reforzado. Están unidos y ambos tienen los mejores deseos para ellos y para los demás.
Desear el bien para las personas es desear fundamentalmente que todos lleguen al Cielo. El fin último debe marcar la conducta de cada día.
Con estas consideraciones les deseamos que ¡todo vaya bien! con la protección y el cariño de nuestra madre la Virgen María.
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