“Nos hemos
separado pero nos llevamos bien”
EL
ACUERDO DE NO ESTAR JUNTOS
En
estos tiempos de crisis familiar y de relativismo nos encontramos con
matrimonios separados que buscan “decorar” su situación tratando de llevarse bien en los ámbitos sociales
con un muro de incomunicación entre ellos.
Conscientes
de que no pueden estar juntos establecen unas reglas que les permitan funcionar
con la “libertad” de estar separados
para que cada uno haga con su vida lo que quiera y al mismo tiempo puedan
acordar lo que deben hacer con los hijos.
La
lamentable situación de distancia entre los esposos pudo haberse originado en
una guerra fría entre ellos, dentro del mismo hogar, que luego se fue prolongando hasta que tomaron la
decisión de separarse.
Está
claro que no se deben juzgar las intenciones de las personas y que cada caso es
distinto, sin embargo es fácil darse cuenta de las limitaciones y deficiencias,
que son consecuencia de esas decisiones tomadas en aras de la libertad y que
además pueden perjudicar gravemente a terceros.
La
multiplicación de casos no justifica la licitud de ese modo de proceder. Toda
separación matrimonial afecta a los mismos esposos y a los hijos. Los arreglos
que se pretendan hacer para evitar situaciones traumáticas nunca serán
suficientes si persiste la separación. El arreglo por excelencia sería el del
mismo matrimonio. Salvar un matrimonio es recuperar los elementos más
importantes para el fortalecimiento y la felicidad de la familia.
El amor entre los esposos
es el tesoro más preciado para los hijos
Los
hijos necesitan del amor de sus padres. Ellos tienen derecho a que sus padres
se quieran. De la unidad y del cariño de los esposos entre sí brotan, de un modo espontáneo, los principales
elementos para la educación de los hijos. Los hijos deben recibir del amor
entre papá y mamá. Ellos gozan cuando ven que sus padres se quieren y se ponen
tristes cuando perciben algún atisbo de separación o de fricción.
En
un matrimonio el amor entre los esposos genera el calor de hogar: la alegría de
un ambiente de limpieza y fortaleza en la casa que envuelve a todos. Los hijos
son queridos dentro de ese ambiente familiar lleno de paz y cariño.
Si
por alguna circunstancia faltara el amor entre los esposos el ambiente de la
casa se enrarecería, perdería calidad y empezarían a surgir conflictos entre
los miembros de la familia.
Cuando
los esposos no se quieren y se separan pierden capacidad para educar a sus
propios hijos. Los consejos ya no tienen mordiente,
se convierten en simples criterios que se repiten y que no penetran en el
alma de los chicos, porque falta del amor de la unidad matrimonial.
Además
es muy fácil que el amor al hijo de un padre o una madre separados sea un amor
posesivo y por lo tanto egoísta, como
si fueran propietarios de los hijos. No siempre es así hay casos admirables,
pero en la gran mayoría, la herida del divorcio, puede generar ese afán de
posesión sobre los hijos. Si el hijo es querido de esa manera se formará con
unos afanes también posesivos, buscará por encima de todo su propio beneficio o
satisfacción.
El
amor a los hijos, por parte de los padres, debe proceder
fundamentalmente del amor que se tienen los esposos entre sí en el matrimonio,
el mismo amor que les llevó a tener hijos. La procreación es consecuencia del
amor conyugal y del amor a la vida de los padres y está estrechamente unida a la educación, que
es el deber adquirido con el compromiso de formar una familia. De allí que los
padres que han traído un hijo al mundo ya están pensando como educarlo.
El
amor matrimonial debe ser todo entrega, es querer al otro sin buscar nada a
cambio, el amor al tú por el tú, el querer las diferencias del otro, que es
también quererse con sus defectos.
De allí los hijos aprenden a querer de una manera ordenada y correcta. Los
padres, con su conducta son la principal escuela.
Complicidad de los esposos
para la separación
Los
arreglos que hacen los esposos separados para llevarse bien “como amigos” son una suerte acuerdo
para no hacer lío, es como una anestesia
que colocan para que no se sienta el dolor de la herida. Las explicaciones para
que los hijos comprendan una separación solo pueden conseguir, con la resignación de ellos, una aceptación
dolorosa y después, con el tiempo la dureza de la costra bajo la herida.
Con
esos procesos de distanciamiento matrimonial, el padre o la madre se podrían
convertir, sin darse cuenta, en
proveedores de los hijos, algo que tienen que pagar como una letra vencida y que muchas veces, si no
se cumple a tiempo, una de las partes lo reclama, con el dolor de los hijos,
que sienten en el alma el olvido o el desinterés del padre.
Los
padres separados suelen quedarse en el amor de benevolencia mientras que los
hijos reclaman el amor de amistad. Las madres separadas que se quedan con los
hijos asumen el papel del padre y se vuelven duras, aunque existen también excepcionalmente
situaciones heroicas de madres buenas que luchan denodadamente para suplir esas
deficiencias, sobre todo la carencia paterna para la educación de los hijos.
Diversas historias y
experiencias de la vida
Cada
persona tiene su historia y suele ser bella aunque tenga que pasar escollos y
superar muchas dificultades. Si bien las experiencias duras de la vida enseñan
y forman a las personas no se puede desear que todos pasen por esas situaciones
difíciles para alcanzar la madurez.
No
hay nada mejor en la sociedad que el ambiente de cariño y de acogida que existe
en un hogar estable donde todos se quieren y se apoyan. No es un hogar de
engreídos o de niños bien, donde se apapacha y se vive
para el despilfarro y la diversión. Es una escuela de formación donde se aprende con amor y sin
rigideces, donde hay amistad y cariño, donde las normas de disciplina no se
toman como una imposición de prohibiciones sino como el apretón de una mano amiga que quiere lo mejor para el amigo. Donde
el orden es una virtud aprendida en el hogar y arraigada en cada uno, crea un
ambiente de armonía y libertad para todos. De este modo en la casa siempre hay
vida y resulta grato estar, por el cariño y la atención de todos.
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