jueves, junio 18, 2015


“Amores” que matan
“EDUCANDO”  “joyitas”
Todos los años se habla de la crisis de educación que existe en el Perú, con el objeto de encontrar caminos para revertir la situación problemática y hasta dramática en la que se encuentran muchos sectores educativos del país, que no logran acertar en la formación de los educandos.
Aunque en algunos puntos marginales hay avances significativos, parece que los discursos de alarma, de las situaciones más graves, continuarán por muchos años más. Tal como se están enfocando las cosas, no hay manera de que “se coja el toro por las astas” y se pongan los medios para encontrar las soluciones definitivas. 

Avances marginales
Quienes tienen la responsabilidad de orientar la educación del país manejan sistemas, controles, evaluaciones, tratando de corregir los errores que se cometen o de cambiar los sistemas obsoletos, que ya no van para los tiempos actuales. En algunos lugares se emplean nuevas estrategias, a modo de experimento. Existen muchas instituciones educativas que son experimentales.
También las autoridades educativas están dedicándose últimamente a conseguir una mejor capacitación de los educadores, con evaluaciones a los maestros, con el fin de tener un cuerpo docente idóneo para las tareas pedagógicas.
En el mundo pedagógico aparecen iniciativas para difundir la aprestación de escolares a través de técnicas modernas, de tal modo que los niños puedan alcanzar, por ejemplo, un lenguaje más fluido, una mejor comprensión de lecturas, o un mejor desenvolvimiento en el grupo. A los niños se les hace saltar, bailar, jugar, participar; con técnicas que combinan el entretenimiento con el aprendizaje.
A los estudiantes mayores, en cambio, se les habla de liderazgo, de ser exitosos, de la eficiencia profesional. Les dan charlas con motivaciones para éxito y la competividad. Se les ofrece cursos especiales de capacitación en el país y en el extranjero, donde se les facilita todo para que estén contentos, y luego se les felicita por los logros alcanzados.
Las graduaciones y felicitaciones se multiplican por doquier en todo el país, con un despliegue de organización y celebración sin precedentes: toga, vestes, escenografía, brindis, con la presencia de todo el personal académico y las familias. En los discursos todo ha sido exitoso y de gran calidad. Se comparten parabienes y alabanzas en un ambiente muy bien armado. Sin embargo, el contraste con la realidad es alarmante: la educación continúa en crisis y el país crece en corrupción, inseguridad y violencia.
También encontramos en los ámbitos educativos los que se dedican a la construcción de infraestructuras. Es fácil observar los grandes edificios que tienen algunos colegios y universidades, con excelentes instalaciones deportivas: coliseos, piscinas, pistas atléticas e implementos de primera línea en aparatos electrónicos y sistemas de computación.

¿Dónde apunta la educación?
A pesar de todos estos avances, que pudieran parecer de un progreso educativo moderno, muchos maestros y padres de familia sufren al ver a los chicos totalmente desorientados, sin un rumbo claro en la vida.
Lo peor es que los mismos educadores no se dan cuenta que el enfoque que le están dando al alumno con respecto a la vida y al futuro de cada uno de ellos, no es el correcto. Muchas veces estas desarticulaciones arrancan del mismo hogar cuando los padres no van por delante con el ejemplo.
La mentalidad relativista es como una enfermedad asintomática. Los que la padecen no se da cuenta de las desviaciones, que son consecuencia de no tener claras las nociones del bien y del mal. Cuando la brújula se ha movido mucho, la persona puede ser temeraria para algunas cosas y dubitativa para otras, además de indulgente y permisiva (peca de ingenuidad);  y cuando ocurre algo, exagera en las justificaciones y quiere dar explicación a todo. Cree que todo se arregla siendo buena gente y brindando apoyo con una palmadita en la espalda o con el ofrecimiento de buenas vibras.

El emblemático convertido en joyita
Con lo expuesto en los párrafos anteriores podemos darnos cuenta que el relativismo está tomando cuerpo en las instituciones educativas. El maestro relativista,  que se aleja  de las nociones del bien y del mal, ya no se fijará tanto en las virtudes que el alumno debe alcanzar para ser mejor persona, ahora va a poner la atención en los procedimientos que debe adquirir para ser exitoso y emblemático. Ya no buscará la buena conducta del alumno, buscará su éxito.
Muchos profesores hoy se han convertido en managers de los que pueden ser exitosos y las instituciones educativas se ven obligadas al marketing de la competividad con una selectividad desviada hacia los líderes de la eficiencia. Cambiaron los fines educativos por otros de corte pragmático donde tiene prioridad el negocio, aunque no lo digan.
Es un error, de gran magnitud, promocionar y ofrecer posibilidades de éxito, sin formar la conciencia y las virtudes de las personas.  El esconder, (sin querer), lo verdadero y lo falso, el bien y el mal, a la hora de educar, está causando serias desviaciones en una juventud que se proyecta hacia ideales egocentristas  con un disfraz o barniz social.
Cuando los educadores, sin darse cuenta, exaltan el ego de los alumnos, no los están formando, los están torpedeando. Si un padre de familia o un maestro le dora la píldora al hijo o al alumno, para exaltarlo y subirlo a un podium,  haciéndole creer que puede estar por encima de los demás con su talento, le está haciendo un daño considerable a él y a la sociedad.
La sociedad no necesita líderes que se jacten en sus cualidades enseñando los premios ganados y los títulos conseguidos; necesita más bien servidores que sepan trabajar con los demás, sin hacer ascos y sin creerse la divina pomada.
Es necesario dar la voz de alarma para que los padres de familia no engrían tanto a sus hijos. A esos papás les puede parecer que lo hacen por amor y se están quedando muy cortos. Si de verdad aman a sus hijos, deben exigirles para que sean virtuosos, no exitosos (al menos en el sentido que se le da hoy a este término).  El éxito debe ser la conquista de las virtudes  y la posibilidad de servir y no la conquista de los podiums, de los grandes negocios y de las goyerías.
Hoy existen demasiados engreídos que no saben pensar en los demás porque están imbuidos en sus propios antojos y caprichos, a veces con el consentimiento de sus padres y maestros que no se atrevieron a exigirle para que luche contra su yo y se preocupe más de los demás.
Es una pena que padres y educadores quieran convertir a los chicos en estrellas emblemáticas, y los conviertan, con el tiempo, en unas joyitas que todo el mundo rechaza porque van exclusivamente a lo suyo.

Agradecemos sus comentarios



No hay comentarios.: